Historia de dos ciudades

Historia de dos ciudades Resumen y Análisis Libro Tercero, Capítulos 8-15

Resumen

Capítulo 8: Una partida de cartas

La señorita Pross y Jerry Cruncher siguen con sus compras, sin saber que Darnay ha sido detenido de nuevo. Entran en una taberna llamada “El Buen Republicano Bruto, de la Antigüedad” a comprar vino. La señorita Pross ve a un hombre en la taberna y grita, porque lo reconoce como su hermano, Solomon Pross, que ahora es oficial de la República Francesa. Jerry Cruncher está también sorprendido porque identifica al hombre como John Barsad, el espía inglés. Está intentando recordar este nombre en voz alta, cuando Sydney Carton pasa por allí y se lo proporciona.

Carton revela que Barsad es “una oveja de las cárceles” (p.380), es decir, un espía entre los carceleros. Lo vio salir de la Conciergerie y lo siguió hasta la taberna, donde lo escuchó hablar de su trabajo. Carton le pide a Barsad que lo acompañe al banco Tellson para hablar en privado. Allí se encuentran con el señor Lorry, que también lo reconoce por haber sido testigo en el juicio de Darnay. Carton intenta utilizar lo que sabe sobre Barsad para ayudar en la liberación de Darnay. Amenaza con denunciarlo diciendo que lleva un nombre falso y que antes estuvo empleado por el gobierno inglés, lo que lo haría sospechoso de traición a la República Francesa. También añade que conoce al hombre con el que Barsad estaba hablando: Roger Cly. Barsad intenta afirmar que Cly está muerto y que tuvo un funeral en Londres, pero Jerry Cruncher interviene diciendo que él sabe que el ataúd en el que fuera enterrado estaba vacío. A pesar de que se pone a la defensiva cuando se le pregunta por qué tiene esa información, Cruncher insiste en la verdad de lo que dice. Barsad se rinde y acepta ayudar a Carton, siempre que no lo perjudique a él. Carton pide tener una última palabra a solas con Barsad.

Capítulo 9: Termina el juego

El señor Lorry le pregunta al señor Cruncher cómo sabe que Roger Cly no estaba en su tumba. Cruncher habla evasivamente de su profesión y se defiende diciendo que tiene que ganarse la vida de alguna manera. Barsad se marcha y Carton le cuenta a Lorry que lo único que pudo obtener fue la promesa de poder ver a Darnay antes de morir. Lorry se sorprende por la calidez y la preocupación que muestra Carton. Los deberes del señor Lorry han terminado en París y tiene permiso para abandonar la ciudad cuando quiera. Carton le pregunta con nostalgia si tiene una larga y valerosa vida por recordar, y envidia el hecho de que el anciano de setenta y ocho años tenga a alguien que lo llore si muere.

Carton sale de la casa y se dirige hacia la prisión de La Force. Se topa con el aserrador, que le recomienda ver cómo guillotinan a la gente si no la hecho nunca. Carton resiste el deseo de hacerle daño y, en cambio, se dirige a una farmacia donde pide algunas drogas. Recuerda una oración que aprendió cuando era más joven, y se detiene para ayudar a un niño a cruzar la calle embarrada. Toda la noche recorre las calles, y sin haber dormido asiste al juicio por la mañana.

Darnay comparece de nuevo ante el tribunal, donde Lucie le dirige una mirada cariñosa, que enternece tanto el corazón de su marido como el de Carton. El jurado, sediento de sangre, nombra a los tres que denunciaron a Darnay, el señor y la señora Defarge y, sorprendentemente, el doctor Manette. El doctor protesta que aquello es un fraude, pero entonces el señor Defarge presenta el documento que encontró en la celda del doctor en la Bastilla, y se dispone a leer su contenido.

Capítulo 10: La sustancia de la sombra

La carta del doctor Manette, escrita en 1767, a diez años de estar en la Bastilla, explica por qué fue encarcelado. Cuando era un médico joven y exitoso, fue abordado en la calle por dos personas armadas, que parecían gemelos. Le pidieron que entrara a su coche para ir a ver a un paciente, del cual se negaron a dar detalles.

