El fantasma de Canterville

El fantasma de Canterville Resumen y Análisis Capítulos 5 - 6

Resumen

Capítulo 5

A causa de un desgarro en su vestido, ocurrido durante un paseo a caballo con el duque de Cheshire, Virginia debe regresar a la mansión. Dentro del salón de tapices, la joven divisa a sir Simon, quien contempla el paisaje con una profunda actitud de desánimo. A diferencia del resto de su familia, la actitud de Virginia hacia el fantasma es empática y considerada: en primer lugar, le informa que puede estar tranquilo porque sus hermanos no se encuentran en el castillo de Canterville. A continuación, Virginia le demanda a sir Simon que se comporte correctamente; el fantasma responde que esto atenta contra su naturaleza, reconociendo que en vida fue una persona malvada que mató a su mujer porque cocinaba muy mal. Acto seguido, el fantasma elogia la bondad y sencillez de Virginia en contraste con la falta de educación de su familia. En respuesta, Virginia defiende a sus padres y a sus hermanos y le recrimina al fantasma el robo de sus pinturas para recrear artificialmente la mancha de sangre, hecho que sir Simon admite.

Cuando Virginia decide retirarse del salón, el fantasma expresa un enorme cansancio, argumentando que no duerme desde el momento de su muerte hace tres siglos, y le suplica a Virginia que lo ayude. Sir Simon describe un pequeño parque donde podría obtener el descanso tan anhelado, llamado el Jardín de la Muerte. De acuerdo con una antigua profecía grabada en las vidrieras de la biblioteca, una joven rubia haría brotar una oración de un pecador, salvando su alma y restaurando la paz en Canterville. Sir Simon le explica a Virginia que se trata de la persona elegida y que debe llorar por sus pecados para que el almendro florezca nuevamente y la muerte pueda apoderarse de él. Cuando Virginia acepta sacrificarse por el fantasma, este la guía hacia una habitación secreta y un muro se cierra detrás de ellos.

Capítulo 6

Cuando repara en su ausencia, la señora Otis envía a los criados a buscar a su hija Virginia. A las seis de la tarde, el señor y la señora Otis comienzan a preocuparse seriamente, recorriendo las habitaciones de la mansión para intentar encontrarla. Luego, el señor Otis recuerda que recientemente habían dejado acampar a una tribu de gitanos en el perímetro del castillo. Cuando descubre que los gitanos han levantado su campamento a toda prisa, el señor Otis notifica a la policía de un rapto. A continuación, el señor Otis parte a caballo a encontrar a su hija y, después de recorrer dos millas, descubre que el joven duque de Cheshire lo acompaña en la búsqueda. Ambos regresan al castillo de Canterville a las once de la noche sin novedades sobre el paradero de Virginia. Asimismo, las autoridades informan a la familia Otis que encontraron a los gitanos sin Virginia, y que la razón de su abrupta huida fue una equivocación sobre la fecha de la feria a la que debían asistir. De esta forma, Virginia es declarada oficialmente como desaparecida y la familia se encuentra sumida en la tristeza y la preocupación.

A las doce de la noche, un ruidoso trueno se escucha en el interior de la mansión y una melodía suena en el aire. Acto seguido, un lienzo se despega de la pared y detrás de él aparece Virginia con un cofre en sus manos. Ella menciona su encuentro con el fantasma, quien le obsequió el cofre que carga como señal de arrepentimiento y como ofrenda. La joven se traslada con su familia hacia una habitación secreta detrás de una puerta de roble, en la que se localiza un esqueleto acompañado de un cántaro y un plato con polvo. Virginia se arrodilla y comienza a rezar, próxima al esqueleto. En este momento, tal como indica la profecía, el almendro empieza a florecer, señal de que el fantasma es perdonado y puede descansar en paz.

