Ensayo sobre la ceguera

Ensayo sobre la ceguera Temas

La fragilidad del entramado social

Uno de los temas predominantes en Ensayo sobre la ceguera es la fragilidad de la sociedad, es decir, el hecho de que la red de interacciones interpersonales en la que nos movemos a diario, aparentemente estable, es, de hecho, bastante endeble. Y lo es a tal punto que la ausencia de un sentido, en este caso la vista, puede desmoronarlo todo. En la novela, esta consecuencia se puede ver en dos niveles.

En primer lugar, cuando se desata la pandemia, la red interpersonal de interacciones se deshace. Las personas de repente se vuelven incapaces de interactuar como lo hacían antes y esto precipita un cambio para peor. Tomemos, por ejemplo, el trato que reciben los ciegos en cuarentena por parte de los soldados, que supuestamente están allí para protegerlos. En varias ocasiones, algunos internos son asesinados indiscriminadamente, como es el caso del ladrón del coche, a quien le disparan cuando intenta pedir medicamentos para su pierna infectada. Otro grupo de soldados masacra a un grupo de ciegos que reclama pacíficamente su comida.

El lenguaje utilizado para describir a los ciegos en estas escenas es inhumano, y los soldados reaccionan ante ellos como si, de hecho, no fueran personas, sino animales o monstruos de algún tipo.

El primer paso de este desmoronamiento social es, entonces, la exclusión de los ciegos de la categoría de humanos. Y este no es el único ejemplo: los ciegos se tratan unos a otros de un modo que sería impensable en un contexto normal, como queda evidenciado con las violaciones en masa que llevan adelante los hombres al mando del ciego de la pistola. Otro ejemplo es el modo en que la unidad familiar se ve repentina y definitivamente destruida de forma instantánea, como se evidencia en el caso del niño estrábico, separado de su madre para siempre. Su situación representa la decadencia de la relación de parentesco, que a menudo se considera la unidad social mínima.

Un tercer ejemplo de cómo los lazos sociales se evidencian sumamente frágiles es el modo en que las condiciones mínimas de higiene y salubridad comienzan a ser rápidamente ignoradas por los internos en el manicomio, luego de que se vuelva insostenible mantener mínimos estándares.

En segundo lugar, la fragilidad de la sociedad se evidencia a una escala mayor: las redes de transporte, el gobierno y los medios de comunicación dejan de funcionar cuando la pandemia se expande. La infraestructura básica de la que depende la sociedad moderna, entonces, se desmorona tan pronto como sus habitantes pierden la vista. Cuando la pandemia progresa, y mientras el gobierno, tras haber cambiado de estrategia varias veces, comienza a mentir abiertamente a la población, queda claro que ya no hay esperanza en ellos. Las corridas bancarias, por último, también revelan la crisis general de confianza que se produce en un mundo que obviamente se está cayendo a pedazos.

La naturaleza humana

Ensayo sobre la ceguera presenta una visión relativamente pesimista de la naturaleza humana, aunque hay también ciertos puntos de optimismo. La naturaleza humana se presenta esencialmente igual a la animal: egoísta, violenta y, en última instancia, orientada hacia la mera supervivencia. El principal punto de divergencia entre una y otra parecería ser que los humanos pueden pensar en estructuras de explotación más complejas.

Ciertos elementos que normalmente consideramos signos básicos de dignidad humana son inmediatamente desechados en cuanto se desata la pandemia. Cuestiones elementales como la higiene o el cuidado de la familia se vuelven obsoletas.

En el ejemplo de la higiene, primero se vuelve difícil mantenerla en términos logísticos: muchas veces, los ciegos simplemente no pueden encontrar el baño a tiempo para hacer sus necesidades. Pero luego, el desinterés por la higiene empieza a asociarse al hecho de que no hay testigos de una eventual transgresión de las normas sociales. Lo mismo ocurre con el cuidado de los demás. Al principio, el problema parece ser la mera dificultad de encontrarse unos con otros, pero, luego, preocuparse por otros puede representar una carga para la propia supervivencia. Estos ejemplos dan cuenta de una naturaleza humana que necesita el correctivo de la presión social para contener su estado "natural": la naturaleza humana es en esencia naturaleza animal.

Si ahondamos un poco más, de hecho, la naturaleza humana en Ensayo sobre la ceguera es, de hecho, peor que la animal. Tomemos, por ejemplo, el plan que se le ocurre al sector de los malvados, según el cual tienen derecho a violar a las mujeres de los otros pabellones a cambio de comida. Si bien las interacciones sexuales de los animales son ciertamente diferentes a las nuestras, sería difícil encontrar un grupo de animales que funcionara con este grado de explotación calculada. Tampoco es muy optimista el hecho de que esta situación no puede resolverse mediante la comunicación o, siquiera, deshaciéndose del líder del grupo de malvados. Este sistema de explotación sistemática solo terminará cuando el manicomio sea destruido en su totalidad.

