Un tranvía llamado Deseo

Un tranvía llamado Deseo Resumen y Análisis Acto I Escena 3

Resumen

Es noche de póker. Stanley y los muchachos están sentados alrededor de la mesa de la cocina tomando whisky y jugando a las cartas. Mitch lamenta tener a su madre enferma en casa y se aparta en el baño por un rato.

Blanche y Stella vuelven a casa. El juego continúa y ellas no son bienvenidas a sumarse. Mitch sale del baño e inmediatamente es cautivado por Blanche, quien también se ve cautivada por él. El póker continúa mientras las mujeres cuchichean y escuchan la radio, pero a Stanley le molesta el ruido y les grita para que la apaguen. Mitch reparte las cartas y se va a hablar con Blanche. Le ofrece un cigarro de una caja de plata que lleva la inscripción de una chica, ahora muerta, con quien Mitch tuvo un romance. Blanche le pide ayuda para poner una pantalla sobre la bombita de luz, que está desnuda, y así atenuar su intensidad. Hablan sobre la profesión de Blanche, de cómo ella disfrutaba ver a sus jóvenes estudiantes descubrir el amor, aún si eso significaba que desviaran el interés de su materia.

Blanche vuelve a prender la radio y empieza a bailar. Stanley aparece furioso en la habitación, toma la radio y la arroja por la ventana. Stella le grita y él le pega. Los hombres apartan a Stanley para calmarlo. Stella llora y quiere irse; Blanche la acompaña al departamento de Eunice, en el piso de arriba.

Stanley vuelve en sí y se da cuenta de que Stella se fue. Sale del departamento y comienza a gritar su nombre. Eunice sale y le dice a Stanley que se calle, pero este sigue gritando. Después de un momento, Stella aparece y abraza a su marido. Él la levanta en brazos y la lleva a la habitación. Blanche se asoma, temerosa, y se da cuenta de que Stella ha vuelto con Stanley. Está confundida y asustada. Mitch aparece nuevamente y retoman el coqueteo.


Análisis

La configuración de esta escena, que hace coincidir dos situaciones (la noche de póker y la llegada de las mujeres), produce dos momentos especialmente significativos: el encuentro entre Mitch y Blanche, que dará comienzo a una historia entre ambos, por un lado, y el golpe de Stanley a su mujer y su posterior reconciliación, por el otro. De algún modo, ambos momentos desnudan el carácter de los antagonistas en su máxima expresión: Blanche, fabulando para seducir a Mitch, expone su imaginería romántica; Stanley, violentando a su mujer, expone su animalidad y su brutalidad.

La distribución de la casa de los Kowalski, sin más separación que unas gasas, obliga a convivir en una misma situación a quienes estén en escena. El hecho de que la conversación entre Mitch y Blache sea interrumpida en varias ocasiones por los gritos de Stanley propone una dificultad significativa: no hay, en este espacio, intimidad ni privacidad. Eso complejiza la situación para Blanche, quien considera necesario forzar en cierta medida su imagen para poder seducir: ella sabe que puede conquistar a Mitch siempre y cuando aparente ser una muchacha más joven y menos experimentada de lo que en verdad es.

De todos modos, Blanche intenta dorar las condiciones del escenario de seducción: le pide a Mitch que coloque una pantalla de papel sobre la lamparita para atenuar su intensidad. En ese simple gesto instala nuevamente en la escena el tema de la ilusión y la contraposición entre lo romántico y lo realista: “Me parece insoportable un foco sin pantalla. Tan insoportable como una observación grosera o un acto vulgar” (p.69), dice Blanche. Un foco sin pantalla ofrece la luz cruda de lo real, y eso es lo que ella no soporta.

En esa comparación, además, Blanche aporta una clara crítica a su cuñado, que en ese momento se comporta como un jugador borracho, violento, vulgar. Pero más que nada, el gesto implica que Blanche se dispuso a seducir a Mitch, y para tal fin disfraza su edad con la sombra, y su propia oscuridad con destellos de gracia. Incluso traduce su nombre, ante él, como “madera blanca, ¡como un huerto en primavera!” (p.68), cuando la sociedad de su época bien podría haber señalado que la primavera ya había pasado para ella (ella misma le dirá a su hermana, más adelante, que teme estar marchitándose). El público, nuevamente, asiste a una ironía dramática protagonizada por Blanche: le dice a Mitch que es la hermana menor de Stella, y que fue a la casa en ayuda de su hermana, que no estaba muy bien. El tema de la ilusión, en esta escena, todavía no es causa de conflicto. Funciona, de hecho, para los objetivos de Blanche.

