Stoner

Stoner Resumen y Análisis Capítulos 14-17

Resumen

Capítulo 14

Ese verano Stoner tiene la primera enfermedad de su vida: una fiebre intensa y de origen desconocido que lo debilita y le deja como secuela una pérdida parcial de la audición. Todo el verano se siente débil, y sus clases son agotadoras. Stoner se avejenta repentinamente, y cuando regresa a sus clases en el otoño, muchos se sorprenden al reconocerlo. Su pelo se ha vuelto gris, está más encorvado que nunca y su voz se ha vuelto ronca y cortante. Además, debido a su sordera parcial, adquiere la costumbre de mirar a los demás con la cabeza gacha y ladeada. Stoner también se ha vuelto más huraño.

En las reuniones de Departamento no suele participar, pero cuando lo hace es sin tacto ni diplomacia, por lo que rápidamente se gana fama de gruñón y malhumorado. Con los estudiantes, además, se vuelve más exigente que nunca. A su vez, muchos estudiantes comienzan a hacer bromas sobre él y a caricaturizarlo, aunque esto poco le importa a él, quien conoce el mundo de un modo que pocos pueden entenderlo. Aunque casi no recuerda sus días de granjero, esa herencia está en su sangre, y su ética común consiste en afrontar un mundo opresivo “con semblante inexpresivo, duro y desolado” (p.239).

En esos años, Stoner comienza a percibir indicios de la degradación en la que se está sumiendo la sociedad y de la desdicha colectiva que poco a poco abruma todos. La turbulencia asola Europa como una pesadilla que presagia el desastre. En 1936, con la rebelión de Franco contra el gobierno español y el apoyo de Hitler, esas pesadillas comenzaron a hacerse reales.

Al igual que Archer Sloane durante la Primera Guerra Mundial, Stoner se siente abrumado por el desastre al que se precipita el mundo, y se repliega hacia la piedad y el amor, para no ser arrastrado a esa vorágine. En 1937, siente renovada su vieja pasión por el aprendizaje y retoma su vida de investigador, aunque ese mismo otoño sus horarios son demasiado incómodos y lo contrarían. Por eso, el primer día de clases, arroja el cronograma a la basura y se dispone a hacer algunos cambios en sus cursos.

Cuando se presenta a la primera clase, con sus estudiantes de primer año, anuncia que no usarán el programa del curso y les dice a sus estudiantes que podrán pedir un reembolso por los libros que han comprado y que deberán adquirir algunos nuevos. Stoner se propone convertir ese curso introductorio de primer año en un seminario avanzado de literatura medieval, argumentando que se trata de un experimento pedagógico, con el objetivo de mejorar la composición escrita de los estudiantes. Esa primera clase les pide a los recién llegados a la universidad un ensayo de no menos de tres páginas sobre el concepto de topoi según la retórica de Aristóeles. Por supuesto, muchos estudiantes se quejan directamente con el Jefe de Departamento, Lomax, que es justo lo que Stoner desea.

La semana siguiente lo llama la secretaria de Lomax para pedirle que se presente ante el profesor Ehrhardt, quien tiene un mensaje de parte de Lomax para transmitirle. Stoner se dirige a la reunión, esperando que Lomax esté presente, pero se encuentra solo con Erhardt, un joven de unos 30 años, agradable y serio pero sin ningún talento especial ni aptitud para la enseñanza que Lomax llevó al Departamento.

Incómodo y titubeante, Erhardt transmite el mensaje de Lomax: no está bien que Stoner cambie el programa de primer año y que exija a estudiantes de primer año cuestiones que son para especialistas. Stoner le contesta que últimamente en las reuniones se habla mucho de nuevos métodos de experimentación, y que él pretende ponerlos en práctica. Como Ehrhardt intenta insistir en la necesidad de atenerse al programa, Stoner lo corta en seco y le dice que no cambiará nada, y que está seguro de que Lomax no querrá entrometerse en la libertad pedagógica de un profesor con antigüedad: sería poco ético y hasta peligroso de su parte tratar de imponer su criterio a todo el departamento. Además, Stoner le dice que si el experimento funciona, el próximo semestre intentará algo similar con todos los estudiantes de primer año.

