El árbol de la ciencia

El árbol de la ciencia Resumen y Análisis . Séptima parte: La experiencia del hijo

Resumen

Capítulo 1: El derecho a la prole

Unos días después de haber declarado su amor a Lulú, Andrés Hurtado se presenta en la casa de su tío, el doctor Iturrioz. Finge que necesita un consejo para darle a un amigo joven, artrítico y nervioso que está de novio con una antigua amiga, débil e histérica. Ante la pregunta sobre si este joven debería casarse, Iturrioz dice que no porque ambos están enfermos y porque pueden traer hijos enfermos al mundo. Andrés le dice que no debe ser necesariamente así, que también pueden tener hijos sanos y fuertes. Iturrioz dice que sí, pero que no está garantizado. Por esto, Andrés sale algo aturdido de la casa de su tío. Por la tarde, le escribe una carta confesándole que el artrítico que se va a casar es él.

Capítulo 2: La vida nueva

Para conformar a Leonarda, Andrés y Lulú se casan por iglesia. Lulú le pide a Iturrioz que encuentre un nuevo empleo para Andrés para que cambie su humor, y este le consigue empleo como traductor de artículos y libros para una revista médica.

La pareja se muda a una casa cercana a la tienda, compran muebles sencillos con el dinero que le presta Iturrioz y disponen las habitaciones según un plan higienista de Andrés. Él no permite que Leonarda se mude con ellos y contratan como criada a Venancia, la antigua amiga de Lulú. El nuevo trabajo le sienta bien a Andrés, que está entusiasmado con ello; le ofrecen incluso que escriba textos originales con datos de investigadores extranjeros. También está contento con su vida marital: le agrada su esposa. Le dice a Lulú que no es necesario que ella trabaje, pero ella no quiere abandonar su tienda. Es un hombre feliz, pero teme, debido a su usual pesimismo, que eso no dure mucho tiempo.

Capítulo 3: En paz

Los meses pasan y el matrimonio continúa viviendo en armonía. Andrés parece estar preparándose para "ese estado de perfección y de equilibro intelectual que los epicúreos y los estoicos griegos llamaron ataraxia, el paraíso del que no cree" (296). En su trabajo tiene éxito y ahora le piden escritos originales en todos los números de la publicación. Le entrega todo el dinero ganado a su esposa para que lo administre. Desde el casamiento, ella tiene mejor aspecto.

En ese contexto, ella le propone tener un hijo, pero él no quiere oír sobre ese tema, que le produce gran inquietud. Al pensar sobre el futuro, siente como si hubiera una ventana sobre un abismo que se entreabre. Al cumplir un año de casados, Lulú se enferma en reiteradas oportunidades y cobra un ánimo melancólico y preocupado. Una noche, le confiesa a su esposo que está así porque Andrés no quiere tener un hijo con ella. Finalmente, ante los llantos desconsolados de Lulú, Andrés acepta. En ese momento, termina su serenidad.

Dos meses más tarde, Lulú le comunica que está embarazada. Andrés comienza a vivir una angustia continua. Otra vez siente el acecho de esa ventana abierta. Ella, por su parte, comienza a estar más nerviosa y celosa. Leonarda comienza a frecuentar la casa y, como no quiere a Andrés, habla en contra suyo. Andrés no pasa buenos días, está muy nervioso y comienza a tomar morfina para poder dormir.

Capítulo 4: Tenía algo de precursor

El vientre de Lulú es excesivamente grande cuando el embarazo llega a término; tanto que incluso bromea con la posibilidad de un parto múltiple. El médico le aconseja que camine por la habitación y así lo hace durante el día, pero a la noche ya no tiene fuerzas. Andrés comienza a sospechar que algo no está bien. Ella está dolorida y dice que lo único que le importa es que el bebé esté bien, pero una corazonada que le dice que no.

