Mujercitas

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La familia y el matrimonio

El tema dominante de Mujercitas, principal también para las jóvenes del siglo XIX, es la familia. Los personajes se definen por sus relaciones familiares y por cómo se comportan el uno con el otro, y todos están muy interesados en educarse y apoyarse mutuamente.

A lo largo de la novela, se enfatiza la importancia de la familia no solo como una unidad práctica o económica, sino también como una unidad profundamente valiosa. Cuando la tía March se ofrece a adoptar a una de las hermanas March, los padres se rehúsan a dividir la familia. Sin dinero ni necesidad de ser miembros activos de la comunidad, la mayoría de las experiencias y de las emociones de las March suceden dentro de su núcleo familiar, donde inventan juegos y sociedades secretas. Los dramas principales suceden también dentro de la familia, como cuando Jo y Amy pelean por el manuscrito incinerado. Las chicas extrañan a su padre o a su madre cuando estos están ausentes, no porque su falta les haga más difícil su trabajo, sino porque aquellos son el corazón y el sustento moral de la familia.

El tema de la familia abarca también el del matrimonio, puesto que, al casarse, las chicas formarán sus propias familias. Marmee les enseña a sus hijas que formar una familia con un esposo que las ame es la mayor de las alegrías que una mujer puede tener, como se destaca en la línea que concluye la novela, cuando las chicas están reunidas junto con sus padres, hijos y maridos: “¡Oh, mis niñas, por mucho que viváis, nunca seréis más felices que hoy!” (686).

En el transcurso de la novela, las conversaciones que Marmee y las chicas tienen sobre los deberes que les corresponden como hermanas e hijas evolucionan en conversaciones sobre sus responsabilidades como esposas y madres. Las hermanas dedican mucha atención a hallar buenos maridos. Cada uno de los candidatos dedica un tiempo considerable a reunirse con la familia para ser aceptado antes del casamiento. Laurie, en particular, pasa de ser un vecino y un amigo a convertirse en un hijo, un hermano y un marido. Si bien al principio Jo siente que estos nuevos integrantes amenazan la unidad familiar, los March se expanden para incluirlos dentro de la suya. De esta manera, el matrimonio no remplaza sino que mejora el vínculo familiar.

La pobreza

Mujercitas se centra en un tipo particular de pobreza, la de la clase media trabajadora. La familia March se muestra bondadosa con aquellos que están en una situación peor que la de ellos, como los Hummel. No obstante, la novela se centra más en las dificultades económicas que tienen que afrontar los jóvenes para realizarse en sociedad; como le dice Laurie a Amy, “Los mendigos reciben ayuda, pero los caballeros pobres no, porque no la piden y nadie se atreve a ofrecerles caridad” (644). La pobreza de la familia March conmueve particularmente porque es el resultado de los intentos del Sr. March por ayudar a un amigo, que terminan empeorando la situación económica de los suyos. Meg y Amy, las más materialistas de la familia, deben aprender en varias ocasiones a vivir con lo que tienen, si bien todas las hermanas llegan a creer que el amor es preferible a la riqueza. Meg termina casándose con el pobre pero bondadoso John Brooke, y Amy le dice a Laurie que se habría casado con él aunque no tuviese dinero. Una y otra vez los personajes más ricos de la novela –las familias King, Gardiner y Moffat, y la tía March– nos recuerdan que ser rico no es garantía para ser feliz. Los Laurence, además, demuestran cómo el dinero puede ser bien empleado para ayudar a otros. En Mujercitas se muestra que la pobreza, aunque desafiante, puede fomentar el desarrollo de la creatividad y la fortaleza de carácter.

El trabajo

Varios personajes de la novela aprenden que el trabajo honesto, si bien no es fácil, es gratificante y vale la pena. Meg resiente de su trabajo y envidia la vida relajada de sus amigas, pero se esfuerza por realizar sus tareas alegremente y es recompensada por el reconocimiento de su padre. John Brooke defiende a Meg y a la clase trabajadora ante Kate Vaughn como ejemplos de independencia estadounidense. Durante las vacaciones, cuando las chicas descansan de sus trabajos, se sienten demasiado ociosas e insatisfechas, pero aprenden de Marmee a mantener un equilibrio entre el trabajo y el ocio. Cuando su padre está enfermo, Marmee insta a las chicas a invertir su energía en el trabajo para mantener el ánimo, puesto que, como dice Hannah, el trabajo es “la panacea de todos los males” (231). Más adelante, las chicas descuidan sus deberes mientras sus padres están ausentes, y esto resulta en una terrible consecuencia, puesto que Beth, que se ocupa sola de cuidar de los Hummels, se contagia de ellos la fiebre escarlata, algo que se podría haber evitado si Jo o Meg, que ya habían pasado la enfermedad, hacían ese trabajo de caridad por ella.

