El sabueso de los Baskerville

El sabueso de los Baskerville Resumen y Análisis Capítulos 14-15

Resumen

Capítulo 14

Watson, Sherlock y Lestrade van armados hacia Merripit y se esconden detrás de unas rocas. Watson se acerca sigilosamente a la casa y observa a sir Henry y a Stapleton bebiendo dentro, sin rastro de la señorita Stapleton. Unos minutos después, Stapleton sale de la casa y entra a una dependencia cercana. Cuando está dentro, Watson escucha un ruido extraño proveniente del interior. El naturalista regresa a la casa principal y Watson va a informar lo que vio.

Una niebla blanca empieza a aproximarse, y Holmes se preocupa de que eso pueda arruinar sus planes. Los hombres se retiran un poco para encontrar un terreno más alto. Desde allí, pronto ven pasar a sir Henry, quien camina nerviosamente y mirando para atrás continuamente. Momento después, Holmes les alerta de que se acerca el sabueso. Los tres observan atónitos cuando aparece la figura bestial de un sabueso gigante de ojos rojos, pelaje brillante, que escupe fuego y que avanza a grandes pasos siguiendo a sir Henry. Holmes y Watson reaccionan y disparan a la bestia, que grita de dolor pero no se detiene. El sabueso se abalanza sobre sir Henry arrojándolo al piso, pero Holmes, que corre a toda velocidad, llega justo y le dispara cinco veces a la bestia. El sabueso aúlla y cae, agitando las patas hasta quedar inmóvil. Watson se acerca para disparar y se da cuenta de que ya está muerto.

Sir Henry está inconsciente en el lugar donde había caído, pero al examinarlo notan que no está herido. Los hombres examinan el cadáver del sabueso, y determinan que es un cruce entre sabueso y mastín. Watson toca en el hocico una sustancia brillante, que Holmes reconoce como fósforo. El detective se disculpa con sir Henry por haberlo puesto en peligro, pero éste les agradece por haberle salvado la vida.

A continuación, Holmes lleva a los demás hacia la casa de Stapleton, ya que teme que haya huido luego de los disparos. Al principio no encuentran a nadie, pero luego oyen gemidos y notan que la señorita Stapleton fue atada y amordazada en la habitación donde Stapleton tiene su colección de mariposas. Luego de ser liberada, afirma llorando que ahora sabe que Stapleton no la quería de verdad, ya que la estaba utilizando. También les dice que, posiblemente, huyó a una vieja mina de estaño en una isla en la ciénaga de Grimpen, que era donde tenía encerrado al sabueso. Deciden no perseguir a Stapleton esa noche neblinosa, ya que hay trampas peligrosas en el pantano. Holmes y Watson regresan a la mansión Baskerville con sir Henry, y le explican la verdadera historia sobre la señorita Stapleton. Watson cuenta que sir Henry, a causa de la impresión generada por los sucesos de esa noche, pronto cae en una fiebre delirante y es atendido por el doctor Mortimer.

A la mañana siguiente, la señorita Stapleton guía a Holmes y a Watson por el fango. No hallan rastros del villano, salvo la bota perdida de sir Henry, que llevaba Stapleton cuando huyó, por lo que suponen que la gran ciénaga de Grimpen lo tragó. En la isla del centro del pantano encuentran rastros de su presencia, y ven la cadena con la que tenía atado al sabueso.

También encuentran el esqueleto del perro de Mortimer, que Stapleton utilizó para alimentar a la bestia. Holmes deduce que escondiendo allí al sabueso, evitó que los lugareños lo vieran, pero no que lo oyeran. Solo el día en el que pensaba culminar su plan se arriesgó a llevarlo al páramo. Por último, Holmes halla un poco de pasta en una lata, que cree que contiene un rastro del fósforo utilizado para hacer brillar a la bestia. El detective concluye que Stapleton es el hombre más peligroso con el cual tuvieron que lidiar.

Capítulo 15

Ya en Londres, meses después de los sucesos en Baskerville, Holmes le esclarece a Watson los detalles del caso.

