Historia de dos ciudades

Historia de dos ciudades Resumen y Análisis Libro Segundo, Capítulos 20-24

Resumen

Capítulo 20: Una súplica

Cuando Lucie y Charles regresan de su luna de miel, la primera persona que los recibe es Sydney Carton. Aquel se lleva a Charles aparte y le pide que olvide el hecho de que alguna vez dijo que no le agradaba. Charles le asegura que fue suficiente con que Sydney le salvara la vida en el juicio, y le concede a Carton el privilegio de ir y venir a la casa del Soho siempre que quiera.

Después de que Carton se retira, Darnay le cuenta a la familia sobre la conversación, calificando a Sydney como “un ser indolente e indiferente” (p.260). No tiene mala intención y solo dice la verdad, pero más tarde, esa misma noche, Lucie le implora que no hable de Carton de esa manera, sino que sienta cierta compasión por aquel hombre desgraciado, a lo que Darnay accede sin preguntar por qué.

Capítulo 21: Eco de pasos

Pasan los años en la casa de la familia Darnay, y Lucie sigue escuchando los pasos que resuenan en la casa. Tienen una niña a la que llaman Lucie y un niño angelical que muere de pequeño. Lorry sigue ocupando un lugar especial en la familia, y Carton va de visita de vez en cuando. Stryver se casa con una viuda rica que tiene tres hijos, a los que ofrece como alumnos a Darnay, pero se ofende cuando éste se niega cortésmente.

En 1789, cuando la pequeña Lucie cumple seis años, los acontecimientos en Francia empiezan a resonar en la casa. El señor Lorry cuenta que los clientes del Banco Tellson en París están tan nerviosos que empiezan a enviar su dinero a Londres. Él quiere saber si la pequeña Lucie está segura en su cama, y luego se pregunta por qué teme. Mientras tanto, en París se prepara el ataque a la Bastilla. Saint Antoine se arma con armas y piedras, y arremete contra la prisión, liderados por el señor y la señora Defarge; esta última dirige a las mujeres en el ataque. El señor Defarge obliga a un guardia a que le muestre el calabozo ciento cinco de la Torre Norte, donde estuvo prisionero el doctor Manette. Allí rompe las paredes hasta que encuentra escondido un documento, que toma antes de que la Bastilla sea destruida.

La turba espera que Defarge ejecute al gobernador que defendía la Bastilla y que ordenó disparar contra el pueblo. Este es golpeado por todos hasta que la señora Defarge se acerca con su cuchillo para decapitarlo. La turba lleva siete prisioneros liberados de la Bastilla como héroes.

Capítulo 22: Todavía hay mar gruesa

Una semana después del asalto a la Bastilla, la señora Defarge conversa con una de las mujeres revolucionarias, llamada La Venganza. El señor Defarge irrumpe en la taberna con la noticia de que la turba ha encontrado a un aristócrata llamado Foulon, que les había dicho a los campesinos hambrientos que comieran hierba. Los Defarge y La Venganza inmediatamente incitan al pueblo para que castigue a Foulon. Las mujeres se alientan unas a otras.

Foulon es atado con un manojo de hierba y la multitud aplaude, como si estuviera en una obra de teatro. Intentan colgarlo de un farol dos veces, pero la cuerda se rompe. Al tercer intento logran ahorcarlo. La turba sigue ansiosa de sangre, así que asesina al yerno de Foulon. Luego todos regresan a sus casas en Saint Antoine y, aunque siguen pasando hambre, se sienten satisfechos y unidos tras la violencia del día.

Capítulo 23: Estalla un incendio

Saint Antoine es un lugar cambiado sin Monseigneur, de igual modo que Francia ha cambiado sin la gente de su clase. Aunque era fuente de opresión, también era fuente de orgullo y símbolo de lujo. El peón caminero se saluda con un Jacques en el campo. Este le explica que lleva dos días caminando y le pide al peón que lo despierte cuando termine de trabajar.

El peón caminero está fascinado con aquel hombre y lo examina mientras duerme. Lo despierta a la hora señalada y ambos se dirigen al pueblo. Allí, el señor Gabelle está nervioso porque todo el mundo está pendiente de algo. Él dirige su mirada hacia donde mira la multitud y observa que el castillo donde vivía Monseigneur está en llamas. El pueblo no ofrece ayuda para apagar el fuego y siguen a Gabelle hasta su casa para capturarlo, por estar vinculado con la recaudación de impuestos. Gabelle se encierra en su casa y resuelve que, si lo atacan, saltará desde su techo y aplastará a algunos de los hombres de abajo. La turba incendia otros castillos y cuelga a funcionarios menos afortunados que Gabelle, que logra escapar.

