Stoner

Stoner Resumen y Análisis Capítulos 6-8

Resumen

Capítulo 6

Un viernes por la tarde del verano de 1924, Archer Sloane fallece. Lo descubre un ordenanza recién el lunes por la mañana. Stoner participa del funeral y vuelve a percatarse de lo mucho que había que había envejecido en los últimos años.

Gordon Finch se transforma en el jefe de Departamento mientras buscan a un reemplazo para Sloane, y en julio anuncia que contratarán a un nuevo profesor asistente llamado Hollis N. Lomax, doctorado en Harvard recientemente y con algo de experiencia en docencia en Nueva York. Todo el equipo de inglés está ansioso por recibirlo, pero Lomax no se presenta durante las primeras jornadas al regreso de vacaciones, sino que lo hace recién en la reunión de Departamento, tras las inscripciones estudiantiles.

Lomax es un hombre pequeño, de metro y medio y “de cuerpo grotescamente deforme” (p.103). Jorobado y rengueante, el recién llegado se abre paso por el auditorio y se presenta con cortesía, pero también con mucha arrogancia. Lomax se vuelve muy popular entre los alumnos, y Stoner reconoce en él algunos rasgos de su amigo Masters, muerto en Francia. Sin embargo, aunque trata de acercarse a él, el nuevo profesor rechaza su invitación a cenar, como hace con todas las invitaciones sociales que recibe.

En 1925 Stoner termina de escribir su libro y logra que una editorial se lo publique, lo que le vale un ascenso al cargo de profesor asistente regular en la universidad, con lo que queda muy conforme. Ese mismo año, Edith viaja a ver a sus padres y, al regreso, le entrega a su marido un préstamo por seis mil dólares que le ha hecho su padre para que se compren una casa. Stoner trata de hacerle entender a su mujer que, con su sueldo actual, no puede hacer frente a las cuotas de ese préstamo, y que, por mucho que le guste la idea, es un suicidio financiero para ellos. Pero Edith insiste y Stoner termina aceptando.

Edith se encarga de buscar casa y, al poco tiempo, da con una propiedad adecuada. Se trata de una casa de dos plantas que requiere mucho trabajo de refacción, pero que está a buen precio y se encuentra cerca de la universidad. Una vez mudados, piden quinientos dólares más para comprar los muebles, y comienzan con los trabajos de mantenimiento. Stoner debe trabajar durante los veranos y conseguir más clases para poder afrontar las deudas que crecen mes a mes. Una vez que se retrasa con el pago, su suegro le envía una carta intimándolo a saldar la deuda, sin ningún tipo de consideración por formar parte de la familia.

Cuando han terminado las refacciones, Edith propone realizar una fiesta de inauguración y todo el Departamento de Inglés de la universidad está invitado. Edith trabaja frenéticamente y al borde del agotamiento para preparar la fiesta, y horas antes de recibir a los invitados sufre un colapso nervioso porque se percata de que las copas que poseen no serán suficientes para todos. William, para aplacarla, sale al centro en busca de locales abiertos y, a su regreso, encuentra a su esposa charlando tranquilamente con los invitados que acaban de llegar, como si nada hubiera pasado. Al finalizar la fiesta, Gordon Finch y su esposa, Caroline, se quedan junto a Lomax charlando y bebiendo hasta las cuatro de la mañana. El nuevo profesor les cuenta parte de su vida: tuvo una infancia solitaria en Ohio, donde su padre se había instalado con una pequeña empresa privada y, debido a su deformidad, nunca tuvo amigos. Desde muy joven encontró refugio en la literatura y esta le cambió la vida, al igual que a Stoner.

Cuando los invitados se marchan y William sube a su cuarto tras despedirlos, se encuentra con Edith, que yace desnuda y dormida en la cama. William contempla su hermosura, pero el deseo que sentía por ella ya se ha apagado.

En los meses siguientes, entre William y su hija se establece una complicidad y una rutina familiar que deja por fuera a Edith, quien está cada vez más ausente en la casa y parece que se esfuerza por evitarlos.