El detective explica que Stapleton era, en realidad, hijo de Roger Baskerville, el hermano menor de Charles que se mudó a Sudamérica y murió, dejando un hijo también llamado Roger. Stapleton vivió en Sudamérica y se casó en Costa Rica con Beryl García, la bella mujer que se hacía pasar por su hermana. Tras malversar fondos públicos, Roger -o Stapleton- huyó a Inglaterra, cambió su nombre a Vandeleur, y fundó una escuela en el norte. Cuando la empresa fracasó, Roger se mudó a Devonshire como Jack Stapleton, ya que había investigado sobre su participación en la herencia de los Baskerville. Sin tener un plan exacto, hizo pasar a su esposa por su hermana, con intención de utilizarla en algún momento. Allí se hizo amigo de los habitantes del páramo y en especial de sir Charles, quien le contó la historia del sabueso, sin imaginar que eso lo llevaría a la muerte. El doctor Mortimer ha contado que Charles estaba enfermo del corazón, y que cualquier emoción fuerte podría acabar con él.

Entonces en ese momento elaboró el plan, comprando un perro grande en Londres e ideando los medios artificiales para que la criatura pareciera tan terrible como la del mito. Su afición a los insectos lo llevó a conocer la ciénaga de Grimpen, encontrando así el lugar perfecto para ocultar al sabueso. Holmes establece que Stapleton merodeó por meses con el sabueso por el páramo hasta que tuvo oportunidad de matar a Charles, ocasionando que vieran al perro algunos campesinos y así se reforzara la leyenda.

El detective afirma que el Stapleton quiso usar a su esposa Beryl para atraer a sir Charles, pero ella se negó, por lo que utilizó a Laura Lyons con este fin. Se presentó como soltero y entabló una relación con ella, y le dio a entender que si conseguía el divorcio de su marido, se casarían. La situación se tornó crítica cuando Stapleton se enteró de que, por recomendación del doctor Mortimer, Charles se iría a vivir a Londres. En ese momento, presionó a Laura para que escribiera la carta donde pedía la cita a la que después la forzó a faltar; y finalmente esa noche soltó al sabueso. El perro aterrorizó a Charles hasta la muerte y se retiró, dejando la huella que Mortimer vería más tarde.

Cuando Henry estaba por llegar a Londres, Stapleton llevó con él a su esposa a la ciudad, donde ella intentó advertirle a Henry del peligro. Stapleton se las ingenió para robar uno de los zapatos de Henry para darle al sabueso su olor. Pero al ser la bota nueva, no resultó útil para ese propósito, por lo que tuvo que robar otra bota más vieja. Por la maestría que mostró el asesino en Londres, Holmes cree que el pasado criminal es mayor de lo que se cree. Cuando se dio cuenta de que el detective estaba detrás de la investigación, supo que no tenía chances de éxito en la metrópoli y volvió a Dartmoor. Watson pregunta quién cuidó al sabueso cuando Stapleton estaba en Londres, y Holmes especula que debe haber sido el criado.

Holmes menciona que la carta que recibieron con la advertencia en Londres tenía olor a perfume, y esto sugería que la había escrito una mujer; por lo que pensó desde un comienzo en los Stapleton. Sabiendo que el criminal actuaría con mucha cautela si él viajaba a Devonshire, decidió enviar a Watson solo y mantener su propia presencia en secreto, engañando a todos. Pero incluso desde su posición oculta, se dio cuenta de que faltaban pruebas firmes para condenar a Stapleton, por lo que utilizó a Henry como cebo para atrapar al criminal en el acto. Holmes siente algo de culpa por haberlo expuesto al peligro, pero dice que no pudieron prever el aspecto que tendría la bestia ni la niebla que casi sabotea los planes. Sherlock agrega que un largo viaje ayudará a que Henry pueda recuperarse de todos sus sufrimientos, incluido también de la tristeza que siente por el fracaso de su relación amorosa con Beryl.

