Las uvas de la ira

Las uvas de la ira Resumen y Análisis Capítulos I-V

Capítulo I

Resumen

Steinbeck comienza la novela con una descripción del clima polvoriento de Oklahoma. El polvo se ha vuelto tan espeso que los hombres y las mujeres se ven obligados a permanecer en sus casas, y cuando se les pide que salgan, se atan pañuelos sobre la cara y usan gafas para protegerse los ojos. Una vez que el viento ha cesado, una capa uniforme de polvo cubre la tierra. La cosecha de maíz está arruinada. La situación es dramática, aunque las mujeres y los niños confían en que los hombres sabrán qué hacer. El problema es que ellos están tan desorientados como sus esposas e hijos.

Análisis

John Steinbeck abre la novela presagiando la llegada de tiempos difíciles. Describe la aparición del polvo en términos propios de una plaga bíblica. La tormenta de polvo abruma a Oklahoma, nublando el aire e incluso bloqueando el sol. Sin embargo, el final de la tormenta solo representa el comienzo de las dificultades para los agricultores de Oklahoma. Una sensación de desesperanza se establece casi de inmediato. No parece haber solución para los campesinos, que se resignan a su destino y se encuentran desconcertados ante lo que pueden tener que enfrentar.

Este capítulo no se ocupa de los Joad, familia protagonista de la novela, ya que Steinbeck pretende ubicar su narración dentro de un contexto más amplio. Tom Joad y su familia, que serán el centro de atención de Las uvas de la ira por muchas páginas, son una de las miles de familias afectadas por las consecuencias de la Gran Depresión y el Dust Bowl (estas súbitas tormentas de polvo causadas por un prolongado tiempo de sequías en Estados Unidos ocurrido en la década del 30). Este primer capítulo, entonces, sirve para darle a la novela un cierto matiz épico y para recordarle al lector que el libro tiene una fuerte base histórica.

Capítulo II

Resumen

Un hombre se acerca a un pequeño restaurante donde hay estacionado un gran camión de transporte rojo. El hombre tiene menos de treinta años, ojos castaños oscuros y pómulos salientes. Lleva ropa nueva que no le queda del todo bien. Un camionero sale del restaurante y el hombre le pide que lo lleve, a pesar de una calcomanía en el camión que dice que no se aceptan autostopistas. El hombre afirma que a veces un tipo hace algo bueno, incluso cuando un bastardo rico le obliga a llevar una calcomanía, y el camionero, sintiéndose presionado por la afirmación, deja que el hombre se suba al camión.

Mientras conduce, el camionero hace preguntas, y el hombre finalmente dice cómo se llama: Tom Joad. Luego de un breve intercambio, Tom y el camionero critican duramente a quienes usan "grandes palabras". Según ellos, solo un predicador puede usar un lenguaje educado, porque se puede confiar en un predicador. Por otro lado, el camionero afirma que varios de sus compañeros de trabajo acaban haciendo cosas raras cuando conducen camiones, como inventar poesía, debido a la soledad del trabajo. También afirma que su experiencia al volante ha entrenado su memoria y que puede recordar todo sobre una persona con la que se cruza. Al darse cuenta de que el camionero está tratando de obtener información, Tom finalmente admite que acaba de salir de la prisión de McAlester, donde estuvo cumpliendo condena por homicidio. Aclara que había sido condenado a siete años, pero lo dejaron en libertad después de solo cuatro por buena conducta.

Análisis

El camión de la Compañía de Transporte de la Ciudad de Oklahoma es tan imponente como invasivo: un símbolo de la influencia corporativa omnipresente. Cuando Tom Joad le pide al camionero que lo lleve, trata de convencerlo apelando al costado más humano del hombre: busca diferenciarlo de su patrón, esa persona seguramente fría y despiadada que está al frente de una corporación, quien no se interesa en lo más mínimo por las necesidades de sus empleados. En general, Las uvas de la ira es implacablemente crítica con las corporaciones y los ricos: por ejemplo, en este capítulo, se los responsabiliza de prohibirle a los camioneros que levanten pasajeros (como la calcomanía "Autostopistas no" que les obligan a poner lo indica) y estos, en consecuencia, se sientan aislados y aburridos, hasta el punto de casi volverse locos.

