Cuentos de Silvina Ocampo

Cuentos de Silvina Ocampo Ironía

Cornelia Catalpina les dice a Casilda y a la niña que son afortunadas de vivir en las afueras, al tiempo en que revela, irónicamente, el desprecio por ese territorio (Ironía situacional)

En “El vestido de terciopelo”, Cornelia Catalpina exclama: “–¡Qué suerte tienen ustedes de vivir en las afueras de Buenos Aires! Allí no hay hollín, por lo menos. Habrá perros rabiosos y quema de basuras” (p. 153). Si bien su frase original expresa una emoción positiva, la oración inmediatamente posterior deja en evidencia el prejuicio, que alimenta su imaginario de mujer de clase alta, respecto al lugar donde viven las mujeres: Burzaco, una zona del conurbano bonaerense de la provincia de Buenos Aires, Argentina. El uso del futuro como condicional confirma el desconocimiento de la mujer y resalta el contraste irónico.

A pesar de ser un empleado del servicio doméstico, Tomás Mangorsino es quien toma las decisiones en la casa y somete a sus empleadores (Ironía situacional)

En "El crimen perfecto" se presenta a Gilberta Pax y a su familia, quienes pertenecen a la clase alta y, por ello, tienen posibilidades de contar con servicio doméstico. Sin embargo, los roles aparecen invertidos y es su cocinero, Tomás Mangorsino, el que termina detentando el poder y maneja, primero la alimentación de todos y, después, la vida de sus empleadores.

La ironía de esta inversión en los roles de poder llega al absurdo en varias situaciones: por ejemplo, cuando el protagonista le pide a Gilberta que se vaya con él, esta se niega, pero no por su esposo, lo que sería lógico y genera, por ello, un efecto hilarante:

Cuando no le rogué sino exigí que viviera conmigo, me respondió:

–¡No puedo!

–¿Por qué? –interrogué–. ¿Por tu marido?

–Por el cocinero –susurró, y salió corriendo (pp. 263-264).

El protagonista de "Hombres animales enredaderas" afirma odiar la civilización y la ciudad. Irónicamente, las termina anhelando al perderse en la selva (Ironía situacional)

El narrador y protagonista del cuento "Hombres animales enredaderas" recuerda a menudo su vida en la ciudad y su desprecio por todas las costumbres burguesas, además de sus esfuerzos por parecer salvaje y descuidado: "Por eso mismo andaba siempre despeinado, me dejaba crecer la barba y, a veces, el aseo de mi ropa no era impecable" (p. 6). Sin embargo, cuando su avión se estrella dejándolo solo en medio de la selva, el espacio natural comienza a ser cada vez más opresivo: "No supuse que celda y selva se parecieran tanto, que sociedad y soledad tuvieran tantos puntos de contacto" (p. 8). Así, él mismo reconoce la ironía de su destino: "¡Qué ironía de la suerte! ¡Depender de alimentos cuando me jactaba entre los hombres de poder pasar veinte días ayunando y me reía de las huelgas de hambre!" (p. 8). La ironía se refuerza hacia el final del relato, cuando se transforma en una enredadera y completa, contra su voluntad, el deseo de distanciarse de la "civilización".

Para evitar un escándalo, el protagonista de "La furia" asesina a un niño. Sin embargo, con ello termina provocando uno peor (Ironía situacional)

El protagonista y narrador de "La furia" se encuentra en una situación confusa y complicada: Winifred lo engaña y huye, dejándolo con un niño, que no habla ni sabe dónde vive, en el cuarto de un hotel alojamiento. Si bien es un escenario difícil, debido a que la presencia del niño podría ser malinterpretada en términos sexuales, el lector racional comprende que lo más sencillo sería ir a la policía y explicar lo sucedido. Sin embargo, el hombre se desespera al pensar en el posible escándalo que generaría su situación y, acorralado, termina matando al pequeño. La última frase del cuento dice: "Siempre fui así: por no provocar un escándalo fui capaz de cometer un crimen" (p. 145). La ironía reside en que lo que hace por evitar el escándalo es, en realidad, el peor de los escándalos, así como una condena segura.