Análisis

En estos capítulos, la narración toma definitivamente un rumbo diferente del desarrollado en los primeros apartados, ya que abandona la mirada paródica y humorística que predomina en la primera parte de la nouvelle para ahondar en la crisis y la angustia existencial que ataca al personaje de sir Simon. Si bien el texto no explicita las causas de la depresión del fantasma, los lectores entendemos que su origen está vinculado a las persecuciones y humillaciones recibidas, que lo hacen darse cuenta de que ya está harto de asustar y prefiere, simplemente, descansar en el Jardín de la Muerte. En este sentido, sir Simon parece haber aceptado que, en el mundo moderno, su tarea no tiene sentido ni valor y que, por lo tanto, es momento de partir. En este sentido, Wilde valora y reconoce la autenticidad antes que la actuación permanente, las poses y las manipulaciones. La experiencia de sir Simon revela que su forma de vivir es en realidad el refugio solitario de un pecador angustiado, dispuesto a abandonar esta vida por la paz que solo el perdón puede otorgar.

Hasta este momento, Virginia es un personaje con escaso desarrollo narrativo en comparación con otros integrantes de su familia, pero este encuentro la vuelve central para la trama. La mención al duque de Cheshire como su pretendiente reaparece en forma de compromiso matrimonial. Este vínculo es significativo, ya que refleja una de las formas más importantes de intercambio cultural y comercial entre Europa y Estados Unidos a finales del siglo XIX. El casamiento como pacto económico une a la aristocracia europea en decadencia con herederos estadounidenses para intercambiar grandes dotes. Este arreglo, como la venta de arte y de la misma mansión de Canterville, troca la sofisticación y el prestigio social por la necesidad práctica de dinero disponible para cualquier situación. En este sentido, Virginia y su acercamiento a la sociedad inglesa puede explicar también parte de la motivación familiar detrás de la compra de la casa.

A causa de sus crímenes, el fantasma no puede descansar en paz fácilmente: necesita que un ser puro e inocente interceda ante él y pida perdón por sus pecados. De esta manera, Virginia representa el personaje que habilita el pase a la eternidad de sir Simon. En estos capítulos, se desarrolla con mayor profundidad el tema de la empatía como vínculo afectivo. Cuando el fantasma explica la causa de su fallecimiento -condenado a morir de hambre- exhibe que únicamente su cuerpo expiró, mientras que su espíritu continúa circulando a lo largo de trescientos años. Frente a esta revelación, Virginia le ofrece un sándwich para paliar el hambre. En este gesto, la muchacha humaniza al fantasma y le muestra compasión y amabilidad frente a su sufrimiento. Esta actitud contrasta con el trato recibido por parte del resto de la familia Otis, acostumbrada a humillar y maltratar a sir Simon.

En esta conversación con el fantasma, Virginia oscila entre la empatía y el juicio moral. Es consciente de que sir Simon es víctima del maltrato de sus hermanos, pero también le reprocha ser culpable del asesinato de su mujer. Este momento es uno de los pocos en los que se toma en serio el delito del fantasma, y es significativo que sea Virginia, como una mujer joven comprometida amorosamente, el único personaje que piensa en lady Eleonore en su dimensión humana, como una persona real que merece justicia. En este sentido, sir Simon no manifiesta ningún tipo de arrepentimiento y hasta justifica sus crueles acciones: considera que el castigo impuesto es desmesurado ya que su mujer, de alguna manera, merecía ese desenlace. La narrativa de la historia avala esta perspectiva despreocupada sobre el crimen. Tanto el fantasma como Virginia abandonan rápidamente este tema de conversación y se focalizan en hacer realidad el deseo de sir Simon de descanso eterno y en paz.

Sin embargo, para que el fantasma pueda finalmente morir, hay una serie de elementos que intervienen en este ritual; ”—¿Ha leído usted alguna vez la vieja profecía que hay sobre la ventana de la biblioteca?” (p. 52), le pregunta sir Simon a la muchacha. Este intercambio se entiende como un ejemplo del recurso literario conocido como deus ex machina. La mención a la profecía como motor que resuelve la historia del fantasma y su necesidad de descansar en paz irrumpe bruscamente, de manera repentina, sin que nadie antes se haya referido a su presencia en el ventanal de la biblioteca. Al mismo tiempo, si la existencia de la profecía se hubiera mencionado con anterioridad, el desenlace de la narración habría sido muy evidente.