En cuanto al personaje principal del texto, hay varios indicios de que Tom Joad ha salido recientemente de prisión. Su ropa, por ejemplo, no le queda del todo bien; es demasiado formal y, hasta ahora, está impecable (algo casi inverosímil en el contexto del Dust Bowl). Por otro lado, Tom tiene pocas posesiones con él. El camionero se da cuenta de inmediato de las circunstancias recientes de Tom; y las preguntas que le hace al muchacho están destinadas a obtener una confesión más precisa sobre el crimen que, evidentemente, cometió. La poca información que Tom revela sobre sí mismo muestra que es un hombre astuto, a pesar de carecer de instrucción: apenas puede escribir y está acostumbrado a poco más que trabajos forzados. Así y todo, es lo suficientemente inteligente como para saber manipular al camionero para que lo lleve y, al mismo tiempo, para lograr que el hombre no se espante cuando le confiesa por qué estuvo en prisión cuatro años.

En otro orden de cosas, está claro que la novela muestra un marcado rechazo hacia cualquier forma o expresión de elitismo. Ahora bien, este elitismo no se define solo por el poder adquisitivo: más allá del desprecio que Tom y el camionero muestran colectivamente por las grandes empresas y los ricos, estos dos hombres también critican duramente a quienes usan "grandes palabras". Según ellos, solo un predicador puede usar un lenguaje educado, porque se puede confiar en un predicador. Cuando son empleadas por otros, las grandes palabras sirven simplemente como un medio para oscurecer y confundir. En relación con esto, es interesante remarcar un rasgo particular de Las uvas de la ira: los diálogos están plagados de coloquilismos propios de la clase trabajadora de Estados Unidos de principios del siglo XX. Aunque se necesita paciencia para descifrarlos, los diálogos que propone Steinbeck son clave para una descripción precisa de cómo los trabajadores migrantes hablaban e interactuaban entre sí; este registro no solo robustece el verosímil de la historia, sino que dota de frescura la narración e ilustra de una manera fidedigna la realidad de la clase trabajadora de aquella época.

Capítulo III

Resumen

Al costado del camino, una tortuga se arrastra, deslizando su caparazón sobre la hierba. El animal llega al terraplén de la carretera y, con gran esfuerzo, sube al asfalto. Cuando la tortuga intenta cruzar la carretera, casi es atropellada por un auto. Un camión se desvía para golpear a propósito a la tortuga, pero su rueda solo impacta el borde del caparazón y hace que el animal se salga de la carretera. La tortuga acaba dada vuelta, sobre su caparazón, pero finalmente se endereza.

Análisis

La tortuga es un símbolo de los trabajadores agrícolas cuyas historias y luchas se relatan en Las uvas de la ira. El animal avanza laboriosa y sumisamente, pero todo el tiempo se enfrenta a peligros y contratiempos. Significativamente, los peligros que se le plantean a la tortuga se asocian a la modernidad y los negocios: la intrusión de automóviles y la construcción de carreteras la ponen en peligro. El camión que golpea a esta criatura es un símbolo de los grandes negocios y el comercio. La familia Joad, que pronto se presentará en su totalidad, experimentará tribulaciones análogas a las de la tortuga a medida que los miembros de la familia avancen, deseando solo sobrevivir, pero siendo brutalmente dejados de lado por los intereses corporativos.

Capítulo IV

Resumen

Después de bajar del camión, Tom Joad comienza a caminar a casa. Ve la tortuga que apareció en el capítulo anterior y la recoge. Se detiene a la sombra de un árbol para descansar y encuentra a un hombre sentado allí que canta Jesus Is My Savior. El hombre, Jim Casy, tiene una contextura física larga y huesuda, y facciones afiladas. Casy, un expredicador, reconoce a Tom inmediatamente. Casy era un reverendo que "Solía aullar el nombre de Jesús hasta el cielo" (71), pero abandonó su llamado porque descubrió que demasiadas ideas pecaminosas parecían sensatas. Tom le dice a Casy que tomó la tortuga para su hermano pequeño, y Casy responde que nadie puede quedarse con una tortuga, porque eventualmente la tortuga se alejará sola. Casy afirma no tener un rumbo claro ahora; Tom le aconseja que dirija a la gente, incluso si no sabe adónde dirigirlos. Casy le dice a Tom que parte de la razón por la que dejó de predicar fue que con demasiada frecuencia sucumbía a la tentación y tenía relaciones sexuales con muchas de las chicas que salvaba. Finalmente, se dio cuenta de que, tal vez, lo que estaba haciendo no era pecado; quizás, según Casy, no hay realmente pecado o virtud, sino simplemente cosas que la gente hace.

