El astillero

El astillero Lista de Personajes

Larsen o Juntacadáveres

Es el protagonista de la novela y personaje recurrente en otras producciones de Onetti. Regresa a Santa María luego de cinco años, después de haber sido expulsado por el gobernador por haber instalado un prostíbulo en la ciudad. Su pasado oscuro, que no termina de explicitarse pero se sugiere a lo largo de toda la novela, marca su presente y la mirada que la comunidad de Santa María tiene sobre él.

Reúne los rasgos característicos de la narrativa onettiana: es un personaje atravesado por la soledad, el fracaso y la angustia existencial, al no encontrarle un sentido a su vida. Su regreso a Santa María se vincula con la necesidad de torcer ese destino y encontrar un propósito, para lo cual se entrega a la farsa de la recomposición del astillero. Es consciente de la futilidad de esa empresa pero persevera en ella porque esta le permite evadir el vacío existencial. Por eso, su figura está construida sobre la impostura y la falsedad. La farsa condiciona de tal manera sus movimientos que impide que se conozcan sus rasgos y sentimientos genuinos. En sus pensamientos y acciones se deja entrever, sin embargo, que es un hombre con cualidades morales degradadas, calculador, traidor y violento con las mujeres.

Jeremías Petrus

Es el dueño del astillero y el padre de Angélica. En su figura, caracterizada a la vez por la grandeza y la decadencia, se simboliza el fracaso del proceso modernizador: se trata de un viejo demacrado y sumido en la locura, pero que tuvo un pasado de esplendor al mando de una importante empresa que dio trabajo a toda una comunidad y representó el éxito del proyecto modernizador uruguayo. Sin embargo, en el presente, está entregado a la tarea absurda de recuperar su negocio en quiebra.

Su entrega a la farsa es tan deliberada que se muestra indiferente ante las ridiculizaciones de sus empleados y logra manipular a Larsen, aun cuando este exhibe el absurdo de su insistencia. Defiende la farsa hasta las últimas consecuencias, al punto de que se vuelve loco.

Angélica Inés Petrus

Es la única hija de Jeremías Petrus. Se la describe indistintamente como idiota y loca. De edad indeterminada, asume los rasgos de una niña: siempre va acompañada de la sirvienta, se la describe como inocente y torpe, atravesada por una risa estridente sin motivo y la mirada perdida.

En su primera aparición, en el bar Belgrano, Larsen ve en ella una apariencia decidida y avasallante, en contraste con la postura sumisa de Josefina; en esa oportunidad, conversa con desenvoltura y exhibe preocupación por la recuperación del astillero de su padre. Sin embargo, esa apariencia se va frustrando a lo largo de la novela, cuando Larsen tiene oportunidad de conocerla. En sus encuentros periódicos en la glorieta, la muchacha parece interesada en la seducción de Larsen pero la evidencia de su idiotez y dificultad para entender va en aumento, decepcionando así la ilusión de aquel de casarse con ella. En la medida en que se trasluce su discapacidad, se deja entrever asimismo su sometimiento a la sirvienta, que la disminuye llamándola “niña” y, finalmente, “la idiota”. El doctor Díaz Grey, a su vez, la trata indistintamente de anormal, loca e idiota.

Josefina

Es una mujer de treinta años, criada por la difunta esposa de Jeremías Petrus, que luego se convierte en la sirvienta de Angélica. La acompaña y la cuida; mantiene con ella un juego de adoración y dominio.

Al igual que Angélica, su figura experimenta una transformación a lo largo de la novela, en virtud de la frustración de algunas apariencias. Al comienzo, es percibida por Larsen como mansa, servicial, pasiva, lo cual explica el marcado desinterés que él siente por ella, en contraste con Angélica. Pero esa visión va dando lugar a cierta actitud dominadora, lo cual construye su figura enigmática. En efecto, es la que planifica los encuentros de Larsen y Angélica, a espaldas de Petrus, y su control de la situación queda evidenciado en varias oportunidades en que ignora la falsa seducción con que Larsen intenta manipularla.

Irónicamente, su sumisión y pasividad quedan anuladas cuando, al final de la novela, manipula los hechos a favor de su interés y en detrimento de los planes de Larsen y Angélica. Al lograr seducir con éxito a Larsen, no solo frustra el plan de él sino que devela por fin su mirada despectiva hacia su protegida, refiriéndose a ella como “la loca”.

