Kim

Kim Resumen y Análisis Capítulo 10

Resumen

Este capítulo se inicia con un fragmento de la obra Gow’s Watch de Kipling. El parlamento elegido habla de un terzuelo joven al que hay que educar. Este tiene buenas condiciones para ser un gran ave, pero la voz que habla aconseja enseñarle el vuelo haciéndolo volar con un pájaro veterano.

Kim sigue los consejos de Lurgan y Mahbub, y ya no se le ocurre salir de la ciudad de Lucknow con ropa indígena. Durante las vacaciones, lleva adelante actividades ilegales que le significarían la expulsión de St. Xavier. En una oportunidad, por ejemplo, se hace pasar por mozo de cuadra en casa de un sargento de intendencia, y toma de su escritorio un cuadernito que, aparentemente, se ocupa solo de ventas de camellos y ganado, y lo copia íntegramente. Después pone el cuaderno en su lugar y abandona el trabajo sin esperar la paga. Tras ello, se encuentra con Mahbub y le entrega la copia del cuaderno. El afgano le dice que ese soldado es poca cosa, pero que con el tiempo se dedicarán a capturar al pez gordo. Asegura que gracias a la misión secreta de Kim, darán con una considerable cantidad de rifles nuevos que se dirigen hacia el norte.

En otro momento de las vacaciones, Kim pasa días con el sahib Lurgan, que le hace aprender de memoria capítulos enteros del Corán. También le enseña sobre medicinas indígenas y cómo administrarlas, sobre encantamientos, y sobre el cuidado del cuerpo.

Más adelante, Kim viaja por el desierto con Mahbub hacia la misteriosa ciudad de Bikanir. En esa ocasión, el coronel le ordena que haga un mapa de aquella extraña ciudad amurallada, lo cual lleva a Kim a tener que medir distancias con pasos y guiarse con una brújula. Además, Mahbub le dice que haga un informe donde describa todo lo que vio y pensó durante el viaje, como si se tratara de orientar con eso a un ejército liderado por el comandante en jefe. En este punto, el narrador señala que el mapa y el informe aún podían consultarse hace algunos pocos años, pero ahora ya deben ser ilegibles.

Al terminarlo, Kim traduce el informe a Mahbub, quien lo felicita regalándole un traje de gala que mandó a preparar para él. Además, le regala un revólver, le indica cómo guardarlo bien y le desea que algún día mate a un hombre con él. Kim está feliz y conmovido, pero aclara que si un sahib mata a un hombre el castigo es la horca. Mahbub dice que eso es cierto pero que al cruzar la frontera los hombres son más juiciosos. También agrega que está harto de que Kim deba perder sus mejores años en la madrasa para que le enseñen cosas que solo puede aprender en los caminos. Reniega de la necedad de los sahibs y espera que pronto Kim pueda liberarse de su yugo, puesto que cada vez hacen falta más hombres para el Juego.

Kim regresa al colegio. Unas semanas después, Creighton, Mahbub y Lurgan discuten sobre el destino del chico. Mahbub retoma la analogía entre Kim y un caballo, sugiriendo que ya es hora de aflojarle las riendas y dejarlo ir. Lurgan está de acuerdo y dice que Kim está desperdiciado; él ya lo habría utilizado hace tiempo, pues cuanto más joven, mejor. Agrega que, a pedido de Creighton, puso a prueba a Kim y es el único al que no logró hacerle ver cosas. Eso significa, dice Lurgan, que Kim tiene la fuerza suficiente para lograr que cualquiera haga lo que él quiere, y aquello fue hace tres años.

Creighton parece convencido, pero se lamenta de que no haya en ese momento trabajo topográfico para Kim. Mahbub insiste en que suelte al chico y lo deje viajar, y Lurgan interrumpe para decir que hay un asunto en el sur para el que Kim podría ser de gran utilidad. Ante ello, Creighton dice que E.23 ya lo tiene bajo control y esa es tarea para un hombre. El narrador agrega que ese asunto tiene que ver con una incendiaria correspondencia no autorizada entre la autoridad suprema, en las cuestiones relativas a la religión musulmana y a un joven príncipe a quien se han impuesto sanciones por secuestrar mujeres en territorio británico. Esa correspondencia los compromete a ambos. De hecho, ya se ha filtrado una de esas cartas, pero quien la obtuvo apareció muerto, tal como comunicó E.23.