Semanas más tarde, Finch cita a Stoner en su oficina y le cuenta su encuentro con Lomax de la tarde. El Jefe de Departamento se presentó en su oficina para quejarse rencorosamente de la conducta de Stoner y pedirle a él que tome medidas disciplinarias. Finch se rió abiertamente en su cara y le dijo que de ninguna manera se inmiscuiría con la libertad pedagógica de un profesor veterano.

Dos semanas después, Stoner recibe un comunicado a su oficina en el que Lomax le informa un cambio de horarios y cursos para el semestre siguiente: el profesor volverá a dictar sus seminarios para graduados sobre la tradición latina y la literatura renacentista y el curso superior sobre lengua y literatura inglesa medievales, además de un curso de literatura de segundo año y uno de composición de primer año. Esto significa un triunfo para Stoner, aunque este lo recibe con indiferencia.

Capítulo 15

Las leyendas sobre Stoner comienzan a circular por la universidad después de aquella batalla contra Lomax. Stoner, a sus cuarenta y tantos años, parece mucho más viejo de lo que es. Las leyendas que se cuentan sobre él tienen tres versiones. En una, es el malvado que ha seducido a una estudiante por la que Lomax sentía una pasión pura y honorable. En otra es el tonto que se rehúsa a hablar con Lomax porque este se negó a escribir una cara de recomendación para uno de sus alumnos graduados. En una tercerea versión es el héroe y Lomax lo odia y congela su carrera porque Stoner lo sorprendió una vez entregando a su alumno favorito una copia del examen final de uno de sus cursos.

Lo cierto es que Stoner, con los años, se ha vuelto cada vez más distante y, a la vez, más apasionado. Pasa cada vez más tiempo en su casa, y la guerra tácita con Edith se reanuda. Ante la presencia de Stoner en la casa, ella hace todo lo posible para expulsarlo de lo que ha transformado en su reino. Llora desconsolada ante cualquier provocación, se encierra en su cuarto durante horas, lo ridiculiza y hace ruido con el piano mientras él estudia. Pero Stoner le gana con una total indiferencia: nada de lo que hace Edith parece importarle, y su mujer termina cediendo y dejándolo en paz.

En esa época, de todas sus aficiones Edith solo continúa con la escultura. La mujer es delgada y rígida, y ha contraído la costumbre de hablar con ella misma en tercera persona. Cuando trabaja en su estudio, Stoner la escucha darse indicaciones como si se tratase de una chiquilla a quien está regañando.

Mientras tanto, Grace se ha transformado en una joven ensimismada. Durante el secundario, Grace engordó más de veinte kilos. Sin embargo, a los 17 años, casi al terminar la escuela, vuelve a transformarse. Pierde todo el peso que había ganado y se convierte en una joven hermosa, proporcionada y delicada. También se transforma en una chica “popular” (p.258), como su madre quería. Sus amigos la llaman todo el tiempo y se la pasa fuera de casa. Esta conducta Edith la toma como un éxito personal, y le enrostra a Stoner que ella tenía razón cuando empujaba a la niña en su infancia para que saliera del estudio de su padre y jugara con otros niños del vecindario.

Stoner ha ahorrado durante años para que, al terminar el secundario, Grace pudiera estudiar en una universidad lejos de Columbia y así escapar de la opresión de su madre, pero cuando la joven termina el secundario y su padre se lo propone, Edith estalla en cólera y le dice que de ninguna manera podría tolerar que Grace se alejara de ella. La joven no le da mucha importancia y dice que se quedará allí con ellos.

