El sabueso de los Baskerville

El sabueso de los Baskerville Resumen y Análisis Capítulos 1-2

Resumen

Capítulo 1

Sherlock Holmes está desayunando. Watson, quien se encuentra junto a él, examina el bastón que olvidó un visitante la noche anterior. El objeto tiene una tira de plata con una dedicatoria para James Mortimer de parte de sus amigos, y un año: 1884.

Sherlock se encuentra de espaldas, y le pide a Watson que le describa al propietario a partir de los datos que proporciona el bastón, más allá de que no hayan llegado a conocerlo e ignoren qué es lo que quería. Watson se aventura a decir que su dueño es un médico entrado en años y prestigioso, y que probablemente sea un médico rural que realizan las visitas a pie, lo que deduce por el desgaste que presenta el objeto. Imagina, también, que las iniciales grabadas deben corresponder a una asociación local de cazadores.

Sherlock lo felicita y, acto seguido, se apodera del bastón y lo examina con detenimiento; solo para decirle luego a Watson que casi todas sus conclusiones son falsas. Coincide en que el propietario es un médico rural que camina mucho, pero opina que las iniciales grabadas más probablemente indiquen las siglas de un hospital, y señala que seguramente el bastón fue un regalo de despedida antes de que el médico decidiera abrir su propia consulta en el campo. Holmes también enuncia que debe tratarse de un médico cirujano o interno y joven, porque de otra manera no se habría ido; y que es una persona afable, poco ambiciosa, distraída y dueña de un perro. Watson busca en su directorio médico y confirma que es un cirujano joven que trabajó en el Hospital de Charing Cross y que trabaja en áreas rurales.

Mientras Sherlock explica cómo dedujo lo del perro, ve a Mortimer acercarse desde la ventana con un spaniel de pelo rizado. El hombre entra y Watson lo describe como un hombre alto y delgado, de nariz larga y ojos penetrantes; y de aspecto algo descuidado. Mortimer se muestra aliviado al reencontrarse con su bastón, y les comenta que fue un regalo del Hospital Charing Cross a raíz de su casamiento, por el cual dejó el hospital para abrir su consulta en el campo.

Sherlock lo invita a sentarse, y Mortimer menciona que se encuentra con un problema grave y singular, para el cual necesita su ayuda.

Capítulo 2

El doctor James Mortimer dice que trae un manuscrito con él, que data de 1742. El señor Charles Baskerville, quien murió hace tres meses de forma trágica y repentina, le confió este documento de la familia, ya que Mortimer era un amigo personal además de su médico. En el encabezamiento se lee “Mansión de los Baskerville, 1742”. Mortimer procede a leer el relato, enigmático y extraño, sobre el sabueso de los Baskerville. Narra que en la época de la Gran Rebelión, el dueño de la mansión era Hugo Baskerville, un hombre salvaje y soez y tristemente célebre por su inclinación hacia la lascivia y la crueldad. Hugo se encaprichó con la hija de un pequeño terrateniente, quien lo evitaba por su mala fama. Un día, este hombre con cinco o seis compañeros llegaron a la granja y secuestraron a la mujer, y la encerraron en una habitación de la mansión. La muchacha descendió por una enredadera que cubría el lado sur de la mansión, y emprendió el camino hacia su casa. Poco después, Hugo fue a buscarla y encontró que la joven había desaparecido. Bajó y juró enfurecido que entregaría cuerpo y alma a los poderes del mal si conseguía alcanzar a la muchacha. Uno de los presentes propuso lanzar los sabuesos en su búsqueda, y Hugo dio esa orden a los criados y salió cabalgando él mismo. Los amigos presentes de Hugo, trece en total, salieron tras él. A la media legua, se cruzaron con un pastor, quien les confesó que había visto a la doncella y a los sabuesos que seguían su pista, pero que también vio a Hugo Baskverille cabalgando su yegua negra y tras de él, a un sabueso infernal corriendo. Los hombres siguieron avanzando, pero pronto vieron pasar a la yegua negra de Hugo sin jinete, y con espuma blanca en la silla. Llenos de espanto, avanzaron hasta encontrar a los sabuesos gimiendo. Los jinetes más audaces siguieron por el valle hasta encontrar a la doncella muerta. Cerca de ella se encontraba el cadáver de Hugo Baskerville y encima de él, una enorme bestia negra con forma de sabueso le desgarraba el cuello. Los hombres se escaparon corriendo, y así concluye el relato del sabueso que atormenta a la familia desde entonces, y termina con el advertencia de no cruzar el páramo en durante las horas de oscuridad.

