El niño africano

El niño africano Símbolos, Alegoría y Motivos

La serpiente negra (Símbolo)

La serpiente negra y brillante que se aparece junto al padre de Laye, especialmente en torno a la herrería, simboliza la presencia de un genio protector del hombre. Así, la presentación literaria de este animal en la novela también representa las creencias mágicas y lo sobrenatural en la visión cultural del autor. En los primeros capítulos se relata que esta serpiente en particular no debe ser atacada (mientras que es recomendable matar a cualquier otra para evitar ser mordido) precisamente porque se trata de un espíritu bueno. La serpiente visita al padre en la vigilia y también en los sueños, anticipándole eventos futuros para que el hombre pueda estar bien preparado a la hora de encarar los trabajos de herrería y cualquier otro desafío.

La ropa de colegial de Laye (Símbolo)

Las ropas que el protagonista suele vestir en Kouroussa simbolizan que es un niño de ciudad. Por eso, cuando llega a Tindican y se encuentra con sus amigos, que crecen en el campo, estos admiran las vestimentas que trae puestas. Al mismo tiempo, Laye se siente fascinado por las prendas frescas e informales de los amigos, ya que les permiten jugar con más libertad: "Mis pequeños camaradas me miraban con sus ojos ávidos cuando me ponía mi camisa de color caqui, un pantalón corto del mismo color y sandalias (...). Yo, sin embargo, envidiaba su pantalón corto que les daba mayor libertad. Esa ropa de ciudad, que había que tener siempre limpia, era muy molesta: se ensuciaba y se rompía" (41).

El cocodrilo (Símbolo)

El cocodrilo representa el tótem de la madre de Laye y de sus antepasados. Un tótem es un animal con significados simbólicos y espirituales que una persona adopta como emblema y protección. A través de este elemento, la narración retoma las creencias y tradiciones espirituales propias de la cultura del protagonista, enfatizando una fuerte conexión entre las personas y los elementos de la naturaleza, en este caso, los animales. Laye asegura que su madre tiene diversos dones y poderes sobrenaturales. Uno de ellos tiene que ver con la posibilidad de adentrarse en los ríos, incluso cuando están crecidos, sin ser atacada por los cocodrilos, justamente porque su tótem es uno de estos animales.

El cuaderno y el bolígrafo (Símbolo)

Cuando tiene lugar la ceremonia de circuncisión de Laye, la segunda esposa de su padre (a quien considera como su segunda madre) le entrega como presente un cuaderno y un bolígrafo. Tal como explica el protagonista, los regalos que reciben los jóvenes recién circuncidados simbolizan el oficio que estos chicos realizarán como adultos. Si bien el chico entiende que es un regalo generoso, y que las intenciones de su familia son muy buenas, se angustia al recibirlo, porque se da cuenta de que no está destinado a ser herrero o agricultor, como sus parientes y antepasados, sino que se espera que tenga un futuro considerado más noble: "el cuaderno y el bolígrafo eran las insignias de una ocupación que, a sus ojos, eran superiores a las de agricultor o artesano" (105).

La circuncisión (Símbolo)

En esta novela, la circuncisión funciona como símbolo del pasaje de la niñez a la vida adulta. Esto se debe al valor ceremonial de la circuncisión como rito de pasaje, es decir, como una práctica cultural que marca la transición de una etapa de la vida a otra, en el seno de la comunidad malinké-musulmana donde crece el protagonista. En su cultura, los niños no son circuncidados al nacer, sino al alcanzar la pubertad. El ritual comienza con danzas practicadas en público por los muchachos, quienes, a su vez, deben vestir unas túnicas especiales llamadas boubou, propias de los varones adultos de la comunidad. Luego marchan juntos hacia un lugar especial de los bosques, y allí son operados uno atrás del otro por el mismo hombre, que tiene funciones sagradas: es un sabio del pueblo. Parte de la prueba es mostrarse fuertes y valientes, a pesar del miedo y el dolor involucrados en el proceso. A medida que tienen lugar los preparativos, y durante el período de convalecencia, los chicos aprenden muchos valores y responsabilidades que deberán poner en práctica ahora que se convierten en hombres. Significativamente, al regresar a la vivienda de su familia como un hombre, Laye deja de vivir con su madre y empieza a habitar su propia cabaña.