Capítulo 7

Una noche de primavera de 1927 William llega tarde a su casa y Edith lo espera con el teléfono en mano. Un hombre lo llama para avisarle que su padre ha fallecido. A la mañana siguiente, William toma el autobús que lo deja en el pueblo más cercano a la granja de sus padres y de allí camina hasta la casa. Un hombre de traje lo recibe y le presenta sus condolencias, pero William no le presta atención y se dirige directamente a su madre, quien sin decir demasiado lo lleva frente al cajón.

Su padre había adelgazado muchísimo en las últimas semanas, y William casi no reconoce el cuerpo enjuto de aquel hombrecito, enfundado en un traje que le queda demasiado grande. Mientras se encarga de organizar el funeral, le cuentan que su padre había estado muy enfermo, pero no había querido dejar de trabajar en la granja. Una madrugada se levantó y se dirigió al campo, y a media mañana lo encontró el peón: estaba tirado, inconsciente y volando de fiebre. Al mediodía había fallecido.

Tras el funeral, William le propone a su madre que vaya a vivir a Columbia con él, pero ella se niega rotundamente. Ha vivido toda su vida en la granja y quiere morir allí. Además, Tobe, el peón negro que contrataron, se quedará con ella para cuidarla y hacerse cargo del campo. William comprende que su madre quiere dejarse morir en esa casa, y respeta su decisión.

Durante los meses siguientes, cada fin de semana Stoner visita a su madre y nota su progresivo y rápido deterioro. Al poco tiempo su madre también muere, y la entierra junto a su padre en la granja. Mientras contempla las tumbas, Stoner reflexiona sobre aquella tierra ingrata que ha consumido la vida de sus padres y no les ha dado nada a cambio.

Al poco tiempo, en la primavera de 1928, William pone la granja en venta y deja que Tobe se quede allí hasta que la transacción se realice. Recién en la primavera de 1929 consigue comprador y, aunque la oferta es mala, acepta y le envía el dinero directamente a su suegro para pagar parte de su deuda. Pocos meses después, en octubre, cae la bolsa en Wall Street y corren las noticias de miles y miles de vidas arruinadas y de fortunas destruidas. A la gente de Columbia aquello mucho no le afecta, pero el matrimonio Stoner se entera de que el banco del padre de Edith ha quebrado. Cuando Edith llama a su padre, este le asegura que todo estará bien y que él logrará reponerse, pero tres días después se encierra en su despacho del banco y se pega un tiro en la cabeza.

Edith se ausenta por una semana para el funeral de su padre, pero termina quedándose dos meses en St. Louis. En esa época, la relación entre William y su hija, Grace, que ya tiene seis años y ha comenzado la escuela, se estrecha todavía más. La niña comienza a dar muestras de poseer una inteligencia y una curiosidad admirables, y suele pasar los días en el estudio de su padre, charlando con él tranquilamente, leyendo y dibujando. En ese tiempo sin su mujer, Stoner se da cuenta que es más feliz que nunca, y que la ausencia de Edith lo llena de paz. También se produce un cambio drástico en la forma en que da clases. Por primera vez cede a la pasión y el amor que siente por la literatura, y sus clases dejan de ser mecánicas y aburridas. Los estudiantes comienzan a seguirlo por los pasillos para hacerle preguntas, y todos quieren anotarse en sus cursos. Stoner comprende que, finalmente, y con diez años de demora, está comenzando a conocerse a sí mismo y a transformarse en una figura sólida y segura de sí misma.

Edith regresa sin aviso para darle una sorpresa a su familia. Su aspecto físico ha cambiado, y viste a la moda de los años 20. Sin embargo, cuando se encuentra con William, es tan grande el cambio de su personalidad que se le nota hasta en la mirada, y Edith lo comprende al instante. A Grace le resulta difícil procesar el cambio de aspecto de su madre, y no se muestra muy feliz con su regreso. Esa misma noche, Stoner imagina que entre él y su mujer está a punto de comenzar una nueva guerra.

