Ariel

Ariel Resumen y Análisis Partes I-II

Resumen

I (pp.3-4)

El ensayo comienza presentando una situación de enseñanza: la de un maestro que se reúne junto a sus jóvenes discípulos en una sala de estudio llena de libros. Se trata de una despedida, luego de un año de trabajo compartido. No se nos revela el nombre del maestro, sino su apodo: Próspero, por alusión al mago del drama de Shakespeare La tempestad. Próspero congrega a sus alumnos alrededor suyo y se coloca junto a una estatua de bronce que representa también un personaje de la obra shakespeariana: Ariel, un ser de aire que simboliza “la parte noble y alada del espíritu”, al que se contrapone Calibán, otro personaje de aquel drama, “símbolo de sensualidad y de torpeza” (p.3).

II (pp.4-10)

Luego, con una “voz magistral” (p.4), Próspero comienza un discurso de despedida invocando al espíritu de Ariel. Anuncia su deseo de colaborar en el enriquecimiento del programa moral y espiritual que cada joven debe llevar a cabo para concretar sus ideales y contribuir al progreso espiritual de la humanidad. Esta es la responsabilidad que tiene la juventud por ser una generación “que marcha al encuentro del futuro” (p.4). A ella le toca renovar la fe en los ideales y expresar la fuerza vital de los pueblos. El mejor ejemplo es el de Grecia, que logró hacer grandes cosas por tener un alma joven, alegre y entusiasta. También el cristianismo es una “inspiración esencialmente juvenil” que ha derramado una “felicidad candorosa” y una “ingenua alegría de vivir” en las comunidades que abrazaron su credo (p.7).

Próspero, sin embargo, advierte a los jóvenes que aquella fuerza que llevan dentro puede malograrse y desvanecerse. Es lo que ha sucedido con los héroes románticos y con personajes decadentistas como el protagonista de À rebours (A Contrapelo, 1884), de Joris-Karl Huysmans. En cambio, los héroes nuevos de Jules Lemaître, de Téodor de Wyzewa o de Édouard Rod revelan un renacimiento de animación y de esperanza que señalan el camino a seguir. La juventud debe continuar por aquella senda si quiere encarnar la “realidad de la vida colectiva” de su tiempo y ahuyentar “todas las cobardías morales que se nutren a los pechos de la decepción y de la duda” (p.8).

No es el propósito de Próspero enseñarles dónde está el límite que separa el escepticismo de la fe, la decepción de la alegría. No es el rol del maestro eliminar todo rastro de dudas, de dolor o de angustia que pongan en peligro el optimismo de la juventud. Es necesario aceptar el reto de la Esfinge y hallar en las amarguras del pensamiento el punto de partida para la acción. Es por eso por lo que algunos pesimismos tienen “la significación de un optimismo paradójico” (p.9), porque propagan con su descontento la necesidad de actuar y, de este modo, superar las adversidades teniendo fe en el porvenir. Esto, que en la juventud es un instinto natural, no puede ser impuesto por ninguna enseñanza.

Próspero concluye así la primera parte de su discurso animando a sus discípulos a entrar a la vida como sus conquistadores audaces e innovadores, y aclama que América necesita de la juventud para que las fuerzas vivas de su pasado despierten y se integren a la obra del futuro.

Análisis

Ariel es un ensayo filosófico dividido en ocho partes, cuyos temas principales se desarrollan a través de una escena ficcional: la de un profesor que se dirige a sus alumnos. El texto se inicia con un breve relato-marco en el que un narrador omnisciente introduce dicha escena y a quien será el narrador principal, el maestro apodado Próspero, que toma la voz en primera persona a partir de la segunda parte. Lo único que se repone como trasfondo de esta escena es que se trata de una despedida, luego de un año de trabajo compartido. Se puede inferir que Próspero ha estado preparando a sus discípulos para este momento, en el cual los convoca a entrar en acción en el mundo real.

El tema principal de esta sección es el juvenilismo, la convicción de que los jóvenes y las nuevas generaciones cumplen un papel fundamental en el desarrollo espiritual de la humanidad. Próspero asegura que la juventud lleva dentro suyo la fuerza y el instinto necesarios para llevar a cabo su labor, por lo que su propio papel consiste en guiar esa fuerza y darle orientación moral. Pero no es su función disipar todo rastro de duda o temor; esto es algo que la juventud debe hacer por sí misma, tratando de descifrar el reto de la Esfinge; aquí, Rodo utiliza una imagen simbólica de la mitología griega: la de una criatura que transmite un enigma que debe ser descifrado.

