Divina Comedia: Purgatorio

Divina Comedia: Purgatorio Resumen

Dante y Virgilio llegan a la orilla de la costa que rodea el monte del Purgatorio, y allí Catón le indica a Virgilio que antes de iniciar el viaje debe ceñirle a Dante un junco, y debe lavarle la cara con rocío.

Al amanecer, un grupo de almas llega a la misma playa, transportados en una barca. Entre ellos está Casella, un amigo de Dante, quien entona una canción. Todas las almas se quedan absortas escuchando su canto, hasta que Catón las reprende por distraerse tan fácilmente y estas se dispersan.

Los poetas tienen dificultades para descubrir el camino de ascenso, pero Manfredi y las almas que lo rodean los guían. Dante pronto se encuentra con Belacqua, un amigo suyo que en vida se caracterizó por su pereza. Aguijoneado por Virgilio, el poeta continúa su camino y las almas que encuentran los poetas a su paso se asombran por la sombra que proyecta de Dante. Este desconcierto se reitera a lo largo del poema, puesto que los espíritus a menudo se preguntan cómo un hombre, aún en vida y, por lo tanto, con cuerpo, ha podido entrar en el reino del más allá.

Más tarde, Dante encuentra a las almas que quieres murieron violentamente. Tres de ellos le cuentan sus historias, explicando quiénes son y cómo murieron. Luego, como si el poeta fuera una celebridad, los espíritus se agolpan en torno suyo, rogándole que les diga a sus parientes vivos que recen por ellos. Dante promete hacerlo y continúa su ascenso.

Pronto, Dante se encuentran con un alma llamada Sordello, que guía a los poetas a través del valle donde se hallan las almas de reyes y emperadores. Luego, Dante observa descender a dos ángeles con espadas llameantes y sin punta, para proteger el valle del ataque de una serpiente. Al caer la noche, él se duerme y sueña que lo lleva un águila. Al despertar, Dante descubre que ha sido llevado por Santa Lucía hasta la entrada del Purgatorio.

Allí, Dante asciende los tres escalones que lo conducen hasta la puerta, cada uno de ellos de un color distinto. En el peldaño superior un ángel traza siete letras pe en su frente y abre la puerta. Dante y Virgilio ingresan y deben marchar por un camino angosto y arduo, hasta que alcanzan un muro, en el que están esculpidas figuras ejemplares de la humildad. A continuación, Dante ve las almas de los orgullosos obligadas a avanzar con el cuerpo inclinado por un peso. Virgilio pide indicaciones para continuar avanzando y dos de los penitentes le cuentan sus historias.

Luego, Dante observa en el suelo de la cornisa, como en lápidas, escenas de soberbia castigada y, a continuación, un ángel guía a los poetas para que asciendan a la siguiente cornisa. El ángel toca la frente de Dante y él, sintiéndose más ligero, nota que una de las pes de su frente ha desaparecido. En la siguiente cornisa se encuentran las almas de los envidiosos, que tienen sus ojos cosidos con alambre. Al igual que en la cornisa precedente, se presentan aquí ejemplos de actos de amor y, luego, de envidia castigada, pero en este caso se trata de voces que los pronuncian. Esta misma estructura se repite en cada una de las siete cornisas del Purgatorio: en el trayecto inicial se presentan a Dante ejemplos de la virtud opuesta al pecado que se purga en la cornisa y, luego, en el trayecto final, ejemplos que muestran el mismo pecado castigado.

Dante se dirige hacia la siguiente cornisa y allí Virgilio explica que el amor, a diferencia de los bienes materiales, que disminuyen al compartirse y alimentan la envidia, se multiplica cuando es mayor el número de personas que aman. En la cornisa de los iracundos, las almas están inmersas en humo. Allí, Dante habla con el alma de Marco Lombardo, quien explica que el ser humano posee libertad para elegir de qué modo actuar.

Al llegar a la siguiente cornisa, Virgilio le explica a Dante que el amor es origen de la virtud y de las faltas, y distingue las tres formas en se puede errar en la forma de amar. En esta cornisa se hallan los perezosos, obligados a correr constantemente. Allí, Dante se duerme y sueña con una mujer balbuciente que se embellece cuando canta. Después, en el sueño, Virgilio le muestra el vientre hediondo de la mujer, y el peregrino, en ese momento, se despierta. Luego, los poetas avanzan a la siguiente cornisa, donde se encuentran los avaros, quienes yacen en suelo boca abajo. Dante conversa allí con el Papa Adriano y, poco después, con Ugo Capeto. Cuando los poetas están a punto de abandonar esa cornisa, un terremoto sacude el monte. Enseguida, Estacio, un poeta latino que acaba de terminar su penitencia, se une a los otros dos poetas y explica que el temblor ocurre cada vez que un alma concluyó su tiempo de purificación.

Cuando Estacio se entera de que quien acompaña a Dante es Virgilio, se conmueve profundamente, ya que, como explica, la Eneida fue la fuente de inspiración para su obra, y, además, la obra de Virgilio lo condujo a adoptar el cristianismo. El poeta acompaña desde entonces a los dos peregrinos. En la siguiente cornisa, la de los que pecaron por gula, las almas poseen cuerpos deformados por la delgadez. Allí, Dante encuentra a su amigo Forese, por quien demuestra un gran afecto, y a Bonagiunta de Lucca, quien alude al poeta como el creador de un estilo nuevo en la poesía.

En la última cornisa, caminan dentro de llamas las almas de quienes purgan la lujuria. Para ascender al Edén o Paraíso terrenal, Dante debe atravesar las llamas, y, aunque al comienzo se resiste, Virgilio lo anima, afirmando que del otro lado hallará a Beatrice. Luego de cruzar el fuego, los poetas duermen en los peldaños de la escalera que conduce al Edén, y Dante sueña con una mujer llamada Lía. Cuando despierta, Virgilio pronuncia sus últimas palabras.

Al entrar al Edén, Dante sigue a una mujer, Matelda, quien le explica la naturaleza de los ríos que corren en ese bosque. Luego, Dante observa una espectacular procesión que se detiene frente a él y, a continuación, se presenta Beatrice. Inmediatamente después, Dante nota la ausencia de Virgilio y llora por su maestro, pero Beatrice lo exhorta a dejar de llorar y lo obliga a confesar sus pecados. Dante así lo hace y, luego, se desmaya. Entonces, Matelda lo sumerge por el río Leté, en el cual se borra la memoria de los pecados. La procesión avanza hacia un árbol despojado de hojas, donde es atado un carro. Beatrice le indica a Dante que tome nota de lo que verá a continuación y, luego, el carro es atacado por diferentes criaturas. Beatrice pronuncia una profecía acerca del futuro de la Iglesia, y luego le indica a Matelda que conduzca a Dante a sumergirse en el agua del Eunoé, el segundo río del Edén, donde se recobra la memoria de las buenas obras. Finalmente, Dante emerge de allí purificado y preparado para ascender al Paraíso.