La naranja mecánica

La naranja mecánica La prosa músical

Burgess era un gran amante de la música clásica, además de compositor. Intentó integrar las técnicas musicales en la literatura, y su principal contribución a la literatura musical la encontramos en La naranja mecánica. Aparte del gran amor de Alex por Beethoven y otros compositores, vemos esta influencia en la disposición simétrica de los primeros capítulos en relación a los últimos. El efecto es muy musical, y sigue la estructura de un aria operística. Un aria se divide en tres (como las partes de esta novela) y la tercera parte repite la primera. En la novela de Burgess, la primera y la tercera parte son imágenes especulares entre sí: los capítulos de la tercera parte muestran en espejo detalles de los capítulos de la primera parte. El capítulo 1 de la primera parte se relaciona con el 7 de la tercera; el 2 con el 6, y así sucesivamente. Por ejemplo, Alex se deleita con una bella pieza de ópera que habla sobre la muerte en el bar Korova, en el capítulo 3 de la primera parte, y en el capítulo 5 de la tercera, lo tortura la música clásica que está sonando, por lo que intenta suicidarse. Para completar la simetría, el funcionamiento de la técnica Ludovico se expone en el punto medio de la novela (en el capítulo 4 de la segunda parte). En ese punto, la vida de Alex da un vuelco: pasa de ser el victimario a víctima, y de agente voluntario del mal a sujeto condicionado para hacer el bien.

Burgess utiliza otras técnicas musicales, como sazonar la novela con motivos verbales, es decir, con frases que se repiten. Así, para complementar su prosa musical, vemos que el capítulo inicial de cada parte comienza con la frase “¿Y ahora qué pasa, eh?”. A su vez, esta frase se repite en el interior de cada uno de esos primeros capítulos.