Mujercitas

Mujercitas Resumen y Análisis Capítulos 10-14

Resumen

Capítulo 10: El Club Pickwick y el buzón de correos

En primavera, las hermanas March atienden sus parcelas en el jardín, y los días lluviosos se entretienen con juegos como el de la sociedad secreta llamada el Club Pickwick, inspirada en Dickens, en la que cada una se disfraza y representa un personaje particular. El Club cuenta con un periódico semanal, realizado por las cuatro chicas, del que el narrador incluye un ejemplar en su relato. Jo propone admitir a Laurie dentro del club. Meg y Amy se oponen al principio, por miedo a que Laurie se burle de ellas, pero Beth se pronuncia a favor del muchacho, que al final se gana la aceptación de todas. Entonces Jo sorprende al club revelando que Laurie estuvo allí todo ese tiempo, escondido en un armario. Laurie se disculpa por el engaño y compensa su falta presentando una pajarera convertida en un buzón de correo, que colocan entre las dos casas. La presencia de Laurie en el club anima sus reuniones y mejora la calidad del periódico, mientras el buzón se llena de regalos de y para las dos familias, desde corbatas, poesías y frutas confitadas, hasta algunas cartas de amor.

Capítulo 11: El experimento

Llega el verano y Meg y Jo celebran que se han liberado de sus compromisos laborales por tres meses, por lo que se encuentran de vacaciones. Beth y Amy también desean descansar. Marmee les da permiso para realizar el experimento de no hacer nada por una semana, advirtiendo que pronto extrañarán el balance de tener algo de trabajo y algo de ocio. Las chicas se entregan a sus actividades de ocio: Meg compra y arregla nueva ropa, Jo se la pasa leyendo, Beth arregla su armario y aprende música y Amy dibuja. Descubren que sus días se hacen cada vez más largos y se sienten agotadas por el tedio. Marmee y Hannah se encargan solas de los quehaceres del hogar hasta que llega el fin de semana. Entonces, la Sra. March le da el día libre a Hannah y se toma ella también unas vacaciones. Primero descansa en su cuarto y, más tarde, sale a pasear.

A las chicas no les queda más que ocuparse de la casa, lo que al principio las alivia después de tanto descanso, pero enseguida se sorprenden de lo difícil que son los quehaceres del hogar. Meg arruina el desayuno y Jo decide encargarse del almuerzo y lo invita a Laurie, pero termina con el pan quemado, la crema agria, el pudín grumoso y las fresas saladas. Presenciando el desastre se encuentra también la Sra. Crocker, una vecina chismosa que se invita a almorzar, para mortificación de Jo. A pesar de la decepción, la comida les arranca una buena carcajada, a la que le sigue un solemne funeral para Pip, el pájaro de Beth, que murió por no recibir comida en toda la semana. Las chicas continúan trabajando hasta la noche, limpiando y sirviendo el té, y, cuando llega su madre, las encuentra agotadas.

Marmee les pregunta a sus hijas si disfrutaron del experimento, y les cuenta que ella las dejó solas a propósito para que pudieran ver lo que sucede si alguna decide dejar de colaborar en el hogar, puesto que “la comodidad de todas depende de que cada una haga su parte” (174). Les explica que el trabajo es sano porque las hace sentir independientes y útiles, y es importante poder tener un balance entre tiempo de trabajo y tiempo de placer. Después de este experimento, las chicas se comprometen a pasar el verano aprendiendo habilidades útiles y alcanzando nuevas metas.

Capítulo 12: El campamento Laurence

Un día, Beth trae del buzón un montón de cosas. Meg recibe un guante y un poema traducido del alemán por el Sr. Brooke, lo que hace que la Sra. March se pregunte por las intenciones del profesor de Laurie hacia Meg. Jo recibe una nota de su madre, en la que Marmee aplaude su esfuerzo por controlar su temperamento. Jo se siente muy agradecida y conmovida por el reconocimiento. También le llega un sombrero de alas grandes, regalo de su amigo y vecino. Finalmente, las chicas reciben una invitación de Laurie a pasar el día en un campamento, en compañía de unas visitas de Inglaterra. Beth acepta ir, a pesar de su timidez, y todas se preparan. Jo se coloca su gracioso sombrero, a disgusto de Meg.

