Veinte poemas de amor y una canción desesperada

Veinte poemas de amor y una canción desesperada Resumen y Análisis "Poema 17"

Resumen

El yo lírico comienza describiendo su soledad y la compara con la que, imagina, está sufriendo su amada lejos de él, en la ciudad. A continuación reflexiona acerca de cómo era su vida antes de conocerla y cómo es ahora, tras separarse de ella. Finalmente, se sumerge en la tristeza de la soledad definitiva.

Análisis

Este poema está compuesto por seis estrofas irregulares y verso libre, sin rima. El yo lírico es la única voz, y durante todo el poema le habla a su amada.

La soledad vuelve a ser el tema fundamental de este poema. Si bien durante el poemario no hay una narración clara en la que se vean las uniones y separaciones del yo lírico como una sucesión lógica de hechos, aquí sí se puede pensar que, tras la unión absoluta que aparece en los poemas 14, 15 y 16, ha llegado la separación de los amantes; separación que durará hasta el final de la obra.

En la primera estrofa, el yo lírico aparece sufriendo su soledad y la compara con la de ella: “Pensando, enredando sombras en la profunda soledad/ Tú también estás lejos, ah más lejos que nadie/ Pensando, soltando pájaros, desvaneciendo imágenes” (p.75). En la imaginación del yo lírico, ambos están pensando en la ausencia del otro. Sin embargo, la diferencia se da en que él está “enredando sombras”, imagen que funciona como una metáfora acerca de estar atrapado en los recuerdos (las sombras como símbolo de lo que ya no está), mientras que ella, por el contrario, está “soltando pájaros, desvaneciendo imágenes”. Es decir, ella está borrando los recuerdos que tiene de él. Los pájaros de los que ella se deshace funcionan, además, como símbolo de la soledad del yo lírico, como en toda la obra (ver sección "Símbolos, Alegoría y Motivos" de esta misma guía).

Luego, él reflexiona acerca de su vida antes de conocerla a ella. La soledad aparece aquí en su máximo esplendor: en este mundo habitado solamente por los amantes, el yo lírico estaba absolutamente solo si no estaba con ella. Así lo afirma: “Mi vida antes de nadie, mi áspera vida/ El grito frente al mar, entre las piedras/ corriendo libre, loco, en el vaho del mar” (p.75).

Esa soledad absoluta regresa; la amada en ese entonces estaba lejos, tal como lo está ahora. Es tras esta afirmación que el yo lírico, de pronto, siente que todo se derrumba: “Tú, mujer, qué eras allí, qué raya, qué varilla/ de ese abanico inmenso? Estabas lejos como ahora/ Incendio en el bosque! Arde en cruces azules” (p.76). El grito de “incendio” irrumpe como si la afirmación del yo lírico, de que la amada vuelve a estar lejos como antes de conocerla, hubiera sido la que desató dicho incendio, símbolo de la destrucción de la vida del yo lírico. Nuevamente, como en otros poemas, la palabra tiene el poder de volver real lo que ya sucedió en los hechos.

A partir de allí, la soledad del yo lírico se va profundizando hasta llegar al final del poema, en el que, directamente, ya no sabe ni siquiera quién es su amada: “Pensando, enterrando lámparas en la profunda soledad/ Quién eres tú, quién eres?” (p.76). Aquí hay una alegoría en donde esas lámparas simbolizan los recuerdos de la amada que el yo lírico va enterrando, es decir, olvidando. El entierro de esas lámparas lo deja en la oscuridad, y esa oscuridad funciona como metáfora del olvido absoluto del yo lírico, dando pie a las preguntas finales, que son como las que hace una persona cuando está, literalmente, en la oscuridad absoluta y no puede reconocer quién está en frente.