Jo ve su escritura como un medio para conseguir independencia y sostener a su familia, pero aprende del Sr. Bhaer la importancia de escribir algo genuino y de apreciar el resultado de sus esfuerzos como un fin en sí mismo. Hacia el final, Jo halla felicidad en trabajar junto al Sr. Bhaer. Incluso Laurie, que teme terminar en el negocio de su abuelo durante la mayor parte de la novela, también acepta este trabajo como una forma de vida significativa, y abandona su intención de dedicarse a la música.

La moral y la sociedad

En el libro se pone énfasis en la moral en contraste con lo que se considera propio o adecuado en la sociedad. En oposición con lo que otras familias ponderan –como el casarse con alguien adinerado o estar a la moda–, la familia March remarca especialmente la importancia del deber y de la generosidad. Para los March, la moral está relacionada con su cristiandad, lo que se hace evidente mediante las alusiones a El progreso del peregrino y al rol que cumple el Sr. March como ministro de iglesia, pero también la moral se relaciona con su búsqueda de la felicidad verdadera.

La trama pone de manifiesto lo difícil que es para los personajes el tomar decisiones éticas, pero, cuando lo hacen, se sienten más felices que cuando siguen el camino contrario. Cuando las chicas comparten el desayuno de Navidad con los Hummel, se sienten muy bien con su decisión y son luego recompensadas con un festín por el Sr. Laurence. Laurie agradece que Meg le hizo prometer que dejaría de beber alcohol, así como también se siente agradecido de que las promesas que le hizo a su abuelo y a Marmee evitaron que se metiera en problemas. La familia King provee un contra-ejemplo, puesto que uno de sus hijos lleva desdicha a su hogar debido a su comportamiento inmoral. Amy también se siente feliz de haberse casado con Laurie por amor, en vez de contraer matrimonio con Fred Vaughn por dinero. Jo intenta que sus historias sensacionalistas incluyan moralejas al hacer que sus personajes se arrepientan de sus pecados, aunque, cuando le dicen que la moral no vende, decide abandonar este hábito. Sin embargo, el Sr. Bhaer le enseña que satisfacer las demandas sociales no siempre vale la pena, y entonces ella se siente culpable por sus inmorales relatos. Después de que Beth muere, Jo escribe desde el corazón y es recompensada con el regreso del Sr. Bhaer y su eventual casamiento.

La independencia y los derechos de la mujer

La independencia es un tema importante de la novela. A pesar de dedicarse mucho a su familia, Jo desea ser independiente a través de su trabajo, para así poder contribuir al sustento familiar. Laurie también lucha con su anhelo de independencia, al sentir que entra en conflicto con el amor y el deber que le debe a su única familia, su abuelo. Los personajes ven su búsqueda de independencia como parte de su educación en Estados Unidos, “la tierra de los libres”.

En la novela, la independencia se relaciona implícitamente con los derechos de la mujer, en particular si se la encuadra dentro de su contexto histórico. A diferencia de otras novelas para chicas de la época, en Mujercitas los personajes femeninos tienen opiniones fuertes, poseen una buena educación y se las trata con mucho respeto dentro de sus hogares. Marmee fomenta en sus hijas el interés por eventos de actualidad y da el ejemplo dedicando parte de su tiempo a colaborar con lo que puede para el ejército de la Unión. Esto no niega, sin embargo, que el interés principal de las chicas esté enfocado en sus responsabilidades domésticas. Por más que las hermanas March tengan anhelos de independencia, hacia el final de la novela descubren que sus castillos en el aire son frívolos o individualistas, por lo que renuncian a sus sueños de ser artistas, escritoras o ricas señoras a cambio de entregarse en cuerpo y alma a su familia.

Las limitaciones que la sociedad les impone a las mujeres se expresan con más fuerza en el personaje de Jo. Además de querer correr, patinar y andar a caballo como lo hacen los chicos, Jo se ve tentada de huir con Laurie para tener aventuras, pero rechaza la idea porque no es propio de una chica. Su objetivo personal –convertirse en una mujercita– implica renunciar a viajar al exterior y a convertirse en una gran autora, y se entrega a ello con felicidad y aceptación. Sin embargo, conserva su espíritu independiente al poner como condición para casarse con el Sr. Bhaer contribuir económicamente en el hogar que construyan juntos.

