Mujercitas

Mujercitas Resumen y Análisis Capítulos 42-47

Resumen

Capítulo 42: Sola

A pesar de haberse preparado para aceptar la muerte de Beth, Jo se siente devastada y le angustia la tarea de dedicar su vida entera a cuidar del hogar. Su madre la consuela compartiendo su dolor, y Jo halla refugio en los consejos de su padre, con quien tiene largas conversaciones. En sus labores domésticas intenta adoptar el espíritu alegre de Beth para que la casa esté cuidada y sea confortable. Jo también descubre lo mucho que ha mejorado Meg en su rol de esposa y madre y, al verla tan feliz, se pregunta si ella podrá disfrutar también de la vida de casada.

Marmee le sugiere a Jo que retome la escritura, que tanta alegría le dio en el pasado. Al principio Jo duda, pero se pone a escribir y el resultado es una historia sencilla, pensada para su familia, que recibe críticas muy buenas tanto de su grupo cercano como de desconocidos de todas partes cuando se publica en el periódico. A Jo le sorprende la repercusión que tiene, y el padre le explica que, al haber escrito una obra tan sincera, sin pensar en la fama o el dinero, ha conseguido llegar al corazón de sus lectores.

Cuando Laurie y Amy escriben contando que se comprometieron, Jo se siente feliz por ellos pero empieza a anhelar el amor y la alegría que su hermana y su amigo poseen. En el desván se pone a mirar un baúl con recuerdos de su infancia y adolescencia, y allí encuentra el cuaderno de notas de Nueva York y una carta del Sr. Bhaer, que le recuerdan su amistad y le producen deseos de verlo.

Capítulo 43: Sorpresas

La víspera de su cumpleaños número 25, Jo se lamenta ante la perspectiva de convertirse en una solterona que se la pasa escribiendo. En este punto, el narrador solicita a sus jóvenes lectores que sean amables y respetuosos con las solteronas, puesto que a menudo hay tragedias y sacrificios en sus historias, y les pide que recuerden a las numerosas tías solteras que les dispensaron afecto.

Laurie, que ha regresado del exterior con Amy, sorprende a Jo mientras ella piensa en su soledad. Por un momento se sienten extraños, después de tanta distancia y de haber cambiado tanto, pero enseguida se complacen de verse y reavivan su amistad. Laurie menciona al pasar que se ha casado con Amy, sorprendiendo de nuevo a Jo. Le cuenta que lo hicieron para que Amy lo pudiera acompañar a ver a su abuelo y regresara a casa mientras los Carrol permanecían en el extranjero. Laurie le dice a Jo que todavía la ama, pero como a una hermana, y que así se habrían dado las cosas de forma natural si él hubiese esperado a que se le pasase su alocado amor, como Jo le había sugerido. Él le pide si pueden volver a ser amigos como antes, pero Jo le dice que no serán amigos como antes, cuando eran dos niños que hacían travesuras, sino como el hombre y la mujer que son ahora. Jo se siente feliz de tener a Laurie a su lado y, cuando llega toda la familia, la alegría se siente en todas partes, con algunos tristes recordatorios de la ausencia de Beth, como cuando el Sr. Laurence le pide a Jo que ahora ella sea su niña.

Después del té, la familia sube a la planta alta, dejando a Jo sintiéndose sola apenas un momento, puesto que alguien golpea a la puerta y, al abrir, Jo se sorprende al ver al Sr. Bhaer, que vino de visita. Lo invita a entrar, lo presenta con orgullo al resto de la familia y todos rápidamente se sienten a gusto con él. El Sr. March ve en el Sr. Bhaer a un igual y charlan animadamente. Los hijos de Meg, por su parte, se sienten atraídos por él como por un imán; le revisan los bolsillos y le tiran de la barba. Incluso Laurie logra sobreponer sus sospechas de hermano y se acerca a escucharlo. El Sr. Bhaer mira de reojo a Laurie y a Jo, hasta que se entera, para su placer, de que Laurie se ha casado con Amy. Aquella velada termina con Amy cantando una de las canciones de Beth y, luego, con el canto del profesor alemán, acompañado de Jo. Cuando se despiden, el Sr. Baher promete que volverá, puesto que debe atender unos negocios en la ciudad, y todos demuestran que lo aprueban.

Capítulo 44: Señor y Señora

Laurie y Amy conversan acerca del Sr. Bhaer como candidato para Jo, deseando poder ayudarlo económicamente sin herir su orgullo. Laurie le asegura a su esposa que se pondrá feliz por Jo, sin remordimiento, y Amy a su vez le asegura que se hubiera casado con él incluso si fuese pobre. Se lamentan de que haya mujeres que se casen por dinero, y que hombres y mujeres, ambiciosos pero pobres, no se animen a pedir ayuda. Se comprometen a compartir su riqueza con otros menos afortunados, en particular con las jóvenes que tengan talentos artísticos, mientras sienten que su mutuo amor se fortalece junto con el deseo de compartirlo con otros.

