Veinte poemas de amor y una canción desesperada

Veinte poemas de amor y una canción desesperada Resumen y Análisis "Poema 16"

Resumen

El yo lírico celebra, desde el comienzo hasta el final del poema, que su amada le pertenece. Este poema es una paráfrasis del “Poema 30” del poemario El jardinero, de Rabindranath Tagore. Es decir, Neruda aquí reescribe, modificando elementos, el poema del autor de la India, aunque es realmente muy parecido (fue acusado de plagio tras la primera edición, y luego decidió dedicarle el poema a Tagore).

Análisis

Este poema está compuesto por cuatro estrofas de cuatro versos alejandrinos con rima asonante. El yo lírico es la única voz, y durante todo el poema le habla a su amada.

Al igual que en el “Poema 15”, aquí el yo lírico siente la felicidad de poseer plenamente a su amada y poder, entonces, disfrutar sin sufrimiento alguno de su amor hacia ella. En la primera estrofa, se ve, además, que esa posesión le brinda al yo lírico la seguridad de que ella es tal como él quiere que sea. Es decir, la posesión incluye también la posibilidad de amoldar a su amada: “En mi cielo al crepúsculo eres como una nube/ y tu color y tu forma son como yo los quiero/ Eres mía, eres mía, mujer de labios dulces/ y viven en tu vida mis infinitos sueños” (p.71). El yo lírico, como sucede durante todo el poemario, transforma poéticamente a su amada en un elemento de la naturaleza para poder poseerla libremente. En este caso, a través de una comparación, equipara a su amada a una nube, y así como una persona puede ver a una nube y decidir qué forma tiene de acuerdo a su criterio, el yo lírico decide cómo es ella. La repetición “Eres mía” del siguiente verso puede tomarse como una celebración, pero también como una forma de asegurar la posesión. Ya se ha visto, en otros poemas, cómo el yo lírico utiliza sus palabras como si tuvieran el poder de hacer realidad lo que expresan.

Las siguientes estrofas remarcan la posesión del yo lírico desde distintas imágenes entre las que cabe destacar: “Eres mía, eres mía, voy gritando en la brisa/ de la tarde, y el viento arrastra mi voz viuda” (p.71). Además de la repetición de “Eres mía”, que vuelve a aparecer, es importante remarcar la particularidad de que, por primera vez en todo el poemario, el yo lírico siente que la amada le pertenece aun cuando no está junto a él. La voz, personificada como “viuda”, está sola en esa tarde; nadie la oye.

En la última estrofa, la posesión llega a su punto máximo: “En la red de mi música estás presa, amor mío/ y mis redes de música son anchas como el cielo” (p.72). La red de la música es una metáfora que combina la red como instrumento de pesca (es decir, como herramienta para atrapar) con la música del yo lírico que son, en este caso, sus palabras. Es decir, el yo lírico tiene presa a su amada en su poesía. Y además, como afirma en el siguiente verso, no hay escape posible, ya que su poesía es ancha como el cielo; llega a todos lados.