La superación personal

La historia de Meg, Jo, Beth y Amy es una de constante cambio. Las chicas están siempre en proceso de mejorarse a sí mismas, aprendiendo de sus errores y realizándose como personas. Este tema se hace explícito en la primera parte, cuando las chicas juegan a realizar El camino del peregrino, en el cual deberán superar sus falencias individuales mientras su padre está en la guerra. Sus esfuerzos no terminan cuando entran en la adultez, sino que continúan mientras deben afrontar nuevas experiencias.

Meg aprende a superar su vanidad al casarse con John; Jo sigue el camino difícil de aceptar su deber y convertirse en una mujer; Beth lucha contra su timidez y logra aceptar con tranquilidad su propia muerte; y Amy se esfuerza por hacer que su viaje al extranjero la convierta en una persona más generosa y agradecida. Marmee le confiesa a Jo que ha luchado con su propio temperamento durante 40 años, y que espera que la lucha continúe por 40 años más, lo que implica que la superación de sus imperfecciones es una lucha que deberán dar toda su vida. Los intentos de las chicas por convertirse en mujercitas son explícitamente alentados por sus padres, quienes les explican que la superación personal es posible y valiosa. El objetivo de esta superación no es solo ganarse un lugar en el cielo, sino también hacer que su vida y la de los demás sea más significativa y placentera.

El deber y el sacrificio

El deber es un tema utilizado con frecuencia para justificar que los personajes hagan sacrificios y tomen decisiones éticas. Incluso a una edad temprana, las hermanas March saben que tienen deberes para con el hogar y aprenden las consecuencias de eludirlos. Las chicas también hablan de sus responsabilidades para con la sociedad, como recibir a quienes las solicitan y hacer ellas mismas visitas formales. En la segunda parte, Marmee conversa con Meg sobre el cuidado de su esposo y de sus hijos en términos de un deber que comparten como madres y esposas.

Muchas veces, el deber se concibe como un sacrificio personal. El Sr. March y John Brooke sirven en el ejército, a pesar de que no quieren abandonar a sus familias e incluso, en el caso del padre de las chicas, de ser demasiado viejo para ir a la guerra, porque lo consideran un deber que tienen para con la patria. Marmee cree que su sacrificio es menor cuando lo compara con el de un hombre que tiene a todos sus hijos luchando en el ejército. Laurie también sacrifica su deseo de seguir su carrera musical para complacer a su abuelo y Jo abandona su sueño de ser una gran escritora y acepta el deber de cuidar a sus padres después de que Beth muere, lo que le resulta muy difícil, pero gratificante.

La generosidad desinteresada

Otro aspecto de la moral que se remarca a lo largo de la novela es el de la generosidad. Esta cualidad es valorada desde el inicio del libro, cuando las chicas deciden gastar el poco dinero que tienen en hacerle regalos a Marmee, para luego compartir su desayuno de Navidad con la familia Hummel. Beth es el mejor ejemplo de generosidad desinteresada en cómo cuida a los otros. Incluso cuando está por morir, Beth se complace en hacer regalos a niños desconocidos que salen de la escuela y pasan por su ventana. Amy se esfuerza por parecerse más a Beth, luchando con la carga que es su vanidad y su egoísmo. Su aprendizaje en la abnegación se manifiesta especialmente en la feria de arte, cuando devuelve sus obras a la mesa de May Chester, a pesar de que ella la había echado de dicho puesto. Alcott retrata de forma positiva a quienes son dadivosos con su riqueza, como el Sr. Laurence, que es muy atento con la familia March, o Laurie y Amy luego de su casamiento. En cambio, la tía March es retratada como un personaje triste, en parte porque solo comparte sus riquezas de forma selectiva.

La literatura y el lenguaje

Alcott inculca en sus personajes el amor por el lenguaje y la literatura. El lector de Mujercitas se expone a expresiones verbales de todo tipo, como palabras que provienen del alemán y el francés. Además, la autora les otorga expresiones individuales a las voces de sus personajes, incluyendo el dialecto de Hannah, la jerga de Jo o los intentos graciosos de la pequeña Amy por emplear palabras difíciles en su discurso. A esto se suma la prosa particular y creativa de la propia autora.

Las referencias y alusiones constantes a libros indican que los personajes han leído mucho. El ejemplo más explícito de esto se ve en cómo la primera parte se estructura a imagen de El camino del peregrino. Jo, a quien nada le gusta más que devorar libros, es caracterizada como un “ratón de biblioteca” (63), y su amor por la lectura la acerca más a los Laurence y, luego, al Sr. Bhaer. La literatura alemana juega un rol especial en el cortejo de Meg y de Jo.