Grace entonces comienza a estudiar en la universidad de Misuri. Mientras, continúa saliendo con sus amigos y pasando mucho tiempo fuera de la casa. Una noche, , Stoner siente un grito desgarrador desde el estudio de Edith. Cuando llega, Grace le dice a su padre que está embarazada, y Edith vuelve a gritar furiosamente. Stoner entonces toma a su mujer, la lleva a su pieza y le pide que se calme. De regreso en el estudio, conversa con su hija. Grace le cuenta que está embarazada de un estudiante de la universidad, Ed Frye. Sabe que fue una tontería, él estaba ebrio y no tomaron precauciones. También dice que no ama al muchacho, pero que tampoco le importa, y que simplemente no quiere ser un problema para nadie. Stoner le dice que no tiene que preocuparse, que todo saldrá bien, decida lo que decida. Grace responde que, a partir de ahora, ellos dos podrán hablar, como lo hacían antes, y luego se retira a dormir.

A la mañana siguiente, durante el desayuno, Edith expone los planes que ha hecho para su hija: Ella y Ed se casarán. Stoner quiere intervenir para decirle a su esposa que la que debe elegir es Grace y no ella, pero Grace le dice que realmente no tiene importancia, y que dejen que Edith decida. Así, Grace y Ed se casan el 12 de diciembre de 1941. Ambos abandonan sus estudios y se mudan a St. Louis. Cinco días antes de la boda, Estados Unidos se une a la guerra contra Hitler. Stoner presencia la boda con una sensación de aturdimiento que le durará durante toda la guerra, y que está constituido por emociones tan profundas e intensas que no logra admitirlas.

Dos meses después de la boda, Edward Frye se alista en el ejército y Grace decide quedarse en St. Louis hasta el nacimiento de su hijo. Ed muere al poco tiempo en una isla del Pacífico, como tantos otros novatos estudiantes de la Universidad de Columbia. El hijo de Grace nace en junio de 1942, y ella le pone le nombre de su esposo, a quien el niño nunca conocerá. Cuando Edith viaja a St. Louis para ayudar a su hija, trata de convencerla de que regrese a Columbia, pero Grace se niega rotundamente y se queda en St. Louis, donde los padres de su difunto marido la ayudarán con la crianza del niño.

Capítulo 16

Stoner vive los años de guerra como un hombre escindido: observa el desasosiego que reina en la universidad diezmada de estudiantes y profesores, el sufrimiento y la muerte en los ojos de los que se quedaron, mientras que, por otra parte, y sin comprender por qué, anhela la muerte y la violencia. Siente vergüenza y orgullo al mismo tiempo, y, por sobre todo, una decepción consigo mismo y con la época que posibilita esas matanzas. Mientras tanto, sigue enseñando y estudiando.

Grace regresa en ocasiones a visitarlos, pero por lo general deja a su hijo con sus abuelos paternos. A Stoner le gustaría ver más seguido a su nieto, pero no le manifiesta ese deseo a su hija. Stoner sabe que Grace se queda en St. Louis para escapar de la cárcel que fue esa casa. También sabe que su hija tiene un problema con la bebida, como ella misma se lo confiesa una noche en la que se queda hasta tarde hablando con él: el alcohol es lo único que puede aliviar el vacío que siente dentro. Stoner agradece que su hija pueda al menos refugiarse en la bebida para escapar del sufrimiento.

Los años después de la Segunda Guerra Mundial son su mejor época como profesor, y en parte los más felices de la vida de Stoner. El campus se llena de estudiantes enérgicos y vehementes que ignoran las modas y las costumbres y se entregan con pasión al conocimiento. Le euforia de la posguerra le permite a Stoner enseñar sin pensar en el pasado o en el porvenir, totalmente entregado al momento. A veces, sí, cuando lo visita su hija, tiene una sensación de pérdida que se le hace apenas soportable. Grace ronda los 25 años, pero aparenta diez años más. Continúa bebiendo y ha delegado la crianza de su hijo a sus abuelos paternos.

En 1949, Stoner tiene noticias de Katherine Driscoll: en la universidad se anuncia la publicación de su libro, y se informa que Katherine da clases en una buena universidad de Massachusetts y no se ha casado. Cuando Stoner obtiene un ejemplar del libro, descubre que Katherine se lo ha dedicado. Con los ojos empañados, comienza a leerlo y no para hasta terminarlo. El libro es excelente, y logra encontrar a su amada en aquellos párrafos. Stoner reconoce el amor que le inflama su cuerpo, y le sorprende descubrir esos sentimientos a sus casi sesenta años, pero sabe que no lo ha superado y que ese amor estará en él por siempre.