Un largo viaje permitirá que nuestro amigo se recupere de sus destrozados nervios. Y también de sus heridos sentimientos. Su amor por la dama era profundo y sincero, y para él la parte más triste de todo este negro asunto fue que ella le tuviera que engañar.

Por otra parte, hablan de la señora Stapleton. Holmes sostiene que estaba bajo influencia de su marido por el amor y el miedo que le tenía, aunque Stapleton descubrió los límites cuando ella se negó a ser cómplice de un asesinato. La señorita Stapleton intentó detener a su marido la noche del asesinato, y por eso este la ató y amordazó.

Watson pregunta cómo podía estar seguro Stapleton de que el sabueso mataría a sir Henry. Holmes le responde que al animal lo habían privado de alimento. También pregunta cómo hubiera explicado Stapleton su relación con los Baskerville sin levantar sospechas. Holmes admite no saber la respuesta, ya que no puede predecir comportamientos a futuro. Por lo que oyó la señora Stapleton, cree que podría haber regresado a Sudamérica y reclamar desde allí, o que podría haber utilizado a otra persona para exigir la herencia; pero que, con lo que saben de él, sin duda hubiera encontrado la forma. A continuación, Holmes dice que luego de semanas de arduo trabajo quiere ocuparse de cosas más placenteras, por lo que invita a Watson a cenar con él y a disfrutar de un espectáculo.

Análisis

Estos dos últimos capítulos dan un cierre a todas las aventuras de Sherlock y Watson en el misterioso páramo. Ambos apartados están construidos de manera opuesta: mientras que el capítulo 14 lleva la tensión narrativa a su punto más alto, el último es una reconstrucción hecha tiempo después de que el caso se hubiera cerrado. Así, es una explicación sensata y racional que contrasta con la emoción de los sucesos del capítulo 14.

En este anteúltimo capítulo, los personajes atraviesan el páramo en búsqueda de Stapleton. Sin embargo, se encuentran con el terrible sabueso. Este episodio lleva el conflicto central entre superstición y racionalidad a su punto más álgido, ya que la presencia del animal tensa los límites entre lo natural y lo sobrenatural. La descripción que hace Watson enmarca a la bestia como un ser que no es del mundo de los humanos: “Ni en la pesadilla más delirante de un cerebro enloquecido podría haber tomado forma algo más feroz, más horroroso, más infernal que la oscura forma y la cara cruel que se precipitó sobre nosotros desde el muro de niebla” (p.140)

Esta aparición afecta incluso a Holmes. La reacción del detective muestra que, más allá de la fuerza que tiene el intelecto a la hora de comprender la realidad, los sentidos priman por sobre la razón. “Estábamos tan paralizados por la aparición, que dejamos que el sabueso pasara antes de poder recuperar la calma” (p.140), cuenta Watson.

Esta parálisis que tienen los protagonistas se debe a dos factores principales. Por un lado, la apariencia terrorífica del animal en este lugar tan inhóspito, repleto de una niebla abrumadora. Pero, también, la idea de que, finalmente, la leyenda de los Baskerville es verdadera. En este sentido, la confirmación de que los peores miedos eran reales desconcierta por un momento a los personajes.

Sin embargo, con un personaje como Sherlock Holmes, la resolución se decanta rápidamente por el lado de la racionalidad. Así, luego de haber herido a la horrible bestia, confirma que hay una causa científica que explica las chispas que largaba el animal. “Un ingenioso preparado hecho con fósforo” (p.142), afirma el detective. Este gesto exhibe que incluso el más fantástico de los seres puede ser entendido racionalmente; detrás de sus cualidades sobrenaturales, hay una explicación sensata.

Este contraste entre lo racional y lo sobrenatural se ve también en la estructura del capítulo. Sherlock y sus compañeros llegan a poder explicar científicamente al animal luego de haber atravesado una atmósfera cargada de oscuridad, repleta de miedo por la terrorífica aparición. En este sentido, la novela muestra que para acceder al poder que da el conocimiento hay que superar las supersticiones y leyendas.

