Los árboles mueren de pie

Los árboles mueren de pie Temas

Fantasía y realidad

Es uno de los temas característicos del teatro de Alejandro Casona. La fantasía y la realidad se relacionan en la obra de diferentes maneras. En el primer acto, aparecen en forma de un contraste entre dos mundos irreconciliables: el ambiente de oficina se opone, explícitamente en las indicaciones escénicas, al del camarín de teatro; los personajes de los actores (el pastor, el ilusionista, el mendigo y el cazador) son tan irreales que no pueden ser interpretados por Balboa y Marta-Isabel, que los miran con desconcierto y terror sin poder entender quiénes son ni cómo encajan en ese lugar.

Hacia el final del primer acto, asistimos a la aclaración del Director-Mauricio sobre qué es la organización clandestina que comanda. A partir de los relatos sobre misiones pasadas, aparece la idea de la necesidad de insertar la fantasía en el mundo real para darle sentido a la vida de los hombres y provocar felicidad. La entrada de lo fantástico en la vida cotidiana resulta, según esta postura, tan fundamental como la comida. Aquí, lo irreal no contrasta con lo real, sino que conviven. Para Mauricio, lo poético es sustento de la vida real.

La misión que llevarán a cabo Mauricio e Isabel pondrá en tensión las ideas de Mauricio. En principio, su visión sobre la importancia de lo poético hace que no pueda ver la realidad concreta: el amor que siente Isabel por él. Solo al final, el amor de su compañera lo devuelve a lo real. Aquí pareciera que la obra marca la predominancia de la realidad sobre la fantasía. Sin embargo, el amor entre Maurico e Isabel pudo nacer gracias a la intervención poética de Mauricio a través del ramo de rosas. Además, creció a partir de su actuación como esposos. Por último, se sostiene a partir de la simulación que la abuela realiza, haciendo como si no hubiese descubierto la realidad. De esta manera, finalmente se reestablece un equilibrio entre la fantasía y la realidad que posibilita la felicidad, tal como pregona Mauricio.

Verdad versus mentira

Si bien puede presentarse como parte del tema de la realidad y la fantasía, en la obra se presentan algunos contrastes al hablar de “mentira”. La fantasía, lo poético o la actuación aparecen como una forma de arte que debe estar presente en la realidad y convivir con ella. Por otro lado, la verdad y la mentira aparecen enfrentadas. Una anula a la otra; no hay posibilidad de convivencia.

La verdad aparece como dura y cruel, poniendo en riesgo la felicidad. En la obra, esto queda representado en la figura del Otro, el verdadero nieto que viene a poner fin a la farsa. La mentira, en cambio, se presenta como una barrera de contención que oculta la verdad. Es la que sostiene la felicidad, aunque lo haga de forma frágil.

La mentira, por lo tanto, tiene una justificación. No se trata de mentiras crueles, sino que son mentiras piadosas que se justifican en el amor. Solo son utilizadas para sostener la felicidad del otro, no para sacar provecho. El suspenso en la obra estará dado por la tensión entre la verdad que trae la tristeza y la mentira frágil pero necesaria para mantener la felicidad.

La identidad

En una obra de teatro en la que la mayor parte de los personajes son actores que interpretan un papel, la identidad es un tema central. La actuación implica ser algo que no se es. El pastor protestante, por ejemplo, pasa luego a ser un marinero noruego. Sin embargo, no es ninguna de las dos cosas: es un gran académico con cinco títulos universitarios y que sabe trece idiomas.

Por supuesto, como explica Helena, el trabajo en la organización precisa que cada uno de sus integrantes haga uso de sus saberes personales. Es decir, cada papel que interpretan los actores está cuidadosamente elegido en base a su identidad real. En el papel que interpretan, hay algo de la identidad verdadera que está representado.

A pesar de esto, el pastor siente una pérdida de la identidad. Esto puede verse en las dos quejas que formula: que lo utilicen para trabajos que él considera “menores”, sin la importancia que cree merecer; y que no lo llamen por su nombre real, sino por una clave. El ilusionista siente lo mismo, concluyendo que “No somos nadie, hermano: usted, un catedrático sin cátedra; yo, un ilusionista sin ilusiones. Podemos tratarnos de tú” (Acto I, pág. 35). Irónicamente, los dos personajes que trabajan como actores, pudiendo representar a cualquiera, no pueden ser en la vida real lo que realmente son.

Al no ser una actriz experimentada, Marta-Isabel también se enfrenta al problema de la identidad. A diferencia de Mauricio, quien logra abstraerse de la realidad para jugar su papel a la perfección, ella mezcla su verdadera vida para cumplir con su falsa identidad. Encuentra en su falso hogar un verdadero hogar; en la abuela, una familia a quien querer; y en Mauricio, un amor real. Hacia el final de la obra, gracias al amor, estos elementos pasan a ser parte de su propia identidad, difuminando la fantasía de la simulación de la realidad.

La relación entre el arte y la realidad

La relación entre el arte y la realidad es un tema trabajado de manera explícita por uno de los personajes, el Director-Mauricio. Él se presenta como un extremista del arte. Cree que la fantasía es tan esencial para el hombre como el pan, y considera que las obras del ser humano son superiores a las que puede dar la realidad. Esta opinión sirve de base para su accionar dentro de la organización que dirige y se ve claramente representada en la imagen sensorial auditiva del canto del ruiseñor.

Más adelante, Mauricio explica que el arte es algo mental; el corazón no debe interponerse. Sin embargo, hacia el final de la obra aprende una lección. Tan concentrado en la belleza del papel artificial que encarna, no puede ver el amor real que surge entre él e Isabel. Para Alejandro Casona, el amor que se vive en la vida real también tiene un valor. En oposición a la idea de que el arte es superior a la realidad, la obra muestra que existe un equilibrio entre ambos, apoyándose uno sobre el otro.

