Mujercitas

Mujercitas Citas y Análisis

Yo intentaré ser lo que él llama una "mujercita", y procuraré no ser tan tosca e indomable y cumpliré con mis obligaciones en casa en lugar de querer estar siempre en otra parte.

Jo, Capítulo 1 (22)

Aquí yace el objetivo que Jo se propone al comienzo de la novela y que será también el conflicto que movilizará sus acciones y su desarrollo. Antes de escuchar lo que dice su padre en la carta, Jo ha pronunciado su deseo de unirse al ejército para pelear junto a él. Ella sueña con ser alguien importante y viajar al exterior, y más adelante se siente tentada de huir con Laurie cuando él se lo propone. Jo también se decepciona mucho cuando sus tías eligen a Amy, en vez de a ella, para el viaje a Europa. Gracias a Beth, quien desea que su hermana se quede cerca de la familia, Jo aprende lo que es cuidar a los demás, aceptar el sacrificio y reconciliarse con la idea de quedarse en el hogar. Beth le pide a Jo que tome su lugar de cuidado y entrega a la familia y le asegura que “esa tarea [le] reportará más satisfacción que escribir magníficos libros o ver mundo” (589).

Para Jo, hacer su deber está intrínsecamente relacionado con ser mujer, mientras ser hombre se relaciona con tener aventuras. Por eso se resiste a aceptar algunos aspectos del mundo femenino: siente que la restringen. Solo cuando abandona sus sueños de aventura a pedido de Beth es que empieza a aceptar su deber para el hogar y se abre a la idea del matrimonio, que, dentro de la trama de la novela y en consonancia con la época, es el pináculo de la felicidad de la mujer. En el caso de Jo, en vez de ser una entre los muchachos, transforma su deber en cuidar maternalmente de ellos.

Aquel fue un feliz desayuno, aunque ellas no probaran bocado, y cuando se marcharon, después de dar consuelo a la pobre familia, no creo que hubiera en la ciudad unas muchachas más dichosas que las cuatro hambrientas jovencitas que habían regalado su desayuno y se conformaron con el pan con leche que comieron al volver a casa, aquella mañana de Navidad. “Esto es amar al prójimo más que a uno mismo y me ha encantado”, afirmó Meg…

Narrador, Capítulo 2 (32)

Los temas de la generosidad desinteresada y del deber y el sacrificio aparecen al inicio de la novela, cuando las chicas renuncian a su desayuno de Navidad para dárselo a sus vecinos. El acto de dar implica una gran dicha para las hermanas March. La mención de Meg a la Regla de oro –el principio moral de tratar a los demás como quisieras que te traten a tí mismo– enmarca sus acciones dentro de la ética cristiana y es un juego de palabras, puesto que los Hummels son, de hecho, los vecinos de los March (la traducción literal de amar al prójimo en inglés –loving our neighbor– es “amar a nuestro vecino”). Esta cita pone de manifiesto el interés de las chicas por el lenguaje y cómo Alcott consigue hacer de los pequeños relatos domésticos parábolas morales.

El señor Davis tenía amplios conocimientos de latín, griego, álgebra y demás ciencias, por lo que se le consideraba un buen profesor; los modales, la moralidad, los sentimientos y el ejemplo no se consideraban relevantes.

Narrador, Capítulo 7 (103)

Esta descripción del profesor de la escuela de Amy, en la que se mencionan sus “amplios conocimientos”, tiene una connotación irónica, lo que se pone en evidencia cuando el Sr. Davis castiga físicamente a Amy. A Louisa May Alcott le interesa más el tipo de educación que impulsaba su padre, cuyo método de enseñanza, cuestionado en su época, buscaba inculcar en los jóvenes “los modales, la moralidad, los sentimientos y el ejemplo” más que aprender conocimientos de memoria. Estas ideas tardaron en alcanzar credibilidad, en detrimento de la economía familiar de los Alcott, pero luego se convirtió en una filosofía pedagógica muy influyente. Más adelante en Mujercitas, y en particular en su secuela, Hombrecitos, el Sr. Bhaer y Jo utilizan este sistema educativo en su escuela para niños.

Llevo cuarenta años tratando de curar mi mal carácter y solo he logrado controlarlo. No pasa un día sin que me enfade, Jo, pero he aprendido a no mostrar mi mal humor y no pierdo la esperanza de llegar a no sentirlo, aunque tal vez tarde otros cuarenta años en conseguirlo.