Todo este pesimismo, sin embargo, se ve contrarrestado por las muestras de solidaridad del grupo que protagoniza la novela. Esto se puede ver, principalmente, en las acciones de la esposa del médico y de la chica de las gafas oscuras. Esta última entrega voluntariamente sus propias raciones de comida al niño estrábico y promete dejar el grupo por amor al anciano. La esposa del médico, por su parte, es una suerte de madre de todo el grupo; los alimenta y los viste y, cuando es necesario, los defiende con la fuerza. En cierto sentido, sus acciones pueden interpretarse como las de quien aún no ha sido animalizada, porque conserva la vista.

Los roles y las relaciones de género

Otro de los temas problematizados en Ensayo para la ceguera son los roles de género.

En primer lugar, el narrador de la novela parece asumir, en diferentes instancias, juicios que colocan a las mujeres en un rol de subordinación respecto a los hombres. Sin ir más lejos, la gran protagonista de la novela es la mujer del médico: su identidad se define por su relación con su esposo, a pesar de tener un rol mucho más preponderante que este. Hay otras dos mujeres en el grupo que protagoniza la novela: la mujer del primer ciego y la chica de las gafas oscuras. Es decir, la única que no se define en función de su par masculino es la mujer soltera. Ella, además, es prostituta a tiempo parcial, y el narrador no omite juicios morales sobre su conducta sexual, a veces explicitando el carácter convencional de tales juicios, aceptados socialmente pero no necesariamente pertinentes. El tema del género queda así problematizado en la novela, más allá de cómo se lo aborda de forma explícita.

Esto sucede en varios sentidos. Las mujeres en la novela asumen el típico rol de cuidado que la sociedad tradicionalmente les asigna, y la mujer del médico, al ser el único personaje que conserva la vista, resulta en este sentido emblemática, ya que tiene una facultad que hace que asumir ese rol se presente básicamente como una necesidad.

Esta carga sobre las mujeres llega a su clímax cuando estas se ofrecen a ser intercambiadas por alimentos durante la cuarentena. Este es, en muchos sentidos, el punto culminante que indica que toda estructura social se ha roto. Curiosamente, en esta instancia se elogia parcialmente la eficiencia de la entrega de alimentos, como si se tratara de una advertencia sobre los efectos deshumanizadores de sacrificar el bienestar personal por una configuración social eficiente. Este sistema, por otro lado, es doblemente eficiente en tanto da como resultado no solo una ordenada distribución de alimentos, sino que también concentra el sufrimiento en un grupo: las mujeres. Esta es la configuración social que la esposa del médico logra cambiar asesinando al ciego de la pistola. En muchos sentidos, la política de gobierno a través de la violación que implementa el hombre de la pistola se basa en el supuesto de que las mujeres son siempre más débiles que los hombres. Esta suposición se basa, sin embargo, en un cierto conjunto de facultades que se ven trastocadas en un mundo de ciegos.

La ceguera

Ensayo sobre la ceguera es también, en muchos sentidos, una reflexión sobre diferentes tipos de ceguera. El médico dice al final del relato que él cree que nunca se han quedado ciegos: estuvieron tan ciegos como lo habían estado antes de la epidemia. Es decir, fue necesaria su ceguera física para que pudieran reconocer formas más perniciosas de la ceguera.

Un tipo de ceguera que precede a la "ceguera blanca" es la disputa o el desacuerdo. El médico señala, en un momento de la cuarentena, que "luchar fue siempre, más o menos, una forma de ceguera" (124). El médico también es el mayor defensor de la organización: en última instancia, será la organización la que evitará que se conviertan en animales. Sin embargo, organizarse requiere ver, y no solo ver, sino además comprender la posición de las otras personas. La ceguera blanca solo hace visible esta incapacidad precedente de reconocer el punto de vista de otra persona, que constituye, en última instancia, una falta de empatía.

Otro tipo de ceguera que la epidemia pone en evidencia es la ceguera ante la fragilidad de la sociedad y los beneficios de la civilización. Los afectados por la enfermedad se ven esencialmente arrojados a una situación completamente salvaje. Están, en muchos sentidos, peor que los animales, porque no han aprendido a afrontar una situación de este tipo, que se presenta completamente nueva para ellos. En este contexto, cualquier atisbo de civilización es un lujo y adquiere una importancia sin precedentes. Tomemos, por ejemplo, el lavado del cuerpo de la víctima de violación que muere durante la cuarentena. Las mujeres lavan su cuerpo, además del propio, como parte de un ritual necesario para distinguirse de los animales. Un mero vaso de agua, de hecho, adquiere una importancia profunda en un contexto en el que no hay agua corriente. La ceguera física, entonces, les permite a estas personas reconocer el milagro que constituyen estas pequeñas cosas.

La memoria y la historia

Una pregunta central que abre Ensayo sobre la ceguera es qué será de la especie humana. ¿Es posible hablar de humanidad si no hay memoria ni historia?

