Divina Comedia: Purgatorio

Divina Comedia: Purgatorio Resumen y Análisis Cantos XXII-XXVII

Resumen

Canto XXII

Un ángel borra la quinta pe de la frente de Dante, y los tres poetas acceden a la sexta cornisa del Purgatorio. Allí, Virgilio le manifiesta a Estacio el gran afecto que siente por él, desde que Juvenal descendió al Limbo y le comunicó el amor que el autor de la Tebaida expresaba por él. Luego, Virgilio le pregunta por el motivo de su avaricia, y Estacio explica que purgó en la quinta cornisa el pecado contrario: la prodigalidad excesiva. También señala que se salvó del Infierno gracias a la lectura de algunos versos de la Eneida.

A continuación, Estacio atribuye su conversión al cristianismo a Virgilio, más precisamente, a la lectura de la Égloga IV de su obra Bucólicas. Sin embargo, por temor a la persecución que en su tiempo se llevaba a cabo contra los primeros cristianos, se bautizó en secreto y se mostró como pagano por mucho tiempo. Por este motivo, señala, permaneció en la cuarta cornisa más de cuatro siglos. Finalmente, Virgilio habla sobre los poetas y personajes del mundo clásico que están junto a él en el Limbo.

Hacia el final de la mañana, los poetas hallan en su camino un árbol con la copa invertida y de frutos perfumados, sobre cuyas hojas se expande un líquido que cae desde la roca. Una voz que surge de su fronda les advierte que no pueden comer de él y les recuerda ejemplos de templanza, entre ellos, el de la Virgen María en las bodas de Caná y el de Daniel, cuando rechazó los manjares que le ofreció el rey de Babilonia.

Canto XXIII

Dante avanza por la sexta cornisa tras los pasos de los poetas y oye cantar “Labia mea, Domine”. Entonces, los tres ven un grupo de almas esqueléticas que los alcanzan y pasan a su lado. Dante se detiene a observar sus rostros escuálidos, y uno de los espíritus lo reconoce y manifiesta su alegría. Dante reconoce a Forese, su amigo de la juventud, por su voz, y le pregunta por la causa de su delgadez. Entonces, el amigo le responde que, por voluntad divina, el agua y el árbol los vuelve delgados, y que de esa forma se purifican quienes tuvieron el vicio de la gula en el mundo.

Luego, Dante le pregunta a Forese, que murió hace menos de cinco años, la razón por la que se encuentra una zona tan alta del monte, y este explica que las oraciones devotas de Nella lo liberaron del Antepurgatorio (“la costa de la espera”, v. 89) y del resto de las cornisas. Luego, Forese se explaya sobre la manera impúdica en que se visten las florentinas, y predice que se sancionarán leyes para prohibir esta conducta. Finalmente, Dante le explica el motivo por el que viaja, aún vivo, por el reino del Infierno (“la honda noche de los muertos verdaderos”, vv. 121-122) y del Purgatorio (“la montaña que al que el mundo torció vuelve derecho”, vv. 125-126); recuerda la vida que llevó junto a su amigo, y señala quiénes lo acompañan.

Canto XXIV

Dante y Forese avanzan a paso ligero mientras conversan, y el primero observa que Estacio, acaso por permanecer más tiempo con Virgilio, camina más lento. Después, Dante le pregunta a su amigo por Piccarda, la hermana de este, y se entera de que ella ya se encuentra en el Paraíso. A continuación, Forese le señala algunas almas que se encuentran en la cornisa, entre las que está la de Bonagiunta de Lucca.

Dante se interesa por hablar con este último, a quien escucha murmurar la palabra “Gentucca”. En tono profético, Bonagiunta afirma que una mujer hará que a Dante le agrade su ciudad (Lucca), y luego le pregunta al florentino si él es quien encontró una nueva manera de hacer poesía (“encontró nuevas rimas”, v. 50), escribiendo “Donne ch’avete”. Dante le señala de qué manera escribe poesía, y el primero reconoce que se trata de un nuevo estilo poético, que se diferencia del estilo del grupo al que él mismo pertenece. Bonagiunta se retira velozmente, uniéndose a una fila de almas, y Forese, que avanza junto a estas, las deja adelantarse y se aproxima a Dante preguntando cuándo volverán a verse.

