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Ficciones Resumen y Análisis "El milagro secreto"

Resumen

La noche del 14 de marzo de 1939, el escritor checo Jarmoir Hladík sueña con dos familias que se disputan un juego de ajedrez desde tiempo inmemorial. Él forma parte de una de ellas y debe realizar la próxima jugada, pero se encuentra en el desierto, bajo la lluvia, corre y no puede recordar ni las piezas ni los movimientos del juego. Cuando despierta, deja de oir la tormenta, pero en cambio escucha la vanguardia del ejército nazi que entra en Praga.

El 19 de marzo Hladík es arrestado por las nuevas autoridades nazis en la ciudad y llevado ante uno de los jefes, Julius Rothe. Hladík es acusado por hebraísta. El apellido de su madre es Jaroslasvki, y las obras que el escritor ha publicado, como su estudio sobre Boehme, son consideradas judaizantes. Rothe, entonces, considera que un fusilamiento servirá como ejemplo a otros intelectuales, y condena a Hladík a morir el 29 de marzo por la mañana.

Esos 10 días que lo separan de su muerte son atroces. Hladík imagina el momento de la ejecución una y otra vez, con desesperación, con terror y, finalmente, con resignación. En la espera vuelve a pensar en una obra que quedará inconclusa: una pieza teatral en tres actos que ha llamado Los enemigos. Esto desalienta a Hladík, que mira su obra en retrospectiva y siente que sus tratados sobre el tiempo y la eternidad no son lo suficientemente buenos. La pieza de teatro, compuesta en verso, sería su posible redención.

En el primer acto, ya escrito, la obra centra la acción en la biblioteca del barón de Roemerstadt, a fines del siglo XIX. Dan las siete de la tarde cuando un hombre visita al barón y lo llena de halagos. Luego, una tras otra van llegando más personas, y el público comprende primero y luego el propio barón, que esos sujetos que lo halagan son en verdad sus enemigos y quieren perderlo. En los diálogos se menciona a la novia de Roemerstadt y a un tal Jaroslav Kubin, quien la importunó alguna vez con su amor y ahora, enloquecido, cree ser el barón de Roemerstadt. En el segundo acto, el barón debe matar a un conspirador. Al inicio del tercer acto las incoherencias crecen, aparecen en escena actores que ya no tenían participación en la trama, incluso el muerto. En el reloj dan las siete y se comprende que en verdad Roemerstadt es Kubin, y el drama es su delirio. La obra finaliza con las primeras palabras del primer acto, y el lector comprende que el delirio circular de Kubin es interminable.

Hladík desearía poder terminar su obra. La última noche antes de su muerte, le pide con fervor a Dios que le conceda un año más de vida; es todo el plazo que necesita para concluir su pieza. Esa noche sueña que se encuentra en una biblioteca, buscando la Letra secreta de Dios. Un escriba le dice que está en uno de aquellos 400.000 tomos, pero que nadie la ha hallado. Alguien llega y devuelve un Atlas; Hladík lo abre, apoya su dedo sobre una letra y una voz le indica que su plazo ha sido concedido.

Jarmoir Hladík despierta cuando los soldados vienen a buscarlo. Lo llevan a un patio interno, donde debe esperar unos quince minutos, porque todavía no son las nueve en punto. Al llegar la hora, cuatro soldados le apuntan al pecho y disparan. En ese momento, el mundo se detiene. Todos quedan congelados, pero Hladík puede pensar. Entonces comprende que Dios ha obrado un milagro secreto para él: el tiempo le ha sido concedido. Sin embargo, no podrá hacer nada más que construir la obra en su cabeza.

Hladík recupera, verso a verso, todo el acto primero, e imagina el resto. Paralizado en el patio, el tiempo solo transcurre en su mente. Cuando construye el último hexámetro y contempla su obra, siente el estruendo de los fusiles y las balas que le entran en el cuerpo. Jarmoir Hladík muere el 29 de marzo a las 9.02 de la mañana.

Análisis

“El milagro secreto” es un relato fantástico cuyo argumento puede resumirse con simpleza: un hombre condenado a muerte le pide a Dios una extensión de su vida por un año para poder completar una obra de teatro que estaba escribiendo. Dios se lo concede y detiene el tiempo justo en el momento de la ejecución. El personaje, Jarmoir Hladík, puede entonces completar, mentalmente, su obra. Cuando termina, el tiempo recupera su curso y el condenado muere fusilado. Sin embargo, la simpleza del argumento se ve enriquecida por una serie de símbolos y especulaciones filosóficas que conforman el tema del relato.