Mahbub propone que dejen volver a Kim con su lama, por quien tanto cariño siente. Hace tres años que vienen siguiéndole la pista, e incluso el babu Hurri ha tenido trato con él. Creen que está completamente loco, pero es un hombre de paz. Lurgan interrumpe para decir que los babus también son personas extrañas y contar que Hurri en verdad quiere ser nombrado miembro de la Royal Society gracias a las notas etnológicas que redacta. La Royal Society es una sociedad científica, la más antigua del Imperio británico, cuyos estudios buscan imponerse a la adivinación y la brujería. Entonces Creighton confiesa que es él el que paga los gastos de viaje de Hurri, quien tiene una gran curiosidad por seguir y estudiar al lama de Kim. Para sus adentros, Creighton piensa que, si bien él jamás abandonaría su trabajo en el servicio etnológico de la India, comparte con Hurri la ambición de unirse a la prestigiosa Royal Society.

Los tres hombres terminan acordando que Kim vuelva a viajar durante seis meses con el lama y que Hurri se encargue de estudiarlos si quiere. Ante la preocupación del coronel, el sahib Lurgan asegura que Kim no dirá nada, primero porque no sabe nada importante y segundo porque sabe cuáles serían las consecuencias de ello. Acuerdan que el servicio secreto le pagará a Kim algo de dinero para manutención. Tanto Mahbub como Lurgan piensan con orgullo en el futuro promisorio de Kim: Mahbub en el dinero que cobrará cuando se dedique exclusivamente al Juego; Lurgan en el reconocimiento que recibirá por haber formado a un discípulo de esa categoría, tal como ya formó a E.23.

El director del St. Xavier es quien anuncia a Kim que partirá de la escuela. Le cuenta que, a su entender, el coronel Creighton le encontró un trabajo como ayudante de agrimensor, lo cual es una gran suerte para un chico de apenas dieciséis años. Luego, Kim se reencuentra con Mahbub y se entera de su verdadero destino, Tras ello, le agradece y promete darle como comisión por su libertad parte de su sueldo mensual.

Kim y Mahbub se dirigen a lo de Hunifa, una mujer ciega que despliega un ritual para preparar a Kim y protegerlo para la carretera. La mujer se sorprende de la alta resistencia de Kim a sus encantamientos. Recién cuando logra dejarlo sin conocimiento ejerce sobre él prácticas de nigromancia con demonios. Desde el balcón, el babu Hurri observa el ritual y describe lo que ve en su cuaderno de notas. La mujer va invocando a los demonios y obligándolos a apartarse de las acciones de Kim. Parte del ritual consiste también en oscurecer la piel de Kim, que luego de tantos años bajo techo se ha emblanquecido.

Luego del ritual, Mahbub le encarga a Hurri que lleve a Kim con el lama y se va. Al despertar de su desmayo, Kim conversa con el babu, quien le cuenta sobre el ritual y deja en evidencia su escepticismo, pero señala que Mahbub es supersticioso y quería protegerlo. Sin embargo, el babu hace hincapié en algo importante de esa ceremonia: en ella le hicieron entrega a Kim de un amuleto de plata, esmaltado en negro, que “nuestro departamento” (283) ha comprobado de gran eficacia. Hunifa hace esos amuletos solo para ellos —“nosotros” (283)— y Lurgan se encarga de introducir a todos una turquesa pequeña.

