La vuelta de Martín Fierro

La vuelta de Martín Fierro Resumen y Análisis Cantos 11-12

Resumen

En el canto 11, Fierro cuenta cómo se reencontró con sus hijos, que están presentes y van a cantar sus historias de vida. Cuando volvió del desierto, empezó a preguntar con discreción en algunas estancias sobre lo que había ocurrido desde su partida, sin obtener ninguna novedad. Después un amigo le informó que el Juez de Paz que lo perseguía había muerto, y ya nadie del gobierno se acordaba de la muerte del negro o del gaucho al que Fierro mató en una pulpería. Tampoco se hablaba de cuando Fierro enfrentó a la partida de policía que lo fue a buscar por gaucho matrero.

Sabiendo que nadie lo perseguía, empezó a averiguar por sus hijos con más libertad, preguntándole a cualquiera con quien hablaba, aunque nadie sabía cuál era su paradero. Un día supo de una carrera entre estancieros y fue a verla. Allí se encontró con dos de sus hijos, que estaban cuidando a unos caballos. Por ellos se enteró de que su mujer había muerto, por sufrir “infinitas miserias” (v. 1681) con un muchacho del pueblo. Fierro jura ante su auditorio que de esa pérdida jamás hallará consuelo y cierra su canto diciendo que sus hijos han templado el instrumento y están listos para cantar. Fierro confía en sus destrezas para el canto, no porque sean sus hijos, “Sinó porque dende chicos / Han vivido padeciendo” (vv. 1701-1702).

En el canto 12, toma la voz del poema el hijo mayor de Martín Fierro, que va a contar cómo terminó en la penitenciaria. El hijo mayor recuerda que, cuando Fierro volvió de la frontera, él y sus hermanos se encontraban desamparados. Cada uno fue por su lado, y él no tenía ni casa, ni padres, ni parientes, ni hermanos, y los pocos que lo socorrían lo maltrataban. Se hallaba trabajando de peón en una estancia cuando lo acusaron de matar al boyero de un vecino. Así lo incriminaron injustamente y lo enviaron a prisión.

El hijo mayor describe la Penitenciaria como una “sepoltura” (v. 1816) en la que el castigo más cruel es la soledad y el silencio. Allí el día no tiene sol, la noche no tiene estrellas y las horas son eternas. Tal encierro doblega al más bravo y al más fuerte, y hace desesperar al que ha vivido libre. Al preso lo atormentan los pensamientos tristes, y de este modo “sufre, gime, llora y calla” (v. 1946) sin hallar ningún tipo de consuelo. No le permiten cantar, ni tomar mate, ni dejarlo fumar, y si busca hablar con las rejas lo callan, privándolo así de la palabra, “del don principal / Que Dios hizo a los mortales” (vv. 2011-2012).

El hijo mayor cierra su canto diciéndole a su auditorio que se guarden en la memoria todo lo que cantó, asegurando que si atienden sus palabras y son buenos, no habrá más calabozos llenos. Y como ha vivido encerrado y poco tiene que contar, así concluye su canto.

Análisis

Fierro termina su parte de la reposición de la historia, recuperando algunos sucesos clave de la Ida. En este sentido, se puede pensar que el canto 11 realiza explícitamente una distinción argumental entre el Fierro de la Ida y el de la Vuelta; es decir, entre el gaucho acusado de ser un matrero y el gaucho que ha vuelto para ver si puede vivir tranquilo y lo dejan trabajar.

Para que esto ocurra, es necesario que Fierro ya no sea un gaucho perseguido por la justicia por las muertes que provocó en el pasado. La resolución de este conflicto se explica por el paso del tiempo: Fierro cuenta que pasaron diez años desde que empezaron sus sufrimientos: tres años en la frontera –donde sufrió el descuido y el maltrato de la autoridad– dos años viviendo como gaucho matrero por haber desertado del servicio de la frontera, y los cinco años que pasó en el desierto. Fierro le echa la culpa de esta década de desgracias al Juez de Paz que, como cuenta en la Ida, se había ensañado con él por no votar en las elecciones, razón por la cual lo mandó a la frontera, despojándolo de sus posesiones y alejándolo de su familia. En este punto, recupera de la Ida el cuestionamiento al modo en que el gobierno abusa del gaucho, sometiéndolo a situaciones injustas y empujándolo a la ilegalidad y el crimen. Aquel Juez de Paz ahora está muerto y Martín Fierro es un gaucho conocido por todos, ya nadie habla de las muertes que provocó cuando andaba de gaucho matrero.