Marmee, Capítulo 8 (121)

Marmee confieza que, como Jo, tiene un carácter fuerte. Esto sorprende tanto a Jo como al lector, por el carácter sereno y el rol pacificador que tiene la Sra. March en la novela. Al compartir este secreto con su hija, Marmee demuestra que Jo está pasando por el mismo camino que ella hacia la adultez. Su confesión también revela que el compromiso de superación personal de los personajes es un compromiso de por vida. Si bien la moral de los March tiene raíces en el cristianismo, el mejor ejemplo y la inspiración para Marmee viene de las personas que tiene alrededor. Por eso se esfuerza en ser un buen ejemplo para sus hijas. Esto confirma la importancia que tiene la familia para los March.

No se explica por qué Marmee debe lidiar con el enfado diariamente, aunque ella admite que a veces se enoja “porque la tía March se queja o alguien [le] molesta” (121). Teniendo en cuenta otros rasgos de la personalidad de Marmee, es probable que la pobreza, la injusticia y la inmoralidad sean los motivos principales de su enojo.

El dinero es un bien necesario y valioso y, si se hace buen uso de él, se convierte en algo noble, pero no quiero que creáis que es lo más importante o aquello a lo que debéis aspirar. Prefiero veros convertidas en esposas de hombres pobres pero felices, amadas y satisfechas, a que seáis reinas en su trono, carentes de respeto y de paz.

Marmee, Capítulo 9 (146)

Esta cita expresa el modo en que la familia March relaciona la felicidad con la riqueza. Que ella prefiera que sus hijas se casen con hombres pobres pero que sean felices contradice el punto de vista predominante en la sociedad, representado por la tía March o por la Sra. Moffat, quienes creen que la bella Meg debería casarse con alguien adinerado para el bien de su familia.

A pesar de esta temprana lección, Meg y Jo tienen dificultades para lidiar con la pobreza. Meg elije casarse con John Brook pero comete algunos errores antes de aprender a conformarse con lo que tienen. Jo sacrifica su moral al escribir por dinero, pero termina casándose con un hombre pobre que la ayuda a darse cuenta de su error. Incluso Amy le dice a Laurie que desearía que él fuese pobre, para poder demostrarle que lo amaría de todas formas. Los Laurence, recién casados, son un ejemplo de quienes hacen del dinero algo noble, cuando piensan en gastarlo en ayudar a damas y caballeros ambiciosos que lo necesitan.

He actuado como espero que los demás actúen conmigo. Os reís de mí cuando os digo que quiero ser una dama, pero en verdad pretendo ser una dama tanto en mis pensamientos como en mis actos. Me esfuerzo al máximo cada día para lograrlo. No sé cómo explicarlo, pero quiero estar por encima de las mezquindades, manías y defectos que suponen la perdición de tantas mujeres. Estoy lejos de lograrlo, pero espero que, con el tiempo, consiga ser una mujer excepcional como mamá.

Amy, Capítulo 30 (434)

Esta cita revela el desarrollo del personaje de Amy. Después de perdonar la mezquindad de los Chester en la feria de arte, y habiendo sido generosa al devolver sus obras al puesto de May, Amy se siente satisfecha de haber actuado apropiadamente, no solo en concordancia con la sociedad, sino también con la moral de su familia. Amy, en este sentido, es quien mejor resuelve el conflicto entre moral y sociedad, con el que los otros personajes deben luchar. Que ella desee ser como Marmee, que es amable y tiene algunos gustos aristocráticos sin estar a la moda, pone de manifiesto que ella busca modelar su carácter y no solo su apariencia, algo que su madre le enseñó después del episodio de las limas confitadas.

Después de pronunciar estas palabras, Amy se gana el respeto de Jo, quien le dice que será recompensada por sus buenas acciones, lo que sucede cuando la tía Carrol la invita al extranjero, para consternación de su hermana mayor.

La gente también pide whisky, y no por ello usted o yo accederíamos a venderlo. Si esas personas honradas supiesen el daño que causan, no pensarían que se ganan la vida de una forma tan decente. No tienen derecho a envenenar el confite y ver cómo los niños lo comen. No, deberían reflexionar y ¡barrer las calles antes que hacer algo así!

El profesor Bhaer, Capítulo 34 (502-503)

Con esta sentencia, el profesor Bhaer hace que Jo tome conciencia de lo que ha intentado ignorar: que el medio con que se gana el sustento (escribir cuentos sensacionalistas) es tan importante como el fin: mantener a su familia y ser independiente. Jo arguye que “muchas personas honradas se ganan la vida decentemente escribiendo esta clase de historias” (502), algo que hacía la propia Alcott, que publicaba relatos sensacionalistas bajo pseudónimo. El profesor Bhaer logra que Jo se dé cuenta de que ese trabajo no era honesto, porque su contenido hace daño a sus lectores. Por mucho que Jo moleste a Amy por su interés en hacerse rica, lo cierto es que ella también abandona sus criterios morales a cambio de dinero. Esta conversación con el profesor la ayuda a retomar su compromiso ético y fortalece la admiración que siente por su amigo. La sentencia también busca tener un alcance mayor y cuestionar a todos los que se ganan la vida vendiendo productos que hacen daño. La familia March, al igual que la de Louisa May Alcott, cree en la abstinencia, por eso el ejemplo del whisky es relevante entre quienes reprueban beber alcohol.