Tom le cuenta a Casy por qué estaba en la cárcel: estaba en un baile, se emborrachó y se peleó con otro hombre. El hombre cortó a Tom con un cuchillo, y entonces Tom lo golpeó en la cabeza con una pala. Tom luego le informa a Casy que lo trataron relativamente bien en la prisión McAlester. Comió con regularidad, consiguió ropa limpia y pudo bañarse. Incluso afirma que otro preso rompió su libertad condicional para volver. Tom también relata un poco la historia familiar de los Joad y cuenta cómo su padre robó la casa familiar. Los antiguos residentes de la casa se habían mudado, por lo que el padre, el tío y el abuelo de Tom cortaron la casa en dos y se llevaron la mitad, aunque un hombre llamado Wink Manley se llevó la otra mitad. Muy pronto, Tom y Casy llegan a la cerca que delimita la propiedad de los Joad; aunque ellos no necesitaban una cerca, el hecho de tener una le dio a Padre Joad la sensación de que los cuarenta acres de la familia eran realmente cuarenta acres. Al llegar a la casa, Tom y Casy descubren que ha sucedido algo extraño. No hay nadie.

Análisis

Jim Casy es la voz moral de la novela y el personaje a través del cual se va a desarrollar ciertos aspectos de la religión. Casy es un ícono religioso, un filósofo y un profeta. Sus iniciales (J.C.) coinciden intencionalmente con las de Jesucristo, no solo para poner de relieve su faceta de mártir (que aparecerá hacia el final de la novela), sino también para poner énfasis en su profundo sentimiento religioso. En otro orden de cosas, es interesante remarcar que Casy adopta la interpretación de Steinbeck de la doctrina religiosa: evita los dogmas y las escrituras, incluso cualquier apariencia de un código moral estricto. En cambio, encuentra las reglas y regulaciones de las enseñanzas cristianas severamente restringidas y claramente inaplicables a situaciones reales. El caso más llamativo de esto es su historial de actividad sexual con las mujeres a las que convierte. Casy originalmente se sintió tremendamente culpable por sus acciones y preocupado por sus responsabilidades hacia las mujeres que estaba tratando de acercar a Dios, pero finalmente llegó a la conclusión de que "No existe el pecado y no existe la virtud. Sólo hay lo que la gente hace. Todo es parte de lo mismo" (76). El código moral de Casy se resiste a una definición sólida. Niega la existencia de la virtud o el vicio, encontrando que solo existe lo que las personas hacen, sin juicio de valor. Su conclusión final es que todos los hombres y mujeres son el Espíritu Santo, conectados por un alma común.

Steinbeck, por lo tanto, se enfoca en la gente común no solo políticamente (por ejemplo, jugando con el tema de la pobreza durante la Gran Depresión) sino también religiosamente. Casy rechaza la idea de Jesús como algo intangible: no conoce ni puede conocer a Jesús, pero sí conoce a la gente común y cree que son la representación de Dios. Incluso las historias de Tom demuestran una aversión por la estructura religiosa concreta. Se burla de la piadosa tarjeta de Navidad religiosa que le envió su abuela mientras estaba en prisión.

La descripción de Tom de la prisión demuestra la pobreza bajo la cual luchan él y su familia. Para Tom, el hecho de vivir en prisión, en última instancia, le aseguró cuatro años de vivir alimentado y cuidado. Ahora que se ha reincorporado a la sociedad, no tiene tales garantías. La historia de cómo la familia de Tom obtuvo su casa demuestra aún más la desesperación de su familia por establecer una propiedad y seguridad; se vieron obligados a quitarle literalmente su casa a otra persona. Sin embargo, Tom le cuenta todo esto a Casy en forma de anécdota humorística. La pobreza se ha arraigado tanto que todo lo que Tom puede hacer es aceptarla.