Capítulo 45: Daisy y Demi

El narrador se detiene a describir a Daisy y a Demi. Ambos son bastante precoces; Daisy emula a su madre jugando a realizar las tareas del hogar y Demi realiza imitaciones de máquinas. La niña es una dulce criatura, cuya naturaleza angelical recuerda a Beth, si bien no es tímida. A ella le gusta comprender cómo funcionan las cosas, su cuerpo y su mente, cosa que su abuelo, el Sr. March, aprovecha para tener diálogos socráticos con su nieto. Los dos niños quieren mucho a Jo y se entristecen cuando el Sr. Bhaer va de visita, porque les quita el tiempo y la atención que su tía “Dodo” les dedica, aunque disfrutan también de la compañía y de los regalos del profesor. Al ver que el Sr. Bhaer le da un chocolate a Jo, Demi pregunta si a los niños grandes le gustan las niñas grandes; aquella pregunta hace que el Sr. March se dé cuenta de que el Sr. Bhaer no solo los visita para charlar con él sobre filosofía, sino también para cortejar a Jo, aunque ni su hija ni el profesor hablen de ello.

Capítulo 46: Bajo el paraguas

Durante las frecuentes visitas del Sr. Bhaer, todos se dan cuenta de que el amor crece entre él y Jo. Se regocijan al ver que el espíritu de Jo se eleva, aunque nadie se anima a decir una palabra al respecto. Jo, sin embargo, teme que después de años de enorgullecerse de su independencia, Laurie se burle y se ría de ella.

Después de dos semanas de visitas diarias, el Sr. Bhaer se ausenta por unos días. Decepcionada y enfadada, Jo va a la ciudad con la excusa de hacer unos mandados, aunque su intención es cruzarse con él. Cuando comienza a llover, se reprende a sí misma por hallarse en esa situación, hasta que nota que alguien ha puesto un paraguas encima de ella: es el Sr. Bhaer. Él le pregunta si puede caminar con ella y Jo acepta alegremente. Ella que hace un esfuerzo por mantener la calma, ya que no quiere revelar sus sentimientos, y eso le da una impresión errónea al Sr. Bhaer, que siente que ella no lo ama. El profesor le revela que ha encontrado un lugar para enseñar en el Oeste y que partirá pronto. Jo oculta su desilusión mientras el Sr. Bhaer compra unos regalos para la última visita a los March.

Después de comprar, el Sr. Bhaer le propone ir a su casa y Jo acepta. La lluvia y la partida del Sr. Bhaer la hacen entristecerse, y empieza a llorar en silencio. Él le pregunta por qué llora, y ella le confiesa que le apena que se vaya. Esto alienta al profesor, porque significa que Jo siente algo por él. Entonces le revela que ha venido para declararle su amor, y le pregunta si lo considera más que un amigo; ella responde que sí. De esta manera, disfrutan juntos una larga caminata hacia la casa, sin importarles la lluvia ni el barro y sintiéndose dichosos mientras empiezan a abrir sus corazones uno al otro. Friedrich, como ahora lo llama Jo, le pregunta si alguna vez amó a Laurie, y ella le explica que siempre lo quiso como un amigo. Jo, a su vez, le pregunta a Friedrich qué hizo que se decidiera a venir, y él le muestra un poema, publicado y firmado por Jo, que le dio un destello de esperanza. El Sr. Bhaer tiene la intención de ir al Oeste a trabajar, para luego pretende regresar con los medios suficientes para proveerle un hogar. Jo le dice que no le preocupa la espera, su edad ni su pobreza, siempre que él le permita contribuir en el sustento de su hogar. Ignorando el decoro social, Jo lo besa bajo el paraguas.

Capítulo 47: La cosecha

Jo y el profesor trabajan y esperan durante un año, escribiéndose cartas y afianzando su amor. Cuando la Tía March fallece, le deja su gran casa de Plumfield a Jo, quien tiene la idea de convertirlo en una escuela para niños. Hace tiempo que ella sueña con tener un colegio, en especial para niños huérfanos y “granujas” a los que amaría como una madre. Friedrich comparte su sueño y ambos acordaron hacerlo una vez que se volvieran ricos. Ahora que Jo heredó Plumfield, pueden hacer su sueño realidad. Todos encuentran la idea encantadora, si bien Laurie le dice a Jo que necesitarán pupilos ricos para costear los gastos de la escuela. Jo le dice que también quiere educar a niños ricos, labor en la que ya ha tenido éxito asistiendo a un chico que se ha convertido en un hombre admirable, exitoso y filantrópico, y luego agrega que Laurie será el ejemplo a seguir de todos sus alumnos.

