Cuentos de Silvina Ocampo

Cuentos de Silvina Ocampo Imágenes

Las niñas tomando el té

En "La furia", Winifred describe la siguiente escena mientras relata la cruenta historia de su amiga Lavinia:

Alrededor de la mesita donde estaba dispuesto el juego de té con las masas, coloqué todas las fieras que mi padre había cazado en África y había mandado embalsamar: dos tigres y un león. Lavinia no probó la leche ni las masas aquel día. Yo jugaba a darle de comer a las fieras. Ella lloraba ("La furia", p. 143).

El fragmento constituye una imagen que grafica uno de los tantos modos en que Winifred atormentó a Lavinia. La escena es predominantemente visual desde la composición: puede verse el armado de un juego infantil de té, acompañado por animales embalsamados y dos niñas que se reúnen a merendar. Aunque, en menor medida, también se trata de una imagen cinética, ya que permite apreciar el contraste entre la actitud pasiva y triste de Lavinia -paralizada y angustiada por su miedo a los animales- y la conducta despreocupada e insensible de Winifred, que continúa con el juego.

La casa de Cornelia Catalpina

Al inicio de "El vestido de terciopelo", la narradora describe de la siguiente manera el ingreso que hace junto a Casilda en la casa de su clienta, Cornelia Catalpina:

Subimos una escalera alfombrada (olía a naftalina), precedidas por la sirvienta, que nos hizo pasar al dormitorio de la señora Cornelia Catalpina, cuyo nombre fue un martirio para mi memoria. El dormitorio era todo rojo, con cortinajes blancos y había espejos con marcos dorados. Durante un siglo esperamos que la señora llegara del cuarto contiguo, donde la oíamos hacer gárgaras y discutir con voces diferentes. Entró su perfume y después de unos instantes, ella con otro perfume (“El vestido de terciopelo”, p. 153).

Después de haber comentado que viajaron hasta Recoleta -zona de alto poder adquisitivo en la ciudad de Buenos Aires, Argentina-, la narradora ofrece una imagen de la casa a la que ingresan con Casilda. Centrada principalmente en la cuestión visual y olfativa, la imagen permite al lector advertir que se trata de una casa grande, con varias habitaciones y pisos, perteneciente a una familia de clase acomodada. Desde lo visual, se recalcan detalles como la escalera alfombrada, la presencia de una sirvienta y la decoración del dormitorio; pero la escena se completa desde lo olfativo, con el olor a naftalina que desprende la alfombra o los perfumes que circundan la llegada de la señora Cornelia Catalpina.

El ingreso al jardín de invierno

El narrador de "Jardín de infierno" describe del siguiente modo el momento en el que finalmente se anima a abrir la puerta prohibida por su enamorada:

Con suma dificultad pudo introducir la llavecita en la cerradura. Dio un suspiro de alivio al sentir que la llave no giraba correctamente. Tuvo, por un minuto, la esperanza de no poder abrir jamás la puerta. Pero esta sensación duró poco. La curiosidad lo instigó a probar de nuevo y esta vez con éxito. Dos vueltas dio la llave. Abrió la puerta. En la oscuridad no vio al principio nada, luego seis cuerpos de varones colgados del cielo raso. Temblaba tanto que de la mano se le cayó la llave, que se manchó de rojo. A partir de ese momento trato de quitarle la mancha a la llave. Fue imposible ("Jardín de infierno", p. 182).

Al estilo de una película de terror, la imagen transmite la ansiedad y el pavor del protagonista, así como la tensión que envuelve toda la escena. La imagen que construye el narrador es, en primer término, cinética, ya que describe al detalle ciertos movimientos (introducir la llave, girarla, abrir la puerta); luego, tras el ingreso al jardín, sobresale la cuestión visual: primero la oscuridad y después la terrorífica imagen de los cuerpos colgando. Por último, el horror se pronuncia a través del color rojo, que representa a la sangre, y el desesperado y vano intento por limpiar la llave.

La enredadera

Después de descubrir que su somnolencia es provocada por una enredadera y su aroma, el protagonista de "Hombres animales enredaderas" hace la siguiente descripción de la planta:

Observo la flor culpable de mi sueño: es como una campanilla, y es dulce (la he probado). Las ramas en que brota van tejiendo extrañas canastitas. Nunca observé una enredadera tan de cerca. Se enrosca en troncos y en ramas, con un tejido tan apretado que a veces resulta imposible arrancarla. Es como un forro, como una cascada, como una serpiente. Sedienta de agua, busca mis ojos, se aproxima ("Hombres animales enredaderas", p. 7).

Con estilo poético y mediante el uso de símiles, el narrador construye una imagen idílica de la enredadera. Esta imagen es, por un lado, visual, porque se centra en las partes y las formas que presenta la planta y sus flores. Por el otro, la imagen también pone en juego el aspecto gustativo, ya que el protagonista dice haberla probado y afirma que tiene un sabor dulce.