Gálvez

Es el gerente administrativo del astillero y vive junto a su mujer embarazada en una casilla humilde. Trabaja allí hace años y, si bien en un primer momento tuvo esperanzas en el negocio, ahora, en el presente de la novela, ya es completamente consciente de que se trata de una misión inútil. De ahí su gesto burlón y su ridiculización de Petrus y Larsen. A pesar de esa consciencia, no se determina a abandonar la tarea: elige persistir en la farsa, y se entrega a la rutina automática, pues entiende, al igual que Larsen, que el simulacro de poner en marcha el astillero le confiere un sentido a su vida vacía. En ese sentido, es un personaje caracterizado por la figura de la máscara, pues lleva adelante una vida que es pura impostura, a pesar de la incomodidad que esto le genera. Recién cuando muere su rostro se despoja de la máscara y asume su verdadera identidad.

Gálvez es el eslabón capaz de hacer tambalear la farsa. Posee un documento con el que puede meter preso a Petrus, poniendo término así al simulacro. Sin embargo, una vez más hay en él una fuerte disociación entre lo que dice y piensa y lo que efectivamente hace. Su mujer dice que él nunca se atreverá a denunciar a Petrus, y simplemente guarda el título para sentir poder. No obstante, Gálvez experimenta una transformación a lo largo de la novela y termina denunciando al viejo. Rota así la farsa, la única salida que encuentra es suicidarse.

Kunz

Es un hombre alemán, responsable de la gerencia técnica del astillero. Se desconoce cómo llegó a la empresa, pero cuando Gálvez es contratado ya lo encuentra trabajando allí, en medio de la devastación. Vive en condiciones precarias, en una oficina abandonada del astillero, pero pasa mucho tiempo en la casilla de Gálvez y la mujer.

Al igual que Gálvez, su gesto ante el viejo y Larsen es burlón, pero es incapaz ya de pensar en una alternativa a la farsa. De hecho es descripto hiperbólicamente como portador de un “escepticismo universal” (174), pues ha presenciado el fracaso y la decadencia de la empresa de Petrus y, luego de muchos años de escuchar sus mentiras, ya no tiene ninguna esperanza en ella. Sin embargo, fiel al perfil de los personajes onettianos, se entrega al simulacro de recuperación del astillero porque encuentra allí una distracción contra el vacío. El gesto más representativo de esa inutilidad se presenta cuando se lo describe abocado a la reparación de una máquina que, aún si anduviera, ya no serviría, porque ha sido superada por otras más modernas.

La mujer de Gálvez

Forma parte de la comunidad que vive en la casilla, detrás del astillero. No tiene nombre y esa indeterminación se proyecta a su físico: está vestida de hombre, con un sobretodo, y está embarazada, aunque no se hace mención al bebé hasta muy entrada la novela. Forma parte también de la farsa y, en ese sentido, comparte las cualidades duales de esa comunidad: aparenta que las cosas le interesan pero, en el fondo, está atravesada por una indiferencia y abulia muy marcadas. Está sometida a Gálvez y se muestra incapaz de enfrentarlo, pues lo concibe como a un dios cuya voluntad define la vida de ella. El hecho que mejor describe su soledad y desamparo es que termine sola en la casilla, abandonada por todos los hombres que la rodeaban.

Doctor Díaz Grey

Médico de Santa María, soltero, de más de cincuenta años de edad, lleva una vida de acostumbramiento y aburrimiento. Al igual que Larsen, forma parte del universo que construye Onetti en sus producciones sobre Santa María y aparece en varias de ellas.

Su figura es importante para la trama porque, a partir de su aparición, se esclarecen varios puntos oscuros del relato. En el diálogo que mantiene con Larsen en su consultorio, recupera algunos detalles de su pasado delictivo, asociándolo a la explotación de mujeres. Pero, además, representa la voz del saber profesional que desenmascara con crudeza la farsa que sostiene la vida de Larsen. Al confirmar su diagnóstico sobre la locura de Petrus y la idiotez de Angélica, pone de manifiesto la inviabilidad de los propósitos que dan sentido a la vida de Larsen: la ilusión de reflotar el negocio del astillero y suceder a Petrus como jefe de familia, teniendo hijos con Angélica.

