Cuentos y crónicas

Cuentos y crónicas Resumen y Análisis "Los miserables"

Resumen

Los miserables. Los “gueux” franceses, los “tramps” yankis, los “atorrantes” argentinos

El narrador describe con detalle un fenómeno social: la miseria. Los gueux, tramps y los atorrantes son la manifestación del mismo fenómeno en diferentes países. El cronista comienza por describir a los gueux, los miserables de Francia. Esta gente se viste con harapos y suele estar alcoholizada; en general no tienen un lugar fijo donde vivir o viven amontonados; otros, suelen vagar durante la noche para dormir durante el día en algún lugar público, como los parques y las plazas. El narrador explica que la miseria existe desde la antigüedad, pero los miserables de antaño eran más alegres, mientras que en la actualidad se encuentran sumidos en el pesimismo característico de la modernidad. Otra diferencia que destaca es la de las sustancias que consumen, los nuevos alcoholes y las drogas que generan en los miserables de hoy la degradación completa de la moral y una amplia gama de nuevos males.

Entre otros muchos autores que representaron la miseria de estos tipos sociales, el cronista destaca a Bruant, un cantautor muy conocedor del bajo mundo parisino, plagado de miserables. A estos sujetos, sin embargo, no los considera más malvados que el resto de la sociedad parisiense, sino tan solo más desfavorecidos. Desde que leyó a Bruant, el narrador deja de condenar a estos miserables y comienza a sentir piedad por ellos, aunque no deja de reconocer que la caridad jamás podrá contrarrestar la miseria de París en la modernidad.

El "tramp

En esta sección de la crónica, el narrador describe a los tramps, los miserables de Estados Unidos. De ellos dice que pueden tener todos los defectos (pueden ser ladrones, vagabundos, asesinos y mendigos) o pueden no poseer ninguno, como el atorrante Argentino. El tramp es un producto propio de la civilización moderna: la industrialización masiva de los Estados Unidos dejó sin trabajo a una enorme masa de ciudadanos, quienes de pronto solo pudieron optar por dos opciones: suicidarse o entregarse a la vida del tramp. Así, aunque existen aquellos que deciden ser tramps, en general se trata de una clase social desposeída, arrojada a la mendicidad por la fuerza.

El cronista avanza en el desarrollo de las condiciones sociales que general al tramp y realiza una crítica al sistema capitalista en auge: unos pocos empresarios, dueños del capital, pueden detener a su antojo la producción para generar desabastecimiento y aumentar el precio de los productos. Un caso ejemplar que menciona el narrador es el de la suspensión de los trabajos mineros, con el fin de realzar el precio del carbón. El resultado de esta suspensión fue la pérdida de trabajo de miles de mineros y el enriquecimiento de un puñado de millonarios. Con estos ejemplos, queda claro que el tramp es el resultado de un sistema de producción despiadado que avanza contra todo principio de humanidad.

El "atorrante”

Finalmente, el cronista explica el fenómeno del atorrante, que es el miserable de Buenos Aires. La población de atorrantes crece como consecuencia de las grandes migraciones europeas, por lo cual este nuevo tipo social se desarrolla principalmente alrededor del puerto de Buenos Aires. En dicha ciudad, además de los atorrantes, existe la miseria verdadera. Como prueba de esto, el narrador cita un artículo del diario La Nación que da cuenta de la situación crítica que atraviesa un gran sector de la sociedad y que diferencia a los verdaderos pobres de los atorrantes. El atorrante se alcoholiza con aguardiente o se deja morir por pereza; vive, se alimenta y muere cínicamente. Finalmente, el narrador sugiere que los atorrantes son un fenómeno que debería ser estudiado por los sociólogos, ya que en ellos se alberga un problema social. A los pobres, por el contrario, debería dirigirse la caridad y la bondad de los ciudadanos pudientes.

Análisis

"Los miserables" es una crónica que presenta tres subdivisiones, la primera (el inicio de la crónica propiamente dicho), dedicada a la figura del gueux -el vagabundo francés-; la siguiente, titulada "El tramp", que explora la figura del vagabundo estadounidense, y la última, "El atorrante", dedicada al vagabundo argentino.

