Las mil y una noches

Las mil y una noches Citas y Análisis

La mayor había leído libros, historias, biografías de reyes antiguos y crónicas del pasado. Decían que poseía en su casa miles de volúmenes relacionados con la historia de pueblos desaparecidos, y que era conversadora, graciosa y elocuente.

Narrador, "Historia del rey Shahri-iar y su hermano", p.8.

En esta cita podemos apreciar la descripción que hace el narrador de Shehrezad. La representación de la mujer en Las mil y una noches varía mucho en los diferentes relatos que componen la obra. La mayoría de las veces, las mujeres simplemente sirven como premios para los protagonistas masculinos. En otras ocasiones, causan problemas por frivolidad. Sin embargo, hay algunos casos notables en los que se presenta a una mujer como superior a casi cualquier otra persona a su alrededor. El mejor ejemplo de esto es Shehrezad, como revela esta cita. Su alto nivel de educación y notable ingenio no solo la califican como un gran talento, sino que también explican su protagonismo en toda la obra. Además, su virtudes ayudan a enmarcar el resto de los relatos, que nacen de las historias que cuenta ella. Esta descripción de Shehrezad, en parte, también da cuenta de la variedad, el ingenio y el propósito didáctico que poseerán los relatos que le narrará al rey Shahri-iar para evitar ser asesinada por él.

Al darse cuenta Shehrezad de que iba a amanecer, dejó de contar, pero al caer la noche, retomó el relato diciendo que el magrebí se fue a dormir a su domicilio y regresó al día siguiente.

Narrador, "Aladino y la lámpara maravillosa", p.359.

En esta cita podemos apreciar cómo cada noche Shehrezad deja a su esposo con un relato a medio contar, para generarle la intriga de cómo sigue la historia y, de esa forma, evitar que él la mate. Más allá de que la historia marco tiene una fuerte impronta patriarcal, propia de la cultura islámica de la época, al mismo tiempo pone de relieve la inteligencia de Shehrezad, que monta una estrategia efectiva a fuerza de narración para sobrevivir a la crueldad de su esposo.

Y Aladino vivió en paz y calma con su esposa Badr al-Badur, a salvo de todo peligro. Pasados unos años murió el sultán y ascendió Aladino al trono del reino, a cuyos pobladores gobernó con tanta justicia, que la gente lo amaba.

Narrador, "Aladino y la lámpara maravillosa", p.425.

Este pasaje describe la vida de Aladino después de su fortuna inicial, cuando el genio construye un gran palacio para él y la princesa. Aunque Aladino es un hombre codicioso, ha evitado que ese vicio lo defina. En cambio, mantiene la misma humildad y cortesía que aprendió al crecer en la pobreza. En otras palabras, la historia no castiga didácticamente a Aladino por su codicia. En general, el pasaje ilustra la compleja relación que pone de relieve la obra con respecto al tema de la codicia. En ese sentido, sugiere que la codicia orientada a la búsqueda de una vida mejor (en lugar de simplemente acumular riqueza porque sí) es un vicio aceptable.

Junté el resto de las pertenencias que todavía me quedaban y las vendí junto con mi ropa, por tres mil dirhams, con idea de viajar hacia países lejanos, recordando las palabras del poeta: "Se alcanza la cumbre según el esfuerzo. / (...) El que busca perlas, bucea en el mar".

Simbad, "Simbad el Marino: La historia del primer viaje", p.510.

Esta cita se corresponde con el momento en que Simbad decide lanzarse hacia la aventura, justo antes de comenzar el primero de los siete viajes. Luego de dilapidar la herencia que le ha dejado su padre por llevar una vida licenciosa, él entiende que debe asumir riesgos para recuperar el estatus social perdido y, al mismo tiempo, hacer de su propia vida una experiencia más rica e interesante. De esta forma, vende las pocas pertenencias que le quedan y se embarca junto con un grupo de comerciantes hacia Basora.

Han de saber, hermanos míos (...), que luego de regresar de mi tercer viaje y de olvidar los peligros y contratiempos, mientras disfrutaba de la vida regalada y el descanso, recibí la visita de un grupo de mercaderes. Nos sentamos a hablar del comercio, y el viejo descarriado que hay en mí me instó a ir con ellos a gozar de la vista de extraños lugares.

Simbad, "Simbad el Marino: La historia del cuarto viaje", pp.538-539.

Todas las historias de viaje de Simbad el Marino comienzan con una línea similar a esta, y cada una revela la naturaleza del marinero como un hombre inquieto y en busca de aventuras. Este constante deseo de arriesgarse a morir en busca no solo de riqueza, sino también de emociones, es parte de lo que lo convierte en un héroe épico. Él personifica el deseo de éxito de su cultura y tiene una curiosidad errante que no se sacia hasta que ve todo lo que quiere en el mundo. Es importante tener en cuenta que no es únicamente la codicia lo que lo lleva a embarcarse nuevamente; de hecho, posee muchas riquezas de sus viajes anteriores. Sin embargo, es la sensación de que hay más para ver y hacer, más desafíos para conquistar aquello que lo impulsa a lanzarse en un nuevo viaje. En su mente, los riesgos valen las recompensas, lo que da cuenta de una mentalidad que resuena con los héroes épicos de la mayoría de las culturas.