A Laurie, el sermón de Amy le hizo reaccionar aunque, por supuesto, no lo hubiese reconocido por nada del mundo. Los hombres rara vez lo hacen, porque, cuando una mujer aconseja algo, los amos de la creación no aceptan sus instrucciones hasta estar seguros de que coinciden con lo que ellos mismos pretenden hacer. Entonces pasan a la acción y, si sale bien, conceden la mitad del mérito a la parte más débil, mientras que si no resulta, en un alarde de generosidad, le atribuyen la totalidad de la responsabilidad.

Narrador, Capítulo 41 (591)

El compromiso que tiene Alcott con su lector durante toda la novela le da al relato un tono conversacional. En este caso, usando a Laurie de ejemplo, la narración habla de la inequidad en las relaciones entre hombres y mujeres. El uso de términos como “amos de la creación”, “parte más débil” y “generosidad” es claramente irónico, incluso sarcástico. El propósito de este modo de dirigirse al lector es doble: por un lado, al hablar de forma oblicua de la situación de Laurie, se nos da una visión de su proceso mental, que es útil para comprender su superación personal; por otro lado, se realiza una crítica dirigida a los hombres, que es también una declaración de principios. Dado que el libro fue escrito para chicas, es posible que haya producido un efecto de solidaridad entre sus lectoras. Más adelante, Laurie reconoce frente a Jo que el sermón de Amy le hizo bien, lo que refuerza su condición de hombre excepcional.

No os riais de las solteronas, jovencitas, porque suelen ser muy sensibles y ocultan trágicas historias de amor en corazones que laten quedamente bajo sobrios vestidos, y su silente renuncia a la juventud, la ambición y el amor vuelve su apagados rostros especialmente hermosos a los ojos de Dios.

Narrador, Capítulo 43 (620)

Alcott misma es una solterona empedernida, y aquí le pide a sus lectoras que muestren conmiseración mientras defiende la decisión de quienes eligieron no casarse. La vida de la autora, como la de Jo, fue una de mucho sacrificio y trabajo duro para mantener a su familia. Teniendo en cuenta el contexto histórico –el siglo XIX en Inglaterra–, en el cual Alcott recibió numerosas cartas de sus lectoras después de publicada la primera parte, en las que le preguntaban por el destino matrimonial de sus personajes, y si bien en Mujercitas se describe al matrimonio como “el capítulo más dulce en la novela de toda mujer” (354), en esta parte se defiende un camino alternativo. Al valorar la abnegación y la dulzura de las llamadas “solteronas”, la novela incorpora otra reflexión sobre el tema de la independencia de la mujer y su rol en la sociedad.

…nunca dejaré de amarte, pero mi amor ha cambiado y he comprendido que es mejor así. Amy y tú habéis intercambiado los puestos que ocupábais en mi corazón, eso es todo. Creo que era mi destino y hubiese llegado a él de cualquier modo, aunque fuese dejando pasar el tiempo como tú pretendías. Pero, como la paciencia no es mi fuerte, se me rompió el corazón. Era muy joven, pasional e impulsivo. Me costó mucho comprender mi error. Y en verdad era un error, como tú me advertías, Jo, pero no me di cuenta hasta después de haberme puesto en ridículo.

Laurie, Capítulo 43 (625-626)

Este pasaje es una de las varias justificaciones que se le da al lector para que comprenda por qué Laurie no se casa con Jo. Después de publicada la primera parte, los lectores de Alcott le escribieron rogándole que ambos personajes terminaran juntos. La autora tuvo que convencerlos de que era tanto verosímil como deseable que Laurie se casara con Amy. Para fortalecer este argumento, hace que Marmee desapruebe la unión de Laurie y Jo, y que en cambio acepte la de este y Amy. Otro recurso para convencer a su público aparece cuando Jo sugiere anticipadamente que Laurie podría terminar junto a Amy, aceptando esa posibilidad.

La cita también pone en evidencia el modo en que Laurie reconoce su propia transición de la niñez a la adultez. En Europa, él logra soltar dos de sus sueños adolescentes: casarse con Jo y ser un músico famoso, y de esta forma se convierte en un hombre.