Cuentos de Silvina Ocampo

Cuentos de Silvina Ocampo Resumen y Análisis Los funámbulos

Resumen

El cuento se centra en la vida cotidiana de dos hermanos, Cipriano y Valerio, que viven en una casa oscura y fría, junto a su madre Clodomira, que es sorda y hace las tareas de planchado. Ambos niños tienen una pasión por las acrobacias, producto de la lectura de un libro de cuentos de saltimbanquis que les regaron. Los niños se describen como funámbulos, ya que hacen piruetas todo el día en el patio de la casa.

Si bien se muestran como inseparables, tienen personalidades distintas. Cipriano tiene una gran destreza y es intrépido en las pruebas que realiza. Valerio, por otro lado, comparte el entusiasmo de su hermano por las acrobacias, pero también tiene una sensibilidad peculiar e interés por las muñecas, que su madre no comprende y censura.

Un día en que Valerio está enfermo, Cipriano va con su madre al circo. En el entreacto, inesperadamente, este se cuela en la arena y realiza unas peligrosas pruebas con el trapecio. Su actuación deja al público extasiado y causa una mezcla de admiración y temor en su madre. Además, queda todo golpeado, lleno de moretones.

Desde ese momento, Cipriano se obsesiona con el circo y hace acrobacias cada vez más extremas. Valerio, por su parte, lo sigue porque venera a su hermano. Un día, ambos se lanzan desde una ventana del tercer piso y se estrellan contra las baldosas. Su madre, que se encuentra en la cocina planchando y no puede escuchar, no se sobresalta.

Análisis

“Los funámbulos” es un cuento breve que pertenece a Viaje olvidado, el primer libro de cuentos de Silvina Ocampo, publicado en 1937. “Los funámbulos” cuenta la historia de dos hermanos, Cipriano y Valerio, que sueñan con ser acróbatas del circo, y de su madre Clodomira, que es sorda.

El lenguaje utilizado es coloquial —rasgo común en varios cuentos de Silvina Ocampo y de este libro en particular—, pero con una impronta poética. Abundan las metáforas, por ejemplo, “los plegados de las camisas se abrían como grandes flores blancas” (p. 22); las anáforas —es decir, la repetición rítmica de determinados sonidos y palabras al comienzo de la frase para generar un efecto estético— como “Cipriano y Valerio –Cipriano y Valerio los llamaba sin oírlos la planchadora sorda, que rompía la mesa de planchar con sus golpes–. Cipriano y Valerio eran sus hijos” (p. 21) y las hipérboles, como “El fervor acrobático sin cesar crecía en el cuerpo de Cipriano” (p. 22); además de distintas metonimias e imágenes (para más ejemplos ver sección "Elementos literarios").

El cuento tiene un narrador omnisciente que focaliza alternativamente en los distintos personajes, y en algunos momentos se distancia para generar una perspectiva más amplia y objetiva, sin la intromisión de los pensamientos y sentimientos de los protagonistas. Así, se observa, por ejemplo, el punto de vista de la madre —(”Clodomira sintió su terror furioso transformarse súbitamente en admiración” (p. 22)—, de Valerio —”No comprendía por qué los varones no tenían que jugar con muñecas” (p. 21)— y de Cipriano —”Cipriano sintió el vértigo de altura que había sentido en la azotea de la casa” (p. 22)—; para luego pasar a un relato distanciado, generando una imagen descriptiva objetiva —”La planchadora Clodomira rociaba la ropa blanca con su mano en flor de regadera y de vez en cuando se asomaba sobre el patio para ver jugar a los muchachos” (Ibid.)—.

Este procedimiento de focalización alternada genera un efecto de omnisciencia parcial (el narrador sabe lo que sienten y piensan los personajes, pero no lo cuenta del todo) que permite mantener cierta tensión en el lector, quien debe abrazar la ambigüedad del relato. Esto es algo muy recurrente en el estilo de Silvina Ocampo en particular, y en género fantástico en general: el acontecimiento fantástico en la narración no puede explicarse con las leyes de este mundo ni de ningún otro, por lo que produce extrañeza y, a su vez, provoca una vacilación en el lector.