Tal como indica Mario Goloboff, puede leerse la construcción narrativa de “El milagro secreto” como un contrapunto constante de ideas en tensión que se organizan bajo la figura del oxímoron. En su relato “El Zahir”, Borges define al oxímoron de la siguiente manera: “En la figura que se llama oxímoron, se aplica a una palabra un epíteto que parece contradecirla; así los gnósticos hablaron de luz oscura; los alquimistas, de un sol negro” (p. 590, Obras Completas, tomo 1). En “El milagro secreto” existen aparentes contradicciones que estructuran el relato.

El cuento comienza ya con una cita del Alcorán que es, en su postulado, un oxímoron: “Y Dios lo hizo morir durante cien años y luego lo animó y le dijo: -¿Cuánto tiempo has estado aquí? –Un día o parte de un día –Respondió. (P. 173). La noche del 14 de marzo Hladík sueña con un largo juego de ajedrez al que le faltan las piezas y el tablero. En el sueño, corre por las arenas de un “desierto lluvioso”, para llegar a intervenir en ese juego del que no recuerda “las figuras ni las leyes” (p. 174). Tras el ingreso de las tropas nazis a Praga, Julius Rothe lo condena porque ha leído su nombre en un catálogo que exalta su nombre. Mientras espera, Hladík imagina las formas posibles de su muerte “con verdadero temor (quizás con verdadero coraje)” (p. 175) y se aferra a cada día que puede vivir antes del 29 de marzo, día de la ejecución. Así, piensa y se considera inmortal mientras no se cumpla su plazo. Sin embargo, mientras espera, por momentos anhela esa descarga definitiva; desea lo indeseable.

Hladík había comenzado a componer un drama en verso, Los enemigos, al que define como una tragicomedia de errores. También ha escrito un ensayo, “Vindicación de la eternindad”. En el segundo volumen de dicha obra, “arguye que no es infinita la cifra de las posibles experiencias del hombre y que basta una sola repetición para demostrar que el tiempo es una falacia” (p. 177). Sin embargo, el mismo Hladík piensa que los argumentos que utiliza para probar que el tiempo es una falacia son realmente falaces (lo que marca otro oxímoron; el de argumentos falaces), y observa su obra con desdén. Cuando está desesperado por la proximidad de su muerte, le pide a Dios que le otorgue un año más de vida, lo que contradice su propia idea del tiempo como falacia.

A estas se suman otras contradicciones del sueño final de Hladík: el condenado busca a Dios en su sueño; se halla en una biblioteca atendida por un bibliotecario ciego y encuentra la letra de Dios en un Atlas que es juzgado por la persona que lo entrega como inútil. “Bruscamente seguro” (p. 180), Hladík toca una letra mínima en la que está Dios. Todas estas contradicciones se entrelazan para formar un relato a base de un enorme contraste que es, en sí mismo, una “tragicomedia de errores”, tal como Hladík llama a su pieza teatral.

El ajedrez del sueño de Hladík se desarrolla desde un tiempo ancestral, ya olvidado; de la misma manera, en su obra, el delirio cíclico de Kubin es interminable y no se puede trazar su inicio. Luego, y más importante, otro contraste se establece entre la obra de teatro y la realidad de Hladík: en “Los enemigos” hay una conjura, una conspiración, para perder al personaje principal; de la misma manera, la denuncia de su nombre y la sentencia de Rothe son una conjura contra la vida del escritor. En el tercer acto de la obra, el tiempo está detenido y el reloj vuelve a dar las siete. De la misma forma, el tiempo de Hladík se detiene antes de su muerte y le otorga el plazo necesario para terminar su obra. El tiempo no transcurre en ninguno de los dos casos, y esta falta de transcurso es delirio para el personaje de teatro, y parece un principio ser locura para Hladík, quien piensa “estoy loco” (p. 182). Luego, cuando comprende que se le ha concedido el plazo, la contradicción se presenta en su objetivo final: justificar su vida –y justificar a Dios –mediante la creación de una obra que solo va a existir en su mente y que desaparecerá en el momento en el que el tiempo vuelva a su curso.

A todas estas contradicciones aparentes que se dan en el ámbito de los sueños y de la creación literaria se contrapone la realidad cruda y abrumadora que no presenta ningún contraste, ninguna contradicción: el destino de Hladík (y el de todos los hombres, que es la muerte) no es espantoso por ser irreal, sino todo lo contrario: es espantoso porque es irreversible.