En la narración de la carta, Manette es llevado a una casa solitaria, donde oye los gritos de una mujer. Se trata de una hermosa joven, cuyo nombre no llega a conocer, que está atada a una cama, delirando de fiebre. Repite la frase “¡mi marido, mi padre y mi hermano!” (p.418) y cuenta hasta doce obsesivamente. Hay otro paciente en la casa, el hermano de la joven, que está muriendo de una herida de espada. Agonizando, el muchacho le cuenta al doctor que uno de los gemelos había intentado ejercer su “derecho” feudal a tener relaciones sexuales con su hermana, pero ella es una joven virtuosa y no se lo permitió. Entonces el noble unció a su marido, que ya estaba enfermo, a un carro para que tire de él como si fuera un caballo, hasta matarlo del agotamiento. Murió un mediodía en los brazos de su esposa, la hermana del joven, sollozando doce veces con la campana del reloj, lo que explica la fijación de la paciente por contar hasta doce. Fue entonces cuando el noble se llevó a la campesina para violarla. El hermano de la joven llevó a otra de sus hermanas a un lugar seguro y luego atacó al noble, que lo hirió con una puñalada mortal. Al morir, el campesino maldice al noble y a toda su familia.

El doctor Manette está perturbado por la historia y se preocupa aun más cuando ve que la joven está embarazada. Los dos nobles gemelos le piden que mantenga en secreto todo lo que ha visto y oído, pero se alarman cuando el doctor se niega a aceptar el pago por sus servicios. Después de una semana, la joven muere. De regreso en su casa, el doctor escribe una carta al ministro para denunciar lo que ha presenciado, aunque sabe la influencia que tienen los nobles en la Corte. Antes de enviar la carta, llega a su casa la marquesa de St. Evrémonde, que se reconoce como la esposa del otro gemelo, cómplice del asesino y violador. Ella quiere remedar de alguna forma el daño hecho por su marido y por su cuñado ayudando a la hermana del joven campesino a que fuera llevada a un lugar seguro, pero no sabe dónde encontrarla. Tampoco lo sabe el doctor Manette, así que la marquesa se marcha con su hijo Charles (Darnay), diciendo que, si no hacen reparaciones ahora, algún día se las pedirán a su niño.

El doctor Manette envía la carta, agregando el nombre del marqués que antes desconocía. Esa misma noche, un hombre exige verlo, lo captura y lo lleva ante los dos gemelos, que queman aquella carta delante de su cara. Manette es conducido a la Bastilla, donde ahora escribe este documento antes de perder la razón. En el final de su carta, los denuncia a ellos y a todos sus descendientes, “hasta el último de su raza” (p.425).

La reacción de la multitud y del jurado ante este testimonio es inmediata. Charles Darnay es condenado a morir en la guillotina en veinticuatro horas.

Capítulo 11: Crepúsculo

Lucie abraza a su marido por la que cree que es la última vez. El doctor Manette intenta arrodillarse ante ambos para disculparse, pero Darnay lo detiene, diciendo que es él quien debe pedir perdón por lo que su familia le hizo. Darnay es llevado a la prisión y Lucie se desmaya. Carton la lleva hasta su coche y pide que no la reanimen para que sufra lo menos posible. Antes de dejarla le da un beso, susurrando las palabras “una vida que amas” (p.430). El doctor Manette intenta usar su influencia para salvar a Darnay una vez más, pero todos dudan de que tenga éxito. Carton está de acuerdo con el resto en que no hay esperanza.

Capítulo 12: Tinieblas

Carton va a la taberna de los Defarge y pide una copa de vino con un acento inglés fingido, porque fue estudiante en Francia y habla bien francés. Esto le permite escuchar a escondidas a los Defarge, mientras pretende leer un periódico. Discutiendo el caso de Darnay, la señora Defarge dice que la Revolución no debe detenerse allí, mientras que su marido cree que la familia ya sufrió lo suficiente. Carton también se entera de que la señora Defarge es la hermana que fue llevada a un lugar seguro lejos de los gemelos Evrémonde, lo que explica su sentido de venganza personal contra Darnay, hijo y sobrino de los asesinos de su familia.

