Un tranvía llamado Deseo

Un tranvía llamado Deseo Tennessee Williams: el horror y su catarsis

La escritura teatral de Tennessee Williams propone una versión contemporánea del horror y la catarsis trágica. En el prólogo a su pieza teatral Dulce pájaro de juventud, admite:

A los catorce años descubrí la escritura como un escape del mundo real, en el que me sentía terriblemente incómodo. De inmediato se convirtió en mi lugar de retiro, mi cueva, mi refugio. ¿De qué me refugiaba? De que me llamaran mariquita los chicos del barrio, la señorita Nancy y mi padre, porque prefería leer libros en la biblioteca grande y clásica de mi abuelo a jugar a las bolitas, al béisbol y a otros juegos normales de chicos, como resultado de una grave enfermedad infantil y de un excesivo apego a las mujeres de mi familia, quienes habían logrado que volviera a tomarle el gusto a la vida.

En la idea de escritura como escape resuena la oposición realidad-ilusión, tema protagónico de Un tranvía llamado Deseo. Pero Williams escribió más de cincuenta obras. En la mayoría de ellas, parece que lo que desvela al autor es transfigurar en poesía escénica el fracaso, la debilidad, el deseo y la brutalidad humanas, de lo local a lo universal. “Erróneamente –escribe Tennessee– entenderían mi obra como una denuncia de la moral norteamericana, sin comprender que escribo sobre la violencia de la vida norteamericana sólo porque no estoy tan familizarizado con la sociedad de otros países”.

Tennessee trabaja sobre lo trágico del ser humano como fuente de poesía, de belleza. En lugar de tesis que permiten multiplicar el dominio del mundo, el teatro de Williams parece solo desplegar preguntas que aumenten la conciencia sobre nuestra incapacidad de dominar nada, pero sin respuestas claras: ¿qué hacemos con nuestro impulso de violencia y, a la par, con nuestra vulnerabilidad?, ¿cómo vivir sin la fuerza suficiente para enfrentar el mundo?, ¿cómo administramos el poder del sexo en nuestras existencias?, ¿cómo desear sin ponernos en peligro? “Toda mi vida –escribe Tennessee– me ha acosado la obsesión de que desear o amar algo intensamente es ponerse en posición vulnerable, tener todas las posibilidades, sino probabilidades, de perder lo que uno más quiere”.

Por otra parte, no hay en su teatro “personajes positivos” que muestren el camino –cívico, político– a seguir. ¿Cuál es la salida para Amanda y Laura Wingfield, madre e hija de El zoo de cristal, a quienes Tom abandona, consciente de que las condena a la miseria? ¿Quién protegerá a Blanche Du Bois de la locura y del incesto? Las últimas palabras de la protagonista de Un tranvía llamado Deseo son reveladoras: “Yo he dependido siempre de la bondad de los extraños”.

En la base del teatro de Williams late la tragicidad ancestral. Sus dramas proponen una versión contemporánea del horror y la catarsis trágica. Como en Strindberg y en O’Neill, en el teatro de Williams la civilización –es decir, la educación, los buenos modales, las normas sociales, la convivencia armónica–, son la cosmética externa que intenta tapar el rostro del mono velludo. Dice Williams:

Todos somos gente civilizada, lo que significa que todos somos salvajes de corazón, pero observamos unas cuantas normas de conducta civilizada. Temo que yo observo menos normas que tú. ¿El motivo? Estoy acorralado contra la pared y lo he estado durante tanto tiempo que la presión de mi espalda sobre ella ha comenzado a descascarar el yeso que cubre los ladrillos y la argamasa.

Y Tennessee se pregunta: “¿No es extraño que dijera que la pared estaba cediendo, no mi espalda?”. Como en Strindberg y en O’Neill, la base de realismo se desplaza hacia zonas de mayor subjetividad, recursos expresionistas y un “lirismo” muy personal. Williams define El zoo de cristal como una “comedia de recuerdos” y aclara que “el expresionismo y todas las demás técnicas no convencionales del teatro tienen un solo objetivo válido: "un mayor acercamiento a la verdad”.

Tennessee cuenta que un psicoanalista al que recurre y que conoce su obra le pregunta en una de las primeras sesiones: “¿Por qué está tan lleno de odio, rabia y envidia?”. Williams acepta la rabia y la envidia, pero no el odio:

Creo que el odio es una cosa, un sentimiento, que solo puede existir cuando no hay comprensión. Dado que soy un miembro de la raza humana, cuando ataco el comportamiento del hombre ante su prójimosobviamente me estoy incluyendo en el ataque, a menos que no me considerara humano sino superior a la humanidad. No es así. De hecho, no puedo exhibir una debilidad humana en el escenario si no la conozco por padecerla yo mismo. He expuesto una buena cantidad de debilidades y brutalidades humanas y, en consecuencia, las padezco.