El doctor Mortimer mira a Sherlock, quien está bostezando. Mortimer saca de su bolsillo un periódico doblado y lee una noticia de ese mismo año, que es un breve resumen sobre la muerte reciente de Charles Baskerville. En ella, se habla brevemente de su vida y sobre su filantropía con la comunidad. Charles no tenía hijos y era viudo, y vivía solo con el matrimonio Barrymore, quienes trabajaban de mayordomo y ama de llaves respectivamente. Se menciona que la salud de Charles empeoraba y que sufría de ahogos, palidez y ataques de nervios. Una noche previa a realizar un viaje a Londres, salió a hacer su paseo habitual pero nunca regresó. El mayordomo se alarmó y salió en su búsqueda, encontrándolo muerto al final del camino. Asimismo, descifró por las huellas que su amo anduvo en puntas de pie luego del portillo que da al páramo. Otro testigo afirma haber oído gritos. Aparentemente, su rostro estaba desfigurado cuando lo encontraron. Por último la noticia menciona que el pariente más cercano es el señor Henry Baskerville, sobrino de Charles. Mortimer termina de leer, y Sherlock le pide más detalles que no sean de público conocimiento.

Mortimer prosigue, aduciendo que no hay motivo para no sincerarse por completo. Cuenta que se visitaban frecuentemente con Charles, y que este era un hombre reservado. El doctor cuenta que advirtió que durante los últimos meses, Charles se encontraba en constante tensión y perturbado por la historia del sabueso; y que había llegado a convencerse de que pesaba un destino terrible sobre su familia. Tres semanas antes de su muerte, Mortimer visitó a Charles. El médico lo encontró en la puerta, horrorizado. Debido al frágil estado en el que se encontraba, Mortimer decidió pasar la noche con sir Charles, que terminó confiándole el manuscrito a su amigo. Asimismo, Mortimer confiesa que cuando Charles murió, encontraron cerca del cuerpo unas huellas que bien podían ser de un sabueso gigantesco, aunque esta información no se menciona en la noticia del periódico.

Análisis

Ya en este primer capítulo se plantea uno de los ejes principales de la narración: la relación entre el detective Sherlock Holmes y su compañero, John Watson. En esta escena inicial, Holmes pone a prueba a Watson al permitirle analizar el bastón abandonado y lo obliga a sacar conclusiones acerca de la naturaleza de su dueño. La posibilidad de abstraer y analizar la realidad a partir de un objeto forma parte del método que lleva adelante Holmes para resolver sus misterios. A partir de la observación del bastón, el detective pretende que Watson pueda llegar a una conclusión cierta sobre su origen: “Pero, dígame, Watson, ¿qué es lo que piensa del bastón de nuestro visitante?” (p.15), le pregunta. En este pedido, el razonamiento de Holmes deja ver que hay una verdad detrás de los objetos: los seres humanos dejan rastros. El bastón permite reconstruir información sobre su dueño porque hay huellas de él.

Sin embargo, Watson se equivoca a partir de sus deducciones: “Mucho me temo, mi querido Watson, que casi todas sus conclusiones son falsas” (p.16), lo corrige Holmes. Esta respuesta posiciona al detective en un lugar jerárquico, en donde pone a prueba a su compañero de aventuras y cuenta con el conocimiento suficiente como para determinar si Watson está en lo cierto o no.