El babu le da entonces a Kim dos consejos valiosos en relación con el amuleto. En primer lugar, si alguna vez se encuentra en un gran aprieto, debe pronunciar la frase “Soy hijo del amuleto” (285). Eso le daría una segunda oportunidad, porque haría creer a sus atacantes que es miembro de una antigua sociedad, la de los Siete Hermanos. En segundo lugar, le da las claves para reconocer a uno de los suyos, un hombre de su departamento, y para llevar adelante con aquel asuntos oficiales aunque se trate de un completo extraño. Se trata de decir que alguien “va…buscando tankian” (ibid.), como se les dice a las turquesas. La clave secreta de la frase es justamente hacer una pausa entre esas palabras.

Por último, Hurri le dice a Kim que para poder entregarse de lleno al Juego, debe trabajar estos meses en desinglesarse. Asimismo, le dice que si en algún momento alguien lo llama para ayudar a un hijo del amuleto, debe acudir cuanto antes y tomárselo con absoluta seriedad. El babu se va, dejando a Kim en la estación de Lucknow.

Análisis

El epígrafe que abre el capítulo décimo corresponde a un fragmento de Gow’s Watch, una obra de teatro sin terminar de Kipling. El pasaje elegido de la obra habla de un terzuelo, un halcón joven que ha sido atrapado. La voz que habla se dirige a un superior y le aconseja educar al halcón para que aprenda a volar sin tanto peligro. Asegura que tiene condiciones para ser un buen ave —“Está en buenas condiciones, plumado a la perfección, habituado a los hombres, bien curtido” (261)—, pero es inexperto. Por eso, aconseja que se lo haga volar con un halcón veterano, para que le enseñe. Una vez más, el epígrafe elegido hace alusión al aprendizaje de Kim, que será objeto principal de este capítulo, en el que tres de sus mentores, Creighton, Mahbub y Lurgan, se reúnen para definir su destino por fuera de la madrasa. En el epígrafe, vuelve a hacerse alusión a Kim recurriendo a su metaforización como un animal, en este caso un pájaro.

El narrador comienza el capítulo contando que, durante sus vacaciones escolares, Kim trabaja para Mahbub haciendo actividades ilegales que St. Xavier repudiaría: “Si el estuche de pinturas para topografía que utilizaba para colorear los mapas en el colegio hubiera encontrado las palabras para contar sus actividades durante las vacaciones, tal vez le hubieran expulsado” (262). De esta manera, el narrador da cuenta de una oposición tematizada a lo largo de toda la novela: la que hay entre los saberes de Kim formales y los prácticos, que muchas veces pueden desviarse de la moral o de la legalidad. En este capítulo, Mahbub es quien reniega de la educación formal a la que es sometido y de la necedad de los sahibs que le enseñan. Frente a esos saberes formales, escolares, Mahbub defiende los saberes prácticos y el aprendizaje que da la experiencia vital: “Estoy cansado de esa madrasa donde un hombre pierde los mejores años de su vida para que le enseñen lo que solo puede aprender en los caminos” (267). Agrega, además, que hacen falta hombres para el “Juego” (ibid.). En este sentido, Mahbub le enseña a Kim durante sus vacaciones algunas misiones de espionaje, por ejemplo, hacerse pasar por mozo de un sargento con el fin de copiar los apuntes de su cuaderno. El afgano le asegura a Kim que gracias a esa misión secreta atraparán pronto a un pez gordo, un enemigo importante. También que en virtud de la información sensible que encontró Kim podrán interceptar una cantidad de rifles que viajan al norte.

Kim también es sometido durante sus vacaciones a tareas de topógrafo que le encarga Creighton, y que Mahbub supervisa. El narrador interviene para aclarar que el mapa y el informe topográfico que hizo Kim de la ciudad de Bikanir aún podía consultarse hace algunos pocos años, pero ahora, por el paso del tiempo, ya deben ser ilegibles. Una vez más, el narrador se aleja de los sucesos narrados y se sitúa en un presente de la escritura, dando cuenta de que aquellos sucesos pertenecen al pasado. Además, con esa alusión a los documentos que Kim confeccionó, el narrador les da una existencia real, no ficcional, y aporta verosimilitud a su relato, explicitando las fuentes de las que se vale para narrar esta historia:

El informe, escrito con la inconfundible letra cursiva de St. Xavier, y el mapa de color marrón, amarillo y rojo, aún podía verse hace unos pocos años (un funcionario negligente lo había archivado junto con las notas en borrador de la segunda expedición de E.23 al Sistán) (265).