Capítulo 24: Atraído por la montaña magnética

Pasan tres años más de Revolución en Francia. La casta de Monseigneur se extingue y la monarquía ya no existe. El Banco Tellson en Londres se ha convertido en un centro de información sobre lo que sucede del otro lado del mar, al que acuden los aristócratas franceses exiliados. Charles Darnay visita al señor Lorry en su escritorio en el banco para intentar disuadirle de viajar a París por negocios. Allí, escucha con desagrado el modo en que Monseigneur y el señor Stryver discuten cómo castigarán a los campesinos cuando la Revolución haya terminado. También escucha a otro empleado del banco preguntar si alguien ha conseguido dar con el marqués de St. Evrémonde, para quien tienen una carta urgente proveniente de Francia.

Los nobles franceses admiten que no conocen personalmente a aquel marqués, pero sí saben que apoyó la Revolución y que repartió sus tierras entre los campesinos. Darnay dice que conoce al hombre y promete entregarle la carta. Sale del banco y abre la carta, en la que encuentra una petición de ayuda del señor Gabelle, que ha terminado en la cárcel. Darnay no se arrepiente de haber renunciado a su título y a sus posesiones, pero le preocupa no haber dejado los asuntos en orden y haber puesto en peligro a quien solo seguía órdenes, por eso resuelve ir a París. Supone que, puesto que ha renunciado a sus privilegios nobles, será bien recibido por los revolucionarios. Darnay vuelve a encontrarse con Lorry y le transmite un mensaje para Gabelle del marqués –él es Evrémonde, si bien Lorry no lo sabe– diciendo que irá en su ayuda inmediatamente. Después de escribir dos cartas, una para Lucie y otra para el doctor, Darnay se marcha a París en mitad de la noche, sin informar a ninguno de los dos en persona.

Análisis

El capítulo 20 refuerza la idea de que Lucie es una heroína moral. Encarna la virtud que quizá más se asocie con el cristianismo: la misericordia. Tiene la capacidad de perdonar a los que han pecado, como Carton, que aprecia su compasión como si fuera una redención por su mal comportamiento. La belleza de Lucie, que parecía ser su principal característica, queda en segundo plano respecto de esta virtud.

Darnay también es retratado como un héroe moral. La compasión de su mujer por otro hombre, en lugar de darle celos, le hace apreciarla aún más. Darnay admira la belleza de su esposa en un sentido más moral que carnal: “Estaba tan hermosa en la pureza de su fe en aquel hombre perdido, que su marido no se habría cansado de contemplarla” (p.261). Él se siente atraído por su bondad mas que por su mera apariencia, si bien esa bondad tiene un efecto positivo sobre su belleza. Es así como el capítulo 20 puede leerse como una fábula moral.

La bondad de estos personajes los separa de otros protagonistas dickensianos, porque carecen del desarrollo y del conflicto moral de personajes como Pip en Grandes Esperanzas o Nancy en Oliver Twist. Aquí, es el escenario en el que se sitúan Charles y Lucie el centro del conflicto, más que los propios personajes. De esta manera, Historia de dos ciudades se aparta de algún modo de la complejidad humana que hace grande a las otras novelas de Dickens.

El título del capítulo 21, “Eco de pasos”, se refiere al presentimiento de Lucie sobre los pasos que resuenan en la casa de los Manette en el Soho. En un capítulo previo le preocupaba que aquellos pasos fueran el eco de personas que entrarían en la vida de la familia, y pronto el mundo exterior irrumpirá con fuerza en su círculo feliz. Sin embargo, los ecos no se han apoderado aún de la familia de la forma en que lo harán, porque Lucie todavía puede oír, antes que nada, los pasos de su propia hija. La pequeña Lucie, que habla inglés y francés, es un producto de la novela en el sentido de que tiende un puente entre las dos ciudades.

En el capítulo 21 se unen los acontecimientos de las dos ciudades –algo inusual en el resto de la novela– lo que demuestra que los asuntos de París y Londres están cada vez más cercanos. Los dos hilos narrativos, el de los Manette y el de los Defarge, se encontraron brevemente al principio de la novela, y ahora volverán a encontrarse. Los acontecimientos en París son tan extremos que Londres empieza a sentir sus repercusiones o, en términos de Dickens, sus ecos.

El capítulo 21 también narra uno de los acontecimientos más reconocibles de la Revolución francesa, el ataque a la Bastilla. La Bastilla era la principal prisión de París, el símbolo más concreto del antiguo régimen. El asalto a la Bastilla es recordado como un evento memorable, sobre todo porque precedió el período conocido como el Terror, y todavía se celebra como un hito de liberación en la Francia moderna. Al relatar este acontecimiento histórico, Dickens se centra en el impresionante poder de la muchedumbre. Apelando el motivo del agua, describe a la multitud como un “mar alborotado” (p.270) motivado “por el hambre y la sed de venganza” (p.271); aquí, el agua contaminada por la sangre de los muertos como Gaspard se ha convertido en un “océano viviente” (p.273) que viene a limpiar los males infringidos por la nobleza y la monarquía. Cuando Saint Antoine se levanta, el pueblo no parece una comunidad de humanos sino una fuerza natural, “un verdadero bosque de armas desnudas, como ramas de árboles sacudidas por el viento invernal” que emite un “tremendo rugido” (p.269).