Para corregir a su compañero, Holmes cuenta con una herramienta indispensable: un talento especial para la observación. Sin embargo, no hay que entender esto como un don sobrenatural o divino, sino como una práctica del ser humano que suele ser menospreciada. En el caso particular de Holmes, esta herramienta está al servicio de la resolución de crímenes y misterios.

Es ejemplar al respecto cuando Holmes determina el tamaño y la raza del perro de Mortimer. Watson, anonadado por la certeza con la que el detective afirma su hipótesis, es incapaz de darse cuenta de que el animal simplemente se ve desde la ventana de la residencia. En este sentido, la novela expone que Holmes llega a la conclusiones correctas gracias a la observación atenta de todas las pistas.

Además de ser su compañero de aventuras, Watson es el narrador de la novela. Así, cuenta desde su perspectiva las andanzas de Sherlock Holmes. La elección de este narrador por parte de Conan Doyle responde a diversos motivos. En primer lugar, desde el punto de vista de la narración, el relato de Holmes sería complejo de representar. Al ser un personaje capaz de desarrollar muchas posibilidades e hipótesis de manera simultánea, su narración carecería del orden necesario para poder ser comprensible. Por lo tanto, Watson simplifica: observa los detalles justos para que el lector entienda el caso, pero no tiene en cuenta la multitud de teorías de Holmes.

En segundo lugar, Watson simboliza la postura de los lectores frente a los hechos contados. Frente a las afirmaciones de Holmes, no duda en preguntarle: “¿cómo puede estar tan seguro de eso?” (p.18). Esta interpelación obliga al detective a revelar sus razonamientos y la forma en la que los ordenó para llegar a una conclusión. En este sentido, si no estuviera Watson, los lectores jamás podríamos llegar a saber cómo piensa Sherlock Holmes.

Este episodio del bastón de Mortimer también simboliza otro de los temas fundamentales de la novela: el método de razonamiento llevado adelante por el detective. Para Holmes, cada objeto tiene una historia particular y única, que distingue a quien lo usa. Así, a partir de las siglas del bastón, puede afirmar que fue un regalo para Mortimer de sus amigos de Charing Cross por haberse retirado. Esta perspectiva implica entender que los seres humanos siempre dejan rastros; la posibilidad de identificar lo que es único en este objeto permitirá conocer en profundidad a quien lo usó.

Sin embargo, los errores también forman parte del método de Sherlock. En la novela, Holmes se muestra falible: se sorprende al saber que Mortimer recibió el bastón como regalo de bodas. Frente a esta confesión, le responde al doctor: “Acaba de destruir nuestras pequeñas deducciones”(p.18). Este error en el primer capítulo muestra dos cosas sobre el método de Sherlock. En primer lugar, exhibe que el detective es humano y, por lo tanto, comete errores. No tiene un poder sobrenatural, sino que utiliza su razón e intelecto para resolver los misterios. A veces, estas teorías pueden conducirlo a una conclusión errada.

En segundo lugar, muestra que el razonamiento de Sherlock también se construye a partir de varias conjeturas que debe considerar y después descartar. Así, los pequeños detalles que tiene el bastón lo conducen a teorías diferentes, de las que solo una es acertada. Parte de su trabajo es también distinguir entre las posibles alternativas aquella que se corresponde mejor con la realidad.

Esta mirada basada en la evidencia que tiene el detective contrasta fuertemente con las características que tiene el caso que le presenta el doctor Mortimer. Esta oposición plantea uno de los ejes fundamentales de la novela: la dicotomía entre lo sobrenatural y lo racional. La maldición que asola a la familia Baskerville no puede explicarse por las leyes de la naturaleza: varios integrantes del clan murieron en circunstancias misteriosas, rodeados de las huellas de “una enorme bestia, de pelo negro con la forma de un sabueso, pero mayor que cualquier sabueso que haya sido jamás visto por alguien en el mundo” (p.23). La muerte de sir Charles Baskerville parece estar relacionada con esta criatura infernal, que no se corresponde con ningún animal existente en el mundo tal y como lo conocemos.