Antes de retirarse, Forese predice que el “más culpable” (v. 82) de la ruina de Florencia irá al Infierno (el “valle que las culpas no cancela”, v. 84) en poco tiempo, y Dante vuelve a unirse a Virgilio y Estacio. Los tres avanzan hasta un nuevo árbol, y una voz de entre sus ramas les indica que no se acerquen y que continúen caminando. Luego, la voz menciona ejemplos de gula castigada, y un ángel extremadamente luminoso les señala a los poetas el camino para ascender a la siguiente cornisa. El ángel borra la sexta pe de la frente de Dante y se escucha una voz que parafrasea la cuarta bienaventuranza.

Canto XXV

Mientras Dante, Virgilio y Estacio ascienden hasta la séptima cornisa, el primero pregunta cómo es posible que las almas, que no necesitan alimentarse, puedan adelgazar. Entonces, Estacio despliega una explicación que se remonta al momento de la concepción humana. Haciendo referencia a teorías científicas y teológicas que se sostenían en la época, explica el origen del alma vegetativa a partir de la fusión de la sangre masculina y femenina. En los seres humanos, para la formación del alma racional interviene Dios, “el primer motor” (v. 70), que infunde un nuevo espíritu en el feto. Luego de la muerte (“Cuando a Laquesis más lino no le queda”, v. 79), el alma se separa del cuerpo, y, después de conocer su destino, toma una forma y adquiere sentidos. De allí que los espíritus del más allá puedan hablar, llorar, suspirar y, también, perder peso.

Los poetas llegan a la séptima cornisa, donde se observan llamas que brotan desde el muro. Avanzan por un espacio estrecho junto al precipicio y escuchan a las almas, dentro del fuego, cantar ejemplos de castidad.

Canto XXVI

Mientras que los poetas avanzan por el borde de la cornisa, los penitentes observan con asombro que Dante posee un cuerpo, y se acercan para preguntarle por su condición. Dante se dispone a responderles cuando lo distrae otro grupo de penitentes que avanza en dirección contraria y saluda al grupo anterior. Luego del saludo, las almas avanzan y gritan ejemplos de lujuria castigada: un grupo grita “Sodoma y Gomorra” y el otro recuerda el mito de Pasífae.

A continuación, Dante retoma el diálogo, afirma que se encuentra aún con vida y les pregunta a las almas quiénes son, para escribirlo luego en sus papeles. Guido Guinizzelli, luego de explicar la naturaleza de los pecados que las almas están purgando, se presenta, y Dante, que lo considera el maestro del estilo que lo representa (el Dolce Stil Novo), conmovido, le dirige palabras de alabanza. Luego, humildemente, Guinizzelli señala la superioridad de otro poeta que escribió en lengua vernácula (“el hablar materno”, v. 117) y que se encuentra cerca suyo. Afirma que, contra la opinión común, aquel poeta fue superior a Giraut de Bornelh (“el limosino”, v. 120). Finalmente, le pide a Dante que ore por él ante Cristo, y desaparece en el fuego.

Dante se aproxima entonces al espíritu que se encontraba cerca de Guinizzelli, y este se presenta, en su lengua materna, como Arnaut; le habla de su arrepentimiento y de la dicha que lo espera en el futuro, y le pide que se acuerde de él.

Canto XXVII

Al atardecer, un ángel exhorta a Dante a atravesar el fuego en el que se purifican las almas de los lujuriosos. El poeta permanece inmutable, por el miedo que le produce la tarea, y Virgilio lo convence afirmando que del otro lado de las llamas hallará a Beatrice. Entonces Dante avanza en medio del fuego, siguiendo la voz del ángel, y experimenta un calor extremo. Mientras tanto, Virgilio lo alienta hablándole de Beatrice.

Después de atravesar las llamas, los tres poetas se encuentran frente a una escalera de piedra. Poco después de comenzar el ascenso cae la noche, y ellos se detienen a dormir en sus peldaños. Entonces, Dante sueña con una mujer bella y joven que recolecta flores en un prado, y que, luego, revela ser Lía. La mujer también menciona a su hermana Raquel.

Cuando Dante despierta, Virgilio le anuncia que ha llegado el día en que pondrá fin a sus anhelos. El primero asciende velozmente por la escalera, y, al llegar al último peldaño, Virgilio le señala el Edén y le indica que es libre de recorrerlo o de sentarse allí, mientras espera “los hermosos ojos” (v. 136) que lo hicieron ir a él con lágrimas. También su guía afirma que, en adelante, ya no hablará más, y que Dante deberá seguir su propio albedrío.

