Viaje al centro de la Tierra

Viaje al centro de la Tierra Resumen y Análisis Capítulos 17-25

Resumen

Capítulo 17

Axel sabe que la verdadera parte del viaje está por empezar. Se siente aterrorizado por el abismo, a la vez que agradece que las paredes perpendiculares harán que sea relativamente fácil bajar por la chimenea. Los tres hombres utilizan una cuerda para descender con seguridad, dejando caer una parte del equipaje antes que ellos. Durante el descenso, Axel está demasiado asustado para mirar las fantásticas paredes de roca que le rodean. Lidenbrock expresa su confianza en que no aumentará mucho la temperatura a medida que se internan en las profundidades de la Tierra.

Tres horas después, los hombres siguen descendiendo. La abertura se hace cada vez más pequeña y el entorno, más oscuro. Una vez que llegan a un terreno llano, acampan exhaustos para pasar la noche. Axel mira hacia la abertura por encima de ellos y ve la Beta de la Osa Menor parpadeando a lo lejos.

Capítulo 18

Llega la mañana y algunos rayos de sol alcanzan aquella parte del cráter. Lidenbrock anota observaciones en un cuaderno y luego los hombres se preparan para partir con las luces de Ruhmkorff encendidas. Axel observa que las paredes del cráter están recubiertas de un material grueso y brillante, procedente de la erupción del volcán de 1229. A pesar de sus temores, Axel está cautivado por las estalactitas y los cristales que brillan como lámparas de araña.

No hace mucho calor, lo que Axel atribuye a la trayectoria más horizontal que vertical que parece seguir la expedición. Los viajeros se detienen para pasar la noche y Axel le pregunta a su tío por el agua. Lidenbrock confía en que hallarán manantiales más adelante en el camino. Axel se sobresalta al darse cuenta de que se encuentran a la mayor profundidad a la que un ser humano se ha adentrado jamás en la Tierra.

Capítulo 19

Al día siguiente, los aventureros llegan al final de la chimenea por la que estaban descendiendo. Allí, el camino se divide ofreciendo dos senderos posibles. Lidenbrock no quiere parecer dubitativo y elige con confianza el túnel del este, aunque no hay ninguna diferencia discernible para saber cuál es el camino correcto.

Axel se maravilla con la arquitectura natural del espacio. Los arcos asemejan naves de catedrales góticas o edificios romanos. También le complace la tranquilidad de aquel espacio solitario porque se siente seguro; no hay salvajes ni fieras de las que preocuparse.

Por la mañana, los aventureros se despiertan renovados y continúan por el camino del este. Axel se queja de que parece que están ascendiendo, no descendiendo. Lidenbrock se muestra fastidiado, pero no dice nada. Axel se dice a sí mismo que al menos están volviendo más cerca de la superficie.

Al mediodía, Axel se da cuenta de que la lava ha sido sustituida por roca viva y capas inclinadas; aparentemente, han llegado a la etapa de transición, en pleno período silúrico. Axel señala estos hechos a su tío, diciéndole que se han topado con la época en que empezaron a aparecer las primeras plantas y animales. Lidenbrock no dice nada y Axel se pregunta si su tío se ha dado cuenta de que están en el camino equivocado, pero es demasiado terco para reconocerlo. Axel halla más pruebas de su teoría del período silúrico en los fragmentos de plantas y animales, y en el polvo del suelo. Incluso puede ver los contornos de algas y musgos en las paredes. De nuevo le dice a su tío algo sobre el camino, pero Lidenbrock solo admite que han salido de la lava e indica que deben continuar hasta no poder seguir avanzando. A Axel le preocupa que el agua se está acabando.

Capítulo 20

Racionar el agua se convierte de pronto en algo esencial. Los exploradores continúan a lo largo del período de transición, en el que Axel se maravilla por los signos de evolución de la vida animal que aparecen en la roca. No hay señales de que estén descendiendo, pero tropiezan con yacimientos de carbón. Al día siguiente, encuentran una galería cavernosa con la historia del período del carbón escrita en ella. Parece claro que este sería el período en el que existió la vegetación. Axel llega a la conclusión de que el interior de la Tierra debe ser muy caliente, pero que ellos no pueden sentir ese calor. Le fascinan las riquezas de carbón que hay allí y que los humanos no podrán utilizar. Cuando llegan al final del túnel, Lidenbrock se ve obligado a admitir que se equivocó. Ahora los aventureros deben regresas y tomar la otra ruta. Axel dice, asustado, que solo tienen agua para un día, pero Lidenbrock le responde que deben ser valientes.

Capítulo 21

Los tres hombres sufren enormemente la falta de agua. Sus reservas se agotan por completo y apenas logran llegar al lugar donde se bifurcan los dos túneles. Axel se desmaya, pero, para su sorpresa, Lidenbrock le ofrece un último trago de agua. Su tío le explica que sabía que su sobrino tendría dificultades y que guardó ese último trago para él. Después de que Axel bebe, agradecido, le dice a su tío que deben volver a ascender el cráter y subir a la superficie. Lidenbrock considera las palabras de su sobrino y le dice a Axel que, si quiere, puede tomar a Hans y partir, pero él debe continuar. Axel se siente desgarrado. Cree que su tío ha emprendido una misión suicida, pero no quiere abandonarlo. Cuando habla con Hans, el estoico guía le transmite a Axel que no romperá el acuerdo que tiene con su maestro. Entonces Lidenbrock le ofrece un compromiso: Axel le dará un día más para encontrar manantiales. Si esto no ocurre, todos regresarán.