Capítulo 8

Durante el funeral de su padre, Edith se mantiene imperturbable, sin dar señales de tristeza o abatimiento. En los días siguientes, se encierra en su pieza de niña, y todos creen que la reclusión se debe a la pena que la embarga. Sin embargo, Edith se pasa esos días revisando sus pertenencias y seleccionando todo aquello que podría recordarle a su padre para destruirlo. A los pocos días baja por primera vez durante el día y sostiene una conversación animada con su madre. Como le dice, tiene la intención de reinventarse, de cambiar su forma de vestir y de ser.

La madre la ayuda a seleccionar nuevas vestimentas, y Edith prende fuego toda la ropa que llevó con ella desde Columbia. También se corta el pelo, aprende a maquillarse e imposta su voz hasta cambiar totalmente su acento.

Cuando regresa a su casa, deja de fingir que está débil o enferma y se entrega de lleno a sus nuevos pasatiempos: se inscribe a un grupo de teatro y se dedica a todas las tareas que le encomiendan: diseña escenografía, recauda dinero y hasta interpreta papeles menores en las obras que presentan. También compra un piano vertical y lo instala en la sala, justo contra la pared del estudio de su marido.

Los días en su casa están llenos de actividad: toca el piano dos o tres horas y pasa mucho tiempo reunida con sus amigos de teatro, que pasan a ser visitantes constantes de su casa. En todo ese tiempo, Stoner y Grace se mantienen al margen; Stoner por no intervenir en los asuntos de su esposa y Grace porque su madre dice que las reuniones que mantiene no son lugar para una niña. En esa época, la pareja ya no comparte el dormitorio, y Stoner suele dormir en un diván en su estudio.

Al tiempo, los amigos de Edith dejan de ir a la casa, y la mujer vuelve a pasar largas horas en el hogar, sola, dedicándose otra vez a la limpieza y el orden. Un día, durante un almuerzo, Stoner le pregunta si todo va bien, a lo que Edith le responde que sí, que simplemente se aburrió de sus amigos y del trabajo. Sin embargo, toma a mal la pregunta de su marido. Al rato, mientras William y Grace están en el estudio, Edith se presenta, llama a su hija y le dice que su padre está demasiado ocupado y que ella no puede estar ahí porque lo importuna. Stoner dice que no es así, pero Edith lo ignora y se lleva a la niña.

Desde ese momento, Grace comienza una guerra secreta para quitarle a William toda influencia sobre su hija, y lo hace acudiendo a diversas estrategias que siempre se escudan en el bienestar de la niña, por lo que William tiene dificultades para imponerse. Edith argumenta que Grace es poco feliz, que debe reunirse con niños de su edad, que estudiar tanto le hace mal y que debe pasar tiempo al aire libre. Mientras, se rodea de muchas madres de los niños vecinos, las invita a tomar el té y busca que su hija juegue con ellos. William se da cuenta de lo que sucede, pero es incapaz de reaccionar y detener a su esposa. Mientras tanto, Grace comienza a adelgazar y pierde su naturaleza jovial y tranquila. Ahora la niña pasa de la tristeza y el mutismo a arrebatos de risa histérica. Es tanta la tenacidad de Edith que ni siquiera le permite a su esposo que hable con su hija durante la cena, puesto que si así lo hace, luego ella castiga a la niña por sus modales al comer, o por cualquier pequeño detalle en su conducta, y Grace termina perjudicada.

Stoner se da cuenta de que su hija está sufriendo, y trata de hablar con su esposa, pero ella aparenta no comprender el reclamo y solo dice que está haciendo lo mejor para su hija. Stoner llega a preguntarle si realmente lo odia, y le pide que en todo caso se desquite con él y no con la niña, pero Edith no le hace caso y le contesta que no podría odiarlo.

Tras ese episodio, Stoner llega una noche a su casa y descubre que su mujer le ha quitado todos sus muebles y pertenencias del estudio, aduciendo que necesita ese espacio para dedicarse a la escultura, porque es el que mejor luz tiene, y que seguro que a él no le molestará armar su estudio en la galería vidriada del fondo, un cuarto pequeño, con poca luz y sin calefacción, demasiado frío para el invierno y caluroso para el verano. En ese espacio, a Stoner se le hace imposible colocar todos sus libros, y mucho menos su diván, por lo que cada noche termina durmiendo en el sofá del salón.

