Los árboles mueren de pie

Los árboles mueren de pie Ironía

La abuela termina siendo la simuladora

El conflicto principal de la obra es la simulación que llevan a cabo Mauricio e Isabel para que la abuela no descubra la verdad sobre su nieto. Toda la tensión de la obra se da a partir de los momentos en los que la verdad parece salir a flote, culminando en el clímax donde el verdadero Mauricio aparece en la casa de los Balboa. Por eso, la gran ironía dramática se da cuando descubrimos que la abuela reconoce y rechaza a su verdadero nieto para quedarse con la pareja de simuladores. A cambio, ahora pasa a ser ella la actriz para mantener la felicidad de sus falsos nietos. Como los árboles muertos a los que alude el título de la obra, para los ojos exteriores de Mauricio e Isabel, nada ha cambiado. Así, mientras que el amor de Isabel trajo a Mauricio al mundo real, las circunstancias hacen que ese amor prospere gracias a la actuación de la abuela. Es aquí donde se equilibra el mundo de la realidad y el de la fantasía, apoyándose uno sobre el otro.

Los actores pueden ser todo, pero no son nadie

El pastor, integrante de la organización que dirige Mauricio, siente una profunda pérdida de identidad en su trabajo. Si bien sus conocimientos específicos son utilizados en las misiones, añora el trabajo de académico en las universidades y le duele que no lo llamen por su nombre sino por una clave. El ilusionista tiene sentimientos similares. Conversando con el pastor, dice que aguanta ser llamado por su nombre en clave, aunque confiesa: “La primera vez que me oí llamar así pensé que estaban llamando a un submarino” (Acto 1, pág. 34). Él también siente que su identidad se difumina. Al final, tiene una revelación: “No somos nadie, hermano: usted, un catedrático sin cátedra; yo, un ilusionista sin ilusiones. Podemos tratarnos de tú” (Acto 1, pág. 35). Los dos personajes que trabajan como actores, pudiendo representar a cualquiera, no pueden ser en la vida real lo que realmente son: un gran académico y un hombre de circo.

El real nombre del pastor es Juan

Cuando el pastor conversa con el ilusionista sobre la deshumanización que siente al no ser llamado por su nombre, cita la obra de teatro Romeo y Julieta de William (Guillermo) Shakespeare, en la que el apellido de los enamorados es el de dos familias enfrentadas a muerte. Allí, el personaje de Romeo cuestiona que la identidad esté en un nombre, que el apellido Montesco le impida casarse con su amada Julieta: su nombre no resume todo lo que ella es. Reflexionando sobre ello, el pastor contradice a su amado Shakespeare diciendo que para él un nombre sí tiene un valor: simboliza la identidad más profunda como ser humano. Si bien se trata de reflexiones serias para el pastor, el tono de la escena es cómico. Esto está dado por la caracterización del pastor como un profesor exageradamente erudito y por la contraparte del ilusionista, que lo contradice en todo. Parte de este tono está dado por el nombre verdadero del pastor. Irónicamente, su nombre es Juan, uno de los más comunes en Hispanoamérica.

“Ahí está lo malo, que por mucho que lo sienta no puedo hacerte un precio de amigos”

Durante el reencuentro de Balboa con el Otro, su verdadero nieto, este último utiliza varias veces la ironía para expresarse. Este caso puntual es paradigmático, porque las mismas indicaciones escénicas marcan que habla en ese tono. Además, hace referencia al asunto más importante de su conversación: el Otro necesita una gran suma de dinero de forma urgente y ha venido a reclamársela a sus parientes. Este tono marca el rencor que el nieto tiene por su abuelo y la prepotencia con la que trata de imponerse, sin ningún remordimiento por sus hechos pasados o presentes. La idea de “precio” indica que Balboa debe pagar por haberlo echado de la casa, como si darle esa desorbitante suma de dinero fuera un acto justo. Por otro lado, la palabra “amigo” es la más irónica e hiriente. El Otro no tiene un tono amistoso, sino todo lo contrario. Está dispuesto a violentar a la familia con tal de salirse con la suya, aunque implique la muerte por tristeza de su abuela. La frase popular “precio de amigos” adquiere así un sabor siniestro.