El encuentro con el sabueso también encarna otro de los temas fundamentales de la novela: la tensión entre la apariencia y la realidad. Al descubrir el artificio que hacía que la bestia pareciera sobrenatural, los protagonistas confirman que es, en realidad, “una mezcla” (p.142) de sabueso y mastín. Una vez más, el panorama que se presenta ante los ojos de los personajes dista de ser la realidad.

Con la confirmación de la naturaleza verdadera del sabueso, solo falta saber qué castigo recibirá el culpable. En este sentido, el desenlace de Stapleton es bastante trágico. “Hundido en algún lugar del corazón de la gran ciénaga, en el fétido limo del enorme pantano que se lo había tragado, quedó enterrado para siempre aquel hombre frío de corazón despiadado” (p.146), cuenta Watson. La muerte como castigo a la maldad de Stapleton puede pensarse como una solución muy dramática. Sin embargo, en el contexto de escritura de la novela, la criminalidad se pensaba como un problema inherente e irremediable. Por lo tanto, Stapleton no tenía posibilidad alguna de redención, ya que siempre sería un peligro para la sociedad.

Luego de este punto máximo de tensión en el que los personajes resuelven el misterio del sabueso, el capítulo 15 se desarrolla en un ambiente tranquilo y doméstico. Ya en Londres, los lectores recibimos todos los detalles del caso que quedaban pendientes de explicación. Si bien hace ya varios apartados que sabemos que Stapleton es el criminal detrás del sabueso, aún desconocíamos cómo funcionaba el animal y, especialmente, las motivaciones del personaje. En este sentido, el género policial no debe limitarse únicamente a plantear la resolución del caso: debe atar todos los cabos sueltos y las pistas.

Para lograr la reconstrucción de los hechos, es fundamental la mirada de John Watson. Si bien el vínculo entre ambos es amistoso, la novela muestra que hay una desigualdad entre ellos. Al fin y al cabo, el caso se resuelve cuando Sherlock aparece en el páramo; sin su capacidad intelectual, esto hubiera sido imposible. Así, hay elementos que Watson desconoce porque solo Sherlock fue capaz de descubrirlos. En este capítulo, Watson le exige a su amigo “un boceto de la marcha de los acontecimientos, de memoria” (p.148) y también le pregunta sobre los elementos confusos o no resueltos del caso. Además, cuando el detective omite alguna explicación, no duda en increparlo: “¿Qué se hizo del sabueso durante la estancia de su amo en Londres?” (p.152), le pregunta a Holmes. Una vez más, el personaje encarna la actitud de los lectores: sus dudas son también las nuestras.

Por otro lado, las preguntas de Watson permiten el acceso al razonamiento y la lógica que caracteriza a Sherlock. Sin estas interrogaciones, jamás sabríamos cómo el detective llegó a sus conclusiones, cómo descubrió el vínculo entre las pistas y los hechos. Así, al tener que responderle a Watson, lo hace partícipe de su proceso mental: su compañero entiende cómo piensa Sherlock y, por consiguiente, también lo entendemos los lectores.

Además de los cuestionamientos de Watson, en este capítulo final descubrimos que ciertos detalles estuvieron fuera de la narración. Por ejemplo, cuando el detective afirma que la carta recibida “sugería la presencia de una dama” (p.152) es una información nueva para el lector, que se entera recién al final de la novela. Esto exhibe que, a veces, un acontecimiento que parece no tener importancia puede llegar a tener significado en el marco del resto de las pistas. Además, le recuerda al lector que nunca debe asumir haber observado todo; siempre hay más información por conseguir.

Luego de esta explicación, Sherlock y Watson se disponen a disfrutar de un momento de ocio después de tanto esfuerzo y ajetreo. En el desenlace de la novela, los personajes, finalmente, pueden descansar sin alteraciones ni sobresaltos. En este sentido, El sabueso de los Baskerville responde a las características del género policial clásico: una vez descubierta la realidad detrás del misterioso sabueso y castigado el culpable, la novela recupera el equilibrio que requiere toda sociedad para funcionar correctamente.