Para añadir elementos en la construcción de esta atmósfera sobrenatural y terrorífica, el misterioso sabueso es entendido como un castigo divino a la familia Baskerville. Así, el manuscrito que lee el doctor Mortimer advierte: “Aprended de esta historia a no temer los frutos del pasado, sino más bien a ser mesurados en el futuro” (p.21). En este sentido, la presencia del sabueso es una maldición por los hechos crueles que llevó adelante Hugo Baskerville y cumple la función de amedrentar a sus descendientes.

Finalmente, la misma residencia familiar está emplazada en un lugar oscuro y lúgubre: el páramo. Este sitio deshabitado y aislado en donde vivía sir Charles Baskerville al momento de su muerte es el espacio ideal para la presencia de un misterio oculto. En este sentido, la leyenda sobre el sabueso convence incluso al doctor Mortimer, un médico centrado más en la experiencia y observación antes que en las teorías fantasiosas. Esta creencia le trae contradicciones, ya que al ser “un hombre de ciencia no se atreve a situarse en la posición pública de parecer que avala la superstición popular” (p.28). Esta declaración de Mortimer revela una mirada despectiva acerca de las creencias populares. La leyenda del sabueso es una superstición extendida para los habitantes del páramo, pero es inaceptable que un hombre culto y formado pueda tomarse en serio esta maldición.

Aunque Mortimer quiere creer en las pruebas empíricas, recurre a la superstición al no poder explicar la maldición de la familia Baskerville. Sin embargo, esta leyenda no conmueve en absoluto a Holmes. Su perspectiva, siempre racional, se centra en los textos que le ofrece Mortimer. Si el manuscrito cuenta una historia sobrenatural, el detective no se deja cautivar por el relato fantástico sobre el sabueso, sino que se focaliza en lo que puede probar. Así, analiza la impresión y el papel del texto y afirma: “lo sitúo en 1730” (p.20). Una vez más, su mirada pragmática le impide tomar en consideración todo aquello que no pueda ser probado de manera empírica.

Además del manuscrito, Mortimer presenta otra fuente para acercarse al caso: el artículo periodístico sobre la muerte de sir Charles Baskerville. Sin embargo, este texto no incorpora una pista esencial: Mortimer agrega que, alrededor del cadáver, estaban las “huellas de un perro gigantesco” (p.30).

Tanto el manuscrito como la nota periodística ofrecen una imagen incompleta. Mientras que el primer texto tiene una postura crédula y supersticiosa, el artículo del diario comete el error contrario al descartar la pista de las huellas. De la interacción entre estas múltiples perspectivas, Sherlock Holmes comenzará su propia hipótesis sobre el misterioso caso. Así, la novela muestra que un buen detective no es únicamente aquel que reúne y analiza el material, sino que también el que distingue lo verdaderamente valioso de aquello que no lo es.

Es fundamental subrayar que ya desde el comienzo, los hechos anticipan al lector que está en presencia de una novela policial. Este género plantea la presencia de un crimen, del que se desconoce quién, cómo y por qué lo cometió. Este delito se presenta como un enigma que debe ser resuelto por un detective, abocado a la investigación del caso. Cuando el doctor Mortimer le trae a Sherlock y a Watson el misterioso caso del sabueso de Baskerville, lo hace con la intención de que puedan sacar a la luz la verdad detrás de esta bestia. Así, podemos suponer que el detective y su compañero deberán identificar quién es el responsable del animal. Para llegar a esta verdad, los detectives cuentan con pistas: las huellas del sabueso al lado del cuerpo de sir Charles, el pergamino, la noticia. A partir de estos indicios, Sherlock y su compañero deberán utilizar el método de razonamiento y deducción tal como lo hicieron con el bastón del doctor Mortimer.