Los Vaughns –Kate, Fred, Frank y Grace– son amistosos aunque un poco engreídos de su nacionalidad británica. Kate es distante y Fred hace bromas todo el tiempo, mientras Frank tiene una pierna coja y atrae la compasión de Beth. Grace se lleva bien con Amy. Laurie también invita a Ned Moffat, que desea ver a Meg; a Sallie Gardiner y a su tutor, el Sr. Brooke, como adulto responsable del grupo. Los criados de los Laurence montan una gran carpa a la que el grupo llega remando, en botes. Luego juegan al croquet en dos equipos, uno de Estados Unidos y otro de Inglaterra. Ambos juegan bien y se divierten, aunque Fred Vaughn hace trampa y eso enfurece a Jo, que, sin embargo, logra lidiar con su enojo, por lo que Meg y Laurie la elogian. Después de jugar preparan el almuerzo, se sientan y empiezan a jugar al embrollo, un juego en el que todos deben formar una historia. El Sr. Brooke comienza con el relato de un joven caballero que desea la mano de una pobre princesa. La siguiente persona lleva la historia hacia otra dirección, y así sigue cada uno con sus ocurrencias hasta completar un cuento hilarante. Después juegan a la Verdad, y Laurie y Jo logran que Fred confiese que hizo trampa en el croquet y que cree que la nación inglesa es perfecta. Mientras algunos se ponen a jugar a Autores, Kate, Meg y el Sr. Brooke charlan. Kate menosprecia a Meg por ser una institutriz y el Sr. Brooke la defiende diciendo que “las jóvenes norteamericanas valoran la independencia tanto como sus antepasados y se las admira y respeta por ganarse la vida por sí mismas” (196). Luego ayuda a Meg a leer un poema en alemán. Parece que el Sr. Brooke siente interés por Meg, pero ella no se da cuenta. Ned hace más claras sus intenciones, pero Meg recuerda con mal gusto los chismes que oyó en la fiesta de los Moffat y evita cualquier señal de coqueteo.

Capítulo 13: Castillos en el aire

Después de un día de frustraciones, Laurie espía a las hermanas March yendo a un picnic y decide seguirlas. Las halla en un claro y ellas le dan permiso para unirse, mientras ocupe su tiempo en algo. Le explican que, como parte de su juego de El progreso del peregrino, estuvieron trabajando para alcanzar sus metas durante el verano. Para trabajar al aire libre eligieron este claro, al que llaman su montaña de las Delicias. Llevan consigo sus cosas para continuar con su labor mirando el paisaje. Hablan sobre el cielo y cada uno describe cómo es su “Castillo en el aire” o sueño para el futuro. Laurie anhela ser un músico famoso en Alemania, Meg quiere tener una linda casa llena de lujos y de personas amables, Jo desea ser una gran escritora y tener un establo de corceles árabes. A Amy le gustaría ir a Roma y ser una renombrada artista, y Beth solo desea quedarse en casa con su familia.

Laurie teme que su abuelo lo obligue a trabajar en su negocio aunque él no quiera, y sostiene que se iría lejos si no fuese porque el Sr. Laurence no tiene a nadie más. Jo lo alienta a seguir su sueño, pero Meg le recuerda que debe obedecer a su abuelo y confiar en que él será justo y amable, como lo ha sido con el Sr. Brooke. Entonces cuenta lo que sabe sobre el Sr. Laurence y el tutor de Laurie, que ha renunciado a trabajos mejor pagos para cuidar a su madre y que ahora cuida de otra señora mayor. Aquella noche, mientras escucha a Beth tocar el piano para el Sr. Laurence, Laurie decide quedarse con su abuelo y abandonar su “castillo” de música.

Capítulo 14: Secretos

Jo termina un manuscrito y se marcha a la ciudad a hacer un misterioso recado. Laurie la descubre desde un gimnasio donde tomaba clases de esgrima, al que Jo confunde con un salón de billar, por lo que regaña a su amigo. Laurie le cuenta que solo va a salones ocasionalmente, pero Jo le advierte que debe cuidarse de no convertirse en un muchacho horrible como Ned Moffat, que malgasta su tiempo y su dinero, y a quien Marmee no le permite visitar su casa. Luego de esta lección, Laurie y Jo acuerdan intercambiar secretos. Jo revela que le ha dejado dos de sus cuentos a un periodista para ver si se los publican y Laurie la felicita. El secreto de Laurie es que John Brooke tiene uno de los guantes de Meg, por eso la muchacha ha recibido uno solo de regreso en el Capítulo 12. Laurie piensa que aquel romance es bastante encantador, pero Jo se siente molesta y confundida, por temor a que su hermana las abandone. Para hacerla sentir mejor, Laurie la convence de correr por la colina como un chico. Jo accede y se siente mejor, pero se topa con Meg, que la regaña por andar retozando como una niñita. Jo se defiende diciendo que desearía nunca envejecer, sintiendo que su hermana está creciendo y alejándose de ella demasiado rápido. Meg acaba de enterarse de una boda elegante y confiesa tener envidia, a lo que Jo responde que le alegra saber que Meg nunca se casaría con alguien pobre (como lo es el Sr. Brooke).

