El árbol de la ciencia

El árbol de la ciencia Metáforas y Símiles

"Los chicos se agrupaban delante de aquella puerta como el público a la entrada de un teatro" (36) (Símil)

En esta frase se compara la forma en la que se disponen los jóvenes estudiantes de Medicina ante la puerta de la clase el primer día de universidad con la forma en la que se amontona el público que asiste al teatro para disfrutar un buen momento viendo una obra. La analogía entre estas dos situaciones da cuenta de una gran cantidad de estudiantes y, además, muestra lo expectantes y entusiasmados que están ante la situación de dar inicio a su carrera universitaria.

Este símil se refuerza a través de la reiteración de la idea de la clase como espectáculo teatral y la del estudiantado como público en dos oportunidades más en el mismo capítulo. En el momento de la apertura de la puerta: "Abrieron la clase, y los estudiantes, apresurándose y apretándose como si fueran a ver un espectáculo entretenido, comenzaron a pasar" (36). Luego, en el momento en el que los estudiantes se disponen en sus asientos, se designa al lugar como el gallinero del teatro, es decir, el sector de localidades económicas y elevadas de una sala de espectáculos: "Desde el suelo hasta cerca del techo se levantaba una gradería de madera muy empinada con una escalera central, lo que daba a la clase el aspecto del gallinero de un teatro" (37).

"Letamendi era un genio; uno de esos hombres águilas que se adelantan a su tiempo" (69-70) (Metáfora)

Aquí, se utiliza la expresión metafórica "hombre águila" para referirse al personaje de Letamendi, uno de los profesores de Andrés en la universidad. Se trata de un hombre respetado en la comunidad científica y a quien el protagonista admira. Que se lo mencione como un águila se debe a que estaría por encima del común de los humanos, como un águila que vuela alto. Además, esta especie se caracteriza por su agudeza visual, lo cual presenta al personaje como si tuviera la capacidad de ver el mundo y lo que lo rodea mejor que la media.

Esta caracterización, sin embargo, no acompaña a este sujeto durante toda la obra, dado que, prontamente, Andrés se decepciona de las ideas estudiadas y cambia el foco de sus lecturas.

"Doña Pitusa era una viejezuela pequeña, de nariz corva, ojos muy vivos y boca de sumidero" (125) (Metáfora)

En esta descripción, asistimos a una caricaturización del personaje en la que se destacan algunos rasgos de forma exagerada. Para describir la boca de la anciana y dar cuenta de su estado desdentado, se utiliza una metáfora en la que sus labios quedan igualados a la boca de un sumidero, es decir, a la entrada de un desagüe. De esta forma, se crea una imagen del rostro de la mujer como si tuviera, por boca, un agujero profundo y oscuro. Un sumidero es el sitio por el que se sumergen las aguas de lluvia o residuales y la boca del sumidero es su orificio en la superficie.

"Estos tres mirlos blancos del comisionismo eran muy anticlericales" (196) (Metáfora)

El mirlo es el nombre que recibe una especie de ave de color negro o amarronado. La expresión "mirlo blanco" es una metáfora que hace referencia a algo excepcional o que posee un valor extraordinario, dado que es muy extraño encontrar un pájaro mirlo de ese color. En este caso, el narrador se refiere a tres viajantes de comercio que están sentados en una mesa en una fonda de Alcolea. Estos personajes, a los que se les atribuye una postura anticlerical, son catalogados como personas raras y esto se relaciona con que no cumplen con el estereotipo de la región de la que provienen: "El catalán no era tan petulante como la generalidad de sus paisanos de mismo oficio; el riojano no se las echaba de franco ni de bruto, y el andaluz no pretendía ser gracioso" (196).

"Yo era allí una bacteridia colocada en un caldo saturado de ácido fénico" (248) (Metáfora)

Esta metáfora, vinculada con el lenguaje médico, es utilizada por Andrés para explicarle a su tío cómo se siente en su estancia en Alcolea: irritado e impotente en un sitio que le resulta incompatible con su forma de vida. Dice que se siente como si fuera una bacteridia, es decir, un tipo de bacteria propia de ciertas enfermedades malignas como el carbunco o ántrax; colocado en un sitio hostil para las bacterias, como lo es una solución de ácido fénico, es decir, en una sustancia que, durante el siglo XIX tiene gran importancia en el ámbito de la cirugía, dado que es utilizada como antiséptico y para el tratamiento de heridas.