Capítulo 22

Al bajar por el túnel occidental, los aventureros se entusiasman cuando encuentran los terrenos primitivos. Es la época de la formación de la base de la corteza mineral; los alrededores están llenos de esquistos estratificados de hermosos colores. El reflejo de la luz hace que parezca que los hombres están viajando a través de un diamante. Sin embargo, a las ocho de la noche todavía no hay señales de agua y Axel se da por vencido. Lidenbrock también se desploma y admite que todo ha terminado. Mientras duermen, Hans se levanta y se aleja. Axel lo ve adentrarse en el túnel y se siente confundido.

Capítulo 23

Cuando Hans regresa, les dice a los demás que ha encontrado agua. Emocionados por esta noticia, Lidenbrock y Axel lo siguen, descendiendo unos dos mil pies (600 metros). Se oye el sonido del agua que balbucea. Por desgracia, Hans no ha accedido realmente al agua, sino que la ha oído a través de la roca. Aunque romper las paredes del túnel para que salga podría ser peligroso, los hombres están desesperados y no se dejan guiar por la razón. Hans utiliza un pico y rompe la pared de granito. Para su deleite, el agua sale a borbotones, pero está hirviendo. El pasillo se llena de vapor y un arroyo comienza a balbucear. En cuanto el agua se enfría lo suficiente como para beberla, los hombres sacian su sed. Deciden dejar que el arroyo (al que llaman “Hans-Bach”, en honor al ingenioso guía) corra como compañero de ruta; lo seguirán y beberán de él.

Capítulo 24

Los tres hombres continúan su trayecto, ya sin preocuparse por la falta de agua. El camino, casi horizontal, empieza a descender verticalmente. Es traicionero, como una escalera de caracol que baja abruptamente. Una vez que llegan al fondo, los viajeros descubren que el camino vuelve a ser regular y aburrido. Lidenbrock le dice a Axel que, según sus cálculos, ya se encuentran debajo del océano. Axel se preocupa por la idea de tener una enorme masa de agua sobre su cabeza, pero se da cuenta de que este hecho no tiene importancia.

Capítulo 25

Mientras los exploradores pasan un día de descanso, Lidenbrock trabaja en sus notas diarias. Él y Axel discuten sobre la temperatura de la Tierra y el tiempo que se tardará en llegar al centro. Lidenbrock se enfada cuando Axel llega a la conclusión de que tardarán casi cinco años y medio en llegar. Axel también está preocupado por la presión, pero se calla. Se pregunta cómo pudo saber Saknussemm que había llegado al centro de la Tierra si no tenía un barómetro o un manómetro en su época.

Análisis

En estos capítulos se producen algunos acontecimientos notables. En primer lugar, los viajeros ya se encuentran muy avanzados en su viaje, siguiendo su curso gradual mientras descienden al fondo del cráter. Empiezan a observar un entorno maravilloso, de belleza y rareza, que solo sus ojos (y los de Saknussemm) han podido observar. Esto despierta el afán por el conocimiento y el descubrimiento de los personajes, en especial de Axel, que se siente fascinado por las posibilidades únicas que se le presentan: “Nunca se habían encontrado los mineralogistas en tan maravillosas circunstancias para poder estudiar la Naturaleza en su propio seno. La parte de la contextura del globo que la sonda […] no podía trasladar a su superficie, íbamos a estudiarla con nuestros propios ojos, a tocarla con nuestras manos” (p.144).

En segundo lugar, la arrogancia de Lidenbrock resulta casi fatal para los exploradores; el hecho de que no pueda admitir que se equivocó de ruta provoca un dolor y un miedo inconmensurables, especialmente para Axel. Lidenbrock se refiere a sí mismo como el “Colón de estas regiones subterráneas” (p.143), lo que evidencia su altanería frente a una Naturaleza que le advierte, a las claras, de los peligros de adentrarse en ella. Si no huiera sido por Hans, que supera impasible los percances del viaje, los hombres habrían perecido de sed por la obstinación de aquel hombre que se cree superior a la Naturaleza.

Los aventureros se dan cuenta de que su descenso a las entrañas de la Tierra les hace retroceder en el tiempo. Su movimiento a través del espacio los lleva también a través del curso de la historia natural, de modo tal que la trama se convierte en un sostén para proveer conocimiento científico. Verne se interesa especialmente en el pasado como instancia crucial para concebir una visión del mundo. En Viaje al centro de la Tierra, la retrospección es bastante literal, ya que los viajeros se adentran en las profundidades de la Tierra y se encuentran también retrocediendo en el tiempo geológico y evolutivo.

En el contexto del siglo XIX, Verne aparece como una suerte de cronista de la fascinación de su época por los avances científicos y por los descubrimientos (y destrozos) que esos avances provocan. El catedrático Timothy Unwin sostiene que Verne, en sus novelas, se preocupa mucho por describir cómo cambia el mundo en términos de tecnología y de expansión del conocimiento. La novela, en este sentido, difiere de la mayoría de las obras contemporáneas en que es muy técnica. Esto se puede ver en las recurrentes discusiones que entablan Lidenbrock y Axel a propósito de las temperaturas subterráneas o en los cálculos de cuánto tiempo les llevará descender hasta el centro de la Tierra.

Unwin también señala que incluso con todo el énfasis puesto en la ciencia, sigue habiendo un saludable escepticismo que impregna la novela. Lidenbrock encarna al científico capaz de equivocarse, lo que revela su humanidad. Por otra parte, la situación de peligro también pone a prueba la razón de los personajes, al punto de hacerlos realizar acciones imprudentes, como agujerear la roca para saciar su sed sin atenerse a los peligros que esta acción podría acarrear. El error y la imprudencia son formas posibles de descubrimiento y superación, no solo científica sino también humana, en lo que respecta a pensar la novela de Verne como una alegoría del viaje al interior del yo.