Stoner no puede identificarse como viejo; a veces, cuando se mira al espejo le parece que tiene una máscara, un disfraz absurdo. Sin embargo, siente una piedad y una tristeza tan viejas que le recuerdan que su edad es real y no fingida. En la primavera de 1954, a sus 63 años, comprende que solo le quedan, a lo sumo, cuatro años como docente antes de la jubilación obligatoria, pero cuando intenta planificar su vida, no puede ver nada más allá de ese horizonte.

Ese otoño, Finch lo cita para hablar, justamente, de su jubilación. Finch ha envejecido poco, y aunque es solo un año más joven que Stoner, no aparenta tener más de cincuenta. En esa reunión, Stoner le dice que, en lugar de jubilarse a los 65 años, piensa aprovechar la opción de dos años más. Finch dice que lo imaginaba, y le comenta también que él no piensa aprovechar esa prórroga, y que a sus 65 años se jubilará definitivamente, pues desea hacer todo lo que no ha hecho durante su vida de decano. Stoner, por el contrario, le dice que no sabría qué hacer con su tiempo libre. Luego, le pregunta si es Lomax quien lo está presionando para que se jubile al año siguiente, a lo que Finch responde afirmativamente.

Pero la confrontación entre Lomax y Stoner se produce recién a mediados del semestre. Ambos se encuentran en la oficina del decano, y Lomax describe el reglamento: el retiro voluntario es posible a los 65 años, por lo que Stoner podría jubilarse al final del año lectivo en curso, o bien puede esperar dos años más, hasta los 67, si lo aprueba el Jefe de Departamento, a menos que le otorguen la condición de profesor emérito, en cuyo caso podría continuar por unos años más. Por supuesto que Lomax descarta esta última posibilidad, pero es su intención convencer a Stoner de que se jubile al final de ese mismo año, así puede realizar unos cambios en el programa de la carrera antes de cumplir su periodo como Jefe de Departamento. Stoner de pronto se cansa de todo aquello y le dice a Lomax, parcamente, que no le importa en absoluto la rivalidad que existe entre ellos, y que su decisión tampoco tiene nada que ver con oponerse a sus planes. Simplemente no quiere jubilarse mientras pueda evitarlo. Luego se levanta y se va de la sala.

En la última reunión de docentes de ese año, Lomax anuncia que Stoner se jubilará al final del año entrante, pero Stoner se levanta e informa a todos de que Lomax está equivocado. A principios del semestre siguiente, el rector visita a Stoner en su propia casa para hablar de su jubilación, pero este no le hace ningún caso.

Durante esa Navidad, Stoner se siente exhausto y se pasa las vacaciones descansando. En marzo comienza a sentir un dolor generalizado en las piernas y los brazos, que le atribuye a la fatiga. Sin embargo, para abril el dolor se localiza en la parte inferior del cuerpo y lo acosa a diario. Stoner comienza a faltar a algunas de sus clases y tiene problemas hasta para ir de un aula a otra. Finalmente, comienza con los estudios médicos.

El médico que lleva su caso es un joven llamado Jamison que trabaja para la universidad. Jamison explica que las radiografías dejan ver una obstrucción en la parte inferior del tubo digestivo, y que los análisis no son demasiado alentadores. Stoner comprende que tiene cáncer. Jamison confirma dice que deberían operar cuanto antes, idealmente en dos o tres días. Sin embargo, Stoner pregunta si la situación cambiaría mucho en caso de posponer la operación dos semanas. Jamison reconoce que no. Stoner fija entonces su operación para dentro de dos semanas, puesto que desea antes ocuparse de organizar todo en la universidad. No siente nada ante la posibilidad de una muerte inminente, pero comienza a vivir con una sensación del tiempo dislocada. Además, las pastillas para el dolor que le da el médico le generan una percepción difusa de su entorno y nublan su inteligencia levemente.

