Ariel

Ariel Resumen y Análisis Partes III-IV

Resumen

III (pp.10-16)

Próspero continúa su discurso haciendo referencia a las distintas vocaciones que cada joven podría tener, puesto que algunas serán personas de ciencia, otras de arte y otras de acción. No obstante, en cada uno debe estar presente “la conciencia de la unidad fundamental de nuestra naturaleza” (p.11), porque antes que cualquier profesión, una persona es un ser humano racional. Por eso afirma que el ideal de perfección de cualquier individuo es ser real y enteramente humano.

En este punto, Próspero cuestiona una idea de educación que proscribe cualquier aspecto de la vida que no apunte a la especialización y a perseguir un fin concreto. Esta enseñanza utilitarista prepara personas para el porvenir que solo se interesan por aquellos aspectos de la realidad con los que están inmediatamente en contacto, alejándolas de “todo elemento desinteresado e ideal” (p.11). Este es el peligro de las civilizaciones avanzadas, que conforman sociedades con “espíritus deformados y estrechos” (p.11), que saben mucho sobre un solo aspecto de la vida y desconocen completamente los otros, lo que resulta en una desconexión de la humanidad, especie de pertenencia de cada individuo.

Próspero vuelve a recurrir a la bella Atenas como modelo de integridad, porque allí se desarrollaban todas las facultades humanas. Cada ateniense era atleta, ciudadano y pensador al mismo tiempo. Si bien no es posible alcanzar ese estado de armonía dentro de culturas complejas, que son el resultado ineludible del progreso, es necesario que todos compartan ciertos “intereses del alma” (p.12) que preserven la unidad de los seres humanos.

En este punto, Próspero relata la historia de un rey de Oriente piadoso, cuyo palacio era la casa del pueblo: todos podían entrar allí y acudir a la ayuda del benévolo monarca. Pero existía en ese palacio un recinto cerrado al que nadie, salvo el rey, podía acudir. Cuando a este rey le llegó el momento de morir, el recinto permaneció para siempre inhabitado, porque ningún súbdito quiso profanar el único espacio donde el rey quiso estar solo con sus sueños. Próspero entonces explica que aquel palacio representa el reino interior de cada individuo, que debe ser de igual modo abierto y hospitalario a todas las corrientes del mundo, pero que debe tener un lugar aislado e inviolable dedicado a “la meditación desinteresada, la contemplación ideal, el ocio antiguo” (p.16).

IV (pp.16-22)

Próspero destaca, de entre los elementos superiores de la existencia racional, el sentimiento de lo bello como el más elevado y, a la vez, el que más sufre la indiferencia. Es el más elevado porque contribuye a “formar un amplio y noble concepto de la vida” y porque estimula “todas las facultades del alma” (p.17); y el más relegado, porque muchos creen que el arte es superfluo y no le conceden una seria realidad “a la relación hermosa de la vida” (p.16).

Amar y admirar la belleza son sentimientos espontáneos del ser racional; no se pueden educar como se educa el sentimiento moral, pero sí se puede aprender a “disponer el alma para la clara visión de la belleza” (p.17), y recurrir a lo bello como método de enseñanza en la virtud, el bien y la verdad. Para Próspero, saber distinguir lo delicado de lo vulgar, lo feo de lo hermoso, es saber distinguir lo bueno de lo malo, porque lo más significativo de cualquier precepto, deber o ideal es la poesía que llevan dentro.

Próspero cuestiona el ascetismo y el puritanismo cristianos porque excluyen de su concepto de la perfección “todo lo que hace a la vida amable, delicada y hermosa” (p.19), lo que ha producido, en reacción, un tipo de civilización centrada en la apariencia, como lo fue la Italia del Renacimiento. Frente a estos dos extremos, Próspero vuelve a ponderar el ideal antiguo de Atenas, que había comprendido la armonía entre la virtud y lo bello.

Concluyendo este apartado, Próspero reflexiona acerca del cultivo del buen gusto como orientación moral de los individuos y de las sociedades, siempre que se lo cultive en contacto con las otras facultades humanas. Para el maestro, existe una profunda conexión entre el desarrollo del sentido estético y la evolución del ser humano y de los pueblos, así como en la naturaleza logran prevalecer las aves con mejor plumaje o las flores más bellas y perfumadas que atraen a los insectos. Por último, Próspero aconseja que, para propagar el sentido de lo bello, habiendo tantos “devotos de lo severo o de lo útil” (p.22) que ven en la belleza una amenaza a su modo de ser, es preferible hacer comprender la armonía de todas las actividades humanas que “convertir directamente el amor de la hermosura, por ella misma, en atributo de la multitud” (p.22).

