Ariel

Ariel Resumen y Análisis Parte VI

Resumen

VI (pp.33-48)

En esta parte de su discurso, Próspero se refiere a Estados Unidos como la expresión máxima del utilitarismo y de la “igualdad en lo mediocre” (p.33), que ejercen una fuerte influencia en Hispanoamérica, en donde se admira y se quiere imitar la prosperidad material de la democracia norteamericana. Para el maestro, el problema de querer copiar este modelo de civilización consiste en que es completamente extraño al carácter original de los pueblos latinos. Próspero cree que los americanos latinos tienen “una gran tradición étnica por mantener” (p.35), y que intentar remplazarla por algo que no es ni natural ni espontáneo a su espíritu es un esfuerzo vano e innoble.

Antes de exhibir los argumentos en contra de seguir el ejemplo norteamericano, Próspero se explaya en describir aquellos rasgos de su originalidad que le parecen valiosos. En particular, rescata su “experiencia innata de la libertad” (p.36), a la que le han sido siempre fieles, y el modo en que han ennoblecido el trabajo y el espíritu de asociación, instrumentos con los que han construido la grandeza de su imperio. También admira su “amor por la instrucción del pueblo” (p.37), su eficacia para las finalidades inmediatas, y la voluntad de acción y el optimismo con el que encaran el provenir.

Después de esta valorización, Próspero se pregunta si la sociedad norteamericana es la que mejor alcanza el ideal de civilización. Si bien admira el espíritu trabajador del norteamericano, cuestiona que el trabajo utilitario sea el “fin y objeto supremo de la vida” (p.39), y que solo se persiga el bienestar material. Como vive solo para la realidad inmediata del presente, el norteamericano no tiene dominio de las facultades ideales y tampoco ha heredado el “instinto poético ancestral” (p.40) que aún conserva el espíritu inglés, a pesar de su utilitarismo y su severidad puritana. En la cultura norteamericana, arguye Próspero, el arte verdadero solo existe en algunos rebeldes individuales, como Ralph Waldo Emerson o Edgar Allan Poe.

El maestro afirma que los norteamericanos no se apasionan por la idealidad de lo hermoso o de lo verdadero y menosprecian “todo ejercicio del pensamiento que prescinda de una inmediata finalidad” (p.41), aunque sea vana o infecunda. Su interés por la instrucción no apunta a moldear mentes que ambicionen a elevarse por sobre lo mediocre y esto redunda en una progresiva disminución de la sabiduría y el genio. A la moralidad norteamericana solo le importan la honestidad y la prudencia, por lo que da libre curso al egoísmo utilitario. En los Estados Unidos, tienen poder y dominio los que se alían con los “monopolizadores de la producción y dueños de la vida económica” (p.43).

Próspero confirma que Estados Unidos quiere consagrarse como suma y modelo de la cultura universal, aunque no posee el poder de educar y transmitir que tienen algunas razas. Pero la obra que ha realizado todavía puede hallar afinidad con los intereses espirituales, porque “sin la conquista de cierto bienestar material, es imposible en las sociedades humanas el reino del espíritu” (p.46). La historia ha demostrado que existe una reciprocidad entre los progresos del utilitarismo y del idealismo, y si hasta ahora el espíritu norteamericano ha sido solamente voluntad y utilidad, en el futuro podrá ser también inteligencia, sentimiento e idealidad. Pero todavía, arguye Próspero, no es aquel modelo de civilización ejemplar que pretende ser.

Análisis

Este apartado trata sobre los Estados Unidos y sobre lo que Rodó denomina la nordomanía de algunos hispanoamericanos, que quieren seguir el ejemplo del país norteamericano sometiéndose voluntariamente a su influencia. La visión que se le presenta a Próspero y que quiere disipar es la de una “América deslatinizada por propia voluntad, sin la extorsión de la conquista, y regenerada luego a imagen y semejanza del arquetipo del Norte” (p.34). De esta manera, el Ariel expone un tipo de crítica al predominio político, económico y cultural de los Estados Unidos, una crítica que cobrará más fuerza a lo largo del siglo XX.

Rodó piensa la relación entre Estados Unidos y los países hispanoamericanos como una confrontación entre dos tradiciones étnicas distintas: la anglosajona y la latina. En este punto, acompaña la visión positivista de su época porque reconoce una correlación entre los valores y los atributos de un pueblo y la raza a la que pertenece. Al afirmar que cada sociedad debe seguir lo que es propio de su etnia, Rodó también adscribe a cierta concepción romántica que rescata lo que reconoce como original y natural en un pueblo: “no veo la gloria, ni el propósito de desnaturalizar el carácter de los pueblos, –su genio personal, – para imponerles la identificación con un modelo extraño al que ellos sacrifiquen la originalidad irreemplazable de su espíritu” (p.34). Este sería uno de los argumentos en contra de seguir el ejemplo norteamericano: que no se adecúa al ser de los pueblos hispanoamericanos, que deben seguir los pasos de su propia tradición.

Otro argumento que esgrime Rodó con la voz de Próspero es el tema de la oposición entre utilitarismo e idealismo. Estados Unidos es un país que se interesa únicamente por la realidad inmediata y el bienestar material y que solo educa para alcanzar fines útiles, sin perseguir ninguna idealidad que eleve su espíritu. También cuestiona el hecho de que en Estados Unidos rige una plutocracia en la cual, en vez de que dominen las personas con mayor superioridad moral, quienes tienen poder político son los que poseen más riquezas y control económico, porque monopolizan la producción. La opulencia de este país, aunque genere admiración, es para Próspero algo insuficiente y vacío, porque le falta “la chispa eficaz que haga levantarse la llama de un ideal vivificante e inquieto sobre el copioso combustible” (p.40); con esta metáfora, el maestro afirma que no sirve de nada la riqueza material si no se pone al servicio de avivar las facultades humanas más nobles, como la belleza o la virtud.

Pero, así como no quiere desestimar por completo la modernidad por considerarla una etapa crucial en el proceso hacia la perfección humana, Rodó tampoco quiere desestimar por completo la influencia de los Estados Unidos en el resto del mundo, y en especial en los países hispanoamericanos. En este punto, vuelve a proponer la idea de reconciliar contrarios, y se apoya en ejemplos históricos para demostrar que el bienestar material que ha conseguido el utilitarismo es necesario también para el idealismo. De esta manera, Próspero asegura que sin el oro acumulado por el mercantilismo de las repúblicas italianas no podría haber existido el arte renacentista en todo su esplendor. Y así como lo útil puede servir a lo ideal, lo ideal también puede provocar resultados útiles, y esto lo demuestra Próspero al decir que, si en el pasado no hubiera habido soñadores y ociosos que contemplaran el cielo, no se podría haber mejorado la navegación.

Sin embargo, Próspero considera que debe pensarse a Estados Unidos como un país en formación al que le falta mucho para alcanzar su estado ideal, y no como el ejemplo máximo de modelo de civilización a seguir. Próspero sostiene que los hispanoamericanos deben hallar en sí mismos, es decir, en los valores que han heredado de su cultura, lo que necesitan para seguir su camino hacia la perfección.