Viaje al centro de la Tierra

Viaje al centro de la Tierra Imágenes

Las paredes del cráter

Durante el descenso por el cráter, Axel describe maravillado los detalles de las paredes que su paso ilumina:

la lava, porosa en algunos lugares, presentaba en otros pequeñas ampollas redondas: cristales de cuarzo opaco, adornados de límpidas gotas de vidrio y suspendidos de la bóveda como arañas parecían encenderse a nuestro paso. Se habría dicho que los genios del abismo iluminaban su palacio para recibir dignamente a sus huéspedes de la Tierra (p.124).

Las algas marinas

Alex se asombra con las inmensas plantas acuáticas que encuentran en el océano subterráneo:

Nuestra balsa pasó al lado de ovas de 3.000 y 4.000 pies [900 a 1200 metros] de longitud, inmensas serpientes que se prolongaban hasta perderse de vista. Me entretenía en seguir con la mirada sus cintas infinitas, creyendo siempre poder descubrir su extremidad; pero, después de algunas horas, se cansaba mi paciencia y se perturbaba, pero no mi admiración (p.198).

El cementerio de osamentas

Un espectáculo notable es el campo lleno de huesos que descubren Axel y Lidenbrock:

Avanzábamos con dificultad sobre aquellas fragosidades de granito […], cuando descubrió nuestra vista una vasta llanura cubierta de osamentas. Parecía un inmenso cementerio donde se confundían los eternos despojos de generaciones de veinte siglos. Elevados montones de restos se extendían, cual mar ondulado, hasta los últimos límites del horizonte, perdiéndose entre las brumas. Se acumulaba allí, en un espacio de unas tres millas [2 km] cuadradas, toda la vida de la historia animal (p.233).

El ascenso de la balsa a la superficie

Una de las descripciones más memorables de la novela es la imagen de la balsa con los tres hombres en ella precipitándose hacia la superficie de la Tierra, en un chorro de agua hirviendo y lava. Las paredes se agrietan a su alrededor y el fuego los envuelve en la erupción: “los reflejos de las llamas penetraron en la galería vertical, que se ensanchaba. Percibía a mi derecha y a mi izquierda los profundos corredores semejantes a los inmensos túneles de los que se escapaban espesos vapores, y largas lenguas de fuego lamían chisporroteando las paredes” (p.269).