Stoner visita a Finch y le dice que ha cambiado de opinión, y que mejor será jubilarse al final del semestre. Esto parece molestar a Finch, por todo el papeleo repentino que habría que hacer, pero acepta el pedido de su amigo y dice que él le comunicará su decisión a Lomax.

En las dos semanas siguientes, Stoner organiza toda su vida académica: escribe instrucciones para sus estudiantes de doctorado, cancela sus clases y organiza sus papeles. Dos días después de anunciar su jubilación, Finch lo llama y le dice que Lomax no puede meterse en la cabeza que Stoner no hace eso por él, pero esto a Stoner no le preocupa en absoluto. El problema es que Lomax está preparando una celebración para su retiro, que será el viernes de la semana siguiente, el último día de clases. Stoner lo acepta, porque es más fácil que oponerse.

Al final de la semana, Stoner ha concluido con todas sus tareas. El dolor es cada vez más constante y sus fuerzas han menguado llamativamente. Una tarde, Edith le dice que sabe lo que le está sucediendo, y que le hubiera gustado que él se lo dijera. Gordon Finch también se entera por medio de Jamison, quien es también su médico, y lo visita el fin de semana. Los dos amigos charlan al respecto, y Finch le promete que no dirá nada en la universidad.

El viernes siguiente se celebra la cena. Stoner se presenta temprano y recorre el campus lentamente, sabiendo que es la última vez que caminará por sus pasillos y jardines. Durante la cena, Stoner escucha solo parcialmente los discursos del rector, de Lomax y de Finch, como si las palabras le llegaran de lejos y entrecortadas. Cuando el público le pide que hable, Stoner se pone de pie, calla un largo rato y luego dice que ha enseñado en la universidad por casi cuarenta años y que no sabe qué habría podido haber hecho si no hubiera sido profesor. Luego agradece a todos por haberle permitido enseñar, y vuelve a sentarse. Todos lo aplauden y luego se acercan para felicitarlo. Stoner vive aquello como fuera de sí, apenas escuchando algunas palabras.

Al día siguiente, se interna en el hospital y descansa hasta el lunes por la mañana, cuando le realizan la operación. Al despertar, Jamison le dice que extirparon el tumor, y que dentro de un par de días se sentirá mejor. Sin embargo, no pudieron extraerlo todo, y comenzarán a hacerle un tratamiento radiológico. Stoner se niega a quedarse en el hospital. Quiere irse a su casa cuanto antes.

Capítulo 17

Edith le dice a su marido que está carcomido por dentro. El médico ha dicho que el cáncer se ha propagado, y que no hay mucho que hacer al respecto. Stoner le contesta que no hay que pensar en eso. Se somete al tratamiento de Jamison, pero sabe que el cáncer avanza velozmente. En poco tiempo se debilita y el dolor regresa con una intensidad brutal, por lo que debe tomar pastillas constantemente para mantenerlo a raya. Stoner manifiesta el deseo de ver a su hija, y Grace llega rápidamente luego de que Edith le escribe. Ella está demacrada, y Stoner desea poder hacer algo para calmar su dolor, pero sabe que no es posible. Grace le dice que ella se encuentra bien y que Ed, su hijo, ingresará a la escuela secundaria el otoño siguiente, lo que sorprende a Stoner, que no se ha percatado del paso del tiempo. Grace se compadece de su padre y le dice que tanto Edith como ella deben haber sido una decepción para él, a lo que Stoner responde que no debe pensar eso, y trata de explicarse, pero termina quedándose callado, enfrascado en pensamientos y recuerdos. Solo llega a decirle que ella fue una niña hermosa.

Al día siguiente, Grace regresa a St. Louis y Stoner sabe que ya no volverá a verla. William no tiene deseos de morir, pero la espera lo impacienta. A veces Edith entra a su cuarto, se sienta en la cama y conversan. La pareja se ha perdonado de todo el mal que se hicieron mutuamente, y ahora Edith lo acompaña con cierto afecto.

A Stoner le parece conservar cierta lucidez a pesar de los sedantes, pero también siente que sus pensamientos van en direcciones que no puede ni comprender ni elegir. Gordon Finch lo visita todos los días y suelen hablar brevemente del pasado y de la universidad.