En su canto, Fierro refiere a estas muertes eximiéndose de culpa. Del negro al que Fierro mató durante un baile, cuya muerte otro personaje de la Vuelta procurará vengar, dice que, si bien él estuvo imprudente, el negro fue el primero en atacarlo cortándole la cara. También culpa al gaucho protegido que lo provocó en una pulpería:

Él, de engreído me buscó
Yo ninguna culpa tengo;
Él mesmo vino a peliarme,
Y tal vez me hubiera muerto […]
Fue suya toda la culpa
Porque ocasionó el suceso (vv. 1611-1618).

Puede resultar extraño que el Fierro de la Vuelta justifique las muertes que se cobró en la Ida acusando a sus adversarios, cuando el Fierro de entonces hubiera responsabilizado al gobierno que le quitó todo y lo persiguió hasta enfrentarlo la noche en que Fierro se defendió con la ayuda del sargento Cruz. De hecho, sobre este episodio, Fierro dice que estaba en su derecho de defenderse porque lo fueron a buscar de noche y a campo abierto, armados y gritando amenazas; algo que, para Fierro “No es modo de hacer arreglos, / Ni con el que es inocente, / Ni con el culpable menos” (vv. 1636-1638). Ello se explica en el cambio de tono general que se produce entre ambos poemas: mientras que la Ida presenta un tono de denuncia y confrontación hacia el gobierno mucho más evidente, la Vuelta se caracteriza por presentar un significativo viraje hacia una postura más conciliatoria y resignada desde el punto de vista del gaucho. Sin embargo, es interesante remarcar que en La vuelta de Martín Fierro sigue habiendo una crítica a los modos en que se aplica la ley, aunque de una forma menos confrontativa con la autoridad.

Esto se hace manifiesto en el canto del hijo mayor de Fierro, que, como su padre, quiere transmitir las enseñanzas que aprendió “En la escuela del sufrir” (v. 1763). Siendo un niño abandonado a su suerte, el hijo de Fierro padeció el hambre y la pobreza de su condición de hijo huérfano, situación que describe apelando a elementos que provienen de sus saberes gauchos, como el contacto con el mundo natural o el instrumento con el que compone su canto:

Y vive como los bichos
Buscando alguna rendija-
El güérfano es sabandija
Que no encuentra compasión,
Y el que anda sin dirección
Es guitarra sin clavija (vv. 1731-1736).

La injusticia que padece el hijo de Fierro es ser maltratado y discriminado sin razón alguna, solo por ser un gaucho desamparado. Esta situación es llevada al extremo de ser sometido a un castigo inmerecido, el encarcelamiento por una muerte que no cometió. Aquí vuelve la crítica al modo en que se implementa la justicia con un castigo que es mayor a la pena cometida. La “penitenciaria” en la que el hijo mayor es encarcelado podría estar aludiendo a la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires, creada en 1877. Esta sería la única vez que, en el Martín Fierro, el gaucho ingresa a un espacio de la ciudad, lugar del que provienen las leyes y las disposiciones que regulan la autoridad de la campaña. El hijo mayor denuncia que, quienes detentan el poder, “Sin perfeccionar las leyes / Perfeccionan el rigor” (vv. 1827-1828); algo que vivió en carne propia como preso de la penitenciaría.

El canto 12 se detiene particularmente en la descripción de los padecimientos en la cárcel, por los cuales el hijo de Fierro asegura que no hay peor castigo que el aislamiento y la imposibilidad de comunicarse con otro ser humano. La aflicción de quien ha vivido libre y ahora debe soportar el encierro entre rejas y paredes es tal que perturba y entorpece el entendimiento y los sentidos: en “soledá tan terrible” el preso “de su pecho oye el latido” (vv. 1881-1882) y termina viendo en sueños las “llaves, paredes [y] cerrojos” (v. 1986) que son todo su universo. Para el hijo de Fierro, vivir preso es como estar muerto en vida, y el silencio es tan terrible “Que cuando llegue a venir, / Hasta se le han de sentir / Las pisadas a la muerte” (vv. 1896-1898).

Después de haber contado la triste experiencia de estar preso, el hijo de Fierro da por consejo no meterse en problemas para no terminar como él:

Y si atienden mis palabras
No habrá calabozos llenos-
Manéjense como buenos;
No olviden esto jamás (vv. 2073-2076).

De esta manera, la lección que transmite tiene más que ver con evitar el sufrimiento de la prisión, que con denunciar la injusticia de haber sido encarcelado siendo inocente. Es por esto que el tono de la denuncia en La vuelta de Martín Fierro busca menos ensañarse con el poder, que enseñar a evitar sus rigores.