Ensayo sobre la ceguera

Ensayo sobre la ceguera Resumen y Análisis Parte XIII

Resumen

Después de descansar toda la noche, el grupo de la primera sala decide dirigirse a la ciudad. Llevan varios días sin comer y su prioridad es alimentarse. Al llegar a la ciudad, la mujer del médico busca una tienda que pueda tener algo de comida. Encuentran una farmacia donde acampa una familia. Empieza a llover y, buscando refugio, la mujer del médico habla con un hombre en la farmacia. Este le explica a la mujer del médico la forma en la que viven ahora las personas. La gente tiende a moverse en pequeños grupos en busca de comida. Estos grupos son completamente nómadas: en cuanto uno abandona un refugio, otro grupo se instala. Nadie puede encontrar el camino de vuelta. Ella no le revela a su informante que puede ver.

El resto del grupo se refugia en una tienda mientras la mujer del médico va a buscar comida. Camina bastante antes de encontrar un supermercado. Una vez allí, entra y ve que todo el lugar está lleno de ciegos buscando comida. Casi no se ven comestibles, y varios grupos de ciegos se pelean por los restos que encuentran en el suelo o en los estantes más bajos. La mujer también ve cómo el líder de un grupo pisa un pequeño trozo de vidrio y todos los demás lo ayudan a quitárselo, mostrándose amables y solidarios. Está a punto de irse, pensando que los restos que podría encontrar allí no valen la pena, cuando recuerda que la mayoría de las tiendas tienen un almacén.

Después de mucho esfuerzo, la mujer encuentra el almacén y entra. Está lleno. Buscando a tientas en la oscuridad, comienza a agarrar cosas al azar hasta que encuentra una caja de cerillas e, iluminándose con ellas, llena sus bolsas rápidamente con comida. Incapaz de esperar, se sienta y come algo. Cuando está saliendo, los ciegos huelen la comida en su aliento y comienzan a perseguirla. Ella escapa por poco e inmediatamente entra en pánico. Un perro viene a lamerle las lágrimas y se queda con ella una vez que la mujer encuentra el camino de vuelta. Empieza a llover y por todas partes hay ciegos con la boca abierta, lavándose y bebiendo. De vuelta en el refugio, el grupo decide alimentarse primero, conseguir luego calzados y, finalmente, pasar por los hogares de cada uno.

Análisis

Esta parte inaugura una nueva etapa en el relato. A través de los ojos de la mujer del médico podemos observar el mundo afuera del manicomio. Lo que en la sección inmediatamente anterior parecía una aliviadora liberación, enseguida parece transformarse en más de lo mismo: en la ciudad, las cosas no son realmente tan diferentes a como se manifestaban en el manicomio. Aquí podemos leer una continuación de la ironía de las puertas abiertas del hospital psiquiátrico: si al final de la parte anterior quedó claro que el problema no era estar encerrados y custodiados, ahora queda claro que salir del manicomio tampoco soluciona demasiado. En definitiva, es la sociedad en su conjunto la que ha cambiado. El nomadismo, por ejemplo, es ahora una parte constitutiva de la vida humana, lo que significa que el hogar se construye en la compañía de los otros más que en un espacio. Los miembros del grupo de la primera sala quieren al principio regresar a sus respectivas casas, pero pronto se dan cuenta de que allí no quedará nada. El único hogar que les queda es su compañía mutua.

El viaje de la mujer del médico al supermercado pone en evidencia un cambio en su carácter: empieza a darse cuenta de que, para preservar a su grupo, tiene que empezar a actuar con cierto egoísmo: "Qué hago. Podría, cuando llegase a la salida, volverse hacia dentro y gritar, Al fondo del corredor hay comida, una escalera lleva al almacén, aprovechaos, he dejado la puerta abierta. Podría hacerlo, pero no lo hizo" (p.209). Este cambio ha comenzado con el asesinato del hombre de la pistola y vuelve a exhibirse aquí cuando ella oculta el almacén a los ciegos que se encuentran en el supermercado, de modo de poder volver más adelante y asegurarse provisiones en el futuro. Aun así, y a pesar también de todo lo que ha visto y experimentado, ella parece aferrarse a la moral de su vida anterior. Se traza así un paralelo, a través de la alegoría, entre la razón y la moral. Es precisamente por el hecho de que la mujer ve las cosas como son que puede conservar su moral, incluso cuando tiene que hacer caso omiso de ella en pos de la supervivencia.

En la primera parte de la narración, limitada al manicomio, la mujer del médico tiene que fingir que es ciega como el resto de los internos. Sin embargo, una vez afuera, su preocupación al respecto disminuye. Una vez más, conviene plantear el paralelo alegórico con la caverna de Platón. En la segunda parte de la alegoría de la cueva, un hombre (el filósofo) puede salir de la cueva y ver el mundo tal como es. Cuando regresa, es tratado como si estuviera loco si se limita a revelar las cosas que ha visto, por lo que tiene que fingir ser como el resto de ellos para poder transmitir su mensaje y corregir la percepción de los otros poco a poco. La mujer del médico parece atravesar un proceso similar: en la cuarentena tenía que fingir ser ciega para ayudar sutilmente a los internos a vivir una vida un poco mejor y para, eventualmente, deshacerse del ciego de la pistola. En el mundo exterior, es decir, afuera (o más cerca de la salida) de la caverna, ella ya no siente la compulsión de fingir ser ciega. Su superioridad y liderazgo se ponen en evidencia y se reconocen abiertamente.