Ariel

Ariel 'La tempestad' y el colonialismo en América Latina

El ensayo de José Enrique Rodó participa dentro de una serie de interpretaciones filosóficas de La tempestad (1623) de William Shakespeare, que han servido para pensar las relaciones de poder entre América Latina, Norteamérica y Europa. Esto se debe a que en la obra se tematiza la colonización europea de América a través del dominio que ejerce Próspero sobre Calibán, nativo de la isla donde transcurre el drama. En este sentido, podemos tomar algunas recuperaciones de La tempestad de los siglos XIX y XX, previas y posteriores al Ariel, para analizar qué miradas ofrecen sobre la identidad latinoamericana y el colonialismo.

El antecedente más importante para pensar en esta clave las lecturas modernas de La tempestad aparece en la obra del filósofo francés Ernest Renan –maestro y referente de Rodó–, en particular, en sus dramas filosóficos Calibán, continuación de 'La tempestad' (1878) y en Agua de rejuvenecimiento. Continuación de Calibán (1880). En estos textos, el personaje de Calibán, que en el drama de Shakespeare es caracterizado como un ser monstruoso, se convierte en un líder carismático y demagógico que representa la irrupción de las multitudes y el triunfo de la democracia vistas negativamente, como parte de un proceso modernizador que nivela para abajo, eliminando las distinciones sociales y “barbarizando” la civilización.

La obra de Renan tuvo un fuerte impacto entre los modernistas latinoamericanos, que tomaron a Calibán como representación de los intereses mezquinos y materiales de la estructura política, económica y social de su tiempo. En el contexto de la intervención militar de Estados Unidos en la guerra de Cuba contra España, el país norteamericano empieza a ser visto entre los latinoamericanos como el representante máximo del materialismo que era necesario combatir para conservar el legado espiritual de la tradición hispánica y latina que reivindicaban. Esto puede verse en “El triunfo de Calibán” (1898), de Rubén Darío, que, siguiendo los pasos del cubano José Martí, cuestiona el predominio cultural de Estados Unidos en América, país al que identifica como una nación de “calibanes”.

La aparición de Ariel en 1900 consolida una visión del latinoamericanismo como oposición ideológica a los valores que encarna Estados Unidos. Rodó sigue la crítica de Renan a la “entronización de Calibán” (p.24) de su época, y opone al espíritu utilitario dominante la figura shakesperiana del Ariel como símbolo de los ideales civilizatorios que remonta hasta la Grecia Antigua. No obstante, si bien establece un antagonismo entre el idealismo de Ariel y el utilitarismo de Calibán, su propuesta reconcilia estas ideologías para rescatar el régimen democrático y la grandeza material como bases para el crecimiento espiritual de los pueblos latinoamericanos.

Aunque esta lectura de La tempestad apunta a denunciar la colonización cultural de Latinoamérica por parte de Estados Unidos, parece reivindicar las conquistas españolas del pasado, que se legitiman como genealogía y herencia simbólica que une a los países hispanoamericanos con la Europa civilizada. En esta perspectiva, Rodó se identifica con Próspero como guía moral y espiritual de su presente, y no lo ve como el extranjero que quiso imponer su cultura y su lengua en una tierra que no le pertenecía, convirtiendo a Calibán, pero también a Ariel, en sus esclavos. El siglo XX se ocupó de cuestionar esta mirada eurocéntrica de La tempestad viendo en Calibán una imagen del nativo americano rebelde que rechaza a su conquistador europeo. Así lo propone Roberto Fernández Retamar en su ensayo Calibán (1971), hablando en nombre de los latinoamericanos:

Nuestro símbolo no es pues Ariel, como pensó Rodó, sino Calibán. Esto es algo que vemos con particular nitidez los mestizos que habitamos estas mismas islas donde vivió Calibán: Próspero invadió las islas, mató a nuestros ancestros, esclavizó a Calibán y le enseñó su idioma para entenderse con él: ¿Qué otra cosa puede hacer Caliban sino utilizar ese mismo idioma para maldecir, para desear que caiga sobre él la “roja plaga”? No conozco otra metáfora más acertada de nuestra situación cultural, de nuestra realidad (pp.33-34).*

Bajo esta lupa, que pretende recuperar la genealogía indígena de los latinoamericanos, Calibán deja de ser identificado con Estados Unidos y pasa a encarnar al pueblo latinoamericano, y la oposición entre Ariel y Calibán se transmuta por la oposición entre Calibán y Próspero, como representaciones de las relaciones de poder entre el Nuevo Mundo y Viejo Mundo, pero también entre el Tercer Mundo y el Primer Mundo, que a partir del siglo XX también se traduce en la imposición de la cultura estadounidense en los países “subdesarrollados”. En este sentido, si bien se le critica a Rodó haber confundido los símbolos, no por ello se desestima su crítica a la influencia de la nordomanía, que terminaría por imponerse en el mundo globalizado de la actualidad.

*Fernández Retamar, Roberto (2004). “Calibán (1971, con Postdata de 1993)”. Todo Calibán. Buenos Aires: CLACSO, pp. 19-81.