La señora Dalloway

La señora Dalloway Resumen y Análisis Partes 4-5

Resumen

[Partes 4-5: desde “Acuérdate de mi fiesta (…)” (p.76) hasta “Nunca más volvió a verla”. (p.97)]

Peter repite en su cabeza la frase de Clarissa -“Recordá venir a mi fiesta”- cuando sale de su casa. Nunca le gustaron sus fiestas. No la culpa. Peter está enamorado, y feliz de estarlo. Clarissa ignora por completo mucho de lo que él vivió. Peter piensa que Clarissa se endureció con el tiempo, que el modo en que ella introdujo a Elizabeth fue poco sincero, y que Elizabeth también se dio cuenta de eso. Clarissa debió decir simplemente “Aquí está Elizabeth”. Peter se perturba pensando que se puso demasiado emocional cuando visitó a Clarissa y que, como siempre, le dijo todo. También le perturba recordar que Clarissa lo rechazó.

Las campanas de St. Margaret's resuenan en todo Londres y Peter asocia la elegante entrada de St. Margaret con la situación de Clarissa como anfitriona. La imagina entrando a una habitación, años atrás, y es arrastrado a la intimidad del recuerdo. Cuando las campanas dejan de sonar, le recuerdan a Peter que el corazón de Clarissa estuvo enfermo, y de pronto la imagina cayendo al suelo, muriendo. La imagen le impresiona, y de pronto recuerda que no es viejo aún, y que nunca le gustaron las personas como los Dalloway o los Whitbread. Él siempre fue un rebelde, un pionero, y la civilización necesita jóvenes como él lo fue en su momento.

Soldados en uniforme marchan cerca de Peter e, instintivamente, él los sigue. Pronto se da cuenta de que no puede mantener su ritmo. Peter se siente joven como no se sintió en años. En un momento pasa una joven mujer que lo atrae y Peter empieza a seguirla por la calle. Ella parece hablarle silenciosamente a su alma. La sigue hasta que ella desaparece al interior de un edificio.

Aún es demasiado temprano para su reunión con el abogado, así que camina a Regent’s Park para sentarse allí un rato. El día es hermoso, y Peter siente cierto orgullo por el aire cortés y logrado de Londres. Su familia angloindia administró los asuntos de la India por años y, aunque a él no le guste ni la India ni el imperio ni el ejército, Peter se siente orgulloso. La pompa es absurda pero admirable. A Peter lo siguen asaltando pensamientos del pasado, probablemente como resultado de haber visto a Clarissa. Piensa en una discusión que tuvo una vez con el padre de ella en Bourton. Busca un asiento apartado en el parque, pero se termina sentando al lado de una enfermera y un bebé dormido. Peter vuelve a pensar en Elizabeth, en su estilo particular, y en que probablemente no se lleva bien con su madre. Fumando un cigarrillo, decide que intentará hablar a solas con Elizabeth esa noche. Luego se sumerge en un sueño profundo.

En sus sueños, la grisácea enfermera que estaba a su lado aparece espectral, mezclada entre imágenes del cielo y los árboles. El narrador recuerda que incluso un ateo puede experimentar momentos de exultación. Mientras Peter sueña, el narrador revela la historia simbólica de un viajero solitario. Las visiones del viajero solitario entran en la mente de Peter, quien lo concibe como una figura al final del camino. El viajero solitario continúa y alcanza a una figura pseudo maternal. Se siente consolado, pero no sabe a quién agradecer o responder.