Casi con indiferencia, Stoner contempla su vida como un gran fracaso. Ha tenido solo dos amigos, y uno murió absurdamente demasiado pronto. Buscó la pasión en su matrimonio, la encontró luego en Katherine y no supo qué hacer con ella. Renunció al amor, quiso ser profesor, y la mayor parte de su vida fue un profesor indiferente. Al final, se resignó a la trivialidad de su vida.

La pesadez va y viene. Stoner despierta sin comprender cuánto tiempo ha pasado entre un periodo de lucidez y otro. A la luz de la tarde, se incorpora y contempla su cuartito y el exterior. Se ha rodeado de libros, que ya no puede leer pero que le hacen compañía de todas formas. Stoner siente que algo se desplaza dentro de su cuerpo. Piensa que debe llamar a Edith pero no lo hace; prefiere guardarse ese momento para él. Siente una conciencia plena de su propia persona. Con cierto esfuerzo, extiende su mano y toma de una mesita cercana el libro que ha escrito. Mira la tapa, lo abre, hojea su interior sin poder leerlo y comienza a sentir un hormigueo que se extiende desde la punta de sus dedos a todo su cuerpo, circulando por la carne y los huesos. Stoner es consciente de esa vieja emoción semejante al horror que ha sentido en otras ocasiones de su vida y deja que lo paralice por completo. Sus dedos se aflojan y el libro se desliza hasta caer sobre el cuerpo yerto.

Análisis

Los capítulos 14, 15, 16 y 17 están dedicados al ocaso de la carrera de Stoner, su enfermedad y su muerte. El fin del romance con Katherine impacta en su persona de forma irrevocable: ese verano sufre una enfermedad y como secuela pierde parcialmente la audición. Además, sus rasgos delatan un envejecimiento repentino y prematuro: su cabello se vuelve prácticamente blanco y las arrugas le cubren el rostro. Al igual que su aspecto físico, su personalidad también se altera. Si antes había sido parco y lacónico con sus colegas, ahora directamente se lo considera gruñón y malhumorado. Stoner sigue cortando lazos con la realidad que lo rodea; prácticamente no habla con otros profesores y solo se relaciona con sus estudiantes, a quienes dedica todo su tiempo y sus energías.

Los hechos de la segunda mitad de la década del 30 que preparan el terreno para la Segunda Guerra Mundial -la Guerra Civil Española y el ascenso al poder de Hitler en Alemania, particularmente- también hacen mella en el ánimo de William, quien empieza a sentir los cambios que precipitan al mundo a un desastre sin parangones. En ese sentido, Stoner reproduce, aunque no parece darse cuenta, la vida y el declive de su antiguo profesor, Arhcer Sloane: envejece y se cierra sobre sí mismo, abrumado por el mundo que se consume en la pesadilla. Sin embargo, al contrario de Sloane, “Stoner se replegó hacia la piedad y el amor, para no ser arrastrado por la vorágine que tenía lugar ante sus ojos. Y como en otros momentos de crisis y desesperanza, recurrió nuevamente a la prudente fe que encarnaba la institución de la universidad” (p.241). La universidad, nuevamente, se transforma en el único refugio al que puede recurrir Stoner, y su ética de trabajo -que es la ética para toda su vida- le dicta que su deber es abocarse con todas sus fuerzas a su tarea, la única forma que tiene de contribuir a la sociedad.

La edad y el cansancio, por otra parte, también lo ayudan a ser irreverente. Cansado de sus cursos introductorios, convierte un curso de redacción de primer año en un seminario especializado sobre literatura medieval. Con esa estrategia comienza una segunda etapa en su lucha contra Lomax, y Stoner sabe que esta vez no puede ser vencido. William apela a su antigüedad como profesor y a su cargo titular para modificar su programa. Es necesario recordar que la libertad pedagógica es uno de los valores fundamentales de la educación, y contribuye a preservar la libertad y la diversidad de pensamientos en la universidad. Por eso, Lomax le exige a Stoner mediante otro profesor que ajuste su programa, pero no puede obligarlo realmente sin exponerse a una denuncia formal. Stoner lo sabe, y por eso no hace caso a la advertencia. Gracias a esta jugada, Stoner recupera sus cursos de posgrado y obtiene mejores horarios. En los últimos años, entre él y Lomax se establece una tregua, aunque ambos no se vuelven a dirigir la palabra, y Lomax se niega a hacer las pases formalmente cuando Stoner se lo sugiere.