Análisis

En el Canto XXII, Estacio explica que, reflexionando sobre algunos versos de la Eneida, comprendió que la prodigalidad en exceso también es mala y, gracias a que se arrepintió de su conducta, evitó ser condenado al Infierno. La expresión “un peso empujaría en los torneos” (v. 42) alude al cuarto círculo del Infierno, en donde los condenados por la avaricia y la prodigalidad excesiva empujan pesos con el pecho y, al chocarse entre sí, se reprochan mutuamente sus respectivos vicios (Infierno, Canto VII, vv. 27-30). Así comprendemos que en el Purgatorio, como en el Infierno, la avaricia y la prodigalidad excesiva se castigan en el mismo recinto.

También Estacio atribuye a Virgilio su conversión al cristianismo. En esta oportunidad, se refiere a su obra Bucólicas, en cuya Égloga IV, en la Edad Media, se leyó una profecía que anunciaba el nacimiento de Cristo. Estacio se refiere a esta obra cuando cita una traducción de sus versos: "(...) El ciclo se renueva; / vuelven la edad primera y la justicia, / nueva progenie baja desde el cielo" (vv. 70-72), correspondiente a los versos 5-7 de dicha Égloga. Virgilio es, entonces, para Estacio, no solo su maestro en la poesía, sino también el guía religioso que lo condujo a adoptar la fe cristiana.

En el Canto XXIII, las almas cantan el comienzo del versículo 7 del “Miserere” (el Salmo 21): “Abre mis labios, Señor, y mi boca proclamará tu alabanza” (“Labia mea, Domine”, v. 11). Los poetas se encuentran en la sexta cornisa, donde las almas purifican la gula, padeciendo, según la lógica del contrapasso, hambre y sed (de allí que presenten una delgadez extrema).

Allí, Dante se encuentra con un amigo de la juventud, Forese. En el diálogo que mantienen entre ellos se puede observar el tono amistoso de ambos y la ansiedad que demuestran por saber acerca de la condición del otro. Forese está inspirado en Forese Donati (circa 1250-1296), hermano del jefe de los güelfos negros, Corso Donati, a quien el personaje se refiere luego, en el canto siguiente, como “el más culpable” (XXIV, v. 82) de la decadencia de Florencia. En el encuentro entre Forese y Dante se insiste en un tema recurrente en el Purgatorio: la eficacia de las oraciones de los vivos para acortar el tiempo de penitencia. Forese, que había muerto (“el mundo cambiaste en mejor vida”, v. 77) hace menos de cinco años, es un ejemplo de esta regla, puesto que en poco tiempo alcanzó la anteúltima cornisa gracias a las oraciones de su esposa.

La conversación entre Dante y Forese se extiende hasta el siguiente canto (el XXIV). Allí, el primero se entera de que la hermana de su amigo, Piccarda, se encuentra en el Paraíso (aquí se anticipa un episodio que tendrá lugar en el Canto III del próximo cántico, el Paraíso). También, Dante encuentra al poeta luqués Bonagiunta (inspirado en Bonagiunta Orbicciani), quien resalta la innovación del estilo poético de Dante, refiriéndose a uno de sus poemas de Vida nueva (Capítulo XIX), “Donne ch’avete intelletto d’amore” (“Damas que tienen conocimiento del amor”). El grupo de poetas al que pertenece Dante, llamado posteriormente “Dolce Stil Novo” (dulce estilo nuevo), toma su nombre precisamente de los versos que se encuentran a continuación:

«Oh hermano», dijo, «ahora veo el nudo
que al notario, a Guittone y a mí me excluye
del dulce estilo nuevo que yo oigo.»

(vv. 55-57)

En estos versos podemos ver también que Bonagiunta establece una diferencia entre su propio estilo, el del "notario" (el poeta siciliano Iacopo da Lentini) y el de Gittone (de Arezzo) respecto del nuevo estilo poético del grupo al que pertenece Dante.

Al final del canto, cuando Dante termina el recorrido por la sexta cornisa (donde se purga la gula), se escucha una voz que parafrasea la cuarta bienaventuranza: “Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados” (Mt., 5, 6).