Tanto en esta compleja crónica como en "Primavera apolínea" (abordada anterioremente) puede observarse la variación modernista que propone Darío al romanticismo social francés. Este movimiento se caracterizó por denunciar las injusticias del mundo y representar negativamente al burgués, al mismo tiempo que buscó exaltar la vida más allá de las convenciones sociales y los estatutos económicos que la oprimen y la reprimen. En la bohemia frecuentada por Rubén Darío, especialmente en buenos Aires, se discute sobre política y se participa de agrupaciones ligadas a la política contestataria; por eso, las nuevas formas estéticas que promueven aquellos jóvenes no están desligadas de los movimientos políticos y sociales de su época, sino que conforman un entramado complejo e imposible de desvincular: para el intelectual moderno, el reclamo social y político del socialismo e incluso del anarquismo conforma el sustrato de fondo de la obra artística.

Las tres secciones que conforman esta crónica están dedicadas a la descripción de un tipo social nacido de la modernidad y denominado de formas diferentes: el gueux francés, el tramp estadounidense y el atorrante argentino.

El primero de ellos, el vagabundo francés, es descrito como un paria social sumido en el pesimismo y la tristeza, arruinado por el alcohol y por “bebidas que desconocieron las generaciones anteriores” (p. 132). Conforme avanza la crónica, Rubén Darío llega a expresar que aquellos vagabundos se vuelven fácilmente criminales y asesinos, pero termina insinuando que se trata de un problema social complejo que produce la modernidad, y que la caridad no puede ser el único medio para abordarlo.

En la sección sobre el tramp, Darío va más allá que en la anterior y analiza cómo se genera el fenómeno social de los vagabundos desposeídos en los Estados Unidos. En este fragmento, la crítica al sistema capitalista y a la industrialización propia de la modernidad se realiza explícitamente. En primera instancia, Darío asevera que “El tramp (...) es un producto extraordinario de nuestra moderna civilización” (p. 139). Luego, explica que muchos tramps están obligados a serlo debido a los cambios industriales propios del fin de siglo XIX:

Esos tramps que no lo son sino por necesidad, han pertenecido al gremio de los trabajadores, y aun querrían volver al seno de la clase obrera; pero las máquinas han vuelto inútiles los útiles, e inútiles a muchos obreros. Ejemplo: en los Estados Unidos se puede atravesar a caballo las grandes llanuras de California y de Dakota, milla por milla, sin encontrar la más humilde habitación, allí donde antes de la invención de las máquinas agrícolas se encontraban miles de hombres. (...) [Los] primeros efectos de la introducción de las máquinas tienden a privar a los obreros de su única fortuna: el trabajo (pp. 141-142).

Al final de la sección, la crítica se hace explícitamente contra el capitalismo como un sistema económico que empobrece y deja sin trabajo a poblaciones enteras:

Otra gran causa de que exista el tramp obrero son las detenciones de los trabajos mineros. Las minas se encuentran en manos de unos cuantos capitalistas, y estos las manejan a su antojo. Por ejemplo: hace algunos años, muchos individuos que representaban juntos una suma de cien millones de dólares, se reunieron para aconsejar la suspensión de los trabajos mineros, a fin de alzar el precio del carbón. El resultado fue que miles de mineros se vieron de repente sin trabajo, mientras que aquellos individuos se ganaban una suma de ocho millones de dólares, a causa del alza (p. 144).

En estos pasajes, queda clara la preocupación de Rubén Darío por el bienestar del ser humano y la denuncia de los medios de explotación concentrados en manos de un grupo de capitalistas. Sin embargo, también cabe señalar que dicha crítica no se articula con un proyecto político mayor y queda supeditada a la figura del intelectual artista, cuyo fin último es el de producir textos estéticamente bellos, y no reformar activamente la sociedad.

La última sección de "Los miserables", “El atorrante”, está dedicada a la figura argentina del vagabundo. Se trata, sin embargo, de un texto breve que no profundiza en la psicología de este tipo social, pero que lo diferencia de la población pobre. Para Rubén Darío, el atorrante es otro producto de la modernidad, ligado esta vez a los procesos inmigratorios propios de la Argentina, y, por ello, debería ser estudiado por los sociólogos.