La fragilidad de la felicidad

Este tema se ve encarnado en dos personajes femeninos: Marta-Isabel y la abuela. En ambos casos, la dura realidad pone en riesgo su felicidad. En el caso de Isabel, se la presenta como una mujer de ojos tristes que lleva una vida miserable. No tiene a nadie que la ame ni a nadie a quien amar. Tras perder su trabajo, trata de suicidarse. Por otro lado, la abuela siente tristeza y culpa desde que su amado nieto fue echado de la casa por tratar de robarles dinero.

La felicidad llega a estos personajes en forma de la fantasía. Para Isabel, es un ramo de rosas que funciona como una promesa de amor y una invitación misteriosa para que vaya a las oficinas de la organización. Para la abuela, son las cartas que Balboa le escribe fingiendo ser el nieto. Pero esta felicidad es frágil. Isabel no sabe qué es ese lugar donde fue invitada: todo indica que está en manos de locos o criminales. La felicidad de la abuela, por otra parte, corre peligro cuando el verdadero nieto anuncia su regreso y luego muere, supuestamente, en un naufragio. Nuevamente, la fantasía rescatará la felicidad. Isabel entenderá el funcionamiento de la organización y participará de una misión que consiste en simular la llegada del nieto a la casa de la abuela. Pero, otra vez, la felicidad no durará demasiado. Cuando termine su misión, Isabel cree que perderá todo lo que la hace feliz: el hogar, la familia y el amor de Mauricio. Además, la misión parece fracasar cuando se descubre que el verdadero nieto no murió y vuelve a la casa de sus abuelos a exigir una gran suma de dinero.

La fragilidad de la felicidad se encuentra en el núcleo de los dos conflictos de la obra, creando una tensión creciente. Tal como pregona Mauricio, es la fantasía la que mejora la realidad y sostiene la felicidad. Hacia el final, la simulación de la abuela permitirá a los personajes de Mauricio e Isabel ser felices, mientras la adopción de los falsos nietos como los reales le da una razón a la abuela para continuar de pie.

La familia

En esta obra, la idea de familia hace un recorrido desde que se la nombra por primera vez hasta el final. Podría decirse que hay dos concepciones de familia que se superponen: la familia de sangre y la familia de afecto.

Por un lado, el conflicto principal se centra en la familia de los Balboa. Su nieto fue criado con sobreprotección y falta de disciplina, lo que lo llevó a las malas compañías, el vicio y el delito. En su ambición, no teme destruir a los seres que lo quieren con tal de salvar su propio pellejo. El vínculo de sangre que lo une con sus abuelos significa para él que tiene derechos que no fueron satisfechos. Afirma que le deben “una vida regalada, una buena mesa, una familia honorable” (Acto 3, Cuadro 2, pág. 122), aunque él solo se conforme con que le den dinero. Como personaje que representa el mal, va en contra de la idea de una familia unida e incondicional. Al enfrentarse a él, la abuela termina optando con romper la relación familiar y echarlo de la casa, a pesar del dolor que esto le provoca.

Por el contrario, hacia el final de la obra aparece la familia construida por el afecto. La abuela, ya enterada de la verdad, trata a los falsos nietos como verdaderos. Le pide a Mauricio que siga escribiéndole las cartas de siempre, le traspasa el conocimiento de la receta del licor casero a la nieta y menciona la esperanza de un futuro hijo de la pareja. A pesar de estar devastada por la verdad de su nieto real, el lazo de afecto hacia esta familia le otorga las energías que necesita. La abuela sacrifica la verdad por verlos felices. Esto coincide con otras obras de Casona, donde los lazos familiares se dan por la adopción y no por la sangre.

El sacrificio

El sacrificio es un importante motor que impulsa a algunos de los personajes de la obra. Dentro de la organización del doctor Ariel, no cabe duda de que el Director disfruta el trabajo que hace. Marta-Isabel, a su vez, encuentra en la organización un sentido para su vida vacía. Sin embargo, no todos hacen su trabajo con regodeo. El pastor protestante muestra la contracara de estos personajes. Para él, resulta un esfuerzo ser llamado por un nombre en clave en vez de su nombre real. Tampoco siente que esté siendo aprovechado en sus conocimientos. Como comentan con el ilusionista, pareciera que ambos están desperdiciando una vida mejor, dedicada a la universidad y al circo respectivamente.

Sin embargo, a pesar de sus protestas, el pastor se considera un idealista. Cuando Helena le dice que puede retirarse, él confiesa que se mantiene dentro de la organización porque la causa lo vale. Así, este actor, a pesar de tener una gran idea de sí mismo, sacrifica su vida en pos de ayudar a los otros. Se trata de un sacrificio desinteresado, ya que es realizado para hombres desconocidos.

La abuela también realiza un sacrificio. Hacia el final de la obra, junta todas las fuerzas que puede para fingir frente a los simuladores que no se enteró de la verdad. De esta manera, sacrifica la verdad para verlos felices. En este caso, a diferencia del pastor, el sacrifico se da para personas a las que les tomó afecto.

En la vereda opuesta del sacrificio se encuentra el Otro, el verdadero Mauricio. Lejos de aceptar su destino, decide ir a buscar a sus abuelos para que le den el dinero necesario para pagar sus deudas. No le importa que la abuela muera de tristeza al ser revelada la cruel verdad. A diferencia de los otros personajes, nada es más importante que él mismo.