Otro día, cuando regresa de la facultad, nota que la galería vidriada ha comenzado a llenarse de objetos como lámparas o muebles en mal estado, que Edith saca de otras partes de la casa y los coloca allí, porque en el sótano se echarían a perder. Stoner no dice nada y tolera aquella situación hasta que otra tarde, también cuando regresa, encuentra que Edith ha dejado que Grace y otros niños jueguen entre sus libros y sus manuscritos, y le han roto parte del manuscrito del libro en el que estaba trabajando.

Después de este episodio, Stoner muda todo su estudio a una oficina en la facultad, que comparte con otros dos colegas. Para poder trabajar sin que lo molesten, comienza a quedarse cada vez más en la universidad y prácticamente no está en su casa. Ahora que Edith ha logrado quitarle sus espacios, por lo menos deja tranquila a Grace, y William puede recuperar parte del vínculo que tenía con la niña, por lo que al menos logra estar tranquilo, y a veces se siente, incluso, feliz.

Análisis

Los capítulos 6, 7 y 8 abarcan la mayor parte de la década del 20, y profundizan la relación entre Stoner y Edith y la vida académica que lleva adelante Stoner en la Universidad de Misuri.

Archer Sloane muere en 1924 y a Stoner lo vuelven a invadir las reflexiones sobre la muerte. Este es en verdad uno de los temas más importantes de la novela. Como se verá en los capítulos siguientes, Stoner debe experimentar las dos guerras mundiales, y dichos eventos lo conmocionan de una forma que ni siquiera él es capaz de comprender. En verdad, toda la subjetividad de su generación está atravesada por la experiencia de la pérdida y la relación que se establece con la muerte como una experiencia violenta e inesperada. Frente a la pérdida de Sloane, William experimenta una soledad profunda y se pregunta hasta qué punto la guerra ha abrumado el espíritu de su amigo distante. Esta soledad va a marcar su forma de ser en el mundo y de relacionarse con sus pares: Stoner solo es amigo de Gordon Finch, y apenas habla con el resto de sus colegas, con quienes la relación se hará más distante conforme pasen los años. Por fuera de la vida académica, Stoner no tiene grandes relaciones sociales, y la comunicación con su esposa es casi inexistente, por lo que Stoner termina refugiándose en la literatura y aislándose prácticamente del mundo.

Al poco tiempo de la muerte de Sloane, mientras Finch es el jefe interino del Departamento de Inglés, llega a la universidad Lomax, un profesor graduado en Harvard. Lomax destaca por su aspecto físico -es jorobado y mide apenas un metro y medio- y por la forma socarrona con la que se dirige a todo el mundo. Como demuestra rápidamente, es un hombre arrogante y lleno de soberbia que vive recluido y no participa casi de ninguna reunión social. En los siguientes capítulos, este personaje burlón y ambicioso se convertirá en el principal antagonista de Stoner, y pondrá en relieve los problemas que suelen existir entre académicos de una misma universidad.

En 1925, mientras Stoner disfruta del éxito en la universidad tras haber publicado un libro con su tesis de doctorado y haber ganado un puesto de profesor regular, Edith pide un préstamo a su padre para comprar una casa. Este proyecto es demasiado ambicioso para las posibilidades económicas de su marido, pero William no encuentra manera de oponerse a la tenacidad de su mujer, por lo que termina cediendo, y la pareja se muda a los pocos meses. La compra de la casa pone de manifiesto la manera en la que Edith construye su vida y trata de adecuarse a las expectativas sociales para un matrimonio de clase media. Para cualquiera que observe la pareja por fuera, Edith cumple satisfactoriamente con lo que se espera de una mujer: se ha casado, ha tenido una hija, y ahora la casa implica la culminación del proceso de formación de la familia. En ella podrá criar a su hija y desarrollarse plenamente como ama de casa. Sin embargo, la realidad de la pareja es totalmente diferente. Edith ejecuta los mandatos sociales como si estuviera siguiendo un guión creado para su personaje, pero no obtiene ningún placer de todo ello, y la relación con su marido sigue deteriorándose.