Esta problemática se presenta con claridad en lo que se refiere al escritor que vive en la casa del primer ciego. Este le dice a la mujer del médico que ha estado escribiendo aunque nadie pueda leerlo. Se nos hace creer que lo está haciendo no solo para comunicar a los demás quién es, sino también para asegurarse de no olvidarlo él mismo. Por eso mismo le dice también a la mujer del médico que no olvide quién es. Cuando el primer ciego le pregunta su nombre, responde que no importa: como nadie leerá nunca nada de lo que escribió, es posible que ni siquiera exista.

Esto también plantea la cuestión del futuro. ¿Es posible tener un futuro sin un pasado? Mejor dicho, ¿haría alguien algo si pensara que nadie lo recordaría? Podemos ver el efecto inmediato que esto tiene sobre la moral en la cuarentena. Los internos comienzan violando normas sociales relativamente secundarias: defecan en el suelo, acumulan basura y tienen relaciones sexuales en el mismo espacio donde habitan otras personas. Pero muy pronto comienzan a romperse normas muy elementales del entramado social, como lo son la prohibición de la violación y el homicidio. Estas transgresiones sería impensables en un contexto donde hubiera observadores que recordaran estos actos. Es por esto que la capacidad de ver de la mujer del médico resulta tan atroz: observa el comportamiento de personas que actúan como si nadie las estuviera viendo. De hecho, es justamente porque ella ve que el jefe del grupo de los malvados paga el precio de su transgresión.

El alma

Hay varios debates en la novela sobre la naturaleza del alma. El médico considera que los ojos son el lugar donde más probablemente se albergue el alma, por lo que quedarse ciego equivale, en cierto punto, a perderla. El viejo de la venda en el ojo parece considerar que la mente es más importante, mientras que la muchacha de las gafas oscuras afirma que el alma, por su propia naturaleza, no puede ser nombrada.

Siguiendo la opinión del médico, perder la vista equivaldría a ser condenado. Esta noción se ve respaldada por las numerosas referencias a la similitud entre el mundo de los ciegos y el infierno de Dante. El olor del manicomio, lleno de cadáveres, basura y heces humanas es descrito con imágenes olfativas particularmente potentes. La creencia del médico también se apoya en la pésima situación en la que se encuentra el mundo; una situación de la que parece no haber retorno cuando se desata la epidemia. ¿Cuánto tiempo seguirían siendo reconocibles como humanos si continúan por este camino?

El viejo de la venda negra piensa, por su parte, que el alma no existe; lo único que hay es la mente, que, por supuesto, es alterada por la ceguera, aunque no de manera drástica. Por tanto, la humanidad no ha cambiado, en esencia, por la ceguera. El principal cambio, desde el punto de vista del anciano, es que la gente ya no necesita un velo de civilización para ocultar su verdadera naturaleza. Si bien la imposibilidad de ver es un gran problema en términos pragmáticos, es mucho peor el hecho de que las personas no necesitan ser responsables de sus acciones, ya que nadie puede ver. Así, para el viejo, la ceguera no altera el alma ni la mente; simplemente los libera, con horribles resultados.

La muchacha de las gafas oscuras, por último, tiene una postura diferente respecto al problema del alma. Ella tiene una fe obstinada en la humanidad, y nada de lo que sufre y de lo que es testigo puede cambiar esto. Pequeños momentos de humanidad, en la trama, apoyan su punto de vista, como la sororidad entre las mujeres en el manicomio, o la anciana que hace honor a su promesa hasta el final.

La enfermedad

Un tema importante en la novela es la naturaleza de la enfermedad. La "ceguera blanca" es un tipo particular de enfermedad en el sentido de que incapacita a los infectados sin matarlos. En parte, esta es la razón por la que es tan desenfrenado su avance; en la mayoría de las situaciones epidémicas, un porcentaje de los enfermos mueren y son eliminados, así, como posibles fuentes de propagación de la enfermedad. Esta situación peculiar, entonces, plantea varios problemas para la forma en que normalmente abordamos la enfermedad.

La primera pregunta que plantea la "ceguera blanca" es cuán adecuada es nuestra definición de enfermedad. Por lo general, pensamos en la enfermedad como una fuente de dolor y/o malestar que, eventualmente, puede provocar la muerte. Los síntomas de dolor o molestia llevan a las personas a consultar a los médicos. En el caso de la "ceguera blanca", no hay dolor. Los infectados ni siquiera son verdaderamente ciegos en el sentido tradicional, ya que de hecho ven un blanco lechoso en vez de la típica oscuridad que supone la ceguera tal cual la conocemos. Podemos ver, entonces, que nuestra definición elemental de enfermedad se presenta inadecuada para describir el fenómeno de esta epidemia. Por otro lado, la enfermedad suele considerarse una desviación de lo normal. Sin embargo, la ceguera se convierte, en esta novela, en una nueva normalidad.

Otro problema que plantea la "ceguera blanca" en relación con este tema es la eficacia de nuestra tecnología frente a una enfermedad que paraliza, justamente, nuestra capacidad para utilizar esa misma tecnología. Esto se pone de manifiesto cuando se le pide a las grandes mentes de la medicina que discutan la enfermedad, pero estas personas quedan rápidamente ciegas también.