Carton se reúne con el señor Lorry y el doctor Manette, quien muestra signos de su antigua afección exclamando desesperado por su banco de zapatero. Carton le pide al señor Lorry que siga ciegamente sus indicaciones, a lo que este accede. Le explica que la señora Defarge piensa denunciar a toda la familia utilizando el testimonio de un aserrador, quien jurará que Lucie y el doctor Manette intentaron comunicarse con los prisioneros de La Force. Es por eso necesario que Lorry inste a Lucie para que abandonen París al día siguiente, a las dos de la tarde. Carton le deja a cargo los certificados para salir de la ciudad del doctor, Lucie y su hija y del suyo propio, para que lo espere antes de partir. Antes de salir, Carton se despide de Lucie mirando a su ventana.

Capítulo 13: Cincuenta y dos

Cincuenta y dos hombres y mujeres de todas las edades y condiciones esperan a morir en la Conciergerie. Charles Darnay intenta resignarse a la muerte. Escribe una carta a Lucie disculpándose por haberle ocultado su identidad y explicándole que no sabía de la conexión de su familia con el encarcelamiento del doctor Manette hasta que se leyó el documento. También escribe cartas al doctor Manette y al señor Lorry.

Con la ayuda de Barsad, Carton entra en la celda de Darnay una hora antes de que lo lleven a su ejecución. Lo convence de intercambiar ropas y le suministra una droga para que se duerma. Barsad entra en la celda y se lleva arrastrado a Darnay, a quien lleva hasta la casa del señor Lorry, quedando Carton allí para morir en su lugar. Un carcelero lo conduce a una sala de espera, donde otros presos lo confunden con Darnay y lo saludan. Una niña costurera, acusada falsamente de conspirar contra la República, reconoce que no es Darnay, pero guarda su secreto y pide sostener su valiente mano de camino a la guillotina.

Un coche en el que viajan el doctor Manette, Lucie, la pequeña Lucie, el señor Lorry y un inconsciente Charles Darnay disfrazado de Sydney Carton sale de París. En un momento, el coche es detenido y temen ser descubiertos, pero solo les preguntan cuál fue el número de guillotinados ese día. Le responden que fueron cincuenta y dos, a lo que él hombre se alegra, diciendo que “la guillotina trabaja muy bien” (p.457).

Capítulo 14: Se acaba la calceta

La señora Defarge, La Venganza y Jacques Tres se reúnen secretamente en la tienda del aserrador. Defarge critica a su marido por apiadarse del doctor, mientras ella desea ver a toda la familia guillotinada, incluida la niña. El plan es que el aserrador los denuncie diciendo que el doctor Manette y Lucie se paraban en frente de La Force haciendo señales a los prisioneros. Terminada la conversación, la señora Defarge se dispone a visitar a Lucie, que estará “en un estado mental contrario a la justicia de la República” (p.461), lo que le proporcionará a la señora Defarge más pruebas en su contra.

La señora Defarge se dirige a la casa de los Manette armada con una pistola y un puñal. Allí todavía están la señorita Pross y el señor Cruncher, que tienen la intención de marchar en una hora. Ambos están muy angustiados por los acontecimientos del día, y Cruncher jura que, si logran escapar, permitirá que su esposa rece y no volverá a ejercer su profesión de desenterrador. Sale para preparar la partida, dejando a la señorita Pross sola cuando llega la señora Defarge. Pross intenta ocultar que la casa está vacía mientras cada una habla en su idioma, sin entenderse, pero adivinando la intención. Se enzarzan en una riña en la que Pross mata accidentalmente a Defarge con la pistola de aquella. Sale corriendo de la casa y escapa de París con Jerry Cruncher, mientras se da cuenta de que el disparo de la pistola la ha dejado sorda de forma permanente.

Capítulo 15: Los pasos se ahogan para siempre

Las carretas de la muerte siguen dando tumbos por las calles de París y, como el tiempo no tiene marcha atrás, los cambios que ha provocado la Revolución no pueden deshacerse. Carton viaja en una de las carretas, ignorando a todo el mundo excepto a la niña que lleva de la mano. La Venganza busca en vano a la señora Defarge entre la multitud que fue a ver la guillotina. Carton sostiene la mano de la niña hasta el final, y ella le agradece su apoyo.

