El zoo de cristal

El zoo de cristal Resumen y Análisis Acto I Escena 3

Resumen

Tom le habla al público desde la escalera de incendios, contando cómo el tema de conseguir un candidato para Laura se vuelve una obsesión para Amanda. El tema surge en todo momento y en toda conversación en la casa, como una presencia constante. Debido a que Amanda, con el fin de recibir candidatos para su hija, necesita dinero para tener su casa de un modo presentable, trabaja buscando suscriptores para la revista de mujeres “La amiga de la dueña de casa”. Vemos entonces a Amanda llamando por teléfono a una mujer cuya suscripción está a punto de terminar. Amanda le dice que debería renovarla, intentando convencerla contándole la nueva novela por entregas que está a punto de salir. En un momento, la potencial suscriptora le cuelga el teléfono.

Luego vemos a Tom y Amanda manteniendo una discusión mientras Laura los escucha a escondidas. Tom y su madre se gritan entre sí. Él le reprocha que haya secuestrado sus libros, y ella le responde que no puede permitir libros como el de “ese demente que es el señor Lawrence” (p. 154) en su casa. Tom protesta diciendo que es él quien paga la renta y quien tiene que renunciar a sus sueños para sostener a su familia. Amanda también está indignada porque no sabe a dónde va Tom todas las noches. Ella no le cree que pase todas las noches en el cine, y está enojada por el estado de ebriedad en el que él, a veces, regresa a la casa. Ella teme que sus constantes salidas nocturnas perjudiquen su comportamiento en el trabajo, y dice que, si a él lo echan, la seguridad de la familia penderá de un hilo.

Tom responde, con enojo y frustración, que él se levanta todas las mañanas para ir a trabajar, aunque odie hacerlo. Y sobre la duda de Amanda acerca de dónde pasa él sus noches, responde con un discurso sarcástico en el que le advierte a su madre que, de noche, él se convierte en un zar del inframundo, conocido y temido como el “asesino Wingfield” o “el Diablo” (p.156), y que sus enemigos planean dinamitar la casa. También se refiere a su madre como una bruja. Cuando intenta abandonar el departamento, accidentalmente golpea el estante donde yace el zoo de cristal y algunas piezas caen al suelo. Amanda se va, furiosa, y Tom, arrepentido y sin poder hablar, se deja caer al suelo y recoge los fragmentos.

Análisis

La idea del candidato para Laura se vuelve una obsesión para Amanda, ya que se manifiesta como la gran y única esperanza de seguridad financiera para la familia. En su monólogo de apertura, Tom cuenta cómo la figura se hace cada vez más presente: "Rara vez transcurría una de nuestras veladas sin alguna alusión a aquella imagen, a aquel espectro, a aquella esperanza… Y hasta cuando no lo mencionábamos, su presencia persistía en el aire inquieto de mi madre y en los modales asustados de mi hermana, en su aire de excusa. ¡Persistía, como una sentencia dictada contra los Wingfield! (p. 152).

Tom establece una comparación llamativa: la imagen del candidato persiste “como una sentencia” contra la familia, es decir, algo de lo que, al parecer, no pueden librarse. Evidentemente, desde que el señor Wingfield se fue sin dejar direcciones ni ayuda económica, la familia quedó sentenciada a depender de otros. Amanda, habiendo ya renunciando a la idea de que Laura pueda hacer una carrera y trabajar, considera que la única solución es que la muchacha encuentre un buen candidato. Con un marido, Laura sería mantenida económicamente y ambas mujeres podrán prescindir de Tom en ese aspecto. De todos modos, la ambición de Amanda y las expectativas que pone en Laura evidencian el nivel de desconexión entre su esperanza y la vida real, así como la fragilidad de sus sueños. Aún si Laura pudiera encontrar un marido, es extraño que Amanda tenga tanta fe en que ese marido pueda suponer la seguridad de toda la familia. Después de todo, el propio marido de Amanda desapareció, sin ninguna piedad, dejando a la familia en el naufragio en el que viven hace años. Esto expone el modo en que funcionan los roles de género instalados en la sociedad patriarcal: en Amanda tienen más peso los roles instalados (el hombre mantiene, la mujer es mantenida), que la propia experiencia, que parece demostrar lo contrario.