El parto se complica y el médico debe utilizar fórceps porque el cordón umbilical está comprimido. El niño nace muerto y la situación de Lulú también es muy grave. El médico intenta provocar la expulsión de la placenta y debe sacarla con la mano. Lulú sufre una hemorragia grande y muere tres días después en un estado de gran depresión.

Andrés sale del cuarto extenuado, se inyecta morfina y se duerme profundamente. A la medianoche, al despertar, se acerca al cadáver de su esposa y besa su frente varias veces. En ese momento escucha que en otro cuarto conversan Iturrioz, el médico y una tercera voz desconocida: dicen que esos reconocimientos continuos que se hacen en los partos son perjudiciales, que, tal vez, en el campo y sin asistencia, se hubiera salvado. Por la mañana, a la hora del entierro, Iturrioz y el médico encuentran a Andrés muerto. Sobre su mesilla de noche hay un frasco de Duquesnel. Se ha suicidado.

Análisis

Esta es la última parte de la novela y está constituida solamente por cuatro capítulos. Es, por lo tanto, la más breve y termina de forma abrupta. Comienza con un capítulo construido como un diálogo filosófico entre Iturrioz y su sobrino. A partir del segundo capítulo, se inicia la vida de casados de los protagonistas.

En esta nueva etapa, Andrés tiene un nuevo empleo que por primera vez lo satisface. Se trata de la traducción de textos científicos. Luego, cuando lo ascienden, elabora textos propios a partir de fuentes del exterior. Si bien al protagonista le gustan estas tareas, no se puede obviar aquí una crítica al sistema científico español. Lo que se denuncia es que no hay desarrollo de la ciencia local, ya que traduce textos de afuera y escribe con fuentes extranjeras. La novela, en esta última parte, vuelve a criticar este aspecto de la España finisecular.

La vida de la pareja marcha bien durante el matrimonio y Andrés recibe los cambios con actitud favorable. Sin embargo, la posibilidad de un peligro siempre latente y cercano se le presenta como una amenaza bajo la forma de una imagen mental que lo agobia: una ventana abierta a un abismo. Esto ilustra el vértigo que siente el protagonista.

Con el correr de los meses, la paz se asienta. Andrés está muy conforme con su vida y su estado de lucidez. Siente que su cuerpo está dispuesto para la "ataraxia, el paraíso del que no cree" (296). La filosofía de Schopenhauer se presenta aquí como una verdadera posibilidad.

Con respecto a la teoría del amor elucubrada por Andrés anteriormente, se puede decir que aquí se pone en práctica explícitamente, aun sin que él pueda evitarlo. Cuando comenta su teoría en capítulos previos, él postula que el amor es una suerte de velo o un engaño, que produce que los enamorados perciban deformados a sus amantes, distintos y mejores de lo que son: más bellos, más fuertes, más atractivos. A esto, que convierte al otro en un objeto de deseo, lo llama instinto fetichista y es una de las dos partes necesarias para que se produzca el amor.

Cuando Andrés y Lulú se casan y se acomodan a su gusto en la casa matrimonial, las cosas comienzan a mejorar. El primer síntoma de que Andrés está cambiando y mejorando cualitativamente la mirada hacia su esposa se evidencia en la siguiente frase: "Andrés estaba cada vez más encantado de su mujer, de su vida y de su casa. Ahora le asombraba cómo no había notado antes aquellas condiciones de arreglo, de orden y de economía de Lulú" (292). Es decir que antes esto no le parecía algo notable en ella, pero ahora sí. La admiración de características nuevas de la esposa se reitera cuando pasean juntos: "Lulú le producía a Andrés grandes sorpresas; jamás hubiera supuesto que aquella muchacha, tan atrevida al parecer, fuera íntimamente de una timidez tan completa" (294).

Lulú, por su parte, también magnifica la figura de su marido: "Lulú tenía una idea absurda de su marido, lo consideraba un portento" (294). Una noche, al volver de un paseo, la pareja pasa por una situación peligrosa. Cuando él le pregunta si ha tenido miedo, ella le dice que no porque está acompañada por él: "Qué espejismo —pensó él—; mi mujer cree que soy un Hércules" (295).