En Stoner, las casas no son simples elementos que complementan el decorado, sino que reflejan las estructuras sociales, las formas de ser y los valores morales de los personajes que las habitan. La casa de la infancia de William Stoner era humilde, carecía totalmente de elementos de decoración y estaba amoblada solo con unos muebles viejos de madera labrada. Los espacios reflejaban la austeridad de sus habitantes: los padres de Stoner eran tan parcos como su casa, y el poco tiempo que pasaban junto a su hijo tenía lugar en la cocina, alrededor de la mesa en la que comían. Esa austeridad o vacuidad de la casa puede verse traspolada, en cierto sentido, a la forma en la que Stoner se relaciona con su entorno y cómo establece las relaciones impersonales con su familia y sus colegas. Lo único que parece vincular a Stoner con ellos son los deberes que ha contraido y la necesidad.

Por el contrario, lo primero que hace Edith al comprar la casa es manifestar su interés de dar una fiesta de inauguración. Esta nueva apertura por parte de Edith -quien había dejado de recibir visitas en el departamento en el que vivía anteriormente- es una manera de mostrarse ante la sociedad como parte de una familia estable y acomodada -algo que en realidad no existe-. El intento se revela como desesperado y absurdo ante el lector, quien conoce la intimidad de la pareja y sabe que aquella fiesta es una impostura absoluta.

Durante la fiesta, destaca la presencia de Lomax, alguien que suele rechazar todas las invitaciones sociales. Un tanto desinhibido por el consumo de alcohol, Lomax tiene un momento de vulnerabilidad y les cuenta a Stoner y a Finch parte de su pasado, sin que en sus palabras se detecte ese tono burlón tan característico de su discurso:

Habló de su infancia solitaria en Ohio, donde su padre había sido un pequeño empresario bastante exitoso; habló, como refiriéndose a otra persona, del aislamiento que le había impueto su deformidad, de la vergüenza temprana cuya causa él no entendía y de la que no sabía defenderse. Y cuando habló de los largos días y noches que había pasado solo en su cuarto, leyendo para escapar de las limitaciones que le imponía su cuerpo tullido, y encontrando poco a poco una libertad que se intensificó cuando llegó a comprender su naturaleza, William Stoner reparó en un vínculo que no había sospechado. Supo que Lomax había sufrido algo así como una conversión, la epifanía de conocer por medio de las palabras algo que no se podía expresar con palabras, como le había ocurrido a Stoner en el curso que daba a Arhcer Sloane (p.110).

Un paralelismo puede trazarse entre los trasfondos de vida de Lomax y Stoner: ambos han vivido recluidos de los medios sociales, han sido introvertidos durante toda su infancia, carentes de amigos y al margen de los eventos sociales. Pero, sobre todo, los dos se enfrentaron a la literatura como si se tratara de una revelación portentosa que les cambió la vida y los llenó de amor. Sin embargo, en el decurso de su formación, las dos personalidades divergen completamente: mientras Stoner se mantiene en su humildad y suele ser compasivo y piadoso, Lomax se vuelve arrogante y soberbio. Mientras que el primero jamás pensaría en utilizar su influencia o su conocimiento para obtener poder sobre los demás, Lomax disfruta del poder que tiene en la universidad y lo utiliza para favorecer a ciertos estudiantes y someter a otros. Estas diferencias convertirán a los dos personajes en rivales, aun cuando Stoner intentará a toda costa evitar los enfrentamientos.

Al inicio del capítulo 7 mueren los padres de Stoner. Luego, el crac bursátil de 1929 genera una enorme crisis económica en Estados Unidos, el banco del padre de Edith quiebra y este se suicida. La muerte de los padres de William implica un corte definitivo con la vida de campo que había marcado la juventud del protagonista. Ahora, Stoner está solo en el mundo -excepto por su hija, Grace- y, en algún sentido, ya no tiene ningún lastre que lo ate a su pasado. Con Edith sucede algo similar: al morir el señor Bostwick, se instala dos meses en casa de su madre, se encierra en su habitación y quema todos los objetos que le recuerdan a su padre. Tras esta acción, decide cambiar totalmente su aspecto físico, y acompaña el cambio con una modificación de su personalidad: Edith aprende a maquillarse, se corta el pelo según la moda de la época y cambia completamente su guardarropas.