Luego le conté al Emir de los Creyentes lo que me había pasado en mi último viaje, que lo asombró, y mandó que sus historiadores registraran mi historia y la guardaran en el tesoro para instruir a quien la lea.

Simbad, "Simbad el Marino: La historia del sexto viaje", p.570.

En esta cita, Simbad narra los momentos finales de su sexto viaje. La historia que le cuenta al Emir de los Creyentes es considerada tan valiosa por este último que manda a que los historiadores dejen registro de ella, ya que considera que puede ser muy instructiva para la gente. En cierta medida, este pasaje funciona como un reflejo del espíritu de Las mil y una noches, obra compuesta por relatos tradicionales árabes que también pretendían ilustrar ciertos pilares culturales de aquella época e instruir a quienes las escucharan o leyeran.

Entonces le entregué la vara de oro al que yo había salvado de la serpiente, me despedí de él y mi amigo me cargó sobre su espalda.

Simbad, "Simbad el Marino: La historia del séptimo viaje", p.579.

Incluso después de todo lo que ha enfrentado para ganar su riqueza, Simbad el Marino sigue siendo un hombre generoso. Este pasaje habla tanto de la calidad filantrópica como didáctica de las historias de Simbad. Él le cuenta al portero sobre sus viajes, no solo para presumir, sino también para enseñarle sobre el mundo y cómo siempre se recompensa el trabajo duro y la perseverancia. El hecho de que le pague al portero con una vara de oro refuerza la idea de que las historias se cuentan desde una óptica positiva. La generosidad de Simbad es uno de los elementos característicos de su personalidad, y esta cita nos lo recuerda antes de terminar el relato de su séptimo y último viaje.

Sésamo, abre.

Uno de los cuarenta ladrones, "Alí Babá y los cuarenta ladrones", p.581.

Esta cita se corresponde con la primera aparición de una de las frases más populares de Las mil y una noches. En ese sentido, está claro que "Sésamo, abre" se ha instalado en el inconsciente colectivo universal, motivando que niñas y niños la pronuncien cuando juegan a los magos y tratan de abrir puertas con "magia". Así y todo, la mayoría de las personas no reconocen el origen de esta frase. No obstante, es importante señalar que muchos de los relatos de Las mil y una noches han tenido una gran influencia en la cultura popular a lo largo de los siglos, lo que nos recuerda que las grandes historias trascienden el tiempo y renuevan su sentido más allá de los cambios de paradigma que se van produciendo.

De verdad, no soy ladrón (...). Debieras más bien alegrarte de nuestra buena suerte...

Alí Babá, "Alí Babá y los cuarenta ladrones", p.583.

Esta cita es un extracto de la conversación que mantiene Alí Babá con su mujer, cuando esta descubre que su esposo ha regresado a la casa con varias monedas de oro. En principio, ella lo acusa de haber robado esas monedas, y Alí Babá se defiende de la acusación. Lo paradójico es que, de alguna manera, Alí Babá sí ha robado esas monedas de la cueva de los ladrones. Así y todo, como le explica a su mujer, él no se considera un ladrón. Por un lado, le atribuye esa oportunidad a la "buena suerte", un tema que estará presente a lo largo de toda la obra. Por otro lado, Alí Babá parece aferrarse a ese axioma que indica que robarle a un ladrón no conlleva una condena social como sí lo hace el hecho de robarle a una persona común.

Pasados unos días, mostró el tesoro a sus hijos y nietos y les enseñó cómo abrir y cerrar la puerta. Y así, Alí Babá y su familia vivieron ricos y felices en la misma ciudad donde antes él había sido pobre, y por la bendición de su tesoro oculto, llegó a lo más alto en materia de rangos y dignidades.

Narrador, "Alí Babá y los cuarenta ladrones", p.607.

Esta cita se corresponde con el final de "Alí Babá y los cuarenta ladrones". En ese sentido, el relato concluye poniendo énfasis en los nietos y futuros descendientes de Alí Baba. Al hacerlo, refleja la percepción general respecto del tema de la codicia que atraviesa toda la obra. Al igual que la de Aladino, la codicia de Alí Babá es aceptable, ya que busca la riqueza como una condición para una vida mejor y para salvaguardar el futuro de su familia. Así las cosas, se presenta a Alí Babá como triunfador, no solo porque derrotó a los ladrones, sino también porque ha asegurado un buen futuro para sus descendientes. Esto contrasta notablemente con el líder de los ladrones, quien acumula riquezas de manera egoísta, únicamente para su beneficio, y, como resultado, recibe su castigo.