Es importante señalar que Mitch y Blanche se atraen mutuamente, pero por motivos distintos. Él se siente seducido por los trucos de Blanche, su coquetería, su sensualidad. Blanche, por su parte, ve en él la posibilidad salvadora de un marido: un instante después de haberlo visto, le pregunta a hermana de qué trabaja él. Es interesante que el deseo que hay entre ellos, aunque por motivos distintos, se entremezcle con la muerte: ambos comparten una familiaridad con la muerte, porque Blanche vio morir lo que quedaba de su familia y también perdió a su ex marido, mientras que Mitch tiene una madre enferma y perdió a la muchacha que le regaló la cigarrera. De este modo, aparecen nuevamente el deseo y la muerte irremediablemente unidos. De todos modos, y a pesar de las afinidades, la pérdida en Blanche es más oscura; su herida es más profunda y dejó en ella traumas difíciles de superar. Esa diferencia entre ellos, por ahora oculta, acabará por terminar con la relación.

Un momento muy importante de esta escena es la secuencia de violencia de género. Stanley arroja por la ventana la radio que escuchaban las mujeres y después, ante el reproche de Stella, le pega. "No se debería jugar al póker en una casa donde hay mujeres" (p.72), afirma repetidamente Mitch, convencido de que el conflicto que atormentó la casa se debe a la combinación del juego y la presencia de mujeres. Es importante analizar, en relación a la afirmación de Mitch, el comportamiento de Stanley en esta escena. Él se ve a sí mismo como un macho, con todo el alcohol y la misoginia que cree necesaria para serlo. La noche de póker, organizada por Stanley, es una noche de testosterona. Esto se ve en la molestia que representa para él la presencia de su mujer y su cuñada. En las didascalias se señala que que hay botellas de cerveza vacías por todo el escenario. Cuando las mujeres entran a la casa, Stanley no solo está alcoholizado, sino que ha estado perdiendo dinero y necesita recuperar su imagen viril frente a sus amigos. La combinación del alcohol, las altas horas de la madrugada, las malas manos de póker y la creciente irritación que le provoca a Stanley la presencia de su cuñada se combinan para que este personaje exhiba toda su violencia y descargue su furia sobre su esposa.

De todos modos, y como es usual en personajes con este nivel de violencia, se evidencia que no es la primera vez que él es violento (sabremos, también, que no es la última), sino que se trata de un comportamiento habitual, incluso aceptado en su entorno. "Me irrita tanto cuando lo hace en presencia de gente" (p.62) dice Stella, luego de que se marido le da una palmada un tanto sexual a la vista de los presentes. La frase de Stella exhibe su lógica de lo que se permite y lo que no: a ella no le molesta que él haga eso, sino que lo haga en público. A solas, él puede hacer lo que quiera. Pero, mientras Blanche esté en la casa, eso no es una posibilidad.

Hacia el final de esta escena tiene lugar una imagen impactante: Stanley Kowalski, símbolo de virilidad y hombría, arrodillado y semidesnudo en la calle, llora con desesperación y grita el nombre de su esposa. La reconciliación de Stella y Stanley, pocos instantes después, ofrece un contrapunto absoluto respecto de la situación inmediatamente anterior: es silenciosa. La conexión entre ambos no se da por la palabra sino por el cuerpo; su conexión es carnal. Stanley es una fuerza físicamente dominante para Stella, un centro de gravedad que la atrae al punto de hacerla bajar las escaleras y descender, literalmente, a su nivel.

Este es un momento muy complejo de la obra, realmente icónico. La efectividad de esta escena, en su representación, depende de que el público sienta lo mismo que Blanche: una mezcla de miedo y curiosidad. Para Blanche, el deseo es algo a vestir con encajes y perfumes, que se desenvuelve a escondidas, en la oscuridad, fuera de la vista de todos. Como se develará más adelante, el deseo sexual existe en la vida de Blanche y es una de las fuerzas conductoras que la han llevado a ese lugar, pero le espanta la pasión violenta que presenció en el lazo entre su hermana y su cuñado. Por otro lado, el único hombre al que Blanche amó fue su marido, pero, debido a incompatibilidades sexuales, no podía haber allí ninguna pasión. Blanche, por lo tanto, nunca experimentó esta clase de amor libidinoso. Es algo que le es extraño, algo animal a lo que teme, y que se condensa con intensidad en su antagonista.