Cantar de mio Cid

Cantar de mio Cid Resumen y Análisis Cantar primero, Tiradas 23-63

Resumen

En las cercanías del río Henares, Minaya Álvar Fáñez aconseja al Campeador entrar y tomar el pueblo de Castejón. Ambos acuerdan que Minaya irá con un ejército de doscientos hombres, entre quienes se encuentran Álvar Álvarez, Álvar Salvadórez y Galín García, a atacar los pueblos de Hita, Guadalajara y Alcalá; mientras el Cid, junto a otros cien, tomará Castejón.

Al amanecer, el Campeador entra en la ciudad, la saquea y mata a quince moros. Los habitantes estaban desprevenidos, por lo que no presentan resistencia. Mientras tanto, Minaya asalta a los pueblos de la cuenca de Henares y regresa con una gran ganancia a unirse con el Cid. Este le ofrece una quinta parte del botín, pero Minaya, agradecido, lo rechaza, manifestando que aceptará semejante recompensa cuando lo considere justo. El Cid entonces reúne todas las ganancias, se queda con un quinto de ellas, distribuye el resto entre quienes forman su mesnada y ordena registrar el pago por escrito. Más tarde, consigue llegar a un acuerdo con los moros, a quienes les vende su ganancia por tres mil marcos de plata.

El Cid sabe que no pueden quedarse en esas tierras, puesto que no podrán abastecerse de agua allí. Además, esa región está bajo el protectorado de Alfonso, por lo que teme que el rey tome represalias por sus ataques recientes. Por eso, Rodrigo Díaz avanza con su ejército hasta Alcocer, y se detiene a acampar en un otero próximo al río Jalón. Poco después, planea una estrategia para tomar el castillo que se encuentra allí: junto a su ejército, finge que se retira del campamento y espera el ataque de los moros, quienes salen en su persecución creyéndolos desabastecidos. El ejército cidiano vence en batalla a los moros, y luego el Cid gana el castillo, que habían dejado desprotegido para ir a su ataque. Pero Bermúdez coloca allí el estandarte del Cid.

A continuación, el rey moro de Valencia, Tamín, ordena sitiar el castillo de Alcocer, temiendo que el Cid continúe ganando territorios de dominio musulmán. Entonces, un ejército de tres mil moros, al mando de los reyes Fáriz y Galbe, rodea el castillo y le corta el abastecimiento de agua. Tres semanas continúa el sitio y, luego, el Campeador pide consejo a sus guerreros para decidir qué hacer. Así, se resuelve atacar a los moros. Al día siguiente, el ejército del Cid, que cuenta con seiscientos hombres, vence a los moros en el campo de batalla. El Cid alcanza la victoria cuando golpea al rey Fáriz y este huye del campo. Luego, distribuye las riquezas obtenidas, y a Minaya le ofrece tomar de ellas cuanto quiera. Además, lo envía a presentarse ante el rey Alfonso para obsequiarle treinta caballos, y le da oro y plata para que se los entregue a su mujer y a sus hijas, y para que pague mil misas en Santa María de Burgos.

Más tarde, el Cid llega a un acuerdo con los moros, y les vende Alcocer por tres mil marcos de plata. Poco después, junto a su ejército, acampa en un poyo situado en Monreal, y obliga a los pueblos cercanos a pagarle un tributo. Mientras tanto, Minaya se presenta ante el rey Alfonso, le entrega el obsequio del Cid y explica que su señor ha vencido en batalla a dos reyes moros. Asimismo, le pide perdón al rey en nombre del Campeador. El rey se muestra agradecido y, aunque no le concede el perdón al Campeador, perdona a Minaya, a quien le devuelve sus bienes confiscados, y le permite entrar y salir libremente de Castilla. Además, da la libertad de marcharse sin represalias a cuantos hombres deseen unirse al ejército del Cid.

Durante algunas semanas, el Cid saquea tierras del valle de Martín y, luego, retira el campamento del poyo y avanza hasta Tévar. Allí se reencuentra con Minaya, quien llega acompañado por doscientos caballeros e incontables hombres que marchan a pie, y se alegra profundamente con las buenas noticias que le trae. Al cabo de tres días, en los que saquea las tierras de Alcañiz, el Cid se traslada con su hueste al puerto de Alucat, y ataca los poblados de Huesa y Montalbán.

Pronto llegan al conde de Barcelona las noticias de los saqueos del Cid en tierras que presume de su dominio, y este lo enfrenta en una batalla, en la que resulta vencido y capturado por la hueste cidiana. El Campeador obtiene con esta victoria la espada Colada, que vale más de mil marcos de plata, y una gran ganancia, la cual reparte entre sus mesnadas. Durante tres días, el conde se niega a comer, hasta que el Cid le ofrece su libertad y la de dos de sus hidalgos a cambio de que lo haga. El conde acepta el trato, y luego el Cid cumple su promesa. Así, ambos se despiden en buenos términos.

Análisis

El Poema de Mio Cid se conservó en un único manuscrito, conocido como “códice de Vivar”, del que se han perdido el folio inicial y dos de los folios de la parte final. El manuscrito consta de 3731 versos, copiados en una sucesión ininterrumpida. Los versos, denominados anisosilábicos, responden a una regularidad que no está dada por el número constante de sílabas, sino por patrones acentuales o melódicos que actuarían en el momento de la recitación del intérprete. La extensión de ellos es mayormente de entre 13 y 15 sílabas. En su versión original, los versos están divididos por una cesura o pausa interna.