El título del capítulo 22, “Todavía hay mar gruesa”, se refiere a la turba francesa, que Dickens comparó en el capítulo anterior con un océano embravecido. Sería antinatural que un mar siguiera subiendo más allá de la marea alta, salvo en condiciones extremas. El asalto a la Bastilla podría haber sido el grado de furor más alto de la turba, pero se sugiere que el nivel de la marea sigue aumentando. La multitud ahora se alimenta del poder que antes desconocía; aunque no tuviera nada de comer, ha adquirido la capacidad de satisfacer el hambre con la muerte: “mientras aguardaban con los estómagos débiles y vacíos, engañaban el tiempo abrazándose unos a otros con ocasión de los triunfos del día, rememorándolos y comentándolos” (p.284).

Foulon ofrece otro ejemplo de resurrección. Además de las resurrecciones más metafóricas del doctor Manette y de Darnay, que estaban casi condenados a una muerte segura, hay ejemplos de resurrecciones más literales, es decir, de hombres que se daban por muertos pero que estaban vivos. Foulon y el espía Roger Cly –como se verá más adelante– hicieron un simulacro de sus funerales para hacer creer a sus enemigos que estaban muertos, pero ambos fueron encontrados vivos y “resucitados” para morir de nuevo en manos del pueblo.

El título metafórico del capítulo 23, “Estalla un incendio”, refleja la progresión de la turba parisina hacia una fase aún más peligrosa. Los personajes franceses se muestran en contraste con los personajes ingleses de los otros capítulos, que tienen un sentido de la moral más desarrollado, a menudo relacionado con la influencia de la religión (en Francia, los revolucionarios sospechaban de la Iglesia católica, cuyos cargos altos estaban asociados a las castas aristócratas).

En este capítulo, el peón caminero no se molesta “en reflexionar que él mismo era polvo y que había de convertirse en polvo, por estar casi siempre demasiado ocupado en pensar en lo poco que tenía para la cena…” (p.286), lo que alude a la maldición del Génesis 3:19, en la que Dios expulsa a Adán y Eva del Edén y les recuerda que “polvo eres y al polvo volverás”. También sería conocida para el lector la oración funeraria “cenizas a las cenizas y polvo al polvo”, que también era común en la época de Dickens. La clase baja francesa tenía preocupaciones más apremiantes que la religión, ya que a menudo estaban a punto de morir de hambre, lo que hacía difícil seguir los mandatos del Nuevo Testamento. El hecho de que el peón no reflexione sobre aquella sentencia representa también su ingenuidad o su ceguera revolucionaria, porque en una sociedad inestable como la de Francia en aquel período cualquiera podía ser denunciado y “volver al polvo” de un momento a otro.

Otra imagen bíblica del capítulo es la del castillo en llamas. Los aldeanos lo describen como una “columna de fuego que se elevaba hasta el cielo” (p.291), que estiman de cuarenta pies de altura, lo que coincide con la altura de la horca en que fue colgado Gaspard. Teniendo esto en cuenta, el incendio del castillo es la venganza que se cobra el pueblo por aquella muerte. La columna de fuego alude a Éxodo 13:21, en el que Dios conduce a los israelitas fuera de Egipto: “Y el Señor iba delante de ellos de día en una columna de nube, para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego, para alumbrarlos”. El castillo se enciende en llamas por la noche, y sirve como símbolo de liberación para el pueblo francés. El fuego también sugiere el fin de los tiempos, la destrucción del mundo en el libro del Apocalipsis. Pero, para los franceses, los principios revolucionarios han desplazado temporalmente a la religión.

“Atraído por la montaña magnética”, el título del capítulo 24, introduce otra alusión literaria, un relato de Las mil y una noches llamado “El cuento de la tercera calandria”. En esta historia, un tipo de piedra magnética atrae irresistiblemente un barco hacia ella. Su fuerza es tan poderosa que saca los clavos del barco, haciéndolo naufragar. En este sentido, la montaña magnética representa el poder que ejerce París sobre Darnay, que es atraído de nuevo hacia aquella ciudad más allá de su voluntad.

Indirectamente, este capítulo connota el clima político de Inglaterra en la época de la Revolución francesa. Aunque en sus inicios la Revolución tenía algunos admiradores en Inglaterra, la opinión pública se volvió rápida y fuertemente contra ella en el período del Terror. El señor Stryver habla en nombre de muchos ingleses cuando se muestra indignado por la apropiación de bienes y la carnicería de la Revolución, y es evidente, por el modo en que hablan libremente en el Banco Tellson, que los franceses de la clase de Monseigneur hallaron refugio seguro en Inglaterra. Esta conversación revela que Darnay es más librepensador que los que allí se encuentran, por el modo en que empatiza con el pueblo francés, yendo en contra de su propio linaje y de las opiniones del país donde vive. La valentía de sus opiniones solo hará que sea más impactante el modo en que los revolucionarios se comporten con él tras su regreso a Francia.