De esta manera, no es posible asegurar que los niños se hayan suicidado, porque el narrador nunca lo dice en forma explícita. De hecho, ni siquiera se nombra a la muerte como suceso: “Parados en el borde de una ventana del tercer piso, dieron un salto glorioso y envueltos en un saludo cayeron aplastados contra las baldosas del patio” (p. 22). Los lectores deben inferir la información omitida y reconstruir el relato a partir de esa única oración: por la altura de la caída (tercer piso) y la frase “cayeron aplastados” se deduce que los chicos murieron; pero además, el hecho de que hayan dado una pirueta y saludado poco antes de impactar contra el piso, indica que fue un suicido (o, al menos un salto voluntario) y no un accidente.

La escueta información previa a este hecho permite reconstruir el resto, como los posibles motivos de ese último “acto”. La brevedad del cuento potencia la importancia de los pocos datos sobre la psicología de los personajes que brinda el narrador y que aparecen concentrados en unas pocas líneas, forzando al lector a una lectura más atenta que la que le requerirían otras obras más extensas (como un cuento largo o una novela). Así, se cuenta que Valerio es un niño sensible, que siente pasión por las muñecas y no entiende por qué está mal jugar con ellas, además de que su madre lo humilla frente a las niñas del barrio y él llora de vergüenza. Cipriano, por su parte, tiene una pasión por el circo que claramente está volviéndose obsesión: el vértigo que siente en el cuerpo cuando pasa por la azotea y el éxtasis del día en que se cuela en la arena del circo anticipan su desenlace fatal.

La maestría de la autora se manifiesta justamente en su capacidad de condensar sentidos en construcciones concisas y significativas. De esta manera, los lectores pueden enterarse de una dinámica compleja entre los hermanos —de admiración y dependencia, por parte de Valerio; de liderazgo y ejercicio del poder, por parte de Cipriano— con tan solo dos oraciones: “Cipriano vivió desde ese día para volver al circo, Valerio para que Cipriano volviera al circo. Era a través de su hermano que Valerio gozaba todas las cosas, salvo su afición por las muñecas” (p. 22).

Sin embargo, es imposible recuperar el sentido total del relato y el final genera más preguntas que certezas: ¿los niños tenían noción de lo que estaban haciendo, del peligro de muerte? ¿El presunto suicidio es fruto de la tristeza de sus infancias frustradas o de un impulso irrefrenable a exponerse al peligro sin medir las consecuencias? ¿La madre los ve morir y, producto del shock, finge que están jugando, o realmente no se da cuenta porque es sorda? Estos interrogantes producen un efecto siniestro, que se asocia al misterio de la infancia y a los secretos contenidos dentro de la familia. Ambos temas están vinculados entre sí y son recurrentes en la narrativa de la autora. La afición de Valerio por las muñecas, en ese sentido, no es un dato menor y da cuenta del clima opresivo y angustiante del núcleo familiar. El hecho de que Clodomira sea sorda —además de dar pie a la escena más macabra del cuento, al final— simboliza la imposibilidad de esta mujer de escuchar a sus propios hijos y comprenderlos; además de la inmensa soledad que esto genera en ellos.

No obstante, no es posible hacer una lectura meramente psicológica de los cuentos de Silvina Ocampo. La ambigüedad del relato —es decir, la dificultad de los lectores para responder los interrogantes que plantea la trama— no es un efecto secundario, sino un principio constructivo en la poética de la autora. Esta resistencia del texto a ceñirse a una interpretación unívoca se explica mejor si se tiene en cuenta su vínculo con el género fantástico. En efecto, la vida de estos niños no está contada desde una perspectiva trágica, sino desde una mirada inocente del mundo del circo y los acróbatas, como si se tratase de uno de los cuentos del libro de saltimbanquis que ellos leen. En ese plano del relato, la muerte no existe (por eso nunca se nombra) y todo es parte de una fábula, la de los niños que se convirtieron en los más grandes acróbatas de un mundo maravilloso.