Carton se dirige a la guillotina con un rostro pacífico y filosófico. Si pudiera hablar en forma profética, prevería el futuro de las personas que conoce. Vería a Barsad, a Cly, a Defarge, a La Venganza y a los jueces morir en la guillotina que ellos mismos ayudaron a levantar. Vería a Lucie y a Charles Darnay teniendo una vida pacífica en Inglaterra y a un hijo llamado Sydney, alcanzando muchos éxitos que limpiarían su nombre. Todos sus descendientes llorarían por él y contarían su historia. Carton muere con la conclusión de que lo que está haciendo en ese momento “es mejor, mucho mejor que cuanto [ha] hecho en toda [su] vida” y que “el descanso que [va] a lograr es mucho más agradable que todo lo que [ha] conocido anteriormente” (p.480).

Análisis

El capítulo 8 es el primero en el que se unen los hilos de la historia hacia una posible conclusión. La costumbre en las novelas del siglo XIX era presentar un gran número de personajes en diferentes ámbitos de la vida y, en el caso de Historia de dos ciudades, en diferentes países, luego introducir una crisis y, finalmente, interconectar a todos los personajes en el desenlace. Una de las razones por las que esta novela se considera una obra maestra es que no desperdicia ningún detalle. Incluso un personaje como Solomon Pross, que fue presentado hace tiempo como alternativa cómica a pretendiente de Lucie, se convierte ahora en un personaje crucial para la resolución de la novela.

En este capítulo, Carton repite varias veces, con gran satisfacción, que Barsad tiene un rostro bastante reconocible, lo que le permitió identificarlo. Esto refuerza la importancia de los rasgos diferenciables de cada individuo, lo que torna excepcional el parecido de Carton y Darnay, singularidad que hace creíble la idea de que son intercambiables. Hay otros dobles o personas que comparten rasgos en la historia, como los gemelos Evrémonde, Lucie y el doctor Manette, Jerry Cruncher y su hijo. Pero la cara distinguible de Barsad pone de manifiesto que no alcanza con que lleve puesto el gorro de la Revolución para pasar desapercibido. Esto, junto a las descripciones que cuestionan el modo en que los revolucionarios usan el mismo gorro y visten harapos y atuendos nobles borroneando la distinción de clase, parece socavar el ideal de igualdad impostado de la Revolución francesa.

Cly y Barsad han vuelto a la trama y se han convertido en personajes claves en ella. Aquí los espías malvados han llevado a cabo su propia forma de resurrección, resultante de una falsa muerte, por un lado, y una falsa identidad, por el otro. Tanto Cly como Barsad pueden adaptarse a cualquier situación y ponerse del lado del poder de turno en beneficio propio. Como están tan desesperados por hacer cualquier cosa por un poco de dinero, su ocultamiento es tan peligroso como el poder de los revolucionarios.

Afortunadamente, Carton actúa como un deus ex machina (un elemento externo que resuelve la trama), llegando a escena y trabajando instantáneamente para salvar la vida de Darnay. Como vemos, es un hombre cambiado. Ya no se esconde del mundo en el alcohol y se muestra como alguien que sabe dar órdenes y obtener información. Ya no habla indolentemente, sino con voz alta y fuerte. Ahora Carton tiene un propósito y utiliza los vestigios de su antigua vida para enfrentar a Barsad, comparando su interrogatorio con un juego de cartas.

Dickens ha utilizado la sustitución de la religión por los principios revolucionarios en otros capítulos, pero en el capítulo 9 contrapone, en particular, el mal uso y el buen uso de las alusiones religiosas. Ante el tribunal –que no puede controlar los gritos de la multitud– el doctor Manette afirma que él jamás denunciaría a su propio yerno, a lo que el presidente le responde: “si la República te pidiese el sacrificio de tu hija, tendrías el deber de sacrificarla” (p.404). Esta exigencia se hace eco de la demanda de Dios a Abraham en el Génesis 22 de sacrificar a su hijo Isaac. Abraham está dispuesto, pero un ángel le libra de matar a su propio hijo en el último momento. Al exigir este tipo de sacrificio imposible, el presidente del tribunal afirma que los ideales revolucionarios son tan importantes, si no más, que la fe religiosa.