Aunque no haya división entre los versos, los mismos pueden agruparse en laisses o tiradas, es decir, agrupaciones de un número variable de versos que comparten la misma rima asonante (coinciden las vocales a partir de la última vocal acentuada). En total, el poema consta de 152 tiradas, cuya extensión es muy variable: de 3 a 190 versos. Por otro lado, las tiradas suelen poseer unidad temática y presentar cierta autonomía. Aunque el cambio de asonancia no responde a reglas estrictas, en algunos casos es posible identificar su función: en ocasiones se utiliza como recurso para enfatizar, desplazar el enfoque, dividir entre la narración y el discurso directo, o mostrar el cambio de interlocutor.

Una de las principales características del poema es el uso de fórmulas fijas. Este recurso está estrechamente vinculado con la forma en que los poemas se componían y se divulgaban en la Edad Media. El sistema formular, es decir, el uso reiterado de frases que responden a ciertas condiciones métricas, es un recurso que opera en el nivel de la composición y de la recepción. Por un lado, las fórmulas facilitan al poeta la tarea de rimar y la de elaborar episodios que abordan un mismo tema o uno parecido. Sin embargo, como señala Montaner Frutos, en este poema, como en buena parte de la poesía épica medieval europea, la utilización de fórmulas no es un puro recurso mecánico para la composición, sino que cumple un papel estilístico en la constitución del texto. Por otro lado, en la Edad Media los poemas se transmitían oralmente, por lo que el uso de fórmulas era útil para que el juglar memorizara los versos y, al mismo tiempo, facilitaba a la audiencia la comprensión de la obra, ya que estas aumentan su redundancia.

Las fórmulas pueden ser epítetos aplicados a los personajes o frases para describir sus acciones. En el caso de los epítetos, llamados “epítetos épicos”, se trata de expresiones más o menos fijas que califican o designan a un personaje, y siempre son positivas (los enemigos del Cid no reciben epítetos). Los ejemplos más frecuentes los encontramos en los epítetos que acompañan el nombre del héroe, o incluso, en ocasiones, designan al protagonista reemplazando su nombre. Por ejemplo: “el que en buen hora ciñó espada” (v. 58), “el que en buena hora nació” (v. 719), “barba tan cumplida” (v. 268), “el de la barba florida” (v. 930, “vellida” en el original). El Cid es el personaje que recibe la mayor variedad de epítetos, pero casi todos los personajes cercanos a él reciben alguno, como doña Jimena, llamada, en palabras del Cid, “mi mujer tan cumplida” (v. 278) o “mujer querida y honrada” (v. 1604).

Uno de los principales temas que aborda el poema es la forma en la que se vive la sociedad en los territorios fronterizos. Como explica Rico, “La frontera (…) es una sociedad en armas, permanentemente dispuesta para el ataque y el saqueo. (…) No se buscan las tierras, sino las riquezas de los moros, el botín que proporcionan las cabalgadas y cuyo reparto se lleva a cabo atendiendo escrupulosamente a la aportación económica y personal de cada uno” (Citado en Funes, 2018, p. 61).

En este primer canto, en los primeros episodios bélicos, observamos que el poeta narra detalladamente las tácticas y estratagemas llevados a cabo por el Cid para las tomas de Castejón y Alcocer. Por ejemplo, antes de la toma de Alcocer, el poeta explica:

(…) cuando vio mio Cid que Alcocer no se entregaba,
preparó una trampa, y no la retrasaba:
deja una tienda puesta, las otras se llevaba
cabalgó Jalón abajo, con su enseña alzada,
las lorigas vestidas, ceñidas las espadas,
Como hombre prudente, para llevarlos a una emboscada.

(vv. 574-579)

Así mismo, el narrador se detiene a narrar el reparto del botín al cabo de cada victoria, detallando el número de las ganancias que obtiene cada guerrero, así como el porcentaje que le corresponde al Cid. Esto remite a las circunstancias en que se vivían en las regiones fronterizas hostiles: allí resultaba mucho más valorado el botín de guerra que las tierras, ya que los guerreros podían trasladarlo en el caso de que se vieran obligados a abandonar el territorio.

Además, en este poema se hace evidente el esfuerzo que demanda la supervivencia en el territorio enemigo. Antes de enfrentarse en la batalla contra Fáriz y Galbe, Minaya observa: “De Castilla la gentil hemos venido hasta acá, / si con moros no lidiáramos, no nos darán el pan” (vv. 672-673). Asimismo, después de ganar Alcocer, el Cid exclama: “¡Gracias al Dios del cielo y a todos los santos, / ya mejoraremos posadas a dueños y a caballos!” (vv. 614-615).

En relación con este tema, el poema también muestra el espíritu del pionero que vive en la frontera y exalta la ética del esfuerzo personal como medio para mejorar la condición social. Por otra parte, aunque se destaca la grandeza del héroe, este no se presenta como la encarnación de un ideal inalcanzable. Como señala Montaner: “se trata de un héroe cercano, portador de un programa de acción concreto y posibilista, un modelo al que se podía intentar imitar (…)” (citado en Funes, 2018, p. 63).