Por su buen desempeño, Mahbub le regala a Kim un traje de gala y un revólver. Este obsequio conlleva una gran responsabilidad, con lo cual evidencia los avances en el aprendizaje de Kim y su crecimiento. Por eso, el revólver es símbolo de la madurez de Kim. Mahbub, que considera que Kim ya está listo para salir de la madrasa, hacia la vida real, le desea que algún día pueda matar a un hombre con esa arma. Ante ello, Kim dice que si un sahib mata a un hombre, será ahorcado luego de ser encarcelado; y Mahbub responde: “Es cierto: pero nada más cruzar la frontera los hombres son más juiciosos” (267). Esta respuesta tiene un gran sentido irónico, puesto que va en contra de las reglas conocidas y esperables: para Mahbub, es más juicioso el hombre que reconoce que puede asesinar a otro que aquel que repudia ese accionar. En este sentido, Mahbub se configura como un personaje con una legalidad particular, propia. De hecho, en varias oportunidades se lamenta de no poder resolver los asuntos desplegando la justicia por mano propia, pues sabe que el Gobierno está vigilando y repudiaría su accionar.

Una vez que Kim regresa al colegio, Mahbub, Creighton y Lurgan discuten sobre su destino. Mahbub vuelve a echar mano de la analogía del caballo para referirse al chico. Dice que ya está amaestrado, “acostumbrado al bocado y a ir al paso que se le indica”; si se lo sigue sometiendo a lecciones y adoctrinamiento, “perderá las buenas maneras”; y por eso, sugiere que “hay que aflojar las riendas y dejarlo ir. Lo necesitamos” (268). Creighton está en desacuerdo, teme porque cree que Kim es joven todavía. Sin embargo, el sahib Lurgan concuerda con el tratante de caballos, señala que Kim está listo y que cuanto más joven sea, mejor para el trabajo. Es por eso que confía sus joyas más importantes en un niño como el hindú. Al valor de la juventud, Lurgan suma la excepcionalidad de Kim: es el único que ha sabido zafarse de sus encantamientos, lo cual habla de su fuerza y su capacidad particular:

Lo probé de todas las maneras: es el único al que no he logrado hacer que vea cosas (...) Significa que tiene fuerza suficiente (aunque usted piense que no tiene importancia, coronel Creighton) para lograr que cualquiera haga lo que él quiere. Y eso fue hace tres años. Le he enseñado muchas cosas desde entonces, coronel (268).

A partir de lo que Lurgan sostiene, reconocemos que una de las cualidades que estos hombres buscan forjar en Kim es su capacidad para lograr que los demás hagan lo que él quiere. Esa habilidad para la manipulación es, en parte, lo que un buen jugador del “Gran Juego” debe portar para salir airoso de sus misiones.

Luego de intercambiar sus pareceres, los tres hombres acuerdan enviar a Kim seis meses de viaje con su lama, y consensúan un presupuesto que el servicio secreto destinará para mantener al chico. Así, se explicita por primera vez que Kim empieza a participar formalmente de ese servicio, ya no como un aprendiz, sino como un miembro que recibe una paga por sus funciones. En línea con este ingreso formal al servicio de espionaje, es significativo que el director del colegio St. Xavier desconoce el verdadero destino de su alumno. Al informarle a Kim de su partida del colegio, repite lo que Creighton le hizo creer para encubrir su verdadero destino: que será ayudante de agrimensor en el departamento de canales. El lector, que está al tanto de lo que le depara a Kim, reconoce que lo que el director asegura es una coartada armada por Creighton.

