Bodas de sangre

Bodas de sangre Resumen y Análisis Acto III, Cuadro II

Resumen

Acto III, Cuadro II, Escena I

El último cuadro comienza en una habitación blanca, monumental. Aparecen dos Muchachas y una Niña conversando sobre la boda. La didascalia señala que las Muchachas devanan una madeja roja. Hablan en verso. Una de ellas dice: “Amante sin habla. / Novio carmesí. / Por la orilla muda / tendidos los vi”, y la Niña agrega: “Cubiertos de barro / los siento venir. / ¡Cuerpos estirados, / paños de marfil!”. La Niña se va, cantando.

Acto III, Cuadro II, Escena II

Aparecen la Suegra de Leonardo y su Mujer. Las Muchachas las interrogan sobre la boda, pero no obtienen respuesta. Todas hablan en verso. La Suegra le dice a su hija: “Tú, a tu casa. / Valiente y sola en tu casa / A envejecer y a llorar”. La Mujer se pregunta qué habrá pasado. Su madre le responde "No importa. / Échate un velo en la cara. [...] / Sobre la cama / pon una cruz de ceniza / donde estuvo su almohada". Se van las dos.

Acto III, Cuadro II, Escena III

Aparece la Mendiga en la puerta y la Niña la quiere echar, pero las Muchachas la interrogan sobre lo ocurrido. La Mendiga les dice: "Los dos cayeron, y la novia vuelve / teñida en sangre falda y cabellera". Salen todas.

Acto III, Cuadro II, Escena IV

Aparecen la Madre y la Vecina. La Vecina llora, la Madre habla. Dice "¿No hay nadie aquí? Debía contestarme mi hijo. Pero mi hijo es ya un brazado de flores secas. Mi hijo es ya una voz oscura detrás de los montes. [...] Aquí quiero estar. Y tranquila. Ya todos están muertos. A medianoche dormiré, dormiré sin que ya me aterren la escopeta o el cuchillo".

Acto III, Cuadro II, Escena V

Aparece la Novia. La Madre la maldice y la golpea. La Vecina intenta interceder. La Novia dice que espera que la Madre la mate, y menciona que tiene honra, porque aún es virgen. La Novia tiene un largo parlamento, en el que pretende explicar los sentimientos que la llevaron a actuar como actuó: "Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera, y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes". Llega otra vecina. La Novia quiere desafiar a la Madre para demostrarle que su honra está limpia. La Madre le da a entender que ya no le importa nada, salvo sus hijos muertos. Llega una vecina más. La Novia quiere llorar con la Madre. Ella le dice que le permite hacerlo, pero desde la puerta, sin entrar a donde está ella.

Acto III, Cuadro II, Escena VI

Entra la Niña. La Novia queda en la puerta; la Madre en el centro del ambiente. Entra la Mujer. Hablan en verso. La Madre, la Novia y la Mujer intercalan sus parlamentos expresando su luto por los dos hombres muertos. La Mujer y la Novia no se enfrentan directamente, ni se expresan odio mutuo. El parlamento compartido por todas consiste en versos en torno al tema del cuchillo:

Con un cuchillo,
con un cuchillito,
en un día señalado, entre las dos y las tres,
se mataron los dos hombres del amor.
Con un cuchillo,
con un cuchillito
que apenas cabe en la mano,
pero que penetra fino
por las carnes asombradas.

Análisis

Este es el cuadro que cierra la obra. El final está dado por un parlamento en verso, que es dicho por la Madre, la Novia y la Mujer, donde se menciona, centralmente, el cuchillo, cerrando el símbolo trágico del arma de filo.

En la apertura del cuadro tenemos un nuevo conjunto de personajes que funciona de modo similar al Coro: la Niña y las Muchachas comentan entre sí, y en verso, lo que aconteció en el bosque. De esta manera confirmamos la muerte de los hombres. El hilo que devanan las muchachas representa simbólicamente la duración de la vida, y es rojo por el color de la sangre.

Una vez más, la Suegra insiste en su rol de ubicar a su hija en una posición obediente, sumisa, recatada. La manda a hacer el luto sola, a su casa. Sin embargo, en la última escena, la Mujer vuelve y llora junto a las otras dos mujeres de luto. Allí se configura una especie de resolución de lo que la Madre adelantaba como temor en la primera escena: las mujeres terminan por velar a los hombres que mueren en enfrentamientos.