Durante las dos semanas siguientes, Jo actúa de forma extraña, siendo hosca con el Sr. Brooke, muy apegada a Meg y siempre riendo con Laurie. Un día llega con un cuento del periódico y lo lee en voz alta para sus hermanas, a las que les gusta mucho la historia. Para su sorpresa, Jo les revela que es ella la autora, mientras se deleita con su primera publicación, pensando que algún día podrá ser independiente y ayudar a su familia con su escritura.

Análisis

Estos capítulos de la novela son muy literarios. El Club Pickwick hace referencia a la novela de Dickens, Los papeles póstumos del Club Pickwick, que fue muy popular en el siglo XIX. En su juego, las chicas adoptan los nombres de los personajes de Dickens y, como aquellos, cuentan en el club relatos de sus aventuras. Esta alusión literaria pone de manifiesto un conocimiento compartido entre las hermanas March y los lectores contemporáneos a Mujercitas. El periódico del club que aparece inserto en el capítulo es uno que Alcott había escrito de chica y que hace referencia a su obra y poesía; se trata de un recurso que realza el aspecto realista de la novela, que se basa en las experiencias de la propia autora. Allí aparecen historias inspiradas en sus dramas domésticos, como la mención a la desaparición de su gata y una memoria inspirada en ella: “La adorable y amada gata contaba con un amplio y entregado círculo de amigos; su belleza atraía todas las miradas, sus gracias y virtudes cautivaban todos los corazones y el barrio entero lamenta profundamente su pérdida” (154). De esta forma, al convertir sus percances en relatos literarios, las experiencias de su vida cotidiana cobran más significado e importancia. Del mismo modo funcionan las alusiones a El progreso del peregrino, como cuando las chicas miran desde una colina hacia Boston, imaginando que es su Ciudad Celestial.

Las alusiones literarias también permiten que las lectoras se identifiquen con las hermanas March, que al igual que ellas lloran con Wide, Wide World –una novela sentimental muy leída de la época– o que pudieron saber sobre Flora McFlimsey en el Harper’s Weekly. Para las hermanas March y Laurie, las referencias a personajes e historias sirven para enriquecer sus conversaciones. Esto se diferencia de lo que hace un personaje criticado en la novela por ser vanidoso y poco virtuoso, Fred Vaughn, quien utiliza la literatura para hacer trampa en el juego embrollo, plagiando The Sea Lions de Fenimore Cooper. Esta parte literaria de la novela concluye con la primera publicación exitosa de Jo.

El trabajo es otro tema importante de esta sección. El experimento del capítulo 11 ayuda a las chicas a darse cuenta de que lo mejor es tener un sano equilibrio entre el trabajo y el placer, incluso durante las vacaciones. Kate Vaughn se sorprende de que Meg sea una institutriz y es grosera con ella y el Sr. Brooke, quien defiende el trabajo como una forma de independencia y le dice a Meg que “para los trabajadores, no hay mejor lugar que Estados Unidos” (198). Laurie toma el trabajo como una cura para su irritabilidad cuando encuentra a las chicas en el claro, y habla con ellas de los Castillos en el aire, aunque dichos castillos están llenos de fama y de lujos, y no tanto de tareas del hogar. De esta manera, el trabajo aparece como el medio que los lleva hacia la superación individual y a realizarse como personas. El trabajo les da salud, gratificación y dignidad a sus vidas.

La visita de los Vaughn provee a la narración una de las primeras oportunidades para identificar los rasgos propiamente estadounidenses de sus personajes, que son libres y sencillos en lugar de distantes, y que defienden su lugar con el espíritu de los independentistas de 1779, diciendo que “en Estados Unidos no solemos hacer trampas” (185). Como estadounidenses y norteños, sus personajes aceptan con orgullo el apodo de “Yanquis”; esto se ve cuando Fred los acusa de hacer trampa, a lo que Jo responde que “a pesar de su fama de tramposos, los yanquis suelen ser generosos con sus enemigos” (Ibíd.). Kate Vaughn concluye que “las jóvenes norteamericanas son muy agradables cuando se las conoce mejor” (202).

En esta parte, varios personajes y el lector descubren el afecto que tiene el Sr. Brooke por Meg, si bien ella todavía no lo sabe. De esta manera, Alcott recurre a la ironía dramática, puesto que el lector interpreta las acciones del Sr. Brook y de Jo de una forma distinta a como lo hace Meg. Jo está muy disgustada por los cambios que prevé, viendo el casamiento de Meg como una amenaza a la unidad de su familia. Convertirse en una mujer es la carga personal de Jo, pero la idea de que esto haga peligrar la felicidad familiar hace que Jo vuelva a ser infantil, corriendo colina abajo con Laurie.