Análisis

En esta sección del ensayo, Próspero realiza una reflexión acerca de la especialización del individuo en la época moderna. Comprende que este es el resultado al que llegan las civilizaciones avanzadas, pero considera que es necesario contrarrestar esta especialización recuperando la totalización que caracterizaba a la cultura grecolatina, en la cual se desarrollaban todas las facultades humanas. De esta manera, Ariel propone una crítica a la modernidad que produce, en palabras de Próspero, “espíritus estrechos” y desconectados de su propia especie. Por eso afirma que cada individuo debe ser “un ejemplar no mutilado de la humanidad” (p.11).

Para demostrar de qué forma sus discípulos pueden reconectarse con la totalidad, Próspero acude a un relato literario como método de enseñanza. La historia del monarca y de su palacio abierto a todas las personas y los intereses de su reino, salvo por un recinto cerrado al que el rey acudía para estar solo con sus pensamientos, funciona como una parábola en la cual el palacio representa el “reino interior” de cada ser humano. Como aquel palacio, el espíritu debe estar predispuesto a recibir todos los aspectos humanos y, al mismo tiempo, reservarse un espacio para el ocio, en el sentido en el que la antigüedad clásica comprendía esta actividad, como aquel momento de meditación en el que el pensamiento se libera del utilitarismo de la vida moderna y se halla a sí mismo en el mundo de la totalidad y la unidad.

La historia que cuenta Próspero, que está cargada de imágenes poéticas (ver sección “Citas”), ejemplifica el modo en que Rodó concibe la belleza como medio de acceso a los ideales que el individuo y la sociedad deben alcanzar. Ariel posee un discurso que se propone ser bello y transmitir los valores que perfeccionan al ser humano. En este sentido, persigue el modelo de belleza clásico de la Antigüedad griega, que une lo bello con lo verdadero y lo bueno. Por eso, Próspero asegura que, “a medida que la humanidad avance, se concebirá más claramente la ley moral como una estética de la conducta. Se huirá del mal y del error como de una disonancia; se buscará lo bueno como el placer de una armonía” (p.18). De esta manera, aunque acepta la posibilidad de una “belleza del mal y del error” (p.20), el maestro considera que todo lo que sea virtuoso es intrínsecamente bello, y por eso le resulta necesario el cultivo del buen gusto como desarrollo del sentimiento moral.

Próspero cuestiona el puritanismo y el ascetismo como dos vertientes cristianas que se desviaron en el camino de la perfección al intentar separar la virtud de lo bello, mientras el Renacimiento italiano hizo lo mismo, pero desdeñando la virtud a favor de lo puramente estético. Además de recurrir al ya mencionado modelo griego, Próspero también utiliza la naturaleza como ejemplo de cómo la belleza ha contribuido a la evolución de los seres vivos, puesto que, dentro de cada especie, “los seres mejor dotados de hermosura” han sabido prevalecer sobre “los menos ventajosamente dotados” (p.21). Es interesante destacar que, aquí, el pensamiento de Rodó dialoga con la filosofía positivista de su época, porque concibe una idea del progreso de la humanidad no muy lejana a la teoría de que las especies evolucionan por la supervivencia del más apto. Pero a diferencia del positivismo, que pone el énfasis en la superioridad de la razón y de lo utilitario, Rodó destaca a lo bello como elemento evolutivo. Veremos cómo más adelante pondrá en cuestión otro aspecto del positivismo, al poner en tela de juicio la supuesta superioridad de la raza anglosajona por sobre la latina.

Para finalizar este apartado, Próspero les aconseja a sus alumnos que, para incentivar que la sociedad utilitarista en la que viven se interese por la belleza, es importante que el sentido estético no se convierta en una especialización más, desconectada de todos los otros aspectos de la vida. Para transmitir su importancia, es necesario hacer comprender que lo bello armoniza con todas las facultades y actividades humanas. Solo así se podrá entender que la belleza es uno de los aspectos esenciales que el individuo y la sociedad necesitan para recuperar su totalidad como especie humana.