En la discusión entre la Madre y la Novia se deja ver una problemática en relación al tema de la pureza y la honradez. En un principio, la Madre acusa a la Novia de ser deshonrada. Por el sentido del diálogo, se entiende que la está acusando de no ser virgen, de haberse 'entregado' a otro hombre antes del matrimonio. La Novia desmiente esto, diciendo que "ningún hombre se ha mirado en la blancura de mis pechos". Luego, desafía a la Madre a poner las manos sobre el fuego para demostrar su honra. Entonces la Madre da a entender que, de todos modos, no le importa su honradez, sino la muerte de sus hijos:

"Pero ¿qué me importa a mí tu honradez? ¿Qué me importa tu muerte? ¿Qué me importa a mí nada de nada? Benditos sean los trigos, porque mis hijos están debajo de ellos; bendita sea la lluvia, porque moja la cara de los muertos. Bendito sea Dios, que nos tiende juntos para descansar".

Un análisis posible de este cambio en su respuesta es que, al ir cayendo en la cuenta de lo que ocurrió, la Madre descarta la preocupación por la honradez para angustiarse sobre todo por la pérdida de su hijo. En este sentido, sería un cierto cierre de la tensión que hemos señalado entre la pulsión por defender la honra de su hijo, incluso llevándolo a enfrentarse, y sus intentos por proteger su vida.

En este cierre, se muestra a las tres mujeres principales de la pieza cerrando la obra en llanto, acompañado por parlamentos en verso. Dos de ellas (la Mujer y la Madre) están dentro de la habitación descrita por la didascalia. La Novia, en cambio, permanece afuera; la Madre no la deja entrar. Esta imagen contiene una simbología fuerte respecto de lo que se vino mostrando en la obra desde el comienzo: la idea de que la casa, las cuatro paredes, constituyen para la tradición un ámbito de honradez, pero, sobre todo, un espacio sobre el que las mujeres pueden decidir. Mientras que el exterior es un ambiente donde los hombres corren riesgos y pueden morir, donde deben probar su hombría, en el interior rige la voluntad de las mujeres: tanto para la vida matrimonial (“Un hombre, unos hijos y una pared de dos varas de ancho para todo lo demás”) como para la viudez (“Tú, a tu casa. Valiente y sola en tu casa.”) o el luto (“Mi llanto y yo. Y estas cuatro paredes”), el interior está signado por esa voluntad femenina, siendo el lugar donde les corresponde estar en todas las situaciones de su vida.

Con el texto en verso que cierra la obra ("Con un cuchillo, / con un cuchillito / que apenas cabe en la mano, / pero que penetra fino / por las carnes asombradas."), las tres mujeres hacen mención al cuchillo mientras duelan la pérdida de sus hombres. Así, el texto vuelve, mediante la mención a las armas, sobre las palabras de la Madre que abren la pieza, en las que esta expresa su temor por la navaja. De esta forma, retomando el augurio con el que había comenzado, se cierra con una sensación circular. Así, un texto que versa sobre el tema del destino concluye mostrando de qué manera este destino, vaticinado desde un principio, se concreta.

La esencia trágica de esta obra termina de entenderse con este desenlace. Pese a que todos los personajes parecieran estar al tanto, desde un comienzo, de que los hombres estaban destinados a morir de esta forma violenta, nada de lo que hacen es en pos de prevenir o evitar ese final, sino muy por el contrario. La Novia no desea, en el fondo, consumar su matrimonio, pero avanza para sostener su lugar social y para evitar el desborde que le genera su relación con Leonardo. El Novio quiere formar un matrimonio pero no parece estar al tanto de lo que le ocurre a la Novia, y a la hora de ser abandonado decide vengarse. Leonardo, por su parte, decide huir con la Novia en el medio de su boda. Es decir, los protagonistas están situados en un lugar que parece no tener salida, donde terminan por cumplir exactamente el destino que amenazaba sobre ellos. Las normas y los mandatos sociales, entonces, aparecen como una institución que los limita pero, a su vez, garantiza la subsistencia, mientras que salirse o incumplir estas normas parece ser un riesgo que atenta contra la conservación de la vida. A sabiendas de esto, Leonardo y la Novia deciden arriesgar la vida y huir del destino que sus roles les imponían. Es por esa decisión que Leonardo lleva un nombre propio: porque decide ignorar el rol que le ha sido asignado. No obstante, como ocurre en toda tragedia, esta decisión llevará a la pareja, indefectiblemente, a la muerte.