Además, su voz autorizada es la que devela el procedimiento narrativo que estructura la novela y que la literatura de Onetti propone como respuesta a la angustia universal del hombre, esto es, la invención de mundos imaginarios para evadir la realidad vacía. Así, Grey le expone a Larsen la teoría por la cual los hombres se arman farsas personales para postergar la frustración de una vida vacía e inútil.

Poetters

Es el dueño y patrón del bar y hotel Belgrano, en Puerto Astillero. Es una de las pocas personas con las que Larsen conversa y a quien le transmite las mentiras sobre la inminente recuperación del astillero y sobre su compromiso con Angélica. El patrón le presta dinero en varias oportunidades, lo deja endeudarse y le consigue medios para viajar a Santa María. Antes de ser patrón del Belgrano, se dedicaba a la pesca y, en una oportunidad, recuerda el doctor Díaz Grey, hirió sin querer a la hija de Petrus con un anzuelo, lo cual generó un escándalo en la familia.

Vázquez

Distribuidor de diarios de Santa María, es aludido por el narrador como uno de los posibles informantes de Larsen durante su ausencia.

Hagen

Trabajador del surtidor de nafta en la esquina de la plaza de Santa María. El narrador recoge su testimonio dudoso sobre llegada de Larsen a Santa María durante su segunda visita.

El barman del Plaza

Es otro de los personajes que dan testimonio sobre la segunda visita de Larsen a Santa María. Su reconstrucción permite confirmar que el personaje visitó en esa oportunidad a Petrus, que se hospedaba en el hotel Plaza.

La prostituta del cafetín de Enduro

Sentada en una mesa del cafetín, llama la atención de Larsen. Al igual que en Gálvez, destaca en ella su máscara, una mueca impostada que oculta su verdadero rostro, aquel que ella solo podrá exhibir en soledad o después de la muerte.

El cliente del cafetín de Enduro

Es un hombre robusto sentado a una mesa del cafetín, que acompaña a la prostituta que llama la atención de Larsen, y le insiste para acordar un precio por sus servicios.

El viejo del cuchillo

Es un personaje del bar El Chamamé, anteriormente contratado para garantizar la seguridad en el bar, pero sin verdaderas funciones por la decadencia y la poca concurrencia del lugar.

El viejo carcelero

Carcelero de la cárcel de Santa María. Es quien conduce a Larsen, a cambio de una coima, hacia la oficina donde está preso Petrus.

Medina

Subcomisario de Santa María. Larsen recurre a él para encontrar a Gálvez en esa ciudad. Se dicen viejos amigos, en su charla insinúan el pasado de Larsen y el subcomisario dice no tener nada contra él; admite que él solo acató órdenes del gobernador de terminar con los negocios sucios de Larsen. Al igual que otros personajes de la novela, adopta un gesto burlón hacia Larsen y le arma una pequeña trampa: ante la pregunta por Gálvez, Medina interroga a Larsen como si desconfiara de él, pero cuando comprende que este no sabe de la muerte de Gálvez lo lleva a reconocer el cadáver, sin anuncio previo. Exhibe rasgos propios de los personajes onettianos, como la indiferencia y el cinismo. Al mostrarle el cuerpo de Gálvez, admite sin escrúpulos que su objetivo era que Larsen lo viera con sus propios ojos.

El mucamo del Belgrano

Personaje que cumple el rol de emisario. Es el que lleva la carta de renuncia de Gálvez al astillero y se la deja a Kunz. Además, tiene una conversación con Larsen en el último capítulo de la novela. Es un personaje que, al igual que otros en Puerto Astillero, muestra ciertas incoherencias entre lo que dice y hace, y parece vivir en cierto plano de irrealidad. El mucamo no se da por aludido cuando Larsen le pregunta por qué no huye de Puerto Astillero y, al contrario, se burla de él preguntándole lo mismo. Mientras Larsen intenta aleccionarlo, “como un padre” (206), el mucamo se pone a limpiar y evidencia una clara indiferencia. Como si lo tratara de loco, desestima el consejo de Larsen e insiste en ofrecerle la cena.