Realmente, Lomax le tiene tanto resentimiento a Stoner que al final del libro acomete otra vez contra él, y quiere obligarlo a jubilarse a los 65 años, la edad mínima para el retiro. Stoner, por el contrario, desea utilizar los dos años opcionales que le corresponden como profesor titular y prolongar su trabajo hasta cumplir los 67. En su rápida vejez, Stoner comprende que ser profesor es lo único que sabe hacer, y se aferra a ello con todas sus fuerzas. Una característica de su personalidad que se ha sostenido a lo largo de los años es su capacidad para aceptar las cosas tal cual son y su falta de planificación a futuro. Stoner no suele proyectar el porvenir, y ante la inminencia de la jubilación se percata de que su vida como retirado es algo en lo que todavía no ha pensado y que no quiere poner en consideración. Por eso, cuando le descubren el cáncer y comprende que se va a morir, Stoner lo acepta con calma y buen talante. En verdad, no imagina otra posibilidad para su persona fuera de la universidad, por lo que, habiendo concluido esa etapa, no le parece extraño que su vida vaya a concluir también.

En la última etapa de su vida, y debido a las secuelas de la enfermedad que padeció tras el fin del romance con Katherine, William comienza a pasar mucho tiempo en su casa, y Edith intenta otra vez sacárselo de encima. Sin embargo, los esfuerzos de esta mujer son inútiles y su esposo le gana por medio de la indiferencia: Stoner no le hace ningún caso y así Edith termina cediendo. En esta ocasión, Stoner vuelve a demostrar su capacidad de disociarse de lo que le está pasando y contemplarlo desde afuera, como si le sucediera a otra persona. Este sentimiento de dislocación ha marcado muchos momentos de su vida y aparece como un mecanismo para enfrentar y sobrellevar los eventos adversos: “Stoner observaba todo esto -la furia, las quejas, los gritos, los silencios rencorosos- como si le sucediera a otras dos personas por las que, y solo haciendo un gran esfuerzo de voluntad, podía llegar a sentir un interés apenas superficial” (p.253). En verdad, ese desinterés se generaliza en su vida, y solo la literatura logra escapar y motivarlo todavía.

Grace es otro personaje que ha sufrido mucho durante su infancia y en su juventud. Stoner comprende que la niña se ha alejado de ellos porque su crianza ha sido una prisión, y su madre la ha hostigado sistemáticamente. Grace manifiesta, por un lado, una conducta pasiva muy similar a la de su padre, mientras que, por otro, incurre en una serie de rebeldías con el objetivo de escapar a la vida en casa de sus padres: queda embarazada de un estudiante universitario y acepta la propuesta de su madre de que se casen y se vayan a vivir a St. Louis con la familia del joven esposo. Mientras que las primeras reacciones de Edith cuando se entera del embarazo de su hija constituyen una escena deplorable -la mujer se tira al piso, se sacude y grita con todas sus fuerzas-, William comprende y apoya a su hija. Aunque hablan poco, Grace sabe que puede confiar en su padre y restablece con él parte de la relación que tenía cuando era niña, antes de que su madre la echara a perder.

Poco antes del matrimonio entre Grace y Ed, Estados Unidos le declara la guerra a Alemania y se suma a la Segunda Guerra Mundial. Ed, que no deseaba ni ser padre ni casarse con Grace, se enlista en el ejército y muere meses después en el Pacífico. Grace sabe que es ella quien lo ha empujado a esta muerte prematura, y así llega a comentarlo con su padre, quien la comprende, aunque no intenta consolarla.

