Los árboles mueren de pie

Los árboles mueren de pie Resumen y Análisis Acto III, Cuadro II

Resumen

Al día siguiente, Isabel y Genoveva hacen las maletas para partir. Isabel está muy triste; no quiere irse. La abuela también está triste. Según Genoveva, se encuentra encerrada en su cuarto sin despegar los labios.

Entra Mauricio y Genoveva los deja solos. Preocupado, le cuenta a su falsa esposa que le contó la verdad al Otro, pero no consiguió pactar una solución. Se hace necesario partir enseguida para no estar presentes cuando aquel le reclame el dinero a la abuela, sin importarle matarla del disgusto. Isabel no se resigna al fracaso. Le pide al Director que le confiese la verdad a la abuela, pero él no tiene el valor necesario. Entonces, ella responde que ha encontrado una enseñanza en esta experiencia: su vida anterior, por más miserable que fuera, se ajustaba a la realidad. La simulación le ha resultado demasiado real, pero el fracaso ha sido como despertar de un sueño. No volverá a trabajar con la organización. Pero Mauricio está dispuesto a impedirlo: le declara que, en estos días, él se enamoró de ella y no puede dejarla partir. Conmovida, Isabel se echa en sus brazos. Se besan hasta que suena la campanilla de la puerta. Ha llegado el Otro Mauricio.

Isabel decide hablar con el visitante a solas. Cree poder convencerlo, pero el verdadero solo está dispuesto a irse si pagan la desorbitante suma de dinero que exige. Está a punto de pasar violentamente por encima de Isabel cuando aparece la abuela. La señora Balboa lo reconoce como el señor que los visitó el día anterior. A pesar de las súplicas de Isabel, la abuela se impone enérgicamente y la envía al jardín para hablar con el Otro a solas. Entonces le pregunta de dónde viene y él le responde que de Canadá. La abuela le comenta que su nieto también acaba de llegar de allá y que hace muchos años que no lo veía, desde que fue expulsado sin razón de la casa. Le confiesa que temía por él, pero que siempre estuvo segura de su buen corazón. La realidad le confirmó que el nieto siguió el buen camino.

El verdadero Mauricio interrumpe el relato, diciendo que ya conoce esa farsa y que no entiende cómo la abuela se la creyó. Bruscamente, le confirma que todo es una mentira. Pero la abuela, para sorpresa de su nieto, le dice que desde que lo vio el día anterior lo reconoció como el verdadero Mauricio. Luego, obligó al señor Balboa a que confesara toda la simulación. Dolida, guardaba las esperanzas de que quedara algo de amor en el corazón de su nieto y que no se atreviera a ser cruel con ella. Pero la situación demostró que estaba equivocada. A pesar de las angustiosas súplicas del joven, la señora Balboa lo echa de la casa. Ya liberada, cae sollozando.

El señor Balboa entra en escena a consolarla. Ella, acostumbrada al dolor, está dispuesta a usar sus últimas fuerzas para continuar la farsa. Ahora, será ella la que simule que no descubrió nada. A pesar del dolor, permanecerá muerta pero de pie, como un árbol.

Entran Isabel y Mauricio. La abuela, simulando desconcierto, les cuenta que el extraño visitante se ha quedado en silencio mirándola y luego se ha ido. Solo le dijo una palabra: “perdón”. Será un loco suelto, deduce. La abuela le pide a Balboa que corte un tallo del jacarandá como recuerdo para su nieto. Mientras le dicta la receta del licor casero a Isabel, se cierra el telón final.

Análisis

En el cuadro final, comenzamos con la misma tensión elevada del final del primer cuadro. A la fragilidad de la felicidad de la abuela se le suma, ahora, la de Isabel. Terminada la farsa, dejará de ser la esposa de Mauricio. Su sufrimiento se ve potenciado por el fracaso seguro de su misión. Ambos conflictos se resolverán a lo largo de este acto final.

Primero, asistimos a la resolución del conflicto secundario. Isabel confiesa a Mauricio que su tristeza se debe a que no pudo separar la fantasía de lo real. Encontró en la casa de los Balboa un hogar, en la abuela a la familia y en el Director a su amor. Como era de esperar por los acontecimientos del cuadro anterior, Mauricio también confiesa su amor. De esta manera, se completa el recorrido de la mujer sufriente: de ser una persona miserable, sin nadie que la amara o a quien amar, pasa por una serie de situaciones que terminan en el encuentro del amor y la felicidad.

A su vez, Mauricio concluye su recorrido personal. Si en el principio se mostró un entusiasta por el mundo de la fantasía y consideraba que el arte era superior a la realidad, hacia el final Isabel lo trae a la realidad a partir del amor. Ahora Mauricio sabe de qué color son los ojos de su compañera. En otras palabras, ahora puede ver lo que tiene frente a sí; no está enceguecido por la simulación.

En segundo lugar, el conflicto principal se resuelve con un giro sorpresa: la abuela sabe que todo fue simulado, pero la misma simulación le dio un propósito para seguir adelante. Irónicamente, los que pasan a ser engañados son los actores y es la abuela la que simula para mantener la felicidad de sus falsos nietos. Mientras que el amor de Isabel trajo a Mauricio al mundo real, las circunstancias hacen que ese amor prospere gracias a la actuación de la abuela. Es aquí donde se equilibra el mundo de la realidad y el de la fantasía, apoyándose uno sobre el otro.

El jacarandá reaparece como símbolo de la simulación de la abuela. Como dice el título de la obra, la abuela es el árbol que, muerto por dentro, sigue de pie para los ojos exteriores. La rama que les regala a sus falsos nietos es una perpetuación simbólica de esta fantasía.

En este cuadro también se completa el tema de la familia. En la escena final, vemos cómo la abuela echa a su nieto de sangre y adopta a los falsos nietos como verdaderos. Le pide a Mauricio que siga escribiéndoles las cartas de siempre, le traspasa el conocimiento de la receta del licor casero a la nieta y menciona la esperanza de un futuro hijo de la pareja. A pesar de estar devastada por la verdad de su nieto real, el lazo de afecto hacia esta nueva familia le otorga las energías que necesita. La abuela sacrifica la verdad por ver feliz a la pareja.