El otro uso de la religión en el capítulo 9 lo representa Carton, un hombre disoluto que se redime en su intento de asistir a Lucie salvando a su marido. La oración que se repite a sí mismo mientras deambula por las calles –“Yo soy la resurrección y la Vida, aquel que cree en Mí, aunque haya muerto vivirá; y el que vive y cree en Mí, no morirá jamás” (p.400)– es del Evangelio de Juan 11:25-26, y es el comienzo del Servicio de Entierro en el Libro de Oración Común, un libro de oración cristiano tradicional. Este pasaje aparece justo antes de que Jesús resucite a Lázaro. Carton se prepara así para su propia muerte rezando una oración que alude a su propio poder para resucitar a Darnay.

El título del capítulo 10 (“La sustancia de la sombra”) hace referencia a la sombra que los Manette sienten que los Defarge proyectan sobre su familia. El documento que Defarge robó de la Bastilla es la sustancia de la prueba que tienen en contra de Darnay y de su familia. Este es el momento clímax de la novela, donde se juega la peor carta, la propia denuncia del doctor Manette. Este es el mayor reto al que se enfrentan los personajes.

El capítulo 10 también trata sobre una de las muchas atrocidades que produjo la Revolución francesa. La crueldad hacia los campesinos de la nobleza, que se manifestó en capítulos anteriores con el comportamiento del marqués, vuelve aquí en una de sus expresiones más terribles: la violación de una campesina por parte del mismo marqués, que se creía en el derecho de abusar así de sus siervos. Cada interacción de los hermanos Evrémonde con los hermanos campesinos pone en evidencia cómo los primeros veían a los estratos inferiores como seres inhumanos. Por ejemplo, llaman al muchacho “perro joven y loco” (p.414) por tener la osadía de atacar a un noble recibiendo la herida de una espada “como un caballero” (ibíd.). En la Francia del siglo XVIII, las peleas de espadas eran un asunto muy aristocrático, por eso los Evrémonde consideran vergonzoso para su familia haber luchado contra un plebeyo. Mientras la joven agoniza, el hermano del violador comenta distanciadamente “¡Cómo resisten estos cuerpos vulgares!” (p.419), como si estuviera viendo morir un animal.

Llama la atención la aparición de este relato de crueldad, que justifica la ira de los campesinos, después de que la novela se encargara de condenar la fuerza incontrolada que esa ira desencadenó. De esta forma, Dickens retrata a Francia como una sociedad consistentemente atroz, en la que los abusos brutales del Antiguo Régimen no podían continuar, y en la que la Revolución francesa, con sus excesos, solo fue una venganza contra el sistema jerárquico opresor, y no sirvió para recomponer una sociedad más justa.

En el capítulo 11, la actitud de Lucie, que hace un esfuerzo sobrehumano para mostrarse fuerte ante su esposo después de la sentencia, refuerza su carácter piadoso y virtuoso. Cuando intercambia con Darnay las palabras de despedida, este le dice: “Ya volveremos a encontrarnos, en donde podremos descansar de nuestras fatigas” (p.428). Esta expresión refiere a un pasaje de Job, donde este maldice el día de su nacimiento y pide su propia muerte: “Allí los malvados dejan de preocuparse, y allí los fatigados descansan” (Job 3:17). Esta asociación de los problemas de Darnay y Lucie con la experiencia de Job insinúa que el conflicto es el resultado de circunstancias que escapan a su control y que, como Job, podrán ser finalmente recompensados por su paciencia y resignación.

El capítulo 11 también hace un gran uso del anticipo de la resolución de la novela. Después de que Darnay abandona la escena, Carton se convierte en el protagonista forzoso, que dirige la acción de los otros personajes. Conduce a Lucie a su coche y ordena que no se haga nada para que recobre el sentido, lo que puede relacionarse con cómo pondrá a dormir a Darnay en la celda para que no se resista a que lo remplace en la guillotina. Así, Carton maneja los hilos de la trama, mientras los otros ignoran su plan. La única que, con su perspicacia de niña, dice estar segura de que Carton puede hacer algo para ayudar a su madre, es la pequeña Lucie. Carton, en cambio, les dice a todos que no se puede hacer nada por Darnay, haciendo que el lector sospeche que él piensa todo lo contrario.

