La vuelta de Martín Fierro

La vuelta de Martín Fierro Símbolos, Alegoría y Motivos

La guitarra (Símbolo)

La guitarra es el instrumento por medio del cual Martín Fierro se comunica con la sociedad. Cuando rompe la guitarra en la Ida, este acto simboliza su abandono de la civilización. En este sentido, al tomar Fierro la guitarra en el inicio de la Vuelta, esta simboliza su intento de retornar al mundo civilizado a través del canto. En el canto 1, Fierro dice que, aunque rompió la guitarra para no volverse a tentar, no puede escapar al impulso de cantar su historia. Es por eso quiere “sentir la guitarra” (v. 11) para que esta lo reanime e implora a Dios que libre al “que [le] enseñó a templar” (v. 126).

El trabajo (Motivo)

El trabajo es un motivo recurrente de La vuelta de Martín Fierro, porque el gaucho en su canto dice que ha decidido volver para reincorporarse laboralmente en el mundo civilizado. Fierro era un gaucho trabajador ya desde el inicio de la Ida, cuando construye una imagen idílica de su vida de faenas en el campo. Pero como es sometido a condiciones laborales cercanas a la esclavitud cuando lo mandan a la frontera, se termina convirtiendo en un gaucho sin papeleta de conchabo, un documento que se usaba en el siglo XIX para obligar a los no propietarios en el campo a trabajar. No trabajar era entonces una condición ilegal, por eso Fierro ve como un atractivo irse con los indios, que viven sin trabajar de lo que saquean en sus malones. En la Vuelta no solo se condena moralmente esta supuesta holgazanería del indio, sino que vemos a Fierro, sus hijos y Picardía queriendo ser miembros activos y productivos del organismo social. Sin embargo, esto se frustra porque ninguno de ellos consigue un empleo digno que les permita salir de la pobreza.

El desierto (Símbolo)

El poema llama “desierto” a una zona de la llanura habitada por los indígenas, con quienes los gobiernos del siglo XIX disputan los límites territoriales de la nación argentina. El “desierto” es un tropo convencional de la literatura argentina que representa el espacio de la barbarie, el cual se contrapone con los espacios de la civilización, principalmente la ciudad, pero también las zonas de la campaña que empiezan a ser privatizadas para la explotación agrícola y ganadera. La frontera es el lugar límite entre uno y otro, y es también un espacio literario del Martín Fierro, porque allí el gaucho es forzado a poner su cuerpo para defender el espacio de la civilización que lo marginaliza.

Los indios son parte del desierto, y cuando Fierro dice en la Ida “A los indios me refalo” (Ida, canto 13, v. 2148), se refiere por metonimia a este espacio. En el canto de Fierro de la Vuelta, el espacio de los indios es un desierto en cuanto en aquel lugar hay carencia de todo: de trabajo, de familia, de asociación, de esperanza y de felicidad. También remarca que es un peligro “Cruzar juyendo el desierto” (v. 1480), porque es fácil perderse en semejante inmensidad y porque, para no ser advertido por los indios, se debe evitar prender fuego a riesgo de morirse de hambre.

La lanza (Símbolo)

La lanza es el arma de combate de indio y es también, para Fierro, su “única ley” (v. 381); es decir, lo que rige la forma de actuar y de comportarse del indio. Cuando Cruz y Fierro se topan con los indios, lo primero que hacen estos es amenazarlos con sus lanzas. Estas también son parte de los rituales grotescos de los indios, quienes, según describe Martín Fierro, formaban en sus parlamentos una “mescolanza / De potros, indios y lanzas” (vv. 286-287). El indio, dice Fierro, todo lo espera de su caballo y de la lanza, que simboliza su brutalidad salvaje.

Las llaves, las paredes y los cerrojos (Símbolos)

Cuando el hijo mayor de Fierro describe las penurias que sufrió encerrado en la Penitenciaria, elige estos tres elementos –las llaves, las paredes y los cerrojos– para expresar simbólicamente la tortura de vivir aislado e incomunicado. Para él, estos objetos “se graban tanto en los ojos / Que uno ve hasta dormido” (vv. 1987-1988), de modo que simbolizan la pérdida de la cordura del preso, que hasta trata de hablar con las rejas para recuperar lo que es propio del ser humano, que es, según el hijo mayor, la posibilidad de comunicarse con otro ser humano.