Un aspecto para destacar de Ariel es que es un ensayo muy cargado de referencias culturales, simbolismos e imágenes poéticas. Las ideas de Próspero, que son las Rodó, se expresan a través de estos recursos literarios porque, para el autor de Ariel, la belleza es un modo de acceso al conocimiento. Tomemos, por caso, un pasaje en el que Próspero habla de la juventud:

…ningún otro espectáculo puede imaginarse más propio para cautivar a un tiempo el interés del pensador y el entusiasmo del artista, que el que presenta una generación humana que marcha al encuentro del futuro, vibrante con la impaciencia de la acción, alta la frente, en la sonrisa un altanero desdén del desengaño, colmada el alma por dulces y remotos mirajes que derraman en ella misteriosos estímulos, como las visiones de Cipango y El Dorado en las crónicas heroicas de los conquistadores (p.5).

Aquí, Próspero recurre a la personificación singular de una entidad colectiva, la juventud, para dar una imagen poética de la actitud optimista con la que dicha juventud debe encarar el futuro, diciendo que tiene una frente alta y una sonrisa altanera. También recurre a una densa adjetivación poética –“altanero desdén”, “dulces y remotos mirajes”, “misteriosos estímulos”– y toma como referencia dos espacios utópicos imaginados por las conquistas europeas –Cipango y El Dorado (ver sección “Glosario”)–, porque para Próspero los jóvenes deben actuar como conquistadores de su propio mundo, analogía con la que cierra también esta primera parte de su discurso. El uso de la metáfora también puede verse en cómo recurre a la nutrición para sostener que “las cobardías morales” se sustentan de “la decepción y de la duda” (p.8), como un bebé que se alimenta del seno de su madre.

La referencia literaria más importante de Ariel, por su significado simbólico, es el drama de William Shakespeare La tempestad. En la trama de esta obra, Próspero es un mago al que le han usurpado su título de duque de Milán y que gobierna en la isla en la que se ha exiliado escapando de un complot de asesinato. Ariel, por su parte, es un espíritu de la isla al servicio de Próspero, y la fuente de sus poderes mágicos. Calibán, por último, es nativo de aquel lugar y su legítimo gobernador, pero a quien Próspero convierte en su esclavo tras su llegada.

Rodó toma a estos tres personajes para caracterizar tres entidades: a Próspero, como el mago sabio que guía a la juventud, –que sería el propio Rodó dirigiéndose a los jóvenes latinoamericanos–, a Ariel, como imagen de los ideales espirituales que la juventud debe seguir, y a Calibán, como personaje monstruoso que condensa todo lo malo de la modernidad y que la juventud debe rechazar. Más adelante, Próspero volverá sobre las imágenes de Ariel y Calibán para profundizar sus sentidos; lo importante para destacar en esta parte es que el maestro invoca a Ariel como su numen, es decir, como una musa o deidad que lo inspira a hablarle a sus discípulos y que le da un valor espiritual a su discurso, que para Próspero pertenece al “género de la oratoria sagrada” (p.4).

Otra referencia que aparece en esta primera sección es a escritores franceses contemporáneos. Aquí, Próspero cuestiona las expresiones románticas y decadentes del arte porque considera que se han dejado abatir por el pesimismo de fin de siglo. Luego propone que, para vencer este pesimismo, es necesario convertirlo en un “optimismo paradójico”, es decir, buscar la forma de contrarrestar el abatimiento teniendo fe en el porvenir.

Por último, podemos destacar la mención a otros dos temas que tendrán relevancia a lo largo del ensayo: el valor de las culturas cristiana y de la grecolatina, y la importancia de conformar una identidad latinoamericana o americana. Próspero hace mención de Grecia y del cristianismo como ejemplos de culturas que prosperaron por mantener un alma joven. Pero estos no son, simplemente, modelos a seguir, sino que forman parte de la genealogía virtuosa de los pueblos latinos de América. Por eso, cuando al final de la segunda parte Próspero afirma que América necesita de su juventud, es porque considera que a través de ella pueden reanimarse “las fuerzas vivas del pasado” (p.10), para que el espíritu del pueblo americano sea parte del porvenir. En este sentido, los jóvenes son el presente que puede conectar el pasado con el futuro de América Latina.