De pronto se despierta, gritando “La muerte del alma”. En su mente, estuvo soñando con una escena en Bourton, cuando estaba profundamente enamorado de Clarissa. La escena tuvo lugar años atrás. Ellos estaban discutiendo sobre una criada que se había casado con el vecino, un hacendador. Clarissa criticaba la impropiedad de la criada. Sally mencionó que la criada había dado a luz antes del matrimonio. Clarissa quedó enfurecida con cómo la hizo sentir el comentario e, incómodamente, abandonó la mesa. Luego Clarissa le habló a su perro (aunque en realidad el discurso se dirigía a Peter), intentando justificar su comportamiento. Peter permaneció en silencio y Clarissa salió, sola. En cuanto el día avanzó, Peter se fue poniendo cada vez más triste. Finalmente, llegó tarde a cenar. No miró a Clarissa apenas llegó, pero luego, cuando lo hizo, la vio hablando con un hombre. Ese hombre era Richard Dalloway y, de inmediato, Peter supo que Richard se casaría con ella.

Clarissa había pensado, al principio, que su nombre era Wickham, hasta que Dalloway la corrigió: “Mi nombre es Dalloway”. Sally entonces lo llamó para siempre “Mi nombre es Dalloway”. Peter notaba que entre Clarissa y Richard aumentaba la cercanía. Luego de la cena, Clarissa se acercó a Peter para presentarle a Richard. Peter le respondió que ella era la perfecta anfitriona y que sería una perfecta dama de sociedad. Ella volteó y se fue. Más tarde, los jóvenes decidieron ir a navegar bajo la luna, y dejaron a Peter allí solo. Clarissa volvió corriendo a buscarlo, y él de pronto se sintió feliz. Caminaron hablando y, cuando el bote llegó a la isla, se sentaron juntos en el pasto. Peter, de todos modos, de alguna manera sabía que Dalloway y Clarissa se estaban enamorando.

En los días que siguieron, Peter preguntaba o exigía cosas ridículas de Clarissa, alejándola de él. Finalmente, le envió una nota, a través de Sally, pidiéndole que se encontraran cerca de la fuente. Allí le exigió, repetidamente, que le dijera la verdad. Ella estaba inflexible. Al final, terminó diciendo entre lágrimas que la relación entre ellos estaba terminada. Esa noche, Peter se fue de Bourton y nunca volvió.


Análisis

Peter camina por Londres y pasea por Regent’s Park, tal como lo hizo Clarissa unas horas antes. Al diferencia de esta, Peter no repara en la belleza del día ni en el efecto de las campanas a un nivel espiritual y cósmico, ni aprecia la importancia efímera del momento inmediato. El esqueleto de la costumbre que tanto contiene a Clarissa no significa consuelo para él, sin ataduras ni suelo seguro que pisar. Para Peter, todo se relaciona con el pasado, un presente lejano en la India o la fantasía. Viaja a través de sus pensamientos y el tiempo se entremezcla con lo atemporal en la medida en que la memoria se confunde con imágenes del presente, deseos y fantasías.

Apenas sale de la casa de Clarissa, Peter es invadido por pensamientos negativos, de resentimiento. Por ejemplo, cree fervientemente que Clarissa presentó a Elizabeth de un modo incorrecto y piensa también que detesta sus fiestas. Clarissa domina los pensamientos de Peter en todo nivel: prácticamente cualquier cosa que observa lo dirige, también, a la figura de Clarissa en su mente. Las campanas de St. Margaret’s, por ejemplo, le hacen pensar en Clarissa como anfitriona de fiestas. Evidentemente, el narrador coloca aquí una alusión a los pensamientos de Clarissa en el apartado anterior acerca del comentario ácido de Peter sobre ella como la dama de sociedad perfecta. De algún modo, por lo tanto, las campanas trazan una línea simbólica alusiva al conflicto entre Peter y Clarissa.

Acto seguido, Peter de pronto recuerda el problema de corazón que azotó a Clarissa y se le viene la imagen de ella muriendo. Intenta deshacerse de la imagen, menos por Clarissa que por una proyección que desea hacer desaparecer: de inmediato intenta convencerse de que no es lo suficientemente viejo como para morir. La idea de la vejez lo conduce a escapar, huir hacia el concepto contrario: Peter se concentra en los jóvenes soldados y luego en una muchacha que pasa por la calle, ambos símbolos de juventud y vitalidad.