Capítulo V

Resumen

Este capítulo describe la llegada de los representantes del banco para desalojar a los agricultores. Algunos de los representantes son amables porque saben lo cruel que es su trabajo; algunos están enojados porque odian ser crueles; y otros simplemente son fríos, ya que su trabajo los ha endurecido. Estos hombres son en su mayoría peones de un sistema más grande y no tienen más remedio que obedecer. Por su parte, el sistema de arrendatarios se ha vuelto insostenible para los bancos, ya que un hombre en un tractor puede reemplazar eficientemente a una docena de familias. Los campesinos plantean la posibilidad de una insurrección armada, pero ¿contra qué lucharían? Serán asesinos si se quedan, luchando contra los objetivos equivocados: los mensajeros de los bancos no son, en última instancia, los que toman las decisiones.

Steinbeck describe la llegada de los tractores. Se arrastran por el suelo, cortando la tierra como cirujanos y ultrajando los campos como violadores. El conductor del tractor hace su trabajo por simple necesidad: tiene que dar de comer a sus hijos, aunque hacerlo sea a expensas de decenas de familias. Para resaltar la lógica cruel de toda la situación, Steinbeck dramatiza una conversación entre un camionero y un arrendatario desalojado. El granjero amenaza con matar al conductor, pero tal violencia no lograría nada. Vendrá otro conductor. Incluso si el granjero asesina al presidente del banco y a la junta directiva, el banco está controlado por personas del Este. No existe un objetivo concreto que pueda ser destruido de manera que impida los desalojos.

Análisis

Incluso más que la llegada del polvo, la llegada de los banqueros es el evento más temido y siniestro. Para Steinbeck, los bancos están completamente desprovistos de características humanas; son monstruosidades: "... esos bichos no respiran aire, no comen carne. Respiran beneficios, se alimentan de los intereses del dinero. Si no tienen esto mueren, igual que tú mueres sin aire, sin carne. Es triste pero es así. Sencillamente es así, respiran ganancias" (86). Steinbeck afirma explícitamente que un banco es inhumano y que el propietario del banco con cincuenta mil acres es un "monstruo". Un banco está hecho por hombres, pero es algo separado de las personas, una fuerza destructiva que persigue ganancias a corto plazo a costa de la tierra, destruyendo el paisaje a través de la producción de algodón, que drena los recursos del terreno.

Luego, el narrador describe el movimiento de los tractores sobre el suelo como indiscriminado y hostil. Los tractores se mueven arbitrariamente, cortando violentamente el suelo con sus cuchillas. Steinbeck primero equipara el arado con la cirugía, pero va más allá al compararlo con una violación: una intrusión fría y desapasionada en la tierra, y un evento desconectado de la emoción humana.

Para John Steinbeck, la conexión personal con la tierra determina la propiedad. Un hombre que no reside en su tierra ni camina sobre ella no puede poseerla; más bien, la propiedad domina al hombre, y este se convierte en siervo de la tierra.

En esta crítica a los bancos, el comportamiento de los empleados es, en gran medida, excusable. "El banco es algo más que hombres, créeme. Es el monstruo. Los hombres lo crearon, pero no lo pueden controlar" (88). Es como si los empleados del banco fueran rehenes, piezas controladas por las matemáticas de las operaciones bancarias y esclavos de la empresa que los ha atrapado. La situación que plantea el banco para los agricultores no les deja opciones. Estos no pueden defender la tierra porque estarían asesinando a hombres que no son genuinamente responsables del destino de esa tierra. Solo pueden irse. Los conductores de tractores enfrentan una situación similar. A pesar del sufrimiento de los agricultores, tienen que trabajar de alguna manera para alimentar a sus familias. No son responsables de lo que hacen, porque están controlados por fuerzas más grandes.

La conversación entre el agricultor arrendatario y el conductor del tractor ilustra el alcance del sistema corporativo de control (Ver sección "Citas y Análisis"). Si un agricultor intentara detener el banco, no podría hacerlo apuntando a un individuo o incluso a un pequeño grupo; ni siquiera si un campesino asesinara al presidente del banco, tal asesinato detendría el proceso de desalojos. La conclusión es que la gente está indefensa frente a los excesos que plantea el sistema capitalista.