El canto siguiente (XXV) es un canto doctrinal. Para explicar el sufrimiento físico de las almas en los reinos del más allá (donde las almas están separadas del cuerpo), Estacio se remonta al momento de concepción del ser humano. En su explicación funde teorías científicas vigentes en la época con principios teológicos. Finalmente, concluye que el alma humana, luego de separarse del cuerpo (tras la muerte), es capaz de sufrir y mostrar un cuerpo aparente que lo acompaña en el más allá.

En la séptima y última cornisa las almas purifican la lujuria inmersas en fuego. Como en los casos anteriores, acá también se presentan ejemplos de la virtud contraria a la culpa que se castiga. En esta ocasión, se trata de ejemplos de castidad y, el primero de ellos, como en los otros casos, corresponde a la vida de la Virgen María: “Virum non cognosco” (v. 128) son las palabras que ella pronuncia cuando el ángel Gabriel le anuncia que concebirá a un hijo: “Quomodo fiet istud, quoniam virum non cognosco?” (Lc. 1, 34) (“¿Cómo puede ser eso, si no conozco varón?”).

En el Canto XXVI, todavía en la séptima cornisa, Dante encuentra a dos poetas más. El primero de ellos, Guido Guinizzelli, está inspirado en el célebre poeta boloñés (c. 1230 - c. 1276). Su canción “Al cor gentil rempaira sempre amore”, que trata sobre la identidad entre el amor y la nobleza del alma, se había convertido en algo parecido a un “manifiesto” del Dolce Stil Novo (el grupo poético al que se había referido Bonagiunta en el Canto XXIV, y al que pertenece Dante, entre otros jóvenes poetas toscanos). En el Purgatorio, Dante alaba a Guinizzelli y destaca su influencia llamándolo “padre”:

...) así mismo oí nombrarse al padre
mío y de mis mejores que supieron
usar rimas de amor dulces y suaves

(vv. 97-99)

En este pasaje podemos observar también que Dante se refiere a la “dulzura” de los versos de Guinizzelli, una de las principales características que distingue a los poetas que heredaron su estilo, y en la que también ponía énfasis Bonagiunta cuando se refería al “dulce estilo nuevo” de los jóvenes poetas.

Al final del canto, se presenta el poeta Arnaut, inspirado en el trovador provenzal Arnaut Daniel, que vivió entre la segunda mitad del siglo XII y los comienzos del siglo XIII. Por única vez en toda la Divina Comedia, Dante interrumpe la unidad lingüística de la obra para introducir ocho versos en occitano, haciendo hablar al trovador en su propia lengua. De esta forma, le rinde un homenaje audaz al gran poeta de la lírica trovadoresca (en la que se inspira la poesía de amor cortés), y a quien, poco antes, no casualmente, Guinizzelli se refirió como “el que mejor forjó el hablar materno” (v. 117), es decir, el mejor rimador en lengua vulgar.

En el Canto XXVII culmina el viaje de Dante por el Purgatorio y el poeta accede al Paraíso terrenal, el Edén. Antes de eso, en la primera parte del canto, Dante debe superar la prueba de atravesar el muro de fuego, un elemento asociado simbólicamente a la purificación. Luego, en medio de la escalera que conduce al Edén, el poeta tiene un nuevo sueño premonitorio, “el sueño que a menudo conoce antes del hecho las noticias” (vv. 92-93). Es el tercer sueño premonitorio, luego del sueño del águila con plumas de oro (Canto IX) y el de la mujer balbuciente (Canto XIX), y coincide con la tercera noche que transcurre en la montaña del Purgatorio. Este sueño también posee elementos simbólicos: Lía, la joven mujer que canta, y su hermana, Raquel, representan tradicionalmente la vida activa y contemplativa, respectivamente. Estos dos personajes provienen del Génesis (29, 16-31).

En los versos finales del canto Virgilio habla por última vez, y en sus últimas palabras evoca el momento inicial del viaje a través de los dos primeros reinos del más allá, el Infierno y el Purgatorio, cuando Beatrice recurrió a él para pedirle que acompañe a Dante (Infierno, Canto II): con la expresión “los hermosos ojos que a ti me hicieron ir con lágrimas” (vv.136-137), Virgilio alude a los ojos de Beatrice. En adelante, Virgilio, que representa la razón humana, no podrá guiar al protagonista, y, en cambio, será Beatrice, que representa la Teología, quien lo ayudará a esclarecer la verdad divina.