La teoría del amor de Hurtado se completa cuando el instinto fetichista confluye con el instinto sexual, y la pareja aplica el instinto de supervivencia de la especie al buscar la reproducción. Para Andrés, además, la idea principal de cualquier mujer es tener un hijo. Por su parte, él está negado a la posibilidad de tener descendencia. En cambio, Lulú le comenta, de forma natural, que no puede dejar su empleo porque debe ahorrar por si tienen un hijo. Luego, ella implora por el hijo y él, a su pesar, accede.

Cabe señalar los motivos por los que Andrés se niega a tener un hijo, algo que nos remonta al primer capítulo de esta parte, la conversación que tiene con Iturrioz. El tío, una vez más, despliega su teoría del determinismo genético. Esta teoría está en desuso en la actualidad, pero se encontraba ampliamente difundida en el siglo XIX y principios del siglo XX. Iturrioz lo alerta sobre el peligro de que dos personas enfermas tengan un hijo, y le dice que hay probabilidades de que su hijo también lo esté. Estos planteos están relacionados con teorías eugenésicas que intentan buscar la perfección de la especie, y que también han sido problematizadas y acusadas por su inmoralidad y discriminación.

Ante las demandas de su esposa, Andrés recuerda los planteos de su tío y se angustia. Otra vez se convierte en víctima del conocimiento. Así, cuando Lulú le manifiesta su deseo, él intenta oponerse, pero finalmente el instinto prevalece y accede. A partir de este momento, esa imagen mental de una ventana al abismo, se abre de par en par para representar el estado de angustia del hombre. Andrés cree percibir que se produce un cambio en Lulú por haber seguido los instintos biológicos: "La naturaleza recobraba sus derechos" (299). Sin poder controlar la angustia, comienza a drogarse para anular sus sentidos, ya que no quiere sentir más dolor existencial.

El final de la novela se precipita de forma atroz: las tres muertes se desencadenan una detrás de otra. Los augurios de Iturrioz parecen cumplirse. Andrés, que no puede soportar más dolor ni seguir preguntándose por el sentido de los sucesos que no tienen explicación, se quita la vida. Como una ironía trágica, lo hace con un producto farmacéutico, creado en el seno de la ciencia. Termina siendo, como anuncia la alegoría bíblica, el fruto de la ciencia el que acaba con su vida.

La razón por la que el protagonista de la novela decide optar por el suicidio no se explica y la crítica no ha llegado en este punto a muchas coincidencias, aunque sí se pueden trazar algunas hipótesis. Una de ellas puede estar relacionada con la idea de encontrarse, después del matrimonio feliz, otra vez solo y sin planes en la vida. Otra, con lo que Andrés escucha antes de envenenarse: una duda sobre la atención médica recibida por la paciente. Esto podría despertar en su mente más pensamientos y culpas: tal vez en la ciencia se halle la razón de la muerte de Lulú y del niño, algo que haría de él, un ferviente defensor de la misma, un cómplice. Otra explicación puede estar vinculada con los misterios que no puede resolver. Quizás, su decisión se relacione con una idea ya trabajada en la novela, en la parte central, donde se discuten asuntos filosóficos. Allí, al comentar la teoría kantiana, Andrés sostiene que hay una teoría que lo consuela al pensar en la muerte: "Acabado nuestro cerebro, se acabó el mundo. Ya no sigue el tiempo, ya no sigue el espacio, ya no hay encadenamiento de causas. Se acabó la comedia, pero definitivamente" (169). Muerto él mismo, la ilusión de su dolor, siguiendo estos planteamientos, moriría también.

Las últimas palabras referidas al personaje son las que pronuncia el médico que está con Iturrioz: "Pero había en él algo de precursor" (303). De esta manera, la novela concluye señalando cierto carácter de excepcionalidad en el personaje, lo cual explica también su inadecuación en el contexto de la España finisecular que tanto el autor como la generación del 98 critican.