Cuentos y crónicas

Cuentos y crónicas Resumen y Análisis "París nocturno"

Resumen

El narrador describe París, las personas que lo habitan y las diferentes culturas que convergen. Menciona sus lugares característicos, como el Morne Sena, Notre Dame, los cafés, las cervecerías, la taberna del panteón, los teatros elegantes, los cabarets, entre otros. Destaca situaciones banales y desvinculadas entre sí que acontecen en la noche parisina. París es renombrado como el paraíso de las delicias amorosas y de los goces de toda suerte. Lo describe como el lugar perfecto para los amantes del jolgorio y de la fiesta. Sospecha que algo especial circula en París, algo que transforma aquel lugar en un deleite, a pesar de que conviva con el crimen. En París, explica, también se encuentra el vicio triste, el amor sórdido y la miseria. Una noche de placer puede terminar en robo, pero quienes visitan París por su noche no se preocupan por eso.

Análisis

Como ya hemos mencionado en secciones anteriores, los intelectuales y artistas modernistas buscaban, como muchos críticos lo señalan, una mundialización de la cultura, es decir, la expresión artística y cultural de un proceso de globalización de las sociedades que comenzaba a gestarse como consecuencia de la industrialización y los avances tecnológicos que permitían una mayor conexión entre ciudades, países y continentes. Además, este proceso social generó una concepción del mundo y un universo simbólico que los artistas intentan plasmar en sus obras. Para comprender el concepto de mundialización de la cultura que se observa en las crónicas de Rubén Darío, los críticos recurren a la noción de transversalidad: la representación de una cultura-mundo, una cultura nacional y una cultura local no se da, en los modernistas, dentro de una jerarquía rígida, sino que se plantean como dimensiones que interactúan entre sí en un mismo nivel. Esto elimina cualquier oposición entre las nociones de cultura local, nacional y mundial, y las une de forma sincrética en la experiencia subjetiva del artista cosmopolita. Así, tanto lo mundial como lo local constituyen vivencias que los autores intentan plasmar y universalizar en sus textos. En la sección "visiones pasadas" hemos analizado cómo el poeta se interesa por la representación de la vida provinciana y del color local de diferentes pueblos y culturas. En "París nocturno", por el contrario, Darío reflexiona en torno a la vida cosmopolita y a la imagen de París como capital de la modernidad.

Esta crónica resulta verdaderamente interesante por la ambivalencia con la que Darío presenta a la ciudad de París. Muchos críticos han estudiado las crónicas que el poeta nicaragüense le dedica a esta ciudad como representación de la ciudad universal por antonomasia. Sin embargo, en dichos textos, Darío destaca la imagen positiva de París. En esta crónica, por el contrario, la noche parisina comienza por deslumbrar al narrador hasta que, poco a poco, va revelando todas sus miserias y sus rincones más sórdidos.

Al inicio de la crónica, se describe la luminosidad de París por la noche de la siguiente manera: “Los anuncios luminosos, a la yanki, brillan fija o intermitentemente en los edificios, y los tzíganos rojos comienzan en los cafés y restaurantes, sus valses, sus kake-wals, sus zardas, y su hoy indispensable tango argentino” (p. 153). Estas imágenes son sucedidas por la descripción de la vida nocturna, de la que el autor destaca su cosmopolitismo:

Un pintoresco río humano va por las aceras (...). [Son] todos los tipos y todas las razas: los yankis importantes e imponentes, glabros y duros; los levantinos, los turcos y los griegos, parecidos a algunos sudamericanos; los chinos, los japoneses, y los filipinos, con quienes se confunde por el rostro de Asia; el inglés, que en seguida se define; el negro de Haití o de la Martinica, afrancesado a su manera, y el de los Estados Unidos, largo, empingorotado y simiesco, alegre y elástico, cual si estuviese siempre en un perpetuo paseo de la torta. Y el italiano y el indio de la India y el de las Américas, y las damas respectivas, y el apache del hongo y el apache de gorro, y el empleado que va a su casa, y la gracia de la parisiense por todas partes, y todo el torrente de Babel (pp. 153-154).

La extensa enumeración es un claro ejemplo de la dimensión multicultural a la que Darío presta mucha atención en sus textos y que definió toda su vida. Las descripciones de París continúan, siempre atentas a la vida cultural en la que se mezclan individuos de todo el mundo y de todas las clases sociales. Del río de gente, el poeta pasa al triste Sena y de allí a los bares y restaurantes del barrio latino. Luego, se dirige al norte de la ciudad y comienza a describir sus cabarets, entre los que destaca primero el Bullier y luego el famoso Moulin-Rouge. La vida del cabaret abre las puertas al estudio de los excesos y la voluptuosidad de París, cargada de casa de juego, de música y de goce de todo tipo, entre los que cabe destacar el importante lugar que ocupa la prostitución. Así, el cronista llega a plantear explícitamente los sentimientos encontrados que le suscita la ciudad de las luces: "París nocturno es luz y único, deleite y armonía; y, helás! delito y crimen. No lejos de los amores magníficos y de los festines espléndidos, va el amor triste, el vicio sórdido, la miseria semidorada, o casi mendicante, la solicitud armada, la caricia que concluye en robo, la cita que puede acabar en un momento trágico, en el barrio peligroso, o en la callejuela sospechosa" (p. 160).

Queda claro, a lo largo de toda la crónica, que la modernidad fascina e inquieta al poeta. Darío se presenta ambiguo, fluctuando entre expresar su asombro y su entusiasmo ante la bullente vida cosmopolita y, al mismo tiempo, su disgusto ante la miseria y la degradación humana que también revela la experiencia de la ciudad cosmopolita.