En el capítulo 12, Dickens proporciona a la señora Defarge, su villana, una amplia justificación para su forma de actuar, aunque también critica su terrible rencor. Mientras Carton la espía en la taberna, Defarge revela que ella es la hermana de los campesinos del relato del doctor Manette, la que fuera llevada a un lugar seguro, lejos de los Evrémonde. Por eso sentencia: “ordenad al Viento y al Fuego que se detengan […], pero no a mí” (p.436), lo que hace que sus oyentes experimenten “un gozo terrible al percibir el tono vengativo de su cólera” (ibid.). Los agravios cometidos contra los estratos bajos en Francia, ejemplificados con las acciones de los hermanos Evrémonde, eran muy reales, y el impulso de la lucha de clases está justificado. Es la escalada del terror, con toda su inhumana ferocidad, lo que alarma a Dickens.

Cuando se retrató el asesinato del aristócrata Foulon, en el capítulo 22 del Libro Segundo, lo importante no era la muerte en sí, sino cómo se realizó un ritual performático en torno a esa muerte, como si fuera una obra de teatro. En este sentido, La Venganza y Jacques Tres aprecian el dolor de la señora Defarge no como emoción humana, sino como fenómeno dramático. La naturaleza performativa de la Revolución francesa fue registrada por muchos espectadores, que observaban cómo mujeres como la señora Defarge asistían a las ejecuciones en la guillotina mientras charlaban y tejían como si estuvieran en un espectáculo.

Aunque la crítica suele observar que los personajes de Historia de dos ciudades no experimentan un desarrollo significativo en la novela, el arco narrativo de Carton incluye una transformación que se completa en el capítulo 13. En el inicio de la novela, Carton era un hombre indolente y alcohólico. Al principio le desagrada Darnay porque ve a un hombre de rasgos idénticos que ha sido virtuoso y ha hecho de su vida lo que él podría haber hecho, pero no hizo, de la suya. Esta amargura se va desvaneciendo a medida que Carton se relaciona con los Manette, y su amor por Lucie, aunque no es correspondido, le da el poder de convertirlo en una mejor persona. Esto da por resultado un carácter tan bueno que podría confundirse con el de su doble, Charles Darnay. El intercambio de los dos hombres en este capítulo simboliza la culminación del desarrollo moral de Carton, y es la segunda resurrección de Darnay. Es así como Carton se convierte en una suerte de Cristo que asume los pecados de la familia Evrémonde por amor a Lucie.

El capítulo 14 está dominado por la caída de la señora Defarge. La descripción de este personaje mientras camina hacia la casa de los Manette sigue ejemplificando la postura de Dickens ante la Revolución francesa. Se la compara con un animal que va en busca de su presa, y se agrega que carece de compasión y que “si alguna vez la [conoció], [acabó] por perderla” (p.462). Aquí Dickens se hace eco del verso bíblico en el que una multitud se mueve para tocar a Jesús y él dice: “Alguien me ha tocado porque percibo que la virtud ha desaparecido de mí”. La capacidad de compadecerse de Derfage y los demás revolucionarios han quedado atrofiadas por las injusticias que sufrieron bajo el dominio aristocrático francés.

El título del último capítulo (“Los pasos se ahogan para siempre”) hace referencia al presentimiento de Lucie de que los pasos que resonaban en su casa de Londres eran señales de personas que intervendrían en su vida y la de su familia. Esto se hizo real con la irrupción de la Revolución francesa, que casi termina con la vida de su esposo y, de no ser por el plan de Carton y por la muerte de la señora Defarge, también con la suya y la de su hija. El título de este capítulo no solo significa que la familia logrará escapar de París, sino también de cualquier otro peligro o prueba, y sugiere que a partir de ahora vivirán en paz y felicidad.

Este capítulo se centra en el paso irrevocable del tiempo. El narrador omnisciente personifica al Tiempo como un “poderoso encantador” (p.474) que nunca deshace lo que se ha hecho. Esta descripción saca momentáneamente al lector de las historias personales de la novela y lo devuelve al tono distante de fábula del primer capítulo. Sin embargo, con su muerte, Carton adquiere la capacidad de trascender el tiempo. Es capaz de mirar al futuro y ver lo que les ocurre a sus seres queridos. Carton logrará una especie de resurrección con el nacimiento del hijo y el nieto de Lucie y de Darnay, que se llamarán como él. Incluso en el futuro lejano, los que estén vivos transmitirán la historia de su sacrificio. De este modo, Sydney Carton le hace honor a su apodo de “Señor Memoria”, convirtiéndose en un recuerdo tangible a través de su muerte redentora.