Una vez casados, Jo y Friedrich se instalan en Plumfield, y pronto se les unen un conjunto de muchachitos. El Sr. Laurence, quien buscaba una manera de asistirlos económicamente sin que Jo y el Sr. Bhaer rehusaran su ayuda, les envía a los niños pobres y huérfanos que Jo quería criar asegurando que él se ocupará de mantenerlos. De esta manera, Jo alcanza la vida que siempre ha querido, siendo madre y amiga de sus hombrecitos e inventando historias solo para ellos. Ella y el Sr. Bhaer tienen dos hijos, Rob y Teddy.

Cinco años después, toda la familia se reúne en Plumfield para la cosecha de manzanas, y para celebrar el sexagésimo cumpleaños de la Sra. March. La velada termina con una gran sorpresa, en la que los alumnos cantan, como si fueran ángeles, una canción escrita por Jo y musicalizada por Laurie. Después, las hermanas March se sientan juntas y recuerdan sus castillos en el aire, viendo qué diferentes terminaron siendo sus vidas. La de Meg se acerca a su anhelo de juventud, si bien tiene un hogar sencillo y sin lujos. Jo tiene una vida muy diferente a la de la escritora célebre que quería ser, aunque todavía no abandona su deseo de escribir un gran libro inspirado en las experiencias de su vida en Plumfield. El castillo de Amy también es diferente, pero se siente bendecida por la vida que tiene y por su dulce hija Beth, si bien es una niña frágil y débil. El miedo a perderla ha acercado a ella y a Laurie aún más. Todos están muy felices, y la Sra. March se siente agradecida por su felicidad y la de sus seres queridos.

Análisis

A pesar de la promesa que le hizo a Beth, es difícil para Jo hacer todo el trabajo doméstico. Ella siente que su sacrificio nunca tiene recompensa, y que en cambio Amy disfruta de su viaje en el exterior. Se consuela esforzándose en su trabajo y conversando con sus padres, aunque Hannah presagia que Jo, también, tendrá recompensa. En efecto, esto sucederá en la etapa final de su crecimiento como mujer a través del amor del Sr. Bhaer. La unión de Jo y el profesor se concreta mientras están bajo un paraguas. Casualmente, en la primera parte, la unión entre Meg y el Sr. Brooke también tuvo de excusa un paraguas, puesto que John había regresado a la casa de los March buscando aquel objeto, luego de lo cual sucede la escena en la que John le confiesa su amor a Meg. El paraguas funciona así como un símbolo del amor, como espacio de amparo y refugio ante la adversidad, ya sea la falta de medios económicos o la desaprobación de la sociedad.

En esta parte, se celebra la generosidad de los Laurence, quienes saben, como Marmee, que el dinero puede ponerse al servicio de causas nobles. Laurie y su abuelo son excepcionalmente generosos y se sienten felices de poder compartir su riqueza. Una vez casados, Amy y Laurie deciden ayudar económicamente a caballeros y damas pobres, lo que se relaciona con la situación de la familia March –y de la familia Alcott– que también se vio beneficiada por la generosidad de otros. Laurie dice que le gustaría ayudar a “una clase de pobres en particular”, los caballeros pobres o venidos a menos, mientras Amy también piensa en “otra clase de personas que no piden ayuda y sufren en silencio”, refiriéndose a las jóvenes con ambición a quienes le falta ayuda. Ambos piensan en personas de su estatus social que merecen por su virtud alcanzar sus sueños. Por eso resuelven que, “en lugar de dejar herencias millonarias al morir”, utilizarán el dinero en vida disfrutando de hacer “felices a los demás” (644-645).

La segunda parte, al igual que la primera, cierra del mismo modo que se inicia la novela, con las hermanas March hablando de sus deseos. Esta vez, en vez de pensar en el futuro, miran hacia atrás en sus vidas. La familia sigue siendo para ellas lo más importante, si bien es una familia agrandada que incluye los esposos y los hijos de las hermanas. Incluso la Tía March ha encontrado un lugar en la familia gracias al legado que le ha dejado a Jo, si bien ha sido aprovechado de una forma diferente a la que hubiese imaginado. Las hijas de Meg y Amy, Daisy y Beth, evocan el recuerdo de Beth, quien también ha dejado su huella en el temperamento más tranquilo de Jo.

Hacia el final, todos se sienten dichosos más allá de la riqueza. Jo está decidida a contribuir en su hogar y trabaja en sociedad con su esposo. Se ha convertido en toda una mujer, que también disfruta enormemente de sus niños como madre. La metáfora de la cosecha que utilizan las March para hablar de sus familias en los últimos párrafos del libro hace referencia al trabajo duro y al cultivo paciente que se necesita para conseguir bendiciones dentro de la familia.