El tema de los roles de género aparece, también, por la presencia de las "revistas femeninas". La búsqueda del candidato obliga a Amanda a trabajar para mejorar las condiciones del hogar y así causar una buena impresión a los futuros visitantes. Tom, en su monólogo al público, refiere con ironía a la revista femenina para la que trabaja su madre, que publica “las elucubraciones en folletín de las literatas que hablan de delicados senos que parecen copas, de talles delgados y ahusados (...) de ojos semejantes al humo de la madera en otoño” (p.152), imitando las expresiones de aquellos textos. El tono sarcástico pertenece al personaje que, siendo él mismo poeta, considera la literatura de folletín y las novelas por entregas, muy populares en la época, como un género menor, digno de parodia.

En cuanto a lo literario, aparece en esta escena una alusión a una figura importante. Ese “demente que es el señor Lawrence”(p.154) al que se refiere Amanda es D. H. Lawrence, una de las más importantes influencias literarias de Tennessee Williams. La alusión a D.H. Lawrence, dentro de la obra, puede estar respondiendo a las necesidades de Tom: las obras de Lawrence son conocidas por resultar provocativas, especialmente para la época. Novelas como El amante de Lady Chatterley representan la sexualidad como una fuerza poderosa, y el interés de Tom en las obras de este autor sugiere tanto las ambiciones literarias de Tom como su frustración: él está atrapado en el departamento, sin espacio para las ambiciones o los deseos de un joven poeta.

El mayor conflicto de la obra se da entre el deseo de vivir la propia vida y la responsabilidad por la familia, que a su vez refleja la temática del encierro vs. la libertad. El salario de Tom paga las cuentas, pero Amanda continúa tratándolo como a un niño. Ella confisca sus libros, y durante la pelea ella intenta controlar la discusión de la misma manera en la que un adulto lo hace frente a un chico. “¿Quién paga el alquiler de la casa, quién vive como un esclavo para…?” (p.154), protesta Tom, utilizando un símil que evidencia el padecimiento que significa para él renunciar a sus sueños para mantener a la familia: en lugar de volar, de vivir aventuras, siente que está viviendo la vida de un esclavo, ya que no cree gozar de ningún tipo de libertad. Ante los cuestionamientos de su madre, Tom continúa, enfurecido: "Oye, mamá… ¿Crees que estoy loco por la zapatería? ¿Crees que estoy enamorado de la Continental Shoemakers? ¿Crees que quiero pasarme cincuenta y cinco años de mi vida ahí, en ese interior de celotex… con… tubos fluorescentes? Palabra de honor que preferiría tomar una palanca y saltarme los sesos…" (p.155).

En los parlamentos de Tom hacia su madre puede verse que cómo la imagen de seguir trabajando en la zapatería se le vuelve tortuosa e imposible al muchacho. De algún modo, constituye un indicio de su decisión final: Tom debe irse, porque la vida, tal como debe vivirla si se queda con su familia, es para él intolerable. Otro indicio de su decisión final se da cuando Tom rompe accidentalmente algunas piezas del zoo de cristal. La situación hace notar, por otra parte, la fragilidad de la colección, y de alguna manera eso funciona, metafóricamente, como recordatorio de la fragilidad de Laura. En ambos casos (la destrución de las piezas y el quiebre simbólico de Laura al final), Tom es el responsable, y lo doloroso de su posición queda en evidencia. Por mucho que él desearía vivir su propia vida, buscando la libertad, sus acciones perjudican el bienestar y la seguridad de su madre y su hermana. Siendo imprudente, puede destruir el mundo imaginario en el que se refugia Laura, dejándola sin nada que la proteja del exterior.