Además de enseñarle la importancia de los saberes prácticos y de una legalidad propia, Mahbub introduce a Kim en los rituales de nigromancia. El chico dice que no cree en esas cosas, pero acepta someterse a ellas porque es fiel a su amigo. Hunifa, una mujer ciega, lleva adelante con él ejercicios de nigromancia, invoca a demonios y los obliga a que se alejen de Kim. La mujer, al igual que Lurgan, reconoce con sorpresa la resistencia de Kim a los encantamientos. También se encarga de ennegrecer la piel de Kim, “dormir tanto tiempo bajo techo te ha blanqueado como una almendra” (277). Así, otra vez la cuestión de la raza y la piel cobra importancia en la novela: para pasar desapercibido en la carretera, Kim debe aparentar ser de piel oscura, olvidando su condición de sahib, blanco. Algo parecido le advierte el babu antes de despedirse de él, cuando le dice que, para ser exitoso en el Juego, debe intentar desinglesarse lo más posible, acercarse a su identidad asiática. Una vez más, la novela mezcla la cuestión de las razas y de las castas, y las presenta como cuestiones determinantes que definen a las personas.

En la escena del ritual de Hunifa queda materializada la oposición entre el mundo inglés y el mundo de la India. Mientras que, al interior de la habitación, la mujer despliega un ritual de nigromancia con la aprobación de Mahbub, afuera, desde el balcón, Hurri estudia la ceremonia como parte de su tarea etnográfica. La mujer, evidenciando la mirada extrañada del babu, le advierte: “No interrumpas estas nigromancias ventrílocuas, amigo mío —dijo en inglés—. Imagino que te resulta muy perturbador, pero ningún observador ilustrado tiene motivos para preocuparse tanto” (279). Por su parte, Hurri hace preguntas con mirada científica: “¿Estoy…, estoy en lo cierto al pensar que esta ceremonia no es en absoluto maligna en su operación? (...) ¿Cuál ha sido el último demonio hipotético mencionado?” (280). Así, al hablar de un demonio “hipotético”, Hurri deja en evidencia su escepticismo, pero no interrumpe su trabajo por ello. De este modo, si bien adscribe al lenguaje de la ciencia y se distancia del de la brujería, intenta comprender la lógica que hay en ese ritual. Busca traducir lo que observa a su propio lenguaje para poder describirlo y estudiarlo desde sus paradigmas.

Más tarde, Hurri busca complicidad de Kim, dando cuenta de su escepticismo y desconfianza en el ritual recién efectuado:

Ha hecho un encantamiento para protegerte contra todos los demonios y todos los peligros… invocando a sus demonios. Era lo que Mahbub quería. —Luego siguió en inglés—: Está muy anticuado, creo yo, puesto que da crédito a semejante superstición. No es más que ventriloquia (283).

En este pasaje, resulta significativo que Hurri hable primero en la lengua india al referirse al ritual, pero luego cambie de tono y use el inglés para rechazar la superstición de Mahbub. Así, el babu parece usar el inglés como lengua culta, aquella con la que despliega su mirada etnográfica.

En la ceremonia, Kim recibe un amuleto que distingue a los miembros del departamento, a los del servicio secreto: “Un amuleto de probada eficacia para los de nuestro departamento (...) Es nuestro. ¿Entiendes?” (283). Tras ello, Hurri le da las claves secretas para usarlo a su favor. Puede utilizarlo para defenderse, haciéndose pasar por un miembro de la sociedad de los Siete Hermanos, o bien puede usarlo para reconocerse con uno de los suyos, aunque se trate de un completo extraño.

El capítulo décimo es importante en la medida en que el aprendizaje de Kim llega a un estadio avanzado: ya aprendió todo lo que podía aprender en la madrasa y sus tutores lo devuelven a la carretera, para a emprender un viaje con el lama, donde podrá poner a prueba todos sus conocimientos, los formales y los prácticos. Como anticipó el epígrafe que abre el capítulo, Kim está ahora listo para emprender el vuelo, pero aún en compañía de un “pájaro” viejo que oficie de tutor y modelo.