Ariel

Ariel Resumen

Ariel es un ensayo filosófico que monta una escena de enseñanza, en la cual un maestro se reúne junto a sus discípulos. El maestro, al que llaman Próspero, pronuncia un discurso en el que le transmite a la juventud de América, representada en sus alumnos, el rol que le toca cumplir en el camino hacia la perfección espiritual de la humanidad. A la joven generación le toca dedicarse al futuro, renovando la fe en los ideales y expresando la fuerza vital de los pueblos latinoamericanos.

Próspero les dice a sus discípulos que deben escapar al escepticismo de aquellos artistas y filósofos contemporáneos que se han desencantado con el proceso de modernización, que ha producido individuos egoístas y fragmentados. Frente al avance del utilitarismo, que se interesa por alcanzar fines materiales e inmediatos, los jóvenes deben recobrar la totalización apuntando al desarrollo de todas las facultades humanas, para así contrarrestar la especialización que aísla a las personas.

Si bien no es posible escapar a la especialización que caracteriza a las civilizaciones complejas, es necesario formar individuos y sociedades que aspiren al idealismo espiritual como aquello que preserve la unidad de los seres humanos. Aspirar al idealismo significa desarrollar aquellas facultades humanas que no persiguen un fin material e inmediato, como el cultivo de la virtud, la moralidad o el buen gusto. Esta última es la más importante, porque la belleza es también un medio para estimular las facultades del alma. Para Próspero, saber distinguir lo bello es también reconocer lo que es bueno y verdadero, por eso el cultivo del buen gusto es una guía de orientación moral.

Los pensadores modernos también creen que la democracia es la victoria del utilitarismo sobre el idealismo, porque ha fomentado una igualdad cuyo único fin es obtener bienestar material para el mayor número de personas. A diferencia de estos pensadores, Próspero cree que la igualdad democrática debe ser preservada como punto de partida para la desigualdad justa, aquella que establece una jerarquía que distingue a las personas por su moralidad. En el régimen democrático que propone Próspero, el Estado debe encargarse de establecer igualdad de condiciones para que todas las personas puedan aspirar a la superioridad moral, pero solo aquellos que la alcancen serán los que tengan la autoridad y el deber de gobernar. Este régimen combina la igualdad del cristianismo y la jerarquía social de la cultura grecolatina, dos tradiciones que le son propias a los pueblos hispanoamericanos.

El maestro se refiere a los Estados Unidos por la influencia que ejerce en los países de América Latina como modelo de régimen democrático a imitar. Si bien admira la libertad, la prosperidad material y el espíritu de trabajo norteamericanos, Próspero considera que este modelo de civilización es demasiado utilitarista y completamente ajeno al ser original de Hispanoamérica. No obstante, para Próspero es posible reconciliar el espíritu de la raza anglosajona con el idealismo de la latina si los progresos del utilitarismo son aprovechados para el avance del ser humano en inteligencia, sentimiento e idealidad.

Próspero cierra su discurso alentando a sus discípulos a actuar en el presente para que la América que sueñan sea una realidad del futuro. Es necesario que los jóvenes, en quienes Próspero deposita toda su confianza, no esperen la realización inmediata del ideal y que construyan para las generaciones venideras con la convicción de estar interviniendo en una obra trascendental que los sobrevivirá. Finalmente, Próspero despide a sus discípulos, que, al salir del estudio donde se hallaban, se encuentran con la multitud, que parece interrumpir sus reflexiones. Uno de ellos, Enjolrás, observa el cielo y descubre que las estrellas iluminan a la muchedumbre, comprendiendo de este modo el rol que les toca como guías espirituales de su sociedad.