“De todos modos, el futuro de la civilización se encuentra en las manos de los jóvenes así, de los jóvenes que son como él treinta años atrás” (p.79). Peter se dice a sí mismo que, de joven, fue un rebelde, del tipo que Inglaterra necesita. De algún modo intenta racionalizar los sentimientos que lo invaden: siente una profunda emoción y orgullo por la ciudad a la que ha vuelto, aunque también le enorgullece la libertad que le permitió viajar: “¡Había escapado! Era infinitamente libre, cual ocurre al escapar de la costumbre, cuando la mente, como una llama sin resguardo, se inclina y se tuerce, y parece vaya a saltar de su lugar” (p. 81). Las olas de emociones fluyen al interior de Peter; le impresiona la civilidad londinense comparada con la cultura india en la cual estuvo viviendo: “había ciertos momentos en que la civilización, incluso esa clase de civilización, le era tan querida como si fuese una posesión personal” (p.85). Londres funciona como una metonimia de Clarissa y el tipo de sociedad que ella representa: aunque Peter quiera rebelarse, no puede evitar sentirse atraído y seducido por la sociedad -y por la mujer- que procura despreciar.

Gran parte del siguiente apartado tiene lugar en la memoria de Peter, por lo que permite al lector revivir el pasado de la relación entre él y Clarissa. De todos modos, el apartado abre con la interesante aparición de la figura del viajero solitario. Es este quizás el momento más abstracto de la novela: es lícito suponer que el viajero solitario es el mismo Peter, debido a que tienen en común el género másculino, la edad y cierta soledad inherente. El viajero solitario camina entre maderas hasta alcanzar la figura gigante, que irónicamente es una figura muy poco imponente: una vieja matrona o enfermera.

A través de la memoria de Peter, el apartado ofrece información sobre el pasado de este personaje, así como el de Clarissa y el de Richard. Muchas veces en la novela Clarissa es identificada por su frialdad, como si le faltara algo de calidez humana. “Esta era la faceta diabólica de Clarissa, esta frialdad, esta imperturbabilidad, algo muy profundo en ella (...): una impenetrabilidad” (p.92). En el recuerdo de Peter, Clarissa se incomoda enormemente por un comentario acerca de una mujer que se embarazó antes del matrimonio. Por supuesto que esa acción era juzgada incorrecta por el círculo social al que Clarissa pertenecía, pero a ella le afecta más que a nadie. Esa acción configura cierta complejidad en el personaje: Clarissa reprime su atracción hacia Sally y decide casarse con un hombre al que probablemente no desea, y quizás por la dificultad con que se presenta ante ella la sexualidad se ve profundamente incomodada por aquellos que pueden dar rienda suelta a su deseo a costa de ser desaprobados por la sociedad. La represión del verdadero deseo y, por lo tanto, la ausencia de impulso sexual en Clarissa aparece sugerida en el modo en que se relaciona con Richard, dándole un trato extremadamente maternal, sin rastros de pasión.

La rememoración también ilustra la sobreabundancia de emociones de Peter y el modo en que él se deja guiar por ellas. Se muestra como un personaje capaz, además, de discernir eventos futuros basándose solamente en sus instintos: así predice por ejemplo que Clarissa se casará con Richard, antes incluso de saber el nombre de este. Y en este momento el narrador accede, también, a otro recuerdo relevante de Peter: la escena de separación entre él y Clarissa. De cierto modo, en esta parte de la novela accedemos a los momentos más relevantes de ese pasado compartido, en especial a esa separación que signó a Clarissa y a Peter por el resto de sus vidas. La imaginería del agua aparece también en esta escena:;el rompimiento tiene lugar al costado de una fuente de la que emana agua sin cesar. El fluir de la vida se equipara entonces al fluir del agua en la fuente, metáfora de los cambios en la vida y del paso irrefrenable del tiempo.