Las imágenes vinculadas con el Jardín de la Muerte construyen una atmósfera de un lugar idealizado, repleto de estrellas, donde finalmente sir Simon podrá descansar en paz, luego de tantos años de errar por el mundo terrenal. La presencia de este espacio idílico y siniestro, la discusión sobre el contenido de la profecía y el misterioso pasadizo a otro mundo funcionan como referencias al género gótico. Esta vez, el tono de la narración no es cómico y paródico sino solemne: el lector está expectante por saber cómo se resuelve esta situación.

La desaparición de Virginia se desarrolla a lo largo del capítulo 6: el misterio invade a los habitantes de la mansión de Canterville y también a su prometido, el duque de Cheshire. La narración decide omitir en el relato el encuentro entre Virginia y sir Simon y se focaliza en los demás integrantes de la familia Otis, que buscan a la muchacha por todas partes. Cuando ella reaparece a la medianoche, no ofrece detalles reales sobre lo ocurrido o, incluso, sobre lo visto en ese misterioso lugar. La estética gótica reaparece: el narrador describe los restos de sir Simon como “un largo esqueleto, extendido cuan largo era sobre las losas” (p. 60). Junto con la aparición del cuerpo físico del fantasma emerge el florecimiento del viejo almendro seco. El árbol funciona como símbolo de redención, en tanto se entiende que, finalmente, la profecía se cumplió y el alma de sir Simon descansa en paz.

Es necesario destacar que el encuentro entre sir Simon y Virginia resulta movilizante para ambos personajes. Por un lado, obviamente es la posibilidad del fantasma de redimirse y dejar atrás su vida mundana, pero también Virginia se transforma a partir de su ayuda a sir Simon. A lo largo de la narración hay algunas señales sutiles de la importancia de este momento para la muchacha. En primer lugar, Virginia se encuentra con el fantasma por accidente, ya que, por causa de un desgarro en su traje, ingresa a la casa por una puerta trasera. Si bien este incidente se corresponde con andar a caballo, permite también una lectura en un doble sentido sexual: la vestimenta dañada puede ser simbólica, haciendo referencia a que la inocencia de Virginia también fue ultrajada. En este punto, ella regresa a la mansión avergonzada por lo ocurrido en su salida con el duque, y el encuentro con el fantasma ocurre, justamente, por su intento de evitar todo contacto con el resto de los habitantes de la residencia.

Si al principio del texto la muchacha era “graciosa como un cervatillo” (p. 16), al final del capítulo 6 cumple el rol de mujer adulta, capaz de ofrecer redención espiritual a partir del amor. En este sentido, el duque se refiere metafóricamente a ella como un ángel. La elección de esta figura no es casual, ya que por un lado destaca la bondad como un rasgo constitutivo de su prometida y, por el otro, resalta la idea de la muchacha en su rol de guía espiritual y moral de la familia.

Cuando Virginia reaparece, trae entre manos una caja de joyas legada por sir Simon como agradecimiento. El obsequio permite entenderse de diversos modos. Por un lado, es la forma que tiene el fantasma de agradecerle a la muchacha por la nobleza de su gesto. En este punto, las joyas pueden pensarse como el regalo de un enamorado, abrumado por su amabilidad. En un sentido más profundo, el regalo funciona como un símbolo de la reconciliación de dos mundos opuestos. Gracias a la muchacha, el conflicto entre el fantasma y la familia Otis desaparece; sir Simon está, finalmente, en paz en el Jardín de la Muerte y los residentes de la mansión están, finalmente, libres de toda molestia sobrenatural.