Veinte poemas de amor y una canción desesperada

Veinte poemas de amor y una canción desesperada Resumen y Análisis "Poema 5"

Resumen

El yo lírico le habla a su amada acerca de la dificultad que tiene para utilizar sus propias palabras al intentar transmitirle su amor y que ella lo oiga. Esa dificultad radica en que sus palabras están atravesadas por ella; se tiñeron con su amor y ya no le pertenecen a él: son ajenas.

Análisis

Este poema está compuesto por diez estrofas con diferentes cantidades de versos sin rima. El yo lírico es la única voz del poema, y le habla a su amada.

Aquí se plantea fundamentalmente el problema de la comunicación entre el yo lírico y la amada. Además, la soledad y el amor son otros de los temas fundamentales.

En la primera estrofa, el yo lírico comienza expresándose acerca del esfuerzo que debe hacer para que su amada lo oiga. Por supuesto, “oír”, en este caso, quiere decir comprender lo que él dice, sentir interés y responder a eso, no simplemente escuchar. “Para que tú me oigas/ mis palabras/ se adelgazan a veces/ como las huellas de las gaviotas en las playas” (p.25). Según indica Luis Quintana Tejera, las huellas apenas perceptibles que deja la gaviota en la arena pueden transformarse también en símbolo de la palabra precisa, adecuada. Es decir, él intenta ser lo más preciso y sutil que puede para ser oído por ella. Por eso, en la siguiente estrofa, el yo lírico compara sus palabras con un collar para las manos suaves de su amada.

El conflicto aparece a partir de la tercera estrofa, en la que el yo lírico afirma que esas palabras pertenecen más a su amada que a él, ya que ella lo llena todo. Es decir, al ser ella lo único que existe para él (Ver "La soledad" en la sección "Temas" de esta misma guía), él utiliza el lenguaje solamente para comunicarse con ella. Esto lleva a que el yo lírico sienta que sus palabras ya no nacen de él, no le pertenecen, sino que son de su amada. Es como si ella hubiese invadido su interior, adueñándose de esas palabras, que “van trepando en mi viejo dolor como las yedras” (p.25).

En la quinta estrofa, el yo lírico afirma acerca de sus palabras: “Antes que tú poblaron la soledad que ocupas/ y están acostumbradas más que tú a mi tristeza” (p.26). Ese dolor que trepa dentro de él como las yedras es producto de que ella no está acostumbrada a la tristeza de él, entonces él no encuentra consuelo para su soledad en ella y, además, se quedó sin sus propias palabras para combatir a esa tristeza. El yo lírico, entonces, queda atrapado en una paradoja: por un lado, como lo afirma en la octava estrofa, necesita comunicarse con ella, utilizando aquellas palabras que alguna vez le pertenecieron, para decirle “Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme” (p.26), conseguir que ella lo oiga y poder salir de esa triste soledad. Pero, como lo afirma en la estrofa siguiente, es incapaz de hacerlo: “Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras/ Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas” (p.26).

En la última estrofa, al igual que en la segunda, aparece la imagen de él haciendo con las palabras un collar infinito para las manos suaves de su amada, demostrando que, finalmente, no puede decirle lo que quiere expresarle, sino que sus palabras siguen siendo “como las huellas de las gaviotas en las playas”, es decir, siguen diciendo lo que ella quiere que digan.