En los años siguientes, Grace se vuelve alcohólica -la única forma que encuentra de lidiar con la desesperación y la vacuidad que conforman su vida- y Stoner, al saberlo, solo logra pensar que al menos su hija tiene una herramienta para, por momentos, lidiar con sus problemas y propiciarse algo de paz. Es interesante notar que William jamás emite juicios negativos sobre su hija y es un padre extremadamente comprensivo. Sin embargo, tampoco llega a ser un padre implicado en la vida de Grace; cuando Edith se la quita, se refugia en la academia y en la indiferencia y la deja hacer. Cuando años después su hija llega a su casa convertida en una adulta con problemas de alcoholismo, tampoco trata de implicarse y se limita a un puñado de palabras de apoyo.

Los años de la guerra vuelven a encontrar a Stoner escindido de sí mismo. Una metáfora representa exactamente cómo atravesó aquel tiempo calamitoso: “Stoner los vivió como si atravesara una lluvia torrencial casi insoportable, con la cabeza gacha, las mandíbulas apretadas, concentrado en cada paso que daba, y en el siguiente, y en el siguiente” (p.267). Nuevamente, la escisión entre su vida y la percepción que tiene de lo que le está sucediendo se transforma en el mecanismo utilizado para sobrevivir en aquella época abrumadora.

Sin embargo, tras la finalización de la guerra, Stoner vive sus mejores años como profesor. Parte de esto se debe a la renovación de los estudiantes tras la guerra: los horrores de los últimos años empujan a los supervivientes a entregarse en cuerpo y alma a sus actividades, por lo que la vida en las universidades cobra una efervescencia que hacía mucho no poseía: “Los estudiantes, extraños en su madurez, se tomaban las cosas muy en serio y desdeñaban las trivialidades. Ignoraban las modas y costumbres, y abordaban sus estudios como Stoner había deseado siempre que lo hicieran: como si esos estudios fueran la vida misma y no medios específicos para fines específicos” (p.271). Una vez más, John Williams logra captar el cambio de las sensibilidades a través de las décadas y esboza rápidamente, pero con maestría, ese estado pasajero de efervescencia y de energía colectiva que se vivió inmediatamente después del final de la guerra.

Como se ha mencionado, Stoner termina jubilándose a los 65 años, no por el deseo de Lomax, sino por su cáncer. El último capítulo de la novela está dedicado a la convalecencia y la muerte de Stoner. Edith lo acompaña en las últimas semanas y demuestra finalmente cierto afecto hacia él: ambos han hecho las pases y se permiten la compañía mutua, sin cuestionarse el pasado y todo el mal que se han hecho, voluntaria o involuntariamente.

En los últimos momentos, Stoner reflexiona mientras su mente comienza a divagar a causa de los sedantes, y revisa su vida:

Con sensatez desapasionada, contempló el fracaso que aparentemente era esa vida. Había anhelado la amistad y la intimidad de una amistad que lo sostuviera en medio de la turbulencia humana; había tenido dos amigos, y uno de ellos había muerto absurdamente antes de que nadie lo conociera, y el otro se había alejado tanto hacia las filas de los vivos que… Había buscado la singularidad, y la pasión serena y unificadora del matrimonio; también la había tenido y no había sabido qué hacer con ella, y había muerto. Había anhelado el amor, y había tenido amor, y había renunciado a él, lo había dejado caer en el caos de la potencialidad (p.299).

Frente a esta idea de fracaso, y con sus últimas fuerzas, Stoner logra hacerse una y otra vez la última pregunta: “¿Qué esperabas?” (p.301). Y su última tarde, Stoner comprende que esos pensamientos son mezquinos. Su vida ha sido todo lo que pudo ser; él mismo fue todo lo que pudo ser, mucho más de lo que había esperado en su juventud, menos de lo que hubiera sido ideal, pero el balance sigue siendo positivo. En verdad, Stoner comprende que su vida ha estado llena de momentos de felicidad y de tristeza, pero que realmente nada de ello importa ante la perspectiva del final. Acariciando el libro que ha escrito como si se tratara de su legado al mundo, Stoner acepta la muerte.