Así, la década del 30 es un año de cambios para ambos personajes. Stoner se dedica de lleno a la universidad y, por primera vez, reconoce que puede ser un buen profesor y transmitir el amor que siente por la literatura a sus estudiantes. Al cambiar el abordaje de su profesión, un cambio profundo se opera en toda su persona:

Comenzó a hablar con mayor aplomo y a sentir que una cálida gravedad se asentaba dentro de sí. Sospechaba que estaba empezando, con diez años de retraso, a descubrir quién era, y la figura que entreveía era más de lo que se había imaginado, y al mismo tiempo era menos. Entendió que al fin empezaba a ser un maestro, es decir tan solo un hombre que cree en la verdad de lo que hace, a quien se le concede una dignidad del arte que tiene poco que ver con su necedad, o su debilidad o ineptitud como persona. Era un conocimiento del que no podía hablar, pero que una vez presente lo transformó a tal punto que su presencia se volvió inequívoca para todos” (p.126).

Este cambio marca el inicio de una nueva etapa en su vida académica, en la que gozará de la popularidad y el afecto de sus estudiantes y podrá desarrollar nuevos cursos de posgrado y nuevos proyectos en su clases.

Al regresar a su casa, Edith reconoce instantáneamente la transformación que se ha operado en su marido, y no sabe cómo tomársela. Ella también cambia sus comportamientos y comienza a llevar una vida social muy activa: se une a una compañía teatral y se rodea de jóvenes artistas que pasan días enteros en su casa. Esta nueva etapa de su vida es bienvenida por Stoner, quien desea verla feliz. Sin embargo, Edith pronto se aburre de sus nuevos amigos, y vuelve a su encierro. En una etapa más madura de la relación, en la que la pareja ya no comparte el cuarto -Stoner duerme en su estudio- Edith retoma su batalla contra William encarnizadamente. Todo el capítulo 8 está dedicado a esta guerra tácita de la que Stoner no quiere participar.

El matrimonio ha fracasado hace años, y ninguna de las partes está interesada en componerlo. En ese escenario, Edith intenta recuperar los intereses de su vida pre-matrimonial, y la presencia de su marido es un estorbo. Por eso, la mujer comienza un acoso sistemático al que su marido no le opone ninguna resistencia: luego de desplazarlo por la casa hasta el último cuartito y de haberlo obligado a mudar su trabajo a la universidad, la mujer se vuelca sobre su hija y logra alejarla del padre. La casa se ha convertido en el peor de los campos de batalla, y el desprecio de Edith se hace tan evidente y encarnizado que Stoner llega a preguntarle: “pero realmente me odias, ¿verdad, Edith?” (p.138). A esto la mujer responde con asombro que no, que cómo odiaría a su esposo. La respuesta de Edith, si su asombro es genuino -algo que la novela parece dar a entender- es la de alguien que ha perdido parcialmente la razón, o que es incapaz de conocer los móviles que alientan su conducta. Grace es el punto débil de William, Edith lo sabe y por eso hace todo lo posible por destruir esa relación entre padre e hija.

La pérdida de Grace configura la pena más grande en la vida de William, y él sabe que lo único que puede hacer para que su madre la deje en paz es ceder ante sus deseos. Por eso, instala su estudio en la facultad y comienza a pasar largas horas allí antes de regresar a la casa. Ante su victoria, Edith deja en paz a su hija, y Stoner al menos puede quedarse tranquilo sabiendo que Grace recuperará algo de normalidad. La única estrategia que Stoner aplica en toda esta lucha es la de guardar silencio. El silencio es la forma más fácil de evitar un guerra que él no desea ganar (Stoner solo desea la paz), pero es, también